Bienvenidos a la página Literaria de Julie Paola Lizcano Roa. Aquí, podrán encontrar recopilación de textos de todo tipo de literatura, así mismo algunos textos de la creadora de este blog!
jueves, 13 de enero de 2011
Halt (Luis Rogelio Nogueras )
Recorro el camino que recorrieron 4000000
de espectros.
Bajo mis botas, en la mustia, helada tarde de
otoño
cruje dolorosamente la grava.
Es Auschwitz, la fábrica de horror
que la locura humana erigió
a la gloria de la muerte.
Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de
nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las cercas electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas de
cabellera humana
ante la herrumbrosa puerta del horno donde
fueron incinerados
padres de otros hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos,
niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalem y Jericó,
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos, desnudos, ateridos
cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso
camino
desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.
Pienso en ustedes
y no acierto a comprender
cómo
olvidaron tan pronto
el vaho del infierno
Fuga de Muerte (Paul Celan)
"Leche negra de la madrugada la bebemos de tarde
la bebemos al mediodía de mañana la bebemos
de noche la bebemos y bebemos
abrimos una tumba en el aire -ahí no se yace
incómodo-
Un hombre habita la casa él juega con las serpientes
él escribe él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
lo escribe y sale de la casa y fulguran las estrellas silba
a sus judíos hace abrir una tumba en la tierra
nos manda "tocad ya para el baile".
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos
de tarde bebemos y bebemos.
Un hombre habita la casa y juega con las serpientes él escribe
él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita abrimos una tumba en el aire
- ahí no se yace incómodo- Grita
cavad más hondo en la tierra los unos y los otros cantad y tocad
empuña el arma en la cintura la blande tiene ojos
azules cavad más hondo con palas los unos y los otros seguid
tocando para el baile.
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos
de tarde bebemos y bebemos
Un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita juega con las serpientes. Grita
tocad mejor la muerte la muerte es un maestro de Alemania. Grita
tocad más sombríos los violines entonces subís al aire en humo
entonces tenéis una tumba en las nubes
-ahí no se yace incómodo-.
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana te bebemos
y bebemos la muerte es un maestro de Alemania
tiene un ojo azul te acierta con bala de plomo
te acierta justo
un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
azuza a sus perros contra nosotros nos da
una tumba en el aire
juega con las serpientes y suela con la muerte
es un maestro de Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita. "
martes, 11 de enero de 2011
Entre rosas indelebles te recuerdo...(Lizkno, J & Fernandéz, L. )
Lo que quieres es que pierda todos mis sentidos,
para que no te vea, no te mire, no te hable...
y aunque todo esto sucediese, tal vez,
ni el remedio de un Alzheimer, serviría para olvidarte.
Con palabra y con profundos sentimientos,
que se embarcan dentro de la agonía quizá, o entre
recuerdos dulces y a la vez amargos, sé, que lo que
anhelas es que me pierda en otra mirada, en otros brazos
en otras letras, más que en las tuyas que ahora se
convierten en dolor y pena.
Como una rosa muerta me dejas en el florero
porque ya no te sirvo, quizá nunca te serví y ahora
con tu remordimiento ruegas perdón y lamentas por
dejarme, pero que inaudito es, pues dentro de la mierda
de un basurero, es difícil rescatar el corazón puro de una
rosa maltratada, rechazada y triste, es complicado rescatar
esas espinas que ya están más que desprendidas,
ya ni coraza queda, para protegerte rosa...
¿Sabes? se acerca Abril, donde han de decir que las
flores no nacen de alegría, sino de dolores, tal vez allí
he de estar, dentro de las sombras indelebles, de saudades
irrecuperables, que tú y yo lastimosamente nos causamos.
Empero, el tiempo ha pasado y, dime...¿ Cómo he de
olvidarte?, si fuiste tú, quien me dejó con estas emeticas
emociones, que tan dificiles son de borrar. Ah! y dime
¿Cómo he de olvidarte? pues las lagrimas que derrame por ti,
por nuestro amor, de ese que tanos nos juramos, ¿recuerdas?,
aquella noche en que tu cuerpo y mi cuerpo se unieron
para convertirse en un solo. Si, aquella noche, aún marca
mi alma, pues aquellas palabras núnca las volviste a
susurrar en mi oido.
Cuanto extraño tenerte dentro de mi, como esa noche de
otoño, en que la Luna llena brillaba con tus ojos.
Tú que te unias a mi mirada y yo me unia a tu piel como
entrañable espina a su rosa, como incensante díastole
a su sistole y como tus labios a los mios cuando susurrabas
que me amabas y yo atenta te escuchaba y soñaba
con que no pararas, ni de tocarme, ni de decirlo...
Con orgullo me voy y con dolor te quiero.
Para quien lo aprecie con mucho amor
y sentimienro, las poetisas de la noche!
Invierno en el sur (Miriam Van Hee)
Me imaginaba el viento
sin arbustos ni árboles
y al sol sin nuestra piel
sin arbustos ni árboles
y al sol sin nuestra piel
fue cuando te veía caminar con los brazos
alejados del cuerpo como si
fueras a dejar la tierra
como si probaras al viento
alejados del cuerpo como si
fueras a dejar la tierra
como si probaras al viento
detrás de las montañas debía de encontrarse
en alguna parte el mar
pero no lo veíamos
y pensaba que todo debía ser asíen alguna parte el mar
pero no lo veíamos
el azul íntimo del cielo
y nuestras sombras púrpuras
sobre la nieve
¿Por qué estás silenciosa? (William Wordworth)
¿Por qué estás silenciosa? ¿Es una planta
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:
tu amor, tan deleznable y pequeñita,
que el aire de la ausencia lo marchita?
Oye gemir la voz en mi garganta:
Yo te he servido como a regia Infanta.
Mendigo soy que amores solicita...
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.
Mendigo soy que amores solicita...
¡Oh limosna de amor! Piensa y medita
que sin tu amor mi vida se quebranta.
¡Háblame! no hay tormento cual la duda:
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no te mueve?
Si mi amoroso pecho te ha perdido
¿su desolada imagen no te mueve?
¡No permanezcas a mis ruegos muda!
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.
que estoy más desolado que, en su nido,
el ave a la que cubre blanca nieve.
La excursión (William Wordworth)
«Cuando medito a solas en el hombre,
en la naturaleza, en esta vida,
veo alzarse ante mí series de imágenes
que acompaña un resquicio de delicia
pura, sin mezcla de tristeza. Y soy
consciente de afectuosos pensamientos
y de gratos recuerdos que sosiegan
el alma que desea sopesar
el bien y el mal en nuestra condición.
A estas emociones -sobrevengan
por una circunstancia sólo externa
o de un impulso propio del espíritu-
quisiera dedicar copiosos versos.
Verdad, amor, belleza o esperanza,
miedo o nostalgia por la fe domados,
palabras de consuelo en la tristeza,
fuerza moral, poder del intelecto,
alegría esparcida por el mundo,
espíritu del hombre que mantiene
su ascético retiro, solamente
sujeto a la conciencia y a la ley
suprema de aquel Ser que todo rige,
esto canto. ¡Que encuentre mi auditorio!»
Así rezaba el bardo en su sagrado
arrobamiento. «¡Urania, necesito
la guía de una musa, si es que hay tales
y la tierra o el alto cielo habitan!
Porque he de fatigar oscuras simas,
hollar profundidades y otros mundos
para los que el Azul no es más que un velo.
Ningún terror o fuerza indescriptible
que haya cobrado jamás una forma,
el mismo Yahvé, su trueno y sus ángeles
canoros en los tronos del Empíreo,
ninguno temo. Ni siquiera el Caos
ni el más oscuro pozo del Erebo
ni el vacío insondable que los sueños
escrutan, me provoca este temor
que cae sobre nosotros al volvernos
hacia el alma del hombre, mi obsesión
y región principal de este mi canto.
La belleza -presencia de la tierra
que supera las más hermosas formas
que el arte haya compuesto con materias
terrenales- vigila mi trayecto,
prepara el campamento mientras ando
y me sigue de cerca. Paraísos,
Campos Elíseos que en el Atlántico
se buscaban antaño ¿por qué deben
ser sólo crónica de un mundo extinto
o una mera ficción, jamás reales?
Porque cuando el intelecto del hombre
Desposa este universo de hermosura
con amor y pasión, los halla como
un hecho cotidiano cualquier día.
Antes de la hora definitiva
cantaré solitario la alegría
de este gran desposorio y, con palabras
que tan sólo refieren lo que somos,
despertaré al sensual del mortal sueño
y al vacuo y vanidoso propondré
nobles empresas, mientras mi voz canta
con qué delicadeza el alma humana
(quizá también las mismas facultades
de la especie en conjunto) se conforma
a este mundo exterior; y al mismo tiempo
-tema éste olvidado por los hombres-
cómo el mundo se adecua al alma humana.
También he de cantar la creación
-no merece otro nombre- que esta unión
puede alcanzar: es éste mi argumento.
Con estos mis propósitos, si a veces
me vuelvo hacia otra parte -con las tribus
y pueblos de los hombres, donde abundan
recíprocas pasiones de locura,
oigo a la Humanidad cantar su angustia
en los campos, o rumio la tormenta
del dolor, refugiado ya por siempre
en la ciudad- que suenen estos versos
ante oídos benévolos y yo
no sea despreciado ni abatido.
¡Desciende, aire profético que inspiras
al alma con la voz del universo,
soñando el porvenir, y que posees
un templo en los henchidos corazones
de los grandes poetas! Vierte en mí
el don de la visión y que mi canto
brille con la virtud en su lugar,
derramando benéfica influencia
segura de sí misma y siempre a salvo
del efecto fatal que nos envían,
desde el mundo inferior, las mutaciones
que acechan a lo humano. Y si con esto
mezclo asuntos más bajos (el objeto
contemplado y la mente que contempla,
el qué y el quién, el hombre transitorio
que tuvo esa visión, el cuándo, el dónde
y cómo fue su vida) no habrá sido
en vano esta tarea. Si este tema
roza objetos más altos -¡pavoroso
Poder cuyo favor es la semilla
de la iluminación!- que mi existencia
sea imagen de un tiempo más perfecto,
maneras más sencillas, más juiciosos
deseos. Nutre mi alma en libertad
y puros pensamientos: sea entonces
tu amor mi guía, alivio y esperanza.
en la naturaleza, en esta vida,
veo alzarse ante mí series de imágenes
que acompaña un resquicio de delicia
pura, sin mezcla de tristeza. Y soy
consciente de afectuosos pensamientos
y de gratos recuerdos que sosiegan
el alma que desea sopesar
el bien y el mal en nuestra condición.
A estas emociones -sobrevengan
por una circunstancia sólo externa
o de un impulso propio del espíritu-
quisiera dedicar copiosos versos.
Verdad, amor, belleza o esperanza,
miedo o nostalgia por la fe domados,
palabras de consuelo en la tristeza,
fuerza moral, poder del intelecto,
alegría esparcida por el mundo,
espíritu del hombre que mantiene
su ascético retiro, solamente
sujeto a la conciencia y a la ley
suprema de aquel Ser que todo rige,
esto canto. ¡Que encuentre mi auditorio!»
Así rezaba el bardo en su sagrado
arrobamiento. «¡Urania, necesito
la guía de una musa, si es que hay tales
y la tierra o el alto cielo habitan!
Porque he de fatigar oscuras simas,
hollar profundidades y otros mundos
para los que el Azul no es más que un velo.
