sábado, 25 de diciembre de 2010

Noción de Patria (Mario Benedetti)


Cuando resido en este país que no sueña 
cuando vivo en esta ciudad sin párpados
 
donde sin embargo mi mujer me entiende
 
y ha quedado mi infancia y envejecen mis padres
 
y llamo a mis amigos de vereda a vereda
 
y puedo ver los árboles desde mi ventana
 
olvidados y torpes a las tres de la tarde
 
siento que algo me cerca y me oprime
 
como si una sombra espesa y decisiva
 
descendiera sobre mí y sobre nosotros
 
para encubrir a ese alguien que siempre afloja
 
el viejo detonador de la esperanza.
Cuando vivo en esta ciudad sin lágrimas 
que se ha vuelto egoísta de puro generosa
 
que ha perdido su ánimo sin haberlo gastado
 
pienso que al fin ha llegado el momento
 
de decir adiós a algunas presunciones
 
de alejarse tal vez y hablar otros idiomas
 
donde la indiferencia sea una palabra obsena.
Confieso que otras veces me he escapado. 
Diré ante todo que me asomé al Arno
 
que hallé en las librerías de Charing Cross
 
cierto Byron firmado por el vicario Bull
 
en una navidad de hace setenta años.
 
Desfilé entre los borrachos de Bowery
 
y entre los Brueghel de la Pinacoteca
 
comprobé cómo puede trastornarse
 
el equipo sonoro del Chateau de Langeais
 
explicando medallas e incensarios
 
cuando en verdad había sólo armaduras.
Sudé en Dakar por solidaridad 
vi turbas galopando hasta la Monna Lisa
 
y huyendo sin mirar a Botticelli
 
vi curas madrileños abordando a rameras
 
y en casa de Rembrandt turistas de Dallas
 
que preguntaban por el comedor
 
suecos amontonados en dos metros de sol
 
y en Copenhague la embajada rusa
 
y la embajada norteamericana
 
separadas por un lindo cementerio.
Vi el cadáver de Lídice cubierto por la nieve 
y el carnaval de Río cubierto por la samba
 
y en Tuskegee el rabioso optimismo de los negros
 
probé en Santiago el caldillo de congrio
 
y recibí el Año Nuevo en Times Square
 
sacándome cornetas del oído.
Vi a Ingrid Bergman correr por la Rue Blanche 
y salvando las obvias diferencias
 
vi a Adenauer entre débiles aplausos vieneses
 
vi a Kruschev saliendo de Pennsylvania Station
 
y salvando otra vez las diferencias
 
vi un toro de pacífico abolengo
 
que no quería matar a su torero.
 
Vi a Henry Miller lejos de sus trópicos
 
con una insolación mediterránea
 
y me saqué una foto en casa de Jan Neruda
 
dormí escuchando a Wagner en Florencia
 
y oyendo a un suizo entre Ginebra y Tarascón
 
vi a gordas y humildes artesanas de Pomaire
 
y a tres monjitas jóvenes en el Carnegie Hall
 
marcando el jazz con negros zapatones
 
vi a las mujeres más lindas del planeta
 
caminando sin mí por la Vía Nazionale.
Miré 
admiré
 
traté de comprender
 
creo que en buena parte he comprendido
 
y es estupendo
 
todo es estupendo
 
sólo allá lejos puede uno saberlo
 
y es una linda vacación
 
es un rapto de imágenes
 
es un alegre diccionario
 
es una fácil recorrida
 
es un alivio.
Pero ahora no me quedan más excusas 
porque se vuelve aquí
 
siempre se vuelve.
 
La nostalgia se escurre de los libros
 
se introduce debajo de la piel
 
y esta ciudad sin párpados
 
este país que nunca sueña
 
de pronto se convierte en el único sitio
 
donde el aire es mi aire
 
y la culpa es mi culpa
 
y en mi cama hay un pozo que es mi pozo
 
y cuando extiendo el brazo estoy seguro
 
de la pared que toco o del vacío
 
y cuando miro el cielo
 
veo acá mis nubes y allí mi Cruz del Sur
 
mi alrededor son los ojos de todos
 
y no me siento al margen
 
ahora ya sé que no me siento al margen.
Quizá mi única noción de patria 
sea esta urgencia de decir Nosotros
 
quizá mi única noción de patria
 
sea este regreso al propio desconcierto.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario