Somos de igual tela que nuestros sueños,
y los sueños abren los ojos de golpe
como niños bajo los cerezos,
sobre cuyas copas la marcha oro pálido
de la luna llena se levanta en la gran noche.
…Nada más emerge de nuestros sueños,
ahí están y viven, como un niño que ríe
no menos grande colgado arriba y abajo
como luna llena, que se levanta tras la copa del árbol.
Lo más íntimo abre su tejido,
como manos espectrales en espacio cerrado
que están en nosotros y siempre tienen vida.
Y tres son uno: un hombre, una cosa, un sueño.
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