Ningún terror o fuerza indescriptible
que haya cobrado jamás una forma,
el mismo Yahvé, su trueno y sus ángeles
canoros en los tronos del Empíreo,
ninguno temo. Ni siquiera el Caos
ni el más oscuro pozo del Erebo
ni el vacío insondable que los sueños
escrutan, me provoca este temor
que cae sobre nosotros al volvernos
hacia el alma del hombre, mi obsesión
y región principal de este mi canto.
La belleza -presencia de la tierra
que supera las más hermosas formas
que el arte haya compuesto con materias
terrenales- vigila mi trayecto,
prepara el campamento mientras ando
y me sigue de cerca. Paraísos,
Campos Elíseos que en el Atlántico
se buscaban antaño ¿por qué deben
ser sólo crónica de un mundo extinto
o una mera ficción, jamás reales?
Porque cuando el intelecto del hombre
Desposa este universo de hermosura
con amor y pasión, los halla como
un hecho cotidiano cualquier día.
Antes de la hora definitiva
cantaré solitario la alegría
de este gran desposorio y, con palabras
que tan sólo refieren lo que somos,
despertaré al sensual del mortal sueño
y al vacuo y vanidoso propondré
nobles empresas, mientras mi voz canta
con qué delicadeza el alma humana
(quizá también las mismas facultades
de la especie en conjunto) se conforma
a este mundo exterior; y al mismo tiempo
-tema éste olvidado por los hombres-
cómo el mundo se adecua al alma humana.
También he de cantar la creación
-no merece otro nombre- que esta unión
puede alcanzar: es éste mi argumento.
Con estos mis propósitos, si a veces
me vuelvo hacia otra parte -con las tribus
y pueblos de los hombres, donde abundan
recíprocas pasiones de locura,
oigo a la Humanidad cantar su angustia
en los campos, o rumio la tormenta
del dolor, refugiado ya por siempre
en la ciudad- que suenen estos versos
ante oídos benévolos y yo
no sea despreciado ni abatido.
¡Desciende, aire profético que inspiras
al alma con la voz del universo,
soñando el porvenir, y que posees
un templo en los henchidos corazones
de los grandes poetas! Vierte en mí
el don de la visión y que mi canto
brille con la virtud en su lugar,
derramando benéfica influencia
segura de sí misma y siempre a salvo
del efecto fatal que nos envían,
desde el mundo inferior, las mutaciones
que acechan a lo humano. Y si con esto
mezclo asuntos más bajos (el objeto
contemplado y la mente que contempla,
el qué y el quién, el hombre transitorio
que tuvo esa visión, el cuándo, el dónde
y cómo fue su vida) no habrá sido
en vano esta tarea. Si este tema
roza objetos más altos -¡pavoroso
Poder cuyo favor es la semilla
de la iluminación!- que mi existencia
sea imagen de un tiempo más perfecto,
maneras más sencillas, más juiciosos
deseos. Nutre mi alma en libertad
y puros pensamientos: sea entonces
tu amor mi guía, alivio y esperanza.
Iba solitario como una nube (William Wordworth)
Iba solitario como una nube
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre
de dorados narcisos: se extendían
junto al lago, a la sombra de los árboles,
en danza con la brisa de la tarde.
Reunidos como estrellas que brillaran
en el cielo lechoso del verano,
Poblaban una orilla junto al agua
dibujando un sendero ilimitado.
Miles se me ofrecían a la vista,
moviendo sus cabezas danzarinas.
El agua se ondeaba, pero ellas
mostraban una más viva alegría.
¿Cómo, si no feliz, será un poeta
en tan clara y gozosa compañía?
Mis ojos se embebían, ignorando
que aquel prodigio suponía un bálsamo.
Porque a menudo, tendido en mi cama,
pensativo o con ánimo cansado, 20
los veo en el ojo interior del alma
que es la gloria del hombre solitario.
y mi pecho recobra su hondo ritmo
y baila una vez más con los narcisos.
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre
de dorados narcisos: se extendían
junto al lago, a la sombra de los árboles,
en danza con la brisa de la tarde.
Reunidos como estrellas que brillaran
en el cielo lechoso del verano,
Poblaban una orilla junto al agua
dibujando un sendero ilimitado.
Miles se me ofrecían a la vista,
moviendo sus cabezas danzarinas.
El agua se ondeaba, pero ellas
mostraban una más viva alegría.
¿Cómo, si no feliz, será un poeta
en tan clara y gozosa compañía?
Mis ojos se embebían, ignorando
que aquel prodigio suponía un bálsamo.
Porque a menudo, tendido en mi cama,
pensativo o con ánimo cansado, 20
los veo en el ojo interior del alma
que es la gloria del hombre solitario.
y mi pecho recobra su hondo ritmo
y baila una vez más con los narcisos.
Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías (William Wordworth)
Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías
y los pequeños corderos retozan
como si bailaran al son de un tambor,
a mí me invade la pena: un lamento me brindó alivio pasajero
y ahora recobro la fortaleza.
Desde arriba, resuenan las trompetas de las cascadas,
un dolor mío no enturbiará otra vez la primavera.
Oigo los ecos que retumban en las montañas,
el viento llega hasta mí desde valles de ensueño
y mi mundo interior se vuelve feliz.
La tierra y el mar se entregan a la felicidad,
y a mediados de mayo cada animal se siente alegre.
¡Tú, hijo de esa alegría, grita a mi alrededor,
quiero oírte gritar, oh, pastor feliz!
y los pequeños corderos retozan
como si bailaran al son de un tambor,
a mí me invade la pena: un lamento me brindó alivio pasajero
y ahora recobro la fortaleza.
Desde arriba, resuenan las trompetas de las cascadas,
un dolor mío no enturbiará otra vez la primavera.
Oigo los ecos que retumban en las montañas,
el viento llega hasta mí desde valles de ensueño
y mi mundo interior se vuelve feliz.
La tierra y el mar se entregan a la felicidad,
y a mediados de mayo cada animal se siente alegre.
¡Tú, hijo de esa alegría, grita a mi alrededor,
quiero oírte gritar, oh, pastor feliz!
Imaginación (María Ascensión Rivera Serván)
Agonizan los suspiros
en mi boca
en la otra
palabras que gritan
se convierten en roca
pisotean
destruyen
y el eco las magnifica
poderoso.
Yo las convierto
gozoso
en un murmullo
huyendo
hacia otros mundos
otros caminos.
Laberintos intrincados
donde me pierdo
y puedo ser
volcán que arde
mar que se agita
fiera o tranquila
en flor o marchita.
Mi cara está mojada
pero no lloro, no,
no son lágrimas
es la lluvia que la acaricia.
Mi alma cabalga
al compás del viento
y a galope tendido
cruza el firmamento.
Y mientras vuelo
como ave en el cielo
por entre mis sueños
oigo desde arriba
apagado y lento
un portazo violento.
Mis ojos se clavan
en el azul del infinito
y se deslizan
entre algodones blancos
de las nubes que pintan
muñecos de nieve.
Mis manos hilvanan
entre hilos invisibles
figuras que me hablan
y a mis oídos llega
su murmullo
convertido en sinfonía.
No sé si es una canción
o la gran imaginación
que compone una melodía
y va forjando el corazón
de un poeta.
en mi boca
en la otra
palabras que gritan
se convierten en roca
pisotean
destruyen
y el eco las magnifica
poderoso.
Yo las convierto
gozoso
en un murmullo
huyendo
hacia otros mundos
otros caminos.
Laberintos intrincados
donde me pierdo
y puedo ser
volcán que arde
mar que se agita
fiera o tranquila
en flor o marchita.
Mi cara está mojada
pero no lloro, no,
no son lágrimas
es la lluvia que la acaricia.
Mi alma cabalga
al compás del viento
y a galope tendido
cruza el firmamento.
Y mientras vuelo
como ave en el cielo
por entre mis sueños
oigo desde arriba
apagado y lento
un portazo violento.
Mis ojos se clavan
en el azul del infinito
y se deslizan
entre algodones blancos
de las nubes que pintan
muñecos de nieve.
Mis manos hilvanan
entre hilos invisibles
figuras que me hablan
y a mis oídos llega
su murmullo
convertido en sinfonía.
No sé si es una canción
o la gran imaginación
que compone una melodía
y va forjando el corazón
de un poeta.
La Rosa (María Ascensión Rivera Serván)
Ahí donde tú existes
irrepetible en esencia
sugerente en movimientos
seductora presencia
Asomando entre ramas
de terciopelo te vistes
de infinitos colores
explosión de luces
en los atardeceres
lágrimas de rocío al alba
que tus pétalos acaricia
para los ojos eres delicia
reina de las flores
Brillas eterna en todas las fiestas
derrochas elegancia
llena del aroma de tu fuego
y allá en el duelo
del triste
llevas a sus ojos el consuelo
con tu alma blanca.
Ay de quien te tome
sin delicadeza entre sus dedos
ávido e insensato
en sus deseos de poseerte
apartar de la tierra las raíces
sin admirar tu belleza
porque las espinas
serán la cruel defensa
de aquel que hiere
el jardín que tu dominas.
Rosa, mi rosa
azul o roja
para mí serás siempre
¡la más hermosa!
irrepetible en esencia
sugerente en movimientos
seductora presencia
Asomando entre ramas
de terciopelo te vistes
de infinitos colores
explosión de luces
en los atardeceres
lágrimas de rocío al alba
que tus pétalos acaricia
para los ojos eres delicia
reina de las flores
Brillas eterna en todas las fiestas
derrochas elegancia
llena del aroma de tu fuego
y allá en el duelo
del triste
llevas a sus ojos el consuelo
con tu alma blanca.
Ay de quien te tome
sin delicadeza entre sus dedos
ávido e insensato
en sus deseos de poseerte
apartar de la tierra las raíces
sin admirar tu belleza
porque las espinas
serán la cruel defensa
de aquel que hiere
el jardín que tu dominas.
Rosa, mi rosa
azul o roja
para mí serás siempre
¡la más hermosa!
En este silencio (María Ascensión Rivera Serván)
En este silencio
terrible,
de las horas
el paso lento
y temible,
de la presencia
que habita en mí.
Pensamientos
vacíos de razón
que atacan el corazón.
Sentimientos
que se desgranan
en el molino de la vida
con desgana.
Soledad que moras
en unos ojos que lloran
ante tu frialdad.
Y la noche más oscura
se llena la amargura,
de sueños sin cumplir,
de secretos a voces,
¡donde vivir es sufrir!
terrible,
de las horas
el paso lento
y temible,
de la presencia
que habita en mí.
Pensamientos
vacíos de razón
que atacan el corazón.
Sentimientos
que se desgranan
en el molino de la vida
con desgana.
Soledad que moras
en unos ojos que lloran
ante tu frialdad.
Y la noche más oscura
se llena la amargura,
de sueños sin cumplir,
de secretos a voces,
¡donde vivir es sufrir!
El tiempo que he perdido (Sergio A. Amaya S.)
Valioso capital nos da la vida
que nosotros asaz desperdiciamos,
es el tiempo que, como en una partida,
mostramos cuan poco lo apreciamos.
Cuando jóvenes lo damos como cosa perdida,
no importando si es la noche o es el día,
y mañana fuésemos a estrenar la vida.
como si el tiempo fuese solo un día
Luego, cuando miramos nuestra vía,
tratamos en vano de volver el tiempo,
viviendo como en suave melodía,
la vida desperdiciada a destiempo.
