miércoles, 4 de enero de 2012

UN PASADO IRREVERSIBLE (Lizkno, J)


Ilustración de Julio César Gómez Penagos


“Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido.” Robi  Williams (El club de los poetas muertos)

Ahora que pienso, es raro que escriba algo empezando por el título, pero hoy, este domingo lluvioso, me ha sucedido así, dando vueltas al tema que podría seguir tratando me ha saltado este título. Y con él puesto como guía comencé a escribir.
Podría decirse que el pasado no es tan maldito ni tan pasado, pero que incierto es el futuro y que a pesar de ser tan incierto como desea, esta vida es caprichosa, me da mucho y me quita más, da alegrías que luego vuelve amargas y nos pone trampas en que los débiles como yo caemos tan fácilmente…y ahora me acuesto, sola, cansada, y tremendamente adolorida con todo lo que implica el dolor, el del alma y el del cuerpo. Un cuerpo cansado que lidia a diario con este duro presente y un alma que intenta a diario olvidar ese oscuro pasado que a toda costa oculto de los demás, porque me avergüenza y podría quitármelo todo en un segundo, todo incluido el presente…todo incluido el futuro.
Pero, supongo que hoy es uno de esos días en que debería estar tranquila, o desanimada, como cualquier domingo. Había pasado un buen rato observando la lluvia por la única ventana que había en mi habitación. Había pasado un buen rato observando cómo cada gota no era suficiente para calmar la ansiedad,  que no dejaba respirar con tranquilidad a mis pulmones. Aquella ventana estaba rociada por gotas de agua condensadas en los cristales de doble filo, que me daban visión a las rejas de un verde pantano donde muchos niños, solían ir a jugar, suponiendo yo que se divertían, así mismo, a una triste terraza, mojada, encharcada donde de vez en cuando se asomaba una anciana, ya poco agotada por los años. Los arboles raquíticos y esqueléticos que observaba en aquella penumbra parecían llorar, pues a cada trueno, caía una hoja marrón, seca, como las lágrimas de mi rostro. Olor ha mojado.
Una visión perversa, perfecta, de un día gris. ¿Nunca has observado cómo se carboniza la madera cuando se quema?, ¿nunca has mirado fijamente el humo de un cigarrillo o la belleza de unos labios carbonizando su interior? Tal vez no, porque la mayoría de las personas no lo hace, tal vez porque algunos no aprecian cada segundo, porque aunque sientan alegría, siguen pensando en ellos mismos. Y cuando sienten soledad creen que el mundo se vuelve contra ellos, cuando en realidad nunca hemos estado solos, pero los que tal vez nos sentimos solos simplemente sonreímos, pues hemos aprendido a llorar por dentro y sonreír por fuera; la soledad tiene belleza…Pero, ¿qué es mínimamente bello? El brillo de la alegría en unos ojos que han llorado por la tristeza, un corazón palpitante de emoción, unos labios diciendo cualquier cosa, un sitio caótico, el canto de una niña desamparada…y si esto es bello, entonces, ¿qué es lo triste? El mundo y sus enfermedades creadas a fuego y leña, es triste sucumbir ante la realidad, es triste ver un color apagado sin vida. Triste, como los domingos, como el llanto de un niño, como el resurgir de una primavera triste después de un invierno alegre.
Aún así no hacemos nada, nada para aliviar la acidez que crece en la garganta cuando no se puede llorar, y se desea…no puedo hacer nada por mis manos cuando ya están temblando, actuando por sí solas. Es inútil observar amuletos, los amuletos no sirven de nada; siempre he pensado, que los mejores amuletos, son las personas que amas. Aunque los defraudemos sabemos que en realidad los amamos, y duele cuando esas personas nos niegan, porque hieren los sentimientos más profundos…
Y así, seguí toda la noche pensando en las tristezas, en las alegrías, en lo absurdo, en lo infame…de repente algo empezaba a calentar mis piernas, entre las rejas empezaba a entrar la luz del sol, observaba como poco a poco las baldosas de la terraza se secaban; y pensar que yo creía que los ángeles llorando provocaban la lluvia.  Eso era lo que yo pensaba, pero a través de los años, la ciencia a pasos agigantados, nos quita esa ilusión que la dulce infancia había creado…esa dulce tristeza.
