viernes, 31 de diciembre de 2010

Un sueño, de canto Nuovo (Gabriele D'Annunzio)

Estaba muerta, sin calor. 
La herida era visible apenas en el flanco: 
estrecha fuga para tanta vida. 
El lienzo fúnebre era tan blanco como el cuerpo. 
Jamás el ojo humano verá 
más blanco que aquel blanco. 
Ardía impetuosa la primavera 
en los cristales donde insectos inermes 
golpeaban con alas rumorosas. 
Huyó el calor de ella. 
Yo pregunté: ¿Duermes? 
Más cerca, con risa salvaje, repetí: 
¿Duermes, duermes? ¿Duermes? 
Al recordar que aquel acento 
no parecía el mío, 
me vuelve hoy el terror. 
No escuché ni un murmullo. 
Cautivo de la roja arquitectura 
se dilataba en el bochorno 
un fuerte olor a descubierta sepultura. 
El hálito invisible de la muerte 
me estaba sofocando en la cerrada habitación. 
Le dije nuevamente a la mujer inerte: 
¿Duermes, duermes? 
Nada, nada. 
El lienzo fúnebre eran tan blanco 
que nada, ¡nada verá el ojo de un hombre 
más blanco que ese blanco!

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