Setenta años han pasado
y solo Dios sabe cuanto me arrepiento
de ese tiempo perdido en mi pasado
y que ahora busco y que no encuentro.
Con todo y ello, hoy levanto mi copa
y brindo por setenta años vividos,
comidos ávidos, como un plato de sopa,
que dejaron momentos muy sentidos.
Doy gracias a Dios por este tiempo
que ha regalado a este indolente,
tal vez aproveché, aunque poco, de ese tiempo
y lo declaro ahora humildemente.
¿Qué cuánto tiempo me queda?
eso sólo Dios lo sabe
yo debo aprovechar lo mas que pueda
de ese tiempo que vuela, como ave.
Darle todo mi amor a mi familia,
querer como a un hermano a mi amigo,
beber la vida trago a trago
y disfrutarla como una sinfonía.
que nosotros asaz desperdiciamos,
es el tiempo que, como en una partida,
mostramos cuan poco lo apreciamos.
Cuando jóvenes lo damos como cosa perdida,
no importando si es la noche o es el día,
y mañana fuésemos a estrenar la vida.
como si el tiempo fuese solo un día
Luego, cuando miramos nuestra vía,
tratamos en vano de volver el tiempo,
viviendo como en suave melodía,
la vida desperdiciada a destiempo.
Setenta años han pasado
y solo Dios sabe cuanto me arrepiento
de ese tiempo perdido en mi pasado
y que ahora busco y que no encuentro.
Con todo y ello, hoy levanto mi copa
y brindo por setenta años vividos,
comidos ávidos, como un plato de sopa,
que dejaron momentos muy sentidos.
Doy gracias a Dios por este tiempo
que ha regalado a este indolente,
tal vez aproveché, aunque poco, de ese tiempo
y lo declaro ahora humildemente.
¿Qué cuánto tiempo me queda?
eso sólo Dios lo sabe
yo debo aprovechar lo mas que pueda
de ese tiempo que vuela, como ave.
Darle todo mi amor a mi familia,
querer como a un hermano a mi amigo,
beber la vida trago a trago
y disfrutarla como una sinfonía.
Ignorando las Razones (María Ascensión Rivera Serván)
Corazón que ignoras las razones
por las que se mueve la mente
y si se equivoca
tampoco la entiendes.
Esos latidos
que aceleras
y te aturden
cuando el amor se acerca
y te hunden
en un mundo de sensaciones
y olores de primaveras
florecientes.
Boca que tiemblas
y ahogas las palabras
que se agolpan
explotando en el deseo y la locura
inagotable tu ternura
e incansable tu pasión.
Tejidos los hilos del puente
de tu cuerpo
ensanchas el pecho
huyendo de la prisión
¡ya no te esclaviza el aire
de suspiros reprimidos!
Manos que buscas los secretos
aquellos huecos escondidos
que buceas por mares y ríos
explorando los lugares
Bebiéndote el delicioso néctar
de tu otra piel.
Tus pies encaminas
presurosos y ágiles
batiendo la tierra
convirtiendo en carrera
esos últimos instantes
para fundir tu alma con la suya
¡ya los pensamientos no te dominan!
por las que se mueve la mente
y si se equivoca
tampoco la entiendes.
Esos latidos
que aceleras
y te aturden
cuando el amor se acerca
y te hunden
en un mundo de sensaciones
y olores de primaveras
florecientes.
Boca que tiemblas
y ahogas las palabras
que se agolpan
explotando en el deseo y la locura
inagotable tu ternura
e incansable tu pasión.
Tejidos los hilos del puente
de tu cuerpo
ensanchas el pecho
huyendo de la prisión
¡ya no te esclaviza el aire
de suspiros reprimidos!
Manos que buscas los secretos
aquellos huecos escondidos
que buceas por mares y ríos
explorando los lugares
Bebiéndote el delicioso néctar
de tu otra piel.
Tus pies encaminas
presurosos y ágiles
batiendo la tierra
convirtiendo en carrera
esos últimos instantes
para fundir tu alma con la suya
¡ya los pensamientos no te dominan!
El Talento (Anton Chejov)
El pintor Yegor Savich, que se hospeda en la casa de campo de la viuda de un oficial, está sentado en la cama, sumido en una dulce melancolía matutina.
Es ya otoño. Grandes nubes informes y espesas se deslizan por el firmamento; un viento, frío y recio, inclina los árboles y arranca de sus copas hojas amarillas. ¡Adiós, estío!
Hay en esta tristeza otoñal del paisaje una belleza singular, llena de poesía; pero Yegor Savich, aunque es pintor y debiera apreciarla, casi no para mientes en ella. Se aburre de un modo terrible y sólo lo consuela pensar que al día siguiente no estará ya en la quinta.
La cama, las mesas, las sillas, el suelo, todo está cubierto de cestas, de sábanas plegadas, de todo género de efectos domésticos. Se han quitado ya los visillos de las ventanas. Al día siguiente, ¡por fin!, los habitantes veraniegos de la quinta se trasladarán a la ciudad.
La viuda del oficial no está en casa. Ha salido en busca de carruajes para la mudanza.
Su hija Katia, de veinte años, aprovechando la ausencia materna, ha entrado en el cuarto del joven. Mañana se separan y tiene que decirle un sinfín de cosas. Habla por los codos; pero no encuentra palabras para expresar sus sentimientos, y mira con tristeza, al par que con admiración, la espesa cabellera de su interlocutor. Los apéndices capilares brotan en la persona de Yegor Savich con una extraordinaria prodigalidad; el pintor tiene pelos en el cuello, en las narices, en las orejas, y sus cejas son tan pobladas, que casi le tapan los ojos. Si una mosca osara internarse en la selva virgen capilar, de que intentamos dar idea, se perdería para siempre.
Yegar Savich escucha a Katia, bostezando. Su charla empieza a fatigarle. De pronto la muchacha se echa a llorar. Él la mira con ojos severos al través de sus espesas cejas, y le dice con su voz de bajo:
-No puedo casarme.
-¿Pero por qué? -suspira ella.
-Porque un pintor, un artista que vive de su arte, no debe casarse. Los artistas debemos ser libres.
-¿Y no lo sería usted conmigo?
-No me refiero precisamente a este caso... Hablo en general. Y digo tan sólo que los artistas y los escritores célebres no se casan.
-¡Sí, usted también será célebre, Yegor Savich! Pero yo... ¡Ah, mi situación es terrible!... Cuando mamá se entere de que usted no quiere casarse, me hará la vida imposible. Tiene un genio tan arrebatado... Hace tiempo que me aconseja que no crea en sus promesas de usted. Luego, aún no le ha pagado usted el cuarto... ¡Menudos escándalos me armará!
-¡Que se vaya al diablo su mamá de usted! Piensa que no voy a pagarle?
Yegor Savich se levanta y empieza a pasearse por la habitación.
-¡Yo debía irme al extranjero! -dice.
Le asegura a la muchacha que para él un viaje al extranjero es la cosa más fácil del mundo: con pintar un cuadro y venderlo...
-¡Naturalmente! -contesta Katia-. Es lástima que no haya usted pintado nada este verano.
-¿Acaso es posible trabajar en esta pocilga? -grita, indignado, el pintor-. Además, ¿dónde hubiera encontrado modelos?
En este momento se oye abrir una puerta en el piso bajo. Katia, que esperaba la vuelta de su madre de un momento a otro, echa a correr. El artista se queda solo. Sigue paseándose por la habitación. A cada paso tropieza con los objetos esparcidos por el suelo. Oye al ama de la casa regatear con los mujiks cuyos servicios ha ido a solicitar. Para templar el mal humor que le produce oírla, abre la alacena, donde guarda una botellita de vodka.
-¡Puerca! -le grita a Katia la viuda del oficial- ¡Estoy harta de ti! ¡Que el diablo te lleve!
El pintor se bebe una copita de vodka, y las nubes que ensombrecían su alma se van disipando. Empieza a soñar, a hacer espléndidos castillos en el aire.
Se imagina ya célebre, conocido en el mundo entero. Se habla de él en la Prensa, sus retratos se venden a millares. Se halla en un rico salón, rodeado de bellas admiradoras... El cuadro es seductor, pero un poco vago, porque Yegor Savich no ha visto ningún rico salón y no conoce otras beldades que Katia y algunas muchachas alegres. Podía conocerlas por la literatura; pero hay que confesar que el pintor no ha leído ninguna obra literaria.
-¡Ese maldito samovar! -vocifera la viuda-. Se ha apagado el fuego. ¡Katia, pon más carbón!
Yegor Savich siente una viva, una imperiosa necesidad de compartir con alguien sus esperanzas y sus sueños. Y baja a la cocina, donde, envueltas en una azulada nube de humo, Katia y su madre preparan el almuerzo.
-Ser artista es una cosa excelente. Yo, por ejemplo, hago lo que me da la gana, no dependo de nadie, nadie manda en mí. ¡Soy libre como un pájaro! Y, no obstante, soy un hombre útil, un hombre que trabaja por el progreso, por el bien de la humanidad.
Después de almorzar, el artista se acuesta para «descansar» un ratito. Generalmente, el ratito se prolonga hasta el oscurecer; pero esta tarde la siesta es más breve. Entre sueños, siente nuestro joven que alguien le tira de una pierna y lo llama, riéndose. Abre los ojos y ve, a los pies del lecho, a su camarada Ukleikin, un paisajista que ha pasado el verano en las cercanías, dedicado a buscar asuntos para sus cuadros.
-¡Tú por aquí! -exclama Yegor Savich con alegría, saltando de la cama- ¿Cómo te va, muchacho?
Los dos amigos se estrechan efusivamente la mano, se hacen mil preguntas...
-Habrás pintado cuadros muy interesantes -dice Yegor Savich, mientras el otro abre su maleta.
-Sí, he pintado algo... ¿y tú?
Yegor Savich se agacha y saca de debajo de la cama un lienzo, no concluido, aún, cubierto de polvo y telarañas.
-Mira -contesta-. Una muchacha en la ventana, después de abandonarla el novio... Esto lo he hecho en tres sesiones.
En el cuadro aparece Katia, apenas dibujada, sentada junto a una ventana, por la que se ve un jardincillo y un remoto horizonte azul.
Ukleikin hace un ligera mueca: no le gusta el cuadro.
-Sí, hay expresión -dice-. Y hay aire... El horizonte está bien... Pero ese jardín..., ese matorral de la izquierda... son de un colorido un poco agrio.
No tarda en aparecer sobre la mesa la botella de vodka.
Media hora después llega otro compañero: el pintor Kostilev, que se aloja en una casa próxima. Es especialista en asuntos históricos. Aunque tiene treinta y cinco años, es principiante aún. Lleva el pelo largo y una cazadora con cuello a lo Shakespeare. Sus actitudes y sus gestos son de un empaque majestuoso. Ante la copita de vodka que le ofrecen sus camaradas hace algunos dengues; pero al fin se la bebe.
-¡He concebido, amigos míos, un asunto magnífico! -dice-. Quiero pintar a Nerón, a Herodes, a Calígula, a uno de los monstruos de la antigüedad, y oponerle la idea cristiana. ¿Comprenden? A un lado, Roma; al otro, el cristianismo naciente. Lo esencial en el cuadro ha de ser la expresión del espíritu, del nuevo espíritu cristiano.
