Para Bessie Loos
Él en verdad amó al sol, que purpúreo baja la colina
por los caminos del bosque, entre los pájaros negros que cantan
y las alegrías del verdor.
Serio fue su vivir a la sombra del árbol
y pura su mirada.
Dios habló con suave flama en su corazón:
“¡Oh, hombre!”
Leve fue su andar por la ciudad en la tarde;
la oscura queja de su boca:
“Quiero ser un jinete.”
Pero lo siguieron el arbusto y el animal,
la casa y el jardín crepuscular de los hombres blancos,
y su asesino lo halló.
Primavera y verano y bello el otoño
de los justos, su paso lento
hacia el oscuro cuarto de los sueños.
De noche permaneció solo con su estrella;
Vio la nieve que cae sobre el frío ramaje
y en el atardecer del vestíbulo la sombra del asesino.
Plateada hundió la cabeza el no nacido.
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