miércoles, 24 de noviembre de 2010

FRAGMENTOS (Gottfried Benn)



Fragmentos,
desechos del alma,
coágulos del siglo veinte.
 
Cicatrices: alterada circulación de la creación temprana;
las religiones históricas de cinco siglos, destruidas;
la ciencia: fisuras en el Partenón,
Planck, de nuevo perturbado, tropezó en su teoría de
los quantas con Kepler y Kierkegaard.
 
Pero hubo anocheceres que se perdieron en los colores
del Dios Padre, más sueltos, bullendo largamente,
irrevocables en su silencio,
en su chorreante azul,
color de los introvertidos.
Entonces uno se concentraba,
las manos apoyadas sobre la rodilla,
rústica, sencillamente,
y entregado a un tranquilo trago
mientras sonaban las armónicas de los peones.
 
Y otros,
acosados por convulsiones interiores,
impulsos hacia lo abovedado,
estilos de arquitectura comprimida
o partidas de caza en pos del amor.
 
Crisis de expresión y ataques de erotismo:
esto es el hombre de hoy.
El interior, un vacío,
la continuidad de la persona
es conservada por los trajes
que si son de buen material duran diez años.
 
El resto, fragmentos,
sonidos a medias,
frases de melodías desde las casas vecinas,
negro spirituals
o Ave Marías.

Metro (GOTTFRIED BENN)

El blando estremecimiento. Primera sangre. Como
de pieles calientes llega de los bosques.
Un revoloteo rojo. La gran sangre sube.
A través de toda la primavera viene la mujer extraña.
La media en el empeine está ahí. Mas, dónde finaliza,
eso está lejos de mí. Sollozo en el umbral:
tibio florecimiento, extrañas humedades.
¡Oh, cómo su boca derrocha el aire tibio!
tú cerebro de rosa, sangre de mar, tú atardecer de los dioses,
tú jardín de la tierra, ¡cómo fluyen tus caderas
tan frescas en marcha hacia afuera, hacia donde vayas!
Oscuridad: ahora vive bajo sus ropas:
Sólo animal blanco, olor suelto y mudo.
Un pobre cerebro de perro, a duras penas colgado de Dios.
Soy la frente satisfecha. Oh, un andamio
de alambiques sangrientos que se desprende suavemente
y se hincha, aterra y chorrea.
Tan desprendido. Tan cansado. Quiero vagar.
Los caminos sin sangre. Canciones de los jardines.
Sombra y diluvio. Suerte lejana: un muerto
se redime dentro del mar de profundo azul.

Canto de Gaspar Hauser (GEORG TRAKL)

Para Bessie Loos
Él en verdad amó al sol, que purpúreo baja la colina
por los caminos del bosque, entre los pájaros negros que cantan
y las alegrías del verdor.
Serio fue su vivir a la sombra del árbol
y pura su mirada.
Dios habló con suave flama en su corazón:
“¡Oh, hombre!”
Leve fue su andar por la ciudad en la tarde;
la oscura queja de su boca:
“Quiero ser un jinete.”
Pero lo siguieron el arbusto y el animal,
la casa y el jardín crepuscular de los hombres blancos,
y su asesino lo halló.
Primavera y verano y bello el otoño
de los justos, su paso lento
hacia el oscuro cuarto de los sueños.
De noche permaneció solo con su estrella;
Vio la nieve que cae sobre el frío ramaje
y en el atardecer del vestíbulo la sombra del asesino.
Plateada hundió la cabeza el no nacido.

¿De qué maravillas ríe la tierra del mañana...(Stefan George)

¿De qué maravillas ríe la tierra del mañana
como si fuese el primer día? Asombrosos cantos
de nuevos y crecidos mundos el viento trae,
la vieja montaña ve formas cambiadas
y como en el jardín de la infancia brotan columpios…
La corriente de agua riega la orilla y serpentea
su temblorosa plata con todo el polvo del año,
la creación se estremece como gracia en pie.
Ninguno anda por el camino cuya cabeza
una ignorada grandeza no lo adorne.
Una amplia luz está derramada sobre la tierra…
¡Saludos a todos los que en ese rayo van!
El molino deja los brazos quietos…
El molino deja los brazos quietos
ahí el erial quiere descansar.
El estanque aguarda el rocío del viento,
sus plantas son lanzas luminosas
y los pequeños árboles se inmovilizan
como blanqueadas retamas.
Niños blancos arrancan cánticos
sobre el mar de ciego hielo,
para el día de bendición barren
las aldeas del pueblo que imploran paz
al lejano Dios que les enseñaron.
que ya suplican se acerque.
¿Vino un silbido por todo el campo?
Todas las lámparas tiemblan inquietas.
¿No fue como si algo llamara?
Recibieron a sus novias
los muchachos negros desde lo profundo…
¡Campanas, repiquen! ¡Campanas, repiquen!

