lunes, 29 de noviembre de 2010

Teoría de las virtudes intelectuales (Nicomaco)

Capítulo primero. De las virtudes intelectuales en general.
Necesidad de dar más precisión a las teorías precedentes; insuficiencia de las reglas generales. – Para explicar debidamente las virtudes intelectuales, se necesita hacer un estudio exacto del alma. En la razón hay dos partes distintas: una relativa a la ciencia y a los principios eternos e inmutables, la otra que delibera y calcula sobre las cosas contingentes. Destino diverso que tienen en el alma del hombre la sensación, la inteligencia y el instinto; la libre preferencia del alma, ilustrada por la razón, es siempre el principio del movimiento. La preferencia y la deliberación no se aplican nunca sino a lo venidero, 151
Capítulo II. De los medios que tiene el alma para alcanzar la verdad. De la ciencia.
El alma tiene cinco medios de alcanzar la verdad: el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y la inteligencia. – De la ciencia; definición de la ciencia; lo que se sabe no puede saberse de otra manera que como se sabe; el objeto de la ciencia es necesario, inmutable, eterno; la ciencia se funda en principios indemostrables, que da la inducción, y sobre los cuales se apoya el silogismo para sacar una conclusión, cierta, pero menos evidente que ellos. – Cita de los Analíticos, 154
Capítulo III. Del arte.
Definición del arte: es el resultado de la facultad de producir y no del acto propiamente dicho; sólo se aplica a las cosas contingentes, que pueden existir o no existir. La razón verdadera dirige el arte; y la inhabilidad es dirigida por una razón falsa, 155
Capítulo IV. De la prudencia.
Definición de la prudencia; sólo se aplica a las cosas contingentes; en qué se diferencia del arte y de la ciencia. Ejemplo de Pericles. Lamentable influjo de las emociones del placer y del dolor sobre la prudencia y conducta del hombre. – La prudencia, una vez adquirida, no se pierde jamás, 157
Capítulo V. De la ciencia y de la inteligencia.
La inteligencia, el entendimiento, es la facultad que conoce directamente los principios indemostrables. – La sabiduría o la perfecta habilidad debe ser considerada como el más alto grado de la ciencia: se eleva por encima de los bienes humanos y de los intereses personales: Fidias, Policleto, Anaxágoras, Tales. – La prudencia, que es esencialmente práctica, debe conocer ante todo los pormenores y los hechos particulares, 159
Capítulo VI. Relaciones de la prudencia con la ciencia política.
Aquella sólo se refiere al individuo, y rige como conviene sus intereses personales. El interés del individuo no puede separarse del de la familia y del Estado. – La juventud no puede tener prudencia, porque sólo se adquiere mediante una larga experiencia. – La prudencia no puede confundirse con la ciencia; se aproxima más a la sensación, 162
Capítulo VII. De la deliberación.
Carácter de la sabia deliberación; difiere de la ciencia; supone siempre una indagación y un cálculo; tampoco es obra del azar ni de la simple opinión. – Definición de la sabia deliberación; es un juicio recto aplicado a lo que es verdaderamente útil; puede ser absoluta o especial, 164
Capítulo VIII. De la inteligencia o comprensión y de la ininteligencia.
La inteligencia no se confunde con la ciencia ni con la opinión; se aplica a los mismos objetos que la prudencia; se manifiesta sobre todo en la rapidez para aprender y comprender las cosas. – Del buen sentido, 166
Capítulo IX. Fin a que tienden todas las virtudes intelectuales.
Se refieren todas a las acciones, es decir, a los términos inferiores y últimos. En general son dones de la naturaleza y no pueden adquirirse. Se producen y se aumentan con la edad. – Importancia que debe darse a los consejos de los hombres experimentados y de los ancianos, 167
Capítulo X. De la utilidad práctica de las virtudes intelectuales.
Comparación de la sabiduría con la prudencia. La sabiduría no tiene por fin especial la felicidad; la prudencia ilustra al hombre sobre los medios de llegar a la felicidad; pero en realidad no le hace más capaz de tenerla. La sabiduría y la prudencia contribuyen, sin embargo, a la felicidad del hombre, así como la virtud al señalar un fin loable a sus esfuerzos. – De la habilidad en el régimen de la vida; sus relaciones con la prudencia; no hay prudencia sin virtud, 169
Capítulo XI. De las virtudes naturales.
Las virtudes, que debemos a la naturaleza, no son hablando con propiedad virtudes, en tanto que no las hemos ilustrado por la razón ni fortificado mediante un hábito voluntario. Teoría de Sócrates, en parte verdadera y en parte falsa, sobre la naturaleza de la virtud. – La virtud no puede confundirse con la razón; pero sin razón no hay virtud. La prudencia es por otra parte inferior a la sabiduría, 171

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