En el cuarto nefasto en el que me encontraba, donde tan sólo un poco de luz asomaba, donde las voces de los niños que se encontraban atravesando el gran muro de mi habitación pensé: No sé como terminé aquí. No sé cómo me atraparon, no comprendo cómo fue que me encerraron si hasta ayer jugaban alegremente conmigo.  No sé que hice mal, si supiera contar el tiempo podría saber cuánto llevo aquí, pues solo la luz del sol y la luna pasaban por estas cuatro paredes plagadas de cosas extrañas. Recuerdo que todos los días un caballo de madera sin ojos, me contaba que él estaba hecho para llevar personas, pero nunca entendió porque cada vez que quería avanzar se quedaba en el mismo lugar. Sólo sentía como su cuerpo se movía de atrás para adelante sin parar. Nunca vio un rostro, pero sí podía escuchar las risas de los que se montaban en él. De un día para otro este caballo inmóvil fue encerrado en esta pieza oscura al igual que a mí, nadie le dio ninguna explicación.  Siempre le quedó la duda del porqué fue encerrado.  Me quedé muy apenada por la triste historia del caballo, pero me tenía más preocupada la razón de mi encierro.
Recuerdo que de niña además del caballo de madera sin ojos que me acompañaba, tenía una muñeca amiga que adoraba dormir en mi cama, vistiendo sus viejas pijamas y sonriendo al quedarse dormida. Tenía un cuaderno de poemas en donde rimaba mis penas escribiendo infantiles estrofas de sueños, amores y rosas que inventaba gracias a la gran fantasía e imaginación que de niña tenía. Así mismo, gracias a las paredes olor a sílex dibujaba siluetas de seres extraños, que divertían con grandes carcajadas de sonrisas mi soledad. Finalmente, recuerdo la siluetas que todas las noches dibujaba en el techo que intensamente lograba recrear antes de conciliar el sueño… oh! que silueta tan hermosa era la que recreaba, la de una mujer hermosa, que había creado para suplir  la partida de mi madre que me había dejado años atrás, y que ni un adiós fue capaz de decir.
Sin embargo, luego de haber transcurrido muchos años,  en mi doliente adolescencia, se me ocurrió una tarde crearle un nombre a mi madre y escribirle algunos poemas que guardo en un baúl a la espera de que ella algún día regrese.
Desde pequeña siempre he creído que nací por nacer, sin saber a qué venía, vivo huyendo, asustada, buscando refugio, leo... vago en sombras, mi mente me abandona ahogada por la nostalgia, me esmero en vivir aunque agonizo, desato mi tristeza vomitando letras inspiradas en una musa de cristal, torturado por la cruel certeza de que mi madre nunca las leerá.
En este punto soy claro y no tengo dudas, mi soledad me acompaña y mi tristeza me alegra, y por fuerte que parezca, mi soledad necesita sentir algo más, lastimosamente no he sido capaz de lograr tal sensación en ella. Mi tristeza por su parte se encarga de buscar aquello que no está en mí. De repente y sin saberlo, mi soledad necesitaba de una compañía, que curioso pero muchas veces uno hace y siente cosas que están totalmente en contra de nuestra propia naturaleza, pero la compañía que necesitaba mi soledad nunca fue satisfecha por mí, algo que sí logró hacer mi tristeza, mi tristeza era el complemento perfecto para mi soledad, fueron amigas, confidentes, no discutían, lograban una convivencia envidiable, y por demás, en aquella relación tan fuerte, el único que sobraba era yo.
…Fue así que llego el momento que siempre temí, mi tristeza y mi soledad me abandonaban, no necesitaban más de mí, mi tristeza y mi soledad me dejaban, no hay forma de detenerlas, salían sin despedirse, no dejaban esperanza alguna para un reencuentro, para una reconciliación, era el fin de todo, mi tristeza y mi soledad partían sin dejar mayores explicaciones, ya no podría ser tan presumida y decir que estoy sola o que estoy triste, mi soledad se acompañaba de mi tristeza y mi tristeza era feliz. Y si algún día las pueden ver por ahí en la calle, les rogaría a ustedes que les dieran un saludo de mi parte: para mi soledad y mi tristeza de parte mía. ¿Qué será de mí en este mundo?, algunos dirán sin mayor desenfado: allá va la persona sin soledad y sin tristeza, para algunos será un hecho envidiable, para otros será no creíble, pero para mí, para mí es totalmente desconcertante y miserable. Espero encontrarme a mi soledad y a mi tristeza tal y como lo fueron siempre para mí, mi única compañía y mi única alegría. 


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