La palabra (Stefan George)

Maravilla o sueño, de lejos
la traje hasta orillas de mi tierra
y esperé a que la gris norna encontrase
su nombre en la fuente—
después de eso pude pasarla por la frontera
y pesada y fuerte ahora florecía y brillaba
pero luego de tan largo y buen viaje
con esa joya rica y delicada
ella me hizo saber lo siguiente:
“aquí no se duerme sobre tierra profunda”
luego de lo cual escapó de mi mano
y jamás mi tierra ganó ese tesoro…
así que triste aprendí la renuncia:
ninguna cosa hay donde la palabra falta.

Declaración de amor

¡Oh maravilla! ¿Él vuela todavía?
¿Sube arriba y descansan sus alas?
¿Qué lo levanta y lo lleva?
¿Cuál es ahora su meta y camino y rienda?
Igual a la estrella y la eternidad,
vive ya en las alturas, de las que huye la vida,
compasivo él mismo con la envidia—:
¡y alto vuela también aquel que sólo está colgado!
¡Oh pájaro albatros!
Hasta lo alto floreces para mí con retoños eternos.
Pienso en ti: ahí me fluye
Lágrima sobre lágrima, —sí, ¡yo te amo!

Canto de Zaratustra (FRIEDRICH NIETZSCHE)

¡Oh, hombre! ¡Escucha!
¿Qué dice la profunda medianoche?
“Yo duermo, duermo—
en el profundo sueño estoy despierto:—
El mundo es profundo
y más profundo como el día recordado.
Profundo es su soplo—,
Goce— ¡más profundo aún como canto del corazón!
El soplo habla: ¡pasa!
Mas todo goce quiere eternidad—
—¡quiere profunda, profunda eternidad!”

viernes, 19 de noviembre de 2010

El rito del sol negro (Antonin Artaud)

Abajo
al pie del declive amargo
cruelmente desesperado del corazón

se abre un círculo con seis cruces
abajo muy abajo
como encajado en la tierra madre
pero desgarrado del abrazo inmundo de la madre
que babea

el suelo de negro carbón
es el único lugar húmedo
sobre esta inmensa piedra

y allí
hay seis hombres
uno por cada sol
y un séptimo hombre
vestido de negro y carne roja
encarna al sol más violento

este séptimo hombre
es un caballo
un caballo con un hombre que lo acompaña

pero el caballo
es el sol
no el hombre

a ritmo desgarrador de un tambor y una larga y extraña trompeta
los seis hombres
que estaban recostados
enroscados a ras de la tierra
brotan sucesivos
como girasoles
suelos que giran
lotos de agua

y cada brote
se corresponde con el gong cada vez más sombrío
y contenido
del tambor
hasta que de pronto se ve llegar a todo galope
con una velocidad de vértigo
al último sol
al primer hombre
al caballo negro

y sobre él
un hombre desnudo
todo desnudo
y virgen

después de saltar avanzan describiendo
meandros circulares
el caballo de carne sangrante enloquece
y caracolea sin cesar
en la cima del risco
hasta que los seis hombres
terminan de rodear
las seis cruces

la mayor tensión del rito
es precisamente
la abolición de la cruz

cuando terminan de girar
arrancan
las cruces de la tierra
y el hombre desnudo
sobre el caballo
enarbola
una inmensa herradura
empapada

en la sangre de una cuchillada...

Máscara de la noche (Vinicio de Moraes)

Yo siento que esa tarde me está viendo, que esa serendiad me está viendo
Que el momento de la creación me está viendo en este instante doloroso de sosiego en mí mismo
¡Creación que estás viéndome, cobra forma de mujer y bésame los ojos
Acaricia mis cabellos, canta una canción para hacerme dormir!