Los tres compañeros, excitados por sus sueños de gloria, van y vienen por la habitación como lobos enjaulados. Hablan sin descanso, con un fervoroso entusiasmo. Se les creería, oyéndolos, en vísperas de conquistar la fama, la riqueza, el mundo. Ninguno piensa en que ya han perdido los tres sus mejores años, en que la vida sigue su curso y se los deja atrás, en que, en espera de la gloria, viven como parásitos, mano sobre mano. Olvidan que entre los que aspiran al título de genio, los verdaderos talentos son excepciones muy escasas. No tienen en cuenta que a la inmensa mayoría de los artistas los sorprende la muerte «empezando». No quieren acordarse de esa ley implacable suspendida sobre sus cabezas, y están alegres, llenos de esperanzas.
A las dos de la mañana, Kostilev se despide y se va. El paisajista se queda a dormir con el pintor de género.
Antes de acostarse, Yegor Savich coge una vela y baja por agua a la cocina. En el pasillo, sentada en un cajón, con las manos cruzadas sobre las rodillas, con los ojos fijos en el techo, está Katia soñando...
-¿Qué haces ahí? -le pregunta, asombrado, el pintor- ¿En qué piensas?
-¡Pienso en los días gloriosos de su celebridad de usted! -susurra ella-. Será usted un gran hombre, no hay duda. He oído su conversación de ustedes y estoy orgullosa.
Llorando y riendo al mismo tiempo, apoya las manos en los hombros de Yegor Savich y mira con honda devoción al pequeño dios que se ha creado.
Es ya otoño. Grandes nubes informes y espesas se deslizan por el firmamento; un viento, frío y recio, inclina los árboles y arranca de sus copas hojas amarillas. ¡Adiós, estío!
Hay en esta tristeza otoñal del paisaje una belleza singular, llena de poesía; pero Yegor Savich, aunque es pintor y debiera apreciarla, casi no para mientes en ella. Se aburre de un modo terrible y sólo lo consuela pensar que al día siguiente no estará ya en la quinta.
La cama, las mesas, las sillas, el suelo, todo está cubierto de cestas, de sábanas plegadas, de todo género de efectos domésticos. Se han quitado ya los visillos de las ventanas. Al día siguiente, ¡por fin!, los habitantes veraniegos de la quinta se trasladarán a la ciudad.
La viuda del oficial no está en casa. Ha salido en busca de carruajes para la mudanza.
Su hija Katia, de veinte años, aprovechando la ausencia materna, ha entrado en el cuarto del joven. Mañana se separan y tiene que decirle un sinfín de cosas. Habla por los codos; pero no encuentra palabras para expresar sus sentimientos, y mira con tristeza, al par que con admiración, la espesa cabellera de su interlocutor. Los apéndices capilares brotan en la persona de Yegor Savich con una extraordinaria prodigalidad; el pintor tiene pelos en el cuello, en las narices, en las orejas, y sus cejas son tan pobladas, que casi le tapan los ojos. Si una mosca osara internarse en la selva virgen capilar, de que intentamos dar idea, se perdería para siempre.
Yegar Savich escucha a Katia, bostezando. Su charla empieza a fatigarle. De pronto la muchacha se echa a llorar. Él la mira con ojos severos al través de sus espesas cejas, y le dice con su voz de bajo:
-No puedo casarme.
-¿Pero por qué? -suspira ella.
-Porque un pintor, un artista que vive de su arte, no debe casarse. Los artistas debemos ser libres.
-¿Y no lo sería usted conmigo?
-No me refiero precisamente a este caso... Hablo en general. Y digo tan sólo que los artistas y los escritores célebres no se casan.
-¡Sí, usted también será célebre, Yegor Savich! Pero yo... ¡Ah, mi situación es terrible!... Cuando mamá se entere de que usted no quiere casarse, me hará la vida imposible. Tiene un genio tan arrebatado... Hace tiempo que me aconseja que no crea en sus promesas de usted. Luego, aún no le ha pagado usted el cuarto... ¡Menudos escándalos me armará!
-¡Que se vaya al diablo su mamá de usted! Piensa que no voy a pagarle?
Yegor Savich se levanta y empieza a pasearse por la habitación.
-¡Yo debía irme al extranjero! -dice.
Le asegura a la muchacha que para él un viaje al extranjero es la cosa más fácil del mundo: con pintar un cuadro y venderlo...
-¡Naturalmente! -contesta Katia-. Es lástima que no haya usted pintado nada este verano.
-¿Acaso es posible trabajar en esta pocilga? -grita, indignado, el pintor-. Además, ¿dónde hubiera encontrado modelos?
En este momento se oye abrir una puerta en el piso bajo. Katia, que esperaba la vuelta de su madre de un momento a otro, echa a correr. El artista se queda solo. Sigue paseándose por la habitación. A cada paso tropieza con los objetos esparcidos por el suelo. Oye al ama de la casa regatear con los mujiks cuyos servicios ha ido a solicitar. Para templar el mal humor que le produce oírla, abre la alacena, donde guarda una botellita de vodka.
-¡Puerca! -le grita a Katia la viuda del oficial- ¡Estoy harta de ti! ¡Que el diablo te lleve!
El pintor se bebe una copita de vodka, y las nubes que ensombrecían su alma se van disipando. Empieza a soñar, a hacer espléndidos castillos en el aire.
Se imagina ya célebre, conocido en el mundo entero. Se habla de él en la Prensa, sus retratos se venden a millares. Se halla en un rico salón, rodeado de bellas admiradoras... El cuadro es seductor, pero un poco vago, porque Yegor Savich no ha visto ningún rico salón y no conoce otras beldades que Katia y algunas muchachas alegres. Podía conocerlas por la literatura; pero hay que confesar que el pintor no ha leído ninguna obra literaria.
-¡Ese maldito samovar! -vocifera la viuda-. Se ha apagado el fuego. ¡Katia, pon más carbón!
Yegor Savich siente una viva, una imperiosa necesidad de compartir con alguien sus esperanzas y sus sueños. Y baja a la cocina, donde, envueltas en una azulada nube de humo, Katia y su madre preparan el almuerzo.
-Ser artista es una cosa excelente. Yo, por ejemplo, hago lo que me da la gana, no dependo de nadie, nadie manda en mí. ¡Soy libre como un pájaro! Y, no obstante, soy un hombre útil, un hombre que trabaja por el progreso, por el bien de la humanidad.
Después de almorzar, el artista se acuesta para «descansar» un ratito. Generalmente, el ratito se prolonga hasta el oscurecer; pero esta tarde la siesta es más breve. Entre sueños, siente nuestro joven que alguien le tira de una pierna y lo llama, riéndose. Abre los ojos y ve, a los pies del lecho, a su camarada Ukleikin, un paisajista que ha pasado el verano en las cercanías, dedicado a buscar asuntos para sus cuadros.
-¡Tú por aquí! -exclama Yegor Savich con alegría, saltando de la cama- ¿Cómo te va, muchacho?
Los dos amigos se estrechan efusivamente la mano, se hacen mil preguntas...
-Habrás pintado cuadros muy interesantes -dice Yegor Savich, mientras el otro abre su maleta.
-Sí, he pintado algo... ¿y tú?
Yegor Savich se agacha y saca de debajo de la cama un lienzo, no concluido, aún, cubierto de polvo y telarañas.
-Mira -contesta-. Una muchacha en la ventana, después de abandonarla el novio... Esto lo he hecho en tres sesiones.
En el cuadro aparece Katia, apenas dibujada, sentada junto a una ventana, por la que se ve un jardincillo y un remoto horizonte azul.
Ukleikin hace un ligera mueca: no le gusta el cuadro.
-Sí, hay expresión -dice-. Y hay aire... El horizonte está bien... Pero ese jardín..., ese matorral de la izquierda... son de un colorido un poco agrio.
No tarda en aparecer sobre la mesa la botella de vodka.
Media hora después llega otro compañero: el pintor Kostilev, que se aloja en una casa próxima. Es especialista en asuntos históricos. Aunque tiene treinta y cinco años, es principiante aún. Lleva el pelo largo y una cazadora con cuello a lo Shakespeare. Sus actitudes y sus gestos son de un empaque majestuoso. Ante la copita de vodka que le ofrecen sus camaradas hace algunos dengues; pero al fin se la bebe.
-¡He concebido, amigos míos, un asunto magnífico! -dice-. Quiero pintar a Nerón, a Herodes, a Calígula, a uno de los monstruos de la antigüedad, y oponerle la idea cristiana. ¿Comprenden? A un lado, Roma; al otro, el cristianismo naciente. Lo esencial en el cuadro ha de ser la expresión del espíritu, del nuevo espíritu cristiano.
Los tres compañeros, excitados por sus sueños de gloria, van y vienen por la habitación como lobos enjaulados. Hablan sin descanso, con un fervoroso entusiasmo. Se les creería, oyéndolos, en vísperas de conquistar la fama, la riqueza, el mundo. Ninguno piensa en que ya han perdido los tres sus mejores años, en que la vida sigue su curso y se los deja atrás, en que, en espera de la gloria, viven como parásitos, mano sobre mano. Olvidan que entre los que aspiran al título de genio, los verdaderos talentos son excepciones muy escasas. No tienen en cuenta que a la inmensa mayoría de los artistas los sorprende la muerte «empezando». No quieren acordarse de esa ley implacable suspendida sobre sus cabezas, y están alegres, llenos de esperanzas.
A las dos de la mañana, Kostilev se despide y se va. El paisajista se queda a dormir con el pintor de género.
Antes de acostarse, Yegor Savich coge una vela y baja por agua a la cocina. En el pasillo, sentada en un cajón, con las manos cruzadas sobre las rodillas, con los ojos fijos en el techo, está Katia soñando...
-¿Qué haces ahí? -le pregunta, asombrado, el pintor- ¿En qué piensas?
-¡Pienso en los días gloriosos de su celebridad de usted! -susurra ella-. Será usted un gran hombre, no hay duda. He oído su conversación de ustedes y estoy orgullosa.
Llorando y riendo al mismo tiempo, apoya las manos en los hombros de Yegor Savich y mira con honda devoción al pequeño dios que se ha creado.
lunes, 10 de enero de 2011
Si muero pronto (Fernando Pessoa)
Si muero pronto,
Sin poder publicar ningún libro,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
Ruego, si se afligen a causa de esto,
Que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.
Aunque nadie imprima mis versos,
Si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
Las raíces viven soterradas
Pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
No fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
Una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
Salvo que la palabra explicación no explica nada.
Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
Cuando llovía bajo la lluvia
(Y nunca de otro modo),
Sentir calor y frío y viento
Y no ir más lejos.
Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
Así tenía que ser.
Me consolé en el sol y en la lluvia.
Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
Para los que son amados como para los que no lo son:
Sentir es distraerse.
Sin poder publicar ningún libro,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
Ruego, si se afligen a causa de esto,
Que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.
Aunque nadie imprima mis versos,
Si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
Las raíces viven soterradas
Pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
No fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
Una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
Salvo que la palabra explicación no explica nada.
Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
Cuando llovía bajo la lluvia
(Y nunca de otro modo),
Sentir calor y frío y viento
Y no ir más lejos.
Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
Así tenía que ser.
Me consolé en el sol y en la lluvia.
Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
Para los que son amados como para los que no lo son:
Sentir es distraerse.
He pasado toda la noche sin dormir (Fernando Pessoa)
He pasado toda la noche sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
Pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.
Nombres (Rafael Millán)
Intento recordar
nombres,
darles significado
como si fuesen palabras
que pudieran
reconstruir horas
pasadas.
Pero la memoria resiste
y algunos
desaparecen por la borda
en la marejada
del olvido
involuntario
o ¿forzado?
