viernes, 10 de diciembre de 2010

Tristeza ( Alphonse de Lamartine)

Devuélvame, decía, a la afortunada orilla 
donde Nápoles reflexiona en un mar de azul 
sus palacios, sus laderas, sus astros sin nube, 
donde el naranjo florece bajo un cielo siempre puro. 

¿ Que tarda? ¡ Vayámonos! Todavía quiero ver de nuevo 
Vesubio encendido saliente del pecho de las aguas; 
quiero de sus alturas ver levantarse la aurora; 
Quiero, guiando del que adoro, 
volver a bajar, soñando, de estas risueñas laderas; 
Soy en los rodeos de este golfo tranquilo; 
regresemos sobre estos bordes a nuestros pasos tan conocidos, 
a los jardines de Cintia, a la tumba de Virgilio, 
cerca de los pedazos dispersos del templo de Venus: 
Allí, bajo los naranjos, bajo la vid florida, 
cuyo pámpano flexible en el myrte se casa, 
y trenza en tu cabeza una bóveda de flores, 
al ruido dulce de la ola o del viento que murmura, 
sólo con nuestro amor, sólo con la naturaleza, 
la vida y la luz tendrán más dulzuras. 

De mis días pasados la antorcha se consume, 
se apaga por grados al soplo de la desgracia, 
O, si lanza a veces una luz débil, 
es cuando tu memoria en mi pecho lo vuelve a encender; 
no sé si los dioses me permitirán por fin 
terminar aquí abajo mi día penoso. 

Mi horizonte se limita, y mi ojo incierto 
atrévete a extenderlo apenas más allá de un año. 
Pero si hay que perecer por la mañana, 
si hace falta, sobre una tierra a la felicidad destinada, 
dejar escapar de mi mano 
esta copa que el destino 
parecía tener para mí de rosas coronada, 
les pido a los dioses sólo guiar mis pasos 
hasta los bordes que embellece tu memoria querida, 
de saludar de lejos estos afortunados climas, 
y de morir a los lugares donde probé la vida.

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