jueves, 5 de enero de 2012

ESTROFA NUEVA (José Martí)


Cuando, oh Poesía, 
Cuando en tu seno reposar me es dado!— 
Ancha es y hermosa y fúlgida la vida:
Que éste o aquél o yo vivamos tristes, 
Culpa de éste o aquél será, o mi culpa! 
Nace el corcel, del ala más lejano 
Que el hombre, en quien el ala encumbradora 
Ya en los ingentes brazos se diseña:
Sin más brida el corcel nace que el viento 
Espoleador y flameador,— al hombre 
La vida echa sus riendas en la cuna! 
Si las tuerce o revuelve, y si tropieza 
Y da en atolladero, a sí se culpe 
Y del incendio o del zarzal redima 
La destrozada brida: sin que al noble 
Sol y [.................] vida desafíe.
De nuestro bien o mal autores somos,
Y cada cual autor de sí: la queja
A la torpeza y la deshonra añade
De nuestro error: cantemos, sí, cantemos
Aunque las hidras nuestro pecho roan
El Universo colosal y hermoso!

Un obrero tiznado, una enfermiza
Mujer, de faz enjuta y dedos gruesos:
Otra que al dar al sol los entumidos 
Miembros en el taller, como una egipcia 
Voluptuosa y feliz, la saya burda 
Con las manos recoge, y canta, y danza:
Un niño que, sin miedo a la ventisca,

Como el soldado con el arma al hombro, 
Va con sus libros a la escuela: el denso 
Rebaño de hombres que en silencio triste 
Sale a la aurora y con la noche vuelve 
Del pan del día en la difícil busca,— 
Cual la luz a Memnòn, mueven mi lira. 
Los niños, versos vivos, los heroicos 
Y pálidos ancianos, los oscuros 
Hornos donde en bridòn o tritòn truecan 
Los hombres victoriosos las montañas 
Astiánax son y Andròmaca mejores, 
Mejores, si, que los del viejo Homero.

Naturaleza siempre viva: el mundo 
De minotauro yendo a mariposa 
Que de rondar el sol enferma y muere:
Dejad, por Dios, que la mujer cansada 
De amar, con leche y menjurjes 
Su piel rugosa y su verdad restaure, 
Repíntense las viejas: la doncella 
Con rosas naturales se corone:— 
La sed de luz, que como el mar salado 
La de los labios, con el agua amarga 
De la vida se irrita: la columna 
Compacta de asaltantes, que sin miedo, 
Al Dios de ayer en los desnudos hombros 
La mano libre y desferrada ponen,—

Y los ligeros pies en el vacío,— 
Poesía son, y estrofa alada, y grito 
Que ni en tercetos ni en octava estrecha 
Ni en remilgados serventesios caben:

Vaciad un monte,— en tajo de Sol vivo 
Tallad un plectro: o de la mar brillante 
El seno rojo y nacarado, el molde 
De la triunfante estrofa nueva sea!

Como nobles de Nápoles, fantasmas
Sin carne ya y sin sangre, que en palacios
Muertos y oscuros con añejas chupas
De comido blasòn, a paso sordo
Andan, y al mundo que camina enseñan
Como un grito sin voz la seca encía,
Así, sobre los árboles cansados,
Y los ciriales rotos, y los huecos
De oxidadas diademas, duendecillos
Con chupa vieja y metro viejo asoman!
No en tronco seco y muerto hacen sus nidos,
Alegres recaderos de mañana,
Las lindas aves, cuerdas y gentiles:
Ramaje quieren suelto y denso, y tronco 
Alto y robusto, en fibra rico y savia. 
Mas con el sol se alza el deber: se pone 
Mucho después que el sol: de la hornería 
Y su batalla y su fragor cansada 
La mente plena en el rendido cuerpo, 
Atormentada duerme, —como el verso 
Vivo en los aires, por la lira rota 
Sin dar sonidos desolado pasa!

Perdona, pues, oh estrofa nueva, el tosco 
Alarde de mi amor. Cuando, oh Poesía, 
Cuando en tu seno reposar me es dado.

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