Nombres que lo fueran
todo y ahora
no son ni palabras
con significado
reconocible.
La memoria ha sellado
su destino.
Nombres.
Palabras nada más.
A veces, ni eso.
nombres,
darles significado
como si fuesen palabras
que pudieran
reconstruir horas
pasadas.
Pero la memoria resiste
y algunos
desaparecen por la borda
en la marejada
del olvido
involuntario
o ¿forzado?
Nombres que lo fueran
todo y ahora
no son ni palabras
con significado
reconocible.
La memoria ha sellado
su destino.
Nombres.
Palabras nada más.
A veces, ni eso.
Cansancio (Rafael Millán)
Caía en el sueño como en una
blanda densidad de extraña hambre;
sabía que al final de la incerteza
del dormir o no, del reposo o la ortiga
hiriente en los ojos,
estaba la futura mañana agostada
o el día jovial, puro y refrescante.
Mas era imposible calmar nervio a nervio,
desechar visiones, borrar pensamientos,
disolver las horas con la indiferencia
con que vemos pasar ante la vista
las nadas insignificantes.
Y los ojos, queriendo ser durmientes,
lucharon contra sí hora tras hora.
La mañana fue llegando como sucia
vidriera en derredor; el aire era
pesado lienzo húmedo de sueño,
y mientras deambulaba por el tiempo
en tránsito a otra noche prometida,
ansia de llorar bostezos fluía
de mi cuerpo cansado como un mundo.
blanda densidad de extraña hambre;
sabía que al final de la incerteza
del dormir o no, del reposo o la ortiga
hiriente en los ojos,
estaba la futura mañana agostada
o el día jovial, puro y refrescante.
Mas era imposible calmar nervio a nervio,
desechar visiones, borrar pensamientos,
disolver las horas con la indiferencia
con que vemos pasar ante la vista
las nadas insignificantes.
Y los ojos, queriendo ser durmientes,
lucharon contra sí hora tras hora.
La mañana fue llegando como sucia
vidriera en derredor; el aire era
pesado lienzo húmedo de sueño,
y mientras deambulaba por el tiempo
en tránsito a otra noche prometida,
ansia de llorar bostezos fluía
de mi cuerpo cansado como un mundo.
Anestesia Total (Rafael Millán)
No sabría decide cómo el aire
es en esta tarde en que el otoño
finge ser alegre para darme
un motivo de contentamiento;
no sabría, no, cómo contarte
que intimida, encoge, la inminencia
de perder la noción de plena vida,
de saber que el limite se acerca
entre ver tus ojos y el no verte.
ajeno en voluntad y pensamiento,
enajenado el cuerpo, los sentidos,
lejos y tan cerca del dolor,
lejos y tan cerca del presente
a tu lado, contigo...
Que me tienes al lado, pese a todo,
tras la hábil artificiosa muerte
que el hombre creara para el hombre.
Ya de vuelta, todo dolorido,
todo confundido de memorias
enredadas como mis raíces,
vivir en tu presencia con la mía
es la verdad que admito como cierta.
es en esta tarde en que el otoño
finge ser alegre para darme
un motivo de contentamiento;
no sabría, no, cómo contarte
que intimida, encoge, la inminencia
de perder la noción de plena vida,
de saber que el limite se acerca
entre ver tus ojos y el no verte.
ajeno en voluntad y pensamiento,
enajenado el cuerpo, los sentidos,
lejos y tan cerca del dolor,
lejos y tan cerca del presente
a tu lado, contigo...
Que me tienes al lado, pese a todo,
tras la hábil artificiosa muerte
que el hombre creara para el hombre.
Ya de vuelta, todo dolorido,
todo confundido de memorias
enredadas como mis raíces,
vivir en tu presencia con la mía
es la verdad que admito como cierta.
Dolor (Rafael Millán)
Cuando llega, felinamente artero,
desprevenidos estamos.
Puede pensarse en él a todas horas,
su helado silbido conocer,
pero cuando llega con garras y dientes,
desprevenidos estamos.
Y nuestra entereza de súbito es talada
como un bosquecillo de flébiles arbustos.
La lágrima, blandamente agria,
asoma su brillo y espera,
paciente junto a nuestra espera,
por si su presencia, total como un ay,
fuese necesaria
(hay dolor tan fuerte como mil dolores).
Es inútil aguardarlo,
la vigilia puede ser infructuosa:
sólo una cosecha de temor y miedos.
Mejor sustraerse, pensar en Ann Arbor,
en los verdes campos de la Pennsilvania,
en Málaga, en Cuenca, en las olorosas
tascas cordobesas...
Y cuando ya estemos a orillas de todo,
el dolor vendrá
—sorprendentemente—.
desprevenidos estamos.
Puede pensarse en él a todas horas,
su helado silbido conocer,
pero cuando llega con garras y dientes,
desprevenidos estamos.
Y nuestra entereza de súbito es talada
como un bosquecillo de flébiles arbustos.
La lágrima, blandamente agria,
asoma su brillo y espera,
paciente junto a nuestra espera,
por si su presencia, total como un ay,
fuese necesaria
(hay dolor tan fuerte como mil dolores).
Es inútil aguardarlo,
la vigilia puede ser infructuosa:
sólo una cosecha de temor y miedos.
Mejor sustraerse, pensar en Ann Arbor,
en los verdes campos de la Pennsilvania,
en Málaga, en Cuenca, en las olorosas
tascas cordobesas...
Y cuando ya estemos a orillas de todo,
el dolor vendrá
—sorprendentemente—.
Insomnio (Rafael Millán)
todo limitado del peso de ausencias
imposible se hace mantenerse
con el increíble equilibrio de los justos.
imposible se hace mantenerse
con el increíble equilibrio de los justos.
No es que la boca diga, que gestos indiquen,
que cualquier cosa revele
furias como ácidos;
ni que vísceras duelan más de lo que solían
—oh frío frío frío dolor—,
es que la deidad traidora acecha
con sus múltiples filos
y, uno a uno, los caminos todos
que llevan al sueño
son por ella cortados inapelablemente.
que cualquier cosa revele
furias como ácidos;
ni que vísceras duelan más de lo que solían
—oh frío frío frío dolor—,
es que la deidad traidora acecha
con sus múltiples filos
y, uno a uno, los caminos todos
que llevan al sueño
son por ella cortados inapelablemente.
¿Qué hacer de la noche
desmesurada y sin soporte?
¿Qué hacer con el vacío que sólo puede
henchirse
de manante sueño como tibia leche
de la grande ubre nocturna?
desmesurada y sin soporte?
¿Qué hacer con el vacío que sólo puede
henchirse
de manante sueño como tibia leche
de la grande ubre nocturna?
Apoyado en nada
—pasan horas como lentas letanías aburridas—,
espero el día.
—pasan horas como lentas letanías aburridas—,
espero el día.
Juego (Rafael Millán)
Como en un tonto juego,
como si fuese un tontear el juego
de la vida y de la muerte,
a veces el dolor sorprende al hombre
con las artimañas del que sabe
herir a destiempo.
(Siempre es a destiempo llegada
la mueca,
la espantada postura forzada que clava
miembros en el aire).
Y no sirve esconder bajo el ala
la salud y el gozo,
con su hálito perverso
y la falacia como paso venenoso
el dolor nos penetra
la armazón sorprendida y un día
malamente amanecemos.
(Y un día malamente amanecemos
al borde de insospechado abismo.
O tal vez hundidos
en el fondo de una noche).
como si fuese un tontear el juego
de la vida y de la muerte,
a veces el dolor sorprende al hombre
con las artimañas del que sabe
herir a destiempo.
(Siempre es a destiempo llegada
la mueca,
la espantada postura forzada que clava
miembros en el aire).
Y no sirve esconder bajo el ala
la salud y el gozo,
con su hálito perverso
y la falacia como paso venenoso
el dolor nos penetra
la armazón sorprendida y un día
malamente amanecemos.
(Y un día malamente amanecemos
al borde de insospechado abismo.
O tal vez hundidos
en el fondo de una noche).
Siempre Silencios (Rafael Millán)
Siempre habrá silencios escondidos
en los recónditos pliegues de las horas.
Y en cada atardecer de nuestras vidas
nacerán más silencios sin respuesta.
Caerán presencias como maduras hojas
de árboles inútiles dormidos: testigos
ausentes e imprecisos, muerta memoria
derramada en vano.
Estrangulamos presentes al deseamos
futuros ríos de savia desbordada,
estrellada cantiga sobre el duro
y adusto corazón ajeno.
Y mañana será un llegado hoy
con nuevos filos de silenciosos miedos,
con estrenadas indecisiones tontas
y lágrimas tan frías como un acaso.
en los recónditos pliegues de las horas.
Y en cada atardecer de nuestras vidas
nacerán más silencios sin respuesta.
Caerán presencias como maduras hojas
de árboles inútiles dormidos: testigos
ausentes e imprecisos, muerta memoria
derramada en vano.
Estrangulamos presentes al deseamos
futuros ríos de savia desbordada,
estrellada cantiga sobre el duro
y adusto corazón ajeno.
Y mañana será un llegado hoy
con nuevos filos de silenciosos miedos,
con estrenadas indecisiones tontas
y lágrimas tan frías como un acaso.
domingo, 9 de enero de 2011
¿PARA QUE? (Pedro Miguel Obligado)
¿Para qué este deseo de una afecto profundo,
y este afán de ser noble, y esta lucha por ser;
si sólo viviremos un instante en el mundo,
y la vida que aisla, no nos deja querer?
¿Para qué transformar el gemido en un canto,
y aprender en las penas, a dar nuestros consuelos;
si todos van huyendo, sordos por desencanto;
y el hombre perseguido tiene horror de los cielos?
¿Para qué la bondad que provoca el abuso,
cual los mimos que vuelven más caprichoso al niño;
si aceptarán apenas, o le darán mal uso,
al corazón que se hace pesado de cariño?
El esfuerzo destroza las alas del anhelo,
y el bien con que soñamos, es un ciego derroche.
¡Todas las flores no hacen jardín de este suelo,
y todas las estrellas no pueden con la noche!...
Y ¿par qué alma mía, vas a seguir tu empeño?
El camino se pierde: no se oye, no se ve…
Mejor es descansar en el lago del sueño:
¿Para qué?... ¿Para qué?...
No tiene importancia (Pedro Miguel Obligado)
Esta pena mía
no tiene importancia.
Sólo es la tristeza de una melodía,
y el íntimo ensueño de alguna fragancia.
-Que todo se muere,
que la vida es triste,
que no vendrás nunca, por más que te espere,
pues ya no me quieres como me quisiste-.
No tiene importancia…
Yo soy razonable;
no puedo pedirte ni amor ni constancia:
¡si es mía la culpa de no ser variable!
¿Qué valen mis quejas
si no las escuchas;
y qué mis caricias, desde que las dejas,
quizá despreciadas porque fueron muchas?
¡Si esta pena mía
no es más que el ensueño de alguna fragancia,
no es más que la sombra de una melodía!
Ya ves que no tiene ninguna importancia…
no tiene importancia.
Sólo es la tristeza de una melodía,
y el íntimo ensueño de alguna fragancia.
-Que todo se muere,
que la vida es triste,
que no vendrás nunca, por más que te espere,
pues ya no me quieres como me quisiste-.
No tiene importancia…
Yo soy razonable;
no puedo pedirte ni amor ni constancia:
¡si es mía la culpa de no ser variable!
¿Qué valen mis quejas
si no las escuchas;
y qué mis caricias, desde que las dejas,
quizá despreciadas porque fueron muchas?
¡Si esta pena mía
no es más que el ensueño de alguna fragancia,
no es más que la sombra de una melodía!
Ya ves que no tiene ninguna importancia…
Angustia (Carlos Castro Saavedra)
Yo me lleno de angustia mirándote la frente
porque estás más lejana cuando estás más presente.
Para que yo no pueda llegar hasta tu alma
tú me miras a veces con esa misma calma
con que miran los lagos una noche estrellada:
la miran hasta el alba y no le dicen nada.
Espadas de silencio guardan tu pensamiento
y yo me estoy muriendo de sentir lo que siento:
angustia de no verte los labios apretados
cuando nombro la historia de los besos robados,
angustia de mirarte las pestañas caídas
indiferentemente, como flores vencidas,
cuando me entrego y hablo de la virtud del trigo
y te pido amoroso que te vengas conmigo.
Nada te transparenta, hasta tu misma risa
relieva tus perfiles de mujer imprecisa.
Todos tus actos tienen profundidad de arcano,
hasta el acto sencillo de levantar la mano.
Me nombras y te salen despacio los sonidos,
como si no quisieran llegar a mis oídos.
En ti misma te escondes, yo te busco y el llanto
muchas veces me inunda y es de buscarte tanto.
Te fugas hacia adentro de ti misma obstinada
y yo sufro mirándote con la boca cerrada.
Tus dos labios sin música de palabras ardidas
se me antojan dos flautas por ti misma vencidas.
Vives en mi tan honda, desde hace tantos meses,
que si ahora muriera moriría dos veces.
Angustia de mis manos buscando en el vacío
tu corazón que ignora la soledad del mío.
Angustia de tus trenzas, que recortaste un día
y que tenían la forma de la tristeza mía.
porque estás más lejana cuando estás más presente.
Para que yo no pueda llegar hasta tu alma
tú me miras a veces con esa misma calma
con que miran los lagos una noche estrellada:
la miran hasta el alba y no le dicen nada.
Espadas de silencio guardan tu pensamiento
y yo me estoy muriendo de sentir lo que siento:
angustia de no verte los labios apretados
cuando nombro la historia de los besos robados,
angustia de mirarte las pestañas caídas
indiferentemente, como flores vencidas,
cuando me entrego y hablo de la virtud del trigo
y te pido amoroso que te vengas conmigo.
Nada te transparenta, hasta tu misma risa
relieva tus perfiles de mujer imprecisa.
Todos tus actos tienen profundidad de arcano,
hasta el acto sencillo de levantar la mano.
Me nombras y te salen despacio los sonidos,
como si no quisieran llegar a mis oídos.
En ti misma te escondes, yo te busco y el llanto
muchas veces me inunda y es de buscarte tanto.
Te fugas hacia adentro de ti misma obstinada
y yo sufro mirándote con la boca cerrada.
Tus dos labios sin música de palabras ardidas
se me antojan dos flautas por ti misma vencidas.
Vives en mi tan honda, desde hace tantos meses,
que si ahora muriera moriría dos veces.
Angustia de mis manos buscando en el vacío
tu corazón que ignora la soledad del mío.
Angustia de tus trenzas, que recortaste un día
y que tenían la forma de la tristeza mía.
Romance de Nostalgia (Jorge Roberto Ortiz)
Tu ausencia me está sangrando
Por la herida del recuerdo.
Mi juventud te persigue
Por los caminos del sueño,
Y cuando estás más distante,
Más cerca del alma siento
Que florece la nostalgia
Sobre el tallo del tormento.
Tu nombre como una espina
Llevo clavado en el pecho.
Y aunque sé que él es la causa
De este cruel desasosiego,
En vez de arrancarlo airado,
Cierro los Ojos y pienso
Que al corazón no le importa
La lógica del cerebro.
Bien sé que ya no eres mía
Y que otro se llama dueño
De ese milagro trenzado
Sobre tus negros cabellos.
Pero si tú y el destino
Cancelaron mis anhelos,
Ni él ni tú podrán quitarme
Este recuerdo moreno.
Recuerdo de aquellas horas
Que ya cayeron en el tiempo.
De esos instantes felices
Que por felices huyeron.
De la novia en cuyos ojos
Siempre vestidos de duelo,
Parecían guardar luto
Riguroso dos luceros.
Hoy no estás en mis retinas,
Pero te tengo aquí dentro,
Como una flor de nostalgia
En la solapa del sueño.
Aún te miro en la quimera,
Te persigo en el recuerdo,
Y siento crecer tu voz
En la selva del silencio.
Primera novia. Imposible
Talado en carne de ensueño.
Amor que dejó en el alma
Perfume de limonero.
Pequeña ilusión de trenzas.
Dulce milagro moreno
Que nos abrió una ventana
A los jardines del cielo.
Romance de la nostalgia.
Vago perfil de un recuerdo
Que se aferró al corazón
Para vivir como un cuento,
Al lado de Blanca Nieves,
De Aladino el Hechicero,
Y de las Hadas Madrinas,
Que miran por los luceros.
Por la herida del recuerdo.
Mi juventud te persigue
Por los caminos del sueño,
Y cuando estás más distante,
Más cerca del alma siento
Que florece la nostalgia
Sobre el tallo del tormento.
Tu nombre como una espina
Llevo clavado en el pecho.
Y aunque sé que él es la causa
De este cruel desasosiego,
En vez de arrancarlo airado,
Cierro los Ojos y pienso
Que al corazón no le importa
La lógica del cerebro.
Bien sé que ya no eres mía
Y que otro se llama dueño
De ese milagro trenzado
Sobre tus negros cabellos.
Pero si tú y el destino
Cancelaron mis anhelos,
Ni él ni tú podrán quitarme
Este recuerdo moreno.
Recuerdo de aquellas horas
Que ya cayeron en el tiempo.
De esos instantes felices
Que por felices huyeron.
De la novia en cuyos ojos
Siempre vestidos de duelo,
Parecían guardar luto
Riguroso dos luceros.
Hoy no estás en mis retinas,
Pero te tengo aquí dentro,
Como una flor de nostalgia
En la solapa del sueño.
Aún te miro en la quimera,
Te persigo en el recuerdo,
Y siento crecer tu voz
En la selva del silencio.
Primera novia. Imposible
Talado en carne de ensueño.
Amor que dejó en el alma
Perfume de limonero.
Pequeña ilusión de trenzas.
Dulce milagro moreno
Que nos abrió una ventana
A los jardines del cielo.
Romance de la nostalgia.
Vago perfil de un recuerdo
Que se aferró al corazón
Para vivir como un cuento,
Al lado de Blanca Nieves,
De Aladino el Hechicero,
Y de las Hadas Madrinas,
Que miran por los luceros.
sábado, 8 de enero de 2011
Utopía (Mario Benedetti)
Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías
Cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza
Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea
Cómo voy a creer
que el horizonte es frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada
Cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
Cómo no voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro
Cómo voy a creer / dijo el fulano
que la utopía ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía
domingo, 2 de enero de 2011
Hacia la noche (Philippe Soupault )
Es tarde
en la sombra y en el viento
un grito asciende con la noche
No espero a nadie
a nadie
ni siquiera a un recuerdo
Hace ya tiempo que pasó la hora
pero ese grito que lleva el viento
y empuja hacia adelante
viene de un lugar que está más allá
por encima del sueño
No espero a nadie
pero aquí está la noche
coronada por el fuego
de los ojos de todos los muertos
silenciosos
Y todo lo que debía desaparecer
todo lo perdido
hay que volver a encontrarlo
por encima del sueño
hacia la noche.
en la sombra y en el viento
un grito asciende con la noche
No espero a nadie
a nadie
ni siquiera a un recuerdo
Hace ya tiempo que pasó la hora
pero ese grito que lleva el viento
y empuja hacia adelante
viene de un lugar que está más allá
por encima del sueño
No espero a nadie
pero aquí está la noche
coronada por el fuego
de los ojos de todos los muertos
silenciosos
Y todo lo que debía desaparecer
todo lo perdido
hay que volver a encontrarlo
por encima del sueño
hacia la noche.
Hay un día Feliz (Nicanor Parra)
A recorrer me dediqué esta tarde
las solitarias calles de mi aldea
acompañado por el buen crepúsculo
que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
y su difusa lámpara de niebla,
sólo que el tiempo lo ha invadido todo
con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
volver a ver esta querida tierra,
pero ahora que he vuelto no comprendo
cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
en la torre más alta de la iglesia;
el caracol en el jardín; y el musgo
en las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, este es el reino
del cielo azul y de las hojas secas
en donde todo y cada cosa tiene
su singular y plácida leyenda:
hasta en la propia sombra reconozco
la mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
que presenció mi juventud primera,
el correo en la esquina de la plaza
y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío!, nunca sabe
uno apreciar la dicha verdadera,
cuando la imaginamos más lejana
es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
que la vida no es más que una quimera;
una ilusión, un sueño sin orillas,
una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
la emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
cuando emprendí mi singular empresa
una tras otra, en oleaje mudo,
al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
y cuando estuve frente a la arboleda
que alimenta el oído del viajero
con su inefable música secreta
recordé el mar y enumeré las hojas
en homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
me detuve delante de una tienda:
el olor del café siempre es el mismo,
siempre la misma luna en mi cabeza;
entre el río de entonces y el de ahora
no distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
que mi padre plantó frente a la puerta
(ilustre padre que en sus buenos tiempos
fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
era un trasunto fiel de la Edad Media
cuando el perro dormía dulcemente
bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
el delicado olor de las violetas
que mi amorosa madre cultivaba
para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
no podría decirlo con certeza;
todo está igual, seguramente,
el vino y el ruiseñor encima de la mesa,
mis hermanos menores a esta hora
deben venir de vuelta de la escuela:
¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo
como una blanca tempestad de arena!
las solitarias calles de mi aldea
acompañado por el buen crepúsculo
que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
y su difusa lámpara de niebla,
sólo que el tiempo lo ha invadido todo
con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
volver a ver esta querida tierra,
pero ahora que he vuelto no comprendo
cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
en la torre más alta de la iglesia;
el caracol en el jardín; y el musgo
en las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, este es el reino
del cielo azul y de las hojas secas
en donde todo y cada cosa tiene
su singular y plácida leyenda:
hasta en la propia sombra reconozco
la mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
que presenció mi juventud primera,
el correo en la esquina de la plaza
y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío!, nunca sabe
uno apreciar la dicha verdadera,
cuando la imaginamos más lejana
es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
que la vida no es más que una quimera;
una ilusión, un sueño sin orillas,
una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
la emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
cuando emprendí mi singular empresa
una tras otra, en oleaje mudo,
al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
y cuando estuve frente a la arboleda
que alimenta el oído del viajero
con su inefable música secreta
recordé el mar y enumeré las hojas
en homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
me detuve delante de una tienda:
el olor del café siempre es el mismo,
siempre la misma luna en mi cabeza;
entre el río de entonces y el de ahora
no distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
que mi padre plantó frente a la puerta
(ilustre padre que en sus buenos tiempos
fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
era un trasunto fiel de la Edad Media
cuando el perro dormía dulcemente
bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
el delicado olor de las violetas
que mi amorosa madre cultivaba
para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
no podría decirlo con certeza;
todo está igual, seguramente,
el vino y el ruiseñor encima de la mesa,
mis hermanos menores a esta hora
deben venir de vuelta de la escuela:
¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo
como una blanca tempestad de arena!
Mundo mágico (Emilio Westpfalen)
Tengo que darles una noticia negra y definitiva
Todos ustedes se están muriendo
Los muertos la muerte de ojos blancos las muchachas de ojos rojos
Volviéndose jóvenes las muchachas lasmadres todos mis amorcitos
Yo escribía
Dije amorcitos
Digo que escribía unacarta
Una carta una carta infame
Pero dije amorcitos
Estoy escribiendo una carta
Otra será escrita mañana
Mañana estarán ustedes muertos
La carta intacta la carta infame también está muerta
Escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Tus ojos inmóviles tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tupuerta
Esta es lacasa de las mujeres que se están muriendo
Las mujeres de ojos inmóviles las muchachas de ojos rojos
Mi lápizera enano y escribía lo que yo quería
Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos
Pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve
No oyó lo que dije no se enteró
Sólo tenía ojos blancos
Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella
Y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos
Mis hijos o sus hijos
Cadauno tiene un periódico para leer
Los periódicos de la muerte que están muertos
Sólo que ellos no saben leer
No tienen ojos ni rojos ni inmóviles ni blancos
Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo
Pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos
Ojos rojos ojos inmóviles
Bah no laquiero
Todos ustedes se están muriendo
Los muertos la muerte de ojos blancos las muchachas de ojos rojos
Volviéndose jóvenes las muchachas las
Yo escribía
Dije amorcitos
Digo que escribía una
Una carta una carta infame
Pero dije amorcitos
Estoy escribiendo una carta
Otra será escrita mañana
Mañana estarán ustedes muertos
La carta intacta la carta infame también está muerta
Escribo siempre y no olvidaré tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Tus ojos inmóviles tus ojos rojos
Es todo lo que puedo prometer
Cuando fui a verte tenía un lápiz y escribí sobre tu
Esta es la
Las mujeres de ojos inmóviles las muchachas de ojos rojos
Mi lápiz
Mi lápiz enano mi querido lápiz de ojos blancos
Pero una vez lo llamé el peor lápiz que nunca tuve
No oyó lo que dije no se enteró
Sólo tenía ojos blancos
Luego besé sus ojos blancos y él se convirtió en ella
Y la desposé por sus ojos blancos y tuvimos muchos hijos
Mis hijos o sus hijos
Cada
Los periódicos de la muerte que están muertos
Sólo que ellos no saben leer
No tienen ojos ni rojos ni inmóviles ni blancos
Siempre estoy escribiendo y digo que todos ustedes se están muriendo
Pero ella es el desasosiego y no tiene ojos rojos
Ojos rojos ojos inmóviles
Bah no la
He dejado descansar tristemente mi cabeza...(Emilio Westpfalen)
He dejado descansar tristemente mi cabeza
En esta sombra que cae del ruido de tus pasos
Vuelta a la otra margen
Grandiosa como la noche para negarte
He dejado mis albas y los árboles arraigados en mi garganta
He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos
He abandonado mi cuerpo
Como el naufragio abandona las barcas
O como lamemoria al bajar las mareas
Algunos extraños sobre las playas
He abandonado mi cuerpo
Como unguante para dejar la mano libre
Si hay que estrechar la gozosapulpa de una estrella
No me oyes más leve que las hojas
Porque me he librado de todas las ramas
Y ni el aire me encadena
Ni las aguas pueden contra mi sino
No me oyes venir más fuerte que la noche
Y laspuertas que no resisten a mi soplo
Y lasciudades que callan para que nos aperciba
Y elbosque que sé abre como una mañana
Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos
Bellaave que has de caer en el paraíso
Ya los telones han caído sobre tu huída
Ya mis brazos han cerrado las murallas
Y las ramas inclinado para impedirte el paso
Corza frágil teme latierra
Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho
Ya los cercos están enlazados
Ya tu frente ha de caer bajo el peso de mi ansia
Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos
Y tu dulzura brotarte como cuernosnuevos
Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea
Mi cabeza he dejado rodar
Micorazón he dejado caer
Ya nada me queda, pata estar másseguro de alcanzarte
Porque lleva prisa y tinieblas como la noche
La otra margen acaso no he de alcanzar,
Ya que no tengo manos que se cojan
De lo que está acordado para el perecimiento
Ni pies que pesen sobre tanto olvido
De huesos muertos y flores muertas
La otra margen acaso no he de alcanzar
Si ya hemos leído la última hoja
Y la música ha empezado a trenzar laluz en que has de caer
Y los ríos te cierran el camino
Y las flores te llevan en mi voz
Rosa grande ya es hora de detenerte
El estío suena como un deshielo por loscorazones
Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse
Lassalidas están guardadas
Rosa grande ¿no has de caer?
En esta
Vuelta a la otra margen
Grandiosa como la noche para negarte
He dejado mis albas y los árboles arraigados en mi garganta
He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos
He abandonado mi cuerpo
Como el naufragio abandona las barcas
O como la
Algunos extraños sobre las playas
He abandonado mi cuerpo
Como un
Si hay que estrechar la gozosa
No me oyes más leve que las hojas
Porque me he librado de todas las ramas
Y ni el aire me encadena
Ni las aguas pueden contra mi sino
No me oyes venir más fuerte que la noche
Y las
Y las
Y el
Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos
Bella
Ya los telones han caído sobre tu huída
Ya mis brazos han cerrado las murallas
Y las ramas inclinado para impedirte el paso
Corza frágil teme la
Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho
Ya los cercos están enlazados
Ya tu frente ha de caer bajo el peso de mi ansia
Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos
Y tu dulzura brotarte como cuernos
Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea
Mi cabeza he dejado rodar
Mi
Ya nada me queda, pata estar más
Porque lleva prisa y tinieblas como la noche
La otra margen acaso no he de alcanzar,
Ya que no tengo manos que se cojan
De lo que está acordado para el perecimiento
Ni pies que pesen sobre tanto olvido
De huesos muertos y flores muertas
La otra margen acaso no he de alcanzar
Si ya hemos leído la última hoja
Y la música ha empezado a trenzar la
Y los ríos te cierran el camino
Y las flores te llevan en mi voz
Rosa grande ya es hora de detenerte
El estío suena como un deshielo por los
Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse
Las
Rosa grande ¿no has de caer?
Andando el tiempo.(Emilio Westpfalen)
Andando el
tiempo
Los pies creceny maduran
Andando el tiempo
Los hombres se miran en losespejos
Y no se ven
Andando el tiempo
Zapatos de cabritilla
Corriendo el tiempo
Zapatos de atleta
Cojeando el tiempo
Con errar de cada instante y no regresar
Alzando eldedo
Señalando
Apresurado
Es el tiempo y no tiene tiempo
No tengo tiempo
Mostrar la libreta
Todo en orden
Por aquí a laaventura silencio cerrado
Por allá a la descompuesta inmóvilmóvil
Ya llega y tarda
Y se olvida
Por acácon boca falsa y palabras de otra hora
El pañuelo nuevo y pronto
Para el adiós
Adiós y no ha llegado
Ésta es la señal
El tiempo
Casi no esniño
Pero flor no es
Casi
Cuando estásobre un árbol
Se divisa el paisaje laestrella
Loszapatos
Osamentas de pescado
Y elojo llena el horizonte
El tiempo
Aunque cojee y se hiera y se lamente
Prohibido
No te hagas tan silencio
La nube sabe de otrolugar
Son lasescaleras que bajan
Porque nadie sube
Porque nadie muerde la nuca
Sino las flores
O los pies llagados
Andando ysangre de tiempo
Gotas de lluvia el torrente
Lamano llega
Éste es sudestino
Llegar el tiempo
Se devuelve y usted sabe más
Estaba junto al silencio
Estaba conojos pequeños
La mano a lo desierto
El pie a lo ignorado
Indudable
Los huesos prestados podían ser míos
Si un levesigno no dijera
Y no decía
Alzada levantada
Me doy a tu más levegiro
Alamor de las pestañas
A lo no dicho
Vértigo
Te temíasin noche y sin día
Aunque no regreses
Por la marcha de mis huesos a otra noche
Por el silencio que se cae
O tusexo
Los pies crecen
Andando el tiempo
Los hombres se miran en los
Y no se ven
Andando el tiempo
Zapatos de cabritilla
Corriendo el tiempo
Zapatos de atleta
Cojeando el tiempo
Con errar de cada instante y no regresar
Alzando el
Señalando
Apresurado
Es el tiempo y no tiene tiempo
No tengo tiempo
Mostrar la libreta
Todo en orden
Por aquí a la
Por allá a la descompuesta inmóvil
Ya llega y tarda
Y se olvida
Por acá
El pañuelo nuevo y pronto
Para el adiós
Adiós y no ha llegado
Ésta es la señal
El tiempo
Casi no es
Pero flor no es
Casi
Cuando está
Se divisa el paisaje la
Los
Osamentas de pescado
Y el
El tiempo
Aunque cojee y se hiera y se lamente
Prohibido
No te hagas tan silencio
La nube sabe de otro
Son las
Porque nadie sube
Porque nadie muerde la nuca
Sino las flores
O los pies llagados
Andando y
Gotas de lluvia el torrente
La
Éste es su
Llegar el tiempo
Se devuelve y usted sabe más
Estaba junto al silencio
Estaba con
La mano a lo desierto
El pie a lo ignorado
Indudable
Los huesos prestados podían ser míos
Si un leve
Y no decía
Alzada levantada
Me doy a tu más leve
Al
A lo no dicho
Vértigo
Te temía
Aunque no regreses
Por la marcha de mis huesos a otra noche
Por el silencio que se cae
O tu
El Hombre Imaginario (Nicanor Parra)
El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
Yo no te pido (Mario Benedetti)
Yo no te pido que me bajes
una estrella azul
solo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.
una estrella azul
solo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.
Yo no te pido que me firmes
diez papeles grises para amar
sólo te pido que tu quieras
las palomas que suelo mirar.
diez papeles grises para amar
sólo te pido que tu quieras
las palomas que suelo mirar.
De lo pasado no lo voy a negar
el futuro algún día llegara
y del presente
que le importa a la gente
si es que siempre van a hablar.
el futuro algún día llegara
y del presente
que le importa a la gente
si es que siempre van a hablar.
Sigue llenando este minuto
de razones para respirar
no me complazcas no te niegues
no hables por hablar.
de razones para respirar
no me complazcas no te niegues
no hables por hablar.
Yo no te pido que me bajes
una estrella azul
solo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.
una estrella azul
solo te pido que mi espacio
llenes con tu luz.
Ustedes y Nosotros (Mario Benedetti)
Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual
ustedes cuando aman
calculan interés
y cuando se desaman
calculan otra vez
nosotros cuando amamos
es como renacer
y si nos desamamos
no la pasamos bien
ustedes cuando aman
son de otra magnitud
hay fotos chismes prensa
y el amor es un boom
nosotros cuando amamos
es un amor común
tan simple y tan sabroso
como tener salud
ustedes cuando aman
consultan el reloj
porque el tiempo que pierden
vale medio millón
nosotros cuando amamos
sin prisa y con fervor
gozamos y nos sale
barata la función
ustedes cuando aman
al analista van
él es quien dictamina
si lo hacen bien o mal
nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar
ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual.
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual
ustedes cuando aman
calculan interés
y cuando se desaman
calculan otra vez
nosotros cuando amamos
es como renacer
y si nos desamamos
no la pasamos bien
ustedes cuando aman
son de otra magnitud
hay fotos chismes prensa
y el amor es un boom
nosotros cuando amamos
es un amor común
tan simple y tan sabroso
como tener salud
ustedes cuando aman
consultan el reloj
porque el tiempo que pierden
vale medio millón
nosotros cuando amamos
sin prisa y con fervor
gozamos y nos sale
barata la función
ustedes cuando aman
al analista van
él es quien dictamina
si lo hacen bien o mal
nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar
ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual.
Todo Verdor (Mario Benedetti)
Todo verdor parecerá
dijo la voz de la escritura
como siempre
implecable
pero también es cierto
que cualquier verdor nuevo
no podría existir
si no hubiera cumplido su ciclo
el verdor perecido
de ahí que nuestro verdor
esa conjunción un poco extraña
de tu primavera
y de mi otoño
seguramente repercute en otros
enseña a otros
ayuda a otros
rescaten su verdor
por eso
aunque las escrituras
no lo digan
todo verdor
renacerá.
dijo la voz de la escritura
como siempre
implecable
pero también es cierto
que cualquier verdor nuevo
no podría existir
si no hubiera cumplido su ciclo
el verdor perecido
de ahí que nuestro verdor
esa conjunción un poco extraña
de tu primavera
y de mi otoño
seguramente repercute en otros
enseña a otros
ayuda a otros
rescaten su verdor
por eso
aunque las escrituras
no lo digan
todo verdor
renacerá.
Saberte aquí (Mario Benedetti)
Podés querer el alba
cuando quieras
he conservado intacto
tu paisaje
podés querer el alba
cuando ames
venir a reclamarte
como eras
aunque ya no seas vos
aunque mi amor te espere
quemándose en tu azar
y tu sueño sea eso
y mucho más
esta noche otra noche
aquí estarás
y cuando gima el tiempo
giratorio
en esta paz ahora
dirás
quiero esta paz
ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio
corazón sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí
he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos
podés querer el alba
cuano quieras
venir a reclamarte
como eras
aunque el pasado sea
despiadado
y hostil
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros
aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí.
cuando quieras
he conservado intacto
tu paisaje
podés querer el alba
cuando ames
venir a reclamarte
como eras
aunque ya no seas vos
aunque mi amor te espere
quemándose en tu azar
y tu sueño sea eso
y mucho más
esta noche otra noche
aquí estarás
y cuando gima el tiempo
giratorio
en esta paz ahora
dirás
quiero esta paz
ahora podés
venir a reclamarte
penetrar en tu noche
de alegre angustia
reconocer tu tibio
corazón sin excusas
los cuadros
las paredes
saberte aquí
he conservado intacto
tu paisaje
pero no sé hasta dónde
está intacto sin vos
podés querer el alba
cuano quieras
venir a reclamarte
como eras
aunque el pasado sea
despiadado
y hostil
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros
aunque seas otro rostro
de tu cielo hacia mí.
Lovers Go Home (Mario Benedetti)
Ahora que empecé el día
volviendo a tu mirada
y me encontraste bien
y te encontré más linda
ahora que por fin
esta bastante claro
donde estas y donde
estoy
volviendo a tu mirada
y me encontraste bien
y te encontré más linda
ahora que por fin
esta bastante claro
donde estas y donde
estoy
se por primera vez
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola
que del vecino
territorio del amor
ese desesperado
empezarán a mirarnos
con envidia
y acabaran organizando
excursiones
para venir a preguntarnos
cómo hicimos.
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola
que del vecino
territorio del amor
ese desesperado
empezarán a mirarnos
con envidia
y acabaran organizando
excursiones
para venir a preguntarnos
cómo hicimos.
Soledades (Mario Benedetti)
Ellos tienen razón
esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
seria semejante a nuestra breve
presoledad.
Después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad.
Ya se que es una pobre deformación
pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo.
Sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo.
Los datos objetivos son como sigue.
Hay diez centímetros de silencio
entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas
entre tus labios y mis labios
y algo que brilla así de triste
entre tus ojos y mis ojos
claro que la soledad no viene sola.
Si se mira por sobre el hombro mustio
de nuestras soledades
se vera un largo y compacto imposible
un sencillo respeto por terceros o cuartos
ese percance de ser buena gente.
Después de la alegría
después de la plenitud
después del amor
viene la soledad.
Conforme
pero
que vendrá después
de la soledad.
A veces no me siento
tan solo
si imagino
mejor dicho si se
que mas allá de mi soledad
y de la tuya
otra vez estas vos
aunque sea preguntándote a solas
que vendrá después
de la soledad.
sábado, 1 de enero de 2011
Esplendor en la hierba.(William Wordsworth)
“Pues aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas,
aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los sosegados pensamientos que brotaron
del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la muerte,
y en los años, que traen consigo las ideas filosóficas.”
hoy esté por siempre oculto a mis miradas,
aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los sosegados pensamientos que brotaron
del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la muerte,
y en los años, que traen consigo las ideas filosóficas.”
Remember (Misha Gordin)
Hiding in the ruins of the bombed buildings.
The man with no legs pushing his way on a tiny platform.
I remember playing alone.
I remember playing with the other children.
We did not have any toys.
We were making our own.
I remember the girl on the third floor.
She never played with us.
She was a ballerina.
I remember the stale smell of dark corridors.
I remember the drowned man exhausted from his last fight.
I remember faces that never smiled.
I remember my first day in school.
Hiding my face in the teachers lap and crying.
She let me go home.
I remember cold waters of the Baltic sea.
I remember sunsets and the silent silhouettes along the shoreline.
I remember the forest full of secrets.
I remember an unfinished painting and nobody around.
I remember the white aprons and the golden glow of fish in the baskets.
I remember the music teacher striking my fingers with a pencil.
I remember marching in a column.
I remember laying flowers to the monument of Lenin.
I remember my first glass of wine.
I remember the first girl I loved.
I remember my childhood.
Lunes o martes (Virginia Woolf)
Perezosa e indiferente, sacudiendo con facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa la garza sobre la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el cielo cubre y descubre sin cesar, se va y se queda. ¿Un lago? ¡Quítale las orillas! ¿Una montaña? Sí, perfecto, con el oro del sol en las laderas. Cae desde lo alto. Helechos o plumas blancas, siempre, siempre...
Deseando la verdad, esperándola, destilando laboriosamente unas pocas palabras, deseando siempre (se inicia un grito a la izquierda, otro a la derecha; ruedas golpean divergentes; omnibuses se conglomeran en conflicto), deseando siempre (el reloj asevera con doce claras campanadas que es mediodía; la luz vierte escamas de oro; niños se arremolinan), deseando siempre verdad. Roja es la cúpula; de los árboles cuelgan monedas; el humo sale lento de las chimeneas; ladrido, alarido, grito. «Compro metal»... ¿Y la verdad?
Como rayos orientados hacia un punto, pies de hombres, pies de mujeres, negros o con incrustaciones doradas (Esa niebla... ¿Azúcar? No, gracias... La commonwealth del futuro), la luz del fuego salta y deja roja la estancia, salvo las negras figuras y sus ojos brillantes, mientras descargan una camioneta fuera, la señorita Thingummy sorbe té en su mesa escritorio, y las vitrinas protegen abrigos de pieles.
Cacareada, leve cual hoja, rizada en los bordes, pasada por las ruedas, plateada, en casa o fuera de casa, reunida, esparcida, derrochada en diferentes platillos de la balanza, barrida, sumergida, desgarrada, hundida, ensamblada... ¿Y la verdad?
Recordar ahora junto al fuego del hogar la blanca plaza de mármol. De las profundidades de marfil se alzan palabras que vierten su negrura, florecen y penetran. El libro caído; en la llama, en el humo, en las perecederas chispas; o ya viajando, la bandera en la plaza de mármol, minaretes debajo y mares de la India, mientras los espacios azules corren y las estrellas brillan... ¿la verdad?, o bien, ¿satisfacción con su proximidad?
Perezosa e indiferente la garza regresa; el cielo cubre con un velo sus estrellas; las borra luego.
FIN
Ir y quedarse…(Lope de Vega)
Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer del cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer del cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.
El último rincón (Miguel Hernández)
El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.
Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.
Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.
Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.
Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.
Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.
Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.
Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.
¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?
Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.
Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.
Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.
La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.
El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.
El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.
Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.
Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.
Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben.
Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.
Por el olivo lo quiero,
lo persigo por la calle,
se sume por los rincones
donde se sumen los árboles.
Se ahonda y hace más honda
la intensidad de mi sangre.
Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes.
Carne de mi movimiento,
huesos de ritmos mortales:
me muero por respirar
sobre vuestros ademanes.
Corazón que entre dos piedras
ansiosas de machacarte,
de tanto querer te ahogas
como un mar entre dos mares.
De tanto querer me ahogo,
y no me es posible ahogarme.
Beso que viene rodando
desde el principio del mundo
a mi boca por tus labios.
Beso que va a un porvenir,
boca como un doble astro
que entre los astros palpita
por tantos besos parados,
por tantas bocas cerradas
sin un beso solitario.
¿Qué hice para que pusieran
a mi vida tanta cárcel?
Tu pelo donde lo negro
ha sufrido las edades
de la negrura más firme,
y la más emocionante:
tu secular pelo negro
recorro hasta remontarme
a la negrura primera
de tus ojos y tus padres,
al rincón de pelo denso
donde relampagueaste.
Como un rincón solitario
allí el hombre brota y arde.
Ay, el rincón de tu vientre;
el callejón de tu carne:
el callejón sin salida
donde agonicé una tarde.
La pólvora y el amor
marchan sobre las ciudades
deslumbrando, removiendo
la población de la sangre.
El naranjo sabe a vida
y el olivo a tiempo sabe.
Y entre el clamor de los dos
mis pasiones se debaten.
El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces.
Siesta que ha entenebrecido
el sol de las humedades.
Allí quisiera tenderme
para desenamorarme.
Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie.
Un recuerdo y un suspiro (José Zorrilla)
Poeta, ven y cantemos
A una voz nuestros amores;
En un arpa los lloremos,
Que bien cobijarse vemos
A un árbol dos ruiseñores.
Yo tu dolor cantará,
Tú cantarás mi dolor,
Que igual el de entrambos fue,
Y harto yo solo lloró
Una mujer, un amor.
Hagamos doliente y tierno
A nuestro canto improviso,
Del mundo un recuerdo eterno,
Y donde estuvo un infierno
Alcemos un paraíso.
A una voz nuestros amores;
En un arpa los lloremos,
Que bien cobijarse vemos
A un árbol dos ruiseñores.
Yo tu dolor cantará,
Tú cantarás mi dolor,
Que igual el de entrambos fue,
Y harto yo solo lloró
Una mujer, un amor.
Hagamos doliente y tierno
A nuestro canto improviso,
Del mundo un recuerdo eterno,
Y donde estuvo un infierno
Alcemos un paraíso.
Rima V (Gustavo Adolfo Bécquer)
Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
cae la lejana estrella;
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.
En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.
Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago,
y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores,
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura,
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezco entre los árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.
Yo, en bosques de corales
que alfombran blancas perlas,
persigo en el Océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.
Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso,
de que es vaso el poeta.
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
cae la lejana estrella;
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.
En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.
Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago,
y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores,
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura,
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezco entre los árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.
Yo, en bosques de corales
que alfombran blancas perlas,
persigo en el Océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas,
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.
Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso,
de que es vaso el poeta.
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