Eres tú, sí, máscara de la noche, con tu carne rosada
Con tus largos chales campestres y tus cánticos
¡Eres tú, sí! Oigo a tus faunos puntillando las aguas con sonidos de flautas
En largas escalas cromáticas, fragantes...

...
¿Por qué no vienes, noche? ¿por qué no adormeces tu manto
Por qué no te evaporas, espectro, en ese perfume tierno de rosas?
Deja que la tarde envuelva eternamente el rostro de los dioses
¡Noche, dolorosa noche, tú eres el presentimiento
Sólo tú conoces y acoges todos mis pensamientos
Tu cielo, tu luz, tu calma
Son la palabra de la muerte y del sueño en mí!

El pensamiento del afuera (Foucault)

"La atracción es para Blanchot lo que, sin duda, es para Sade el deseo, para Nietzsche la fuerza, para Artaud la materialidad del pensamiento, para Bataille la transgresión: la experiencia pura y más desnuda del afuera. Pero hay que entender bien lo que con esta palabra se está designando: la atracción, tal como la entiende Blanchot, no se apoya en ninguna seducción, no irrumpe ninguna soledad, no funda ninguna comunicación positiva. Ser atraído, no consiste en ser incitado por el atractivo del exterior, es más bien experimentar, en el vacío y la indigencia, la presencia del afuera, y, ligado a esta presencia, el hecho de que uno está irremediablemente fuera del afuera. Lejos de llamar a la interioridad a aproximarse a otra distinta, la atracción manifiesta imperiosamente que el afuera está ahí, abierto, sin intimidad, sin protección ni obstáculo (¿cómo podría tenerla, él que no tiene interioridad, sino que la despliega al infinito fuera de toda clausura?); pero que a esta abertura misma, no es posible acceder, pues el afuera no revela jamás su esencia; no puede ofrecerse como una presencia positiva _como una cosa iluminada desde el interior por la certidumbre de su propia existencia_ sino únicamente como la ausencia que se retira lo más lejos posible d sí misma y se abisma en la señal que emite para que se avance hacia ella, como si fuera posible alcanzarla."

Sitiado por un dios inasible que me ahoga (Cantico. Salmo. De los hijos de Coré. Del maestro de coro. Para la enfermedad. Para la aflicción. Hemán el aborigen.)

Yahvéh, Dios mio, de día clamo,
grito de noche ante ti;
llegue hasta ti mi plegaria,
presta oidos a mi clamor.

Porque mi alma de males está ahíta,
y mi vida está al borde del seol;
contado entre los que bajan a la fosa,
soy como un hombre acabado:

relegado entre los muertos,
como los cadáveres que yacen en la tumba,
aquellos de los que no te acuerdas más,
que están arrancados de tu mano.

Me has echado en lo profundo de la fosa,
en las tinieblas, en los abismos;
sobre mi pesa tu furor,
con todas tus olas me hundes.

Has alejado de mi a mis conocidos,
me has hecho para ellos un horror,
cerrado estoy y sin salida,
mi ojo se consume por la pena.

Yo te llamo, oh Yahvéh, todo el día,
tiendo mis manos hacia ti.
¿Acaso para los muertos haces maravilas,
o las sombras se alzan a alabarte?

¿Se habla en la tumba de tu amor,
de tu lealtad en el lugar de la perdición?
¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas,
o tu justicia en la tierra del olvido?

Más yo grito hacia ti, Yahvéh,
de madrugada está ya ante tí mi oración;
¿por qué, Yahvéh, ,mi alma rechazas,
lejos de mi tu rostro ocultas.

Desdichado y agónico estoy desde mi infancia,
he soportado tus terrores y ya no puedo más;
han pasado tus iras sobre mí,
tus espantos me han aniquilado.

Me envuelven como el agua todo el día,
se aprietan contra mi todos a una.
Has alejado de mi compañeros y amigos,
son mi compañia las tinieblas.

DÉBIL DEL ALBA - (Pablo Neruda)

El día de los desventurados, el día pálido se asoma
con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío, con un alrededor de llanto.

Porque se fue de tantos sitios la sombra húmeda, callada, 
de tantas cavilaciones en vano, de tantos parajes terrestres
en donde debió ocupar hasta el designio de las raíces, 
de tanta forma aguda que se defendía.

Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso,
entre el sabor creciente, poniendo el oído
en la pura circulación, en el aumento,
cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,
a lo que surge vestido de cadenas y claveles,
yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales.

Nada hay de precipitado ni de alegre, ni de forma orgullosa,
todo aparece haciéndose con evidente pobreza,
la luz de la tierra sale de sus párpados 
no como la campanada, sino más bien como las lágrimas:
el tejido del día, su lienzo débil,
sirve para una venda de enfermos, sirve para hacer
señas en una despedida, detrás de la ausencia:
es el color que sólo quiere reemplazar, 
cubrir, tragar, vencer, hacer distancias.

Estoy solo entre materias desvencijadas,
la lluvia cae sobre mí, y se me parece,
se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo muerto,
rechazada al caer, y sin forma obstinada.





jueves, 18 de noviembre de 2010

ENSAYO :EL PENSAR Y LAS REFLEXIONES MORALES (Lizkno, J.)


“El mal no es nunca radical, sólo es extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie.”
                                                              Hannah Arendt



El texto trae a colación un tema importante que Hannah Arendt realiza sobre la democracia participativa y lo más importante la desobediencia civil que desde términos kantianos es llamado también “la banalidad del mal”, siguiendo a Kant plantea claramente que conocer y pensar, son dos esferas distintas del ejercicio del intelecto; pensar es un proceso donde se cuestiona las propias certezas y certidumbres en la búsqueda no de conocimiento de las cosas sino de darle sentido a las cosas, ya que continuamente estamos, nos movemos y usamos un conjunto de cánones, de reglas, de estereotipos, de frases, de clichés, de esquemas, que nos ayudan a vivir en la sociedad pero que deben ser criticadas y cuestionadas.
Es así que en el texto se habla de que en las sociedades no ejerce el pensar, pues siempre se obedece a las reglas o siempre se aceptan la validez de las mismas, porque según Arendt al perder la capacidad de pensar se pierde también la capacidad de juzgar dejando siempre su decisión en manos de otros. Y si bien para Arendt el pensar no es igual a juzgar sin duda están conectadas ya que reflexionar sobre lo bueno o lo malo, sobre lo bello o lo feo, sobre la pertinencia o no de un código de conducta siempre acarrea la toma de una posición; así mismo habla de la existencia que esta siempre excede la esencia donde resalta que el hombre existe como pluralidad, para Arendt la existencia individual es lo que nos hacer ser humanos reconociendo las diferencias en la convivencia común o pública.
Por otro lado Arendt usa como ejemplo a Sócrates quien, en el texto propone empezar a buscar qué son la justicia, la piedad, el conocimiento y la finalidad a través de la invitación al diálogo que según él invita al ejercicio del pensar; la intención de Sócrates aunque existen roces con el nihilismo (la negación de todos los valores) o el escepticismo según él son riesgos siempre presentes pero pues esto no invalida la utilidad del pensar, ya que la perplejidad es el principio y de ninguna manera el fin del pensar.
El riesgo del pensar es mayor en el caso de la política, ya que la duda, la parálisis en la misma no es aconsejable ya que sobre todo la política necesita acción. Sin embargo la ausencia del pensamiento todavía lo es más ya que, dada su propia naturaleza, los líderes políticos actúan con pleno convencimiento de que sus pautas de conducta y sus valores son los válidos desde siempre y para siempre sin que el más mínimo asomo de duda ensombrezca sus decisiones, lo que al final, es impuesto a la propia sociedad, con consignas, con ideologías congeladas, con discursos que no llevan a ninguna parte. (Características que se viven en cualquier tipo de país donde no sabemos elegir a los candidatos, cuando simplemente se elige por apariencia)
Finalmente, se  puede concluir que la incapacidad de pensar es la incapacidad de ir más allá de la adecuación entre el acto que supuestamente es admitido dentro de una sociedad, incapacidad que hace cuerpo con una falta de lucidez respecto de sí, una falta de espíritu crítico, la interrupción de la actitud reflexiva: en pocas palabras, la renuncia de la responsabilidad frente al juicio que recae sobre la intención de sus propios actos.
Esta incapacidad no impide el juicio de las acciones como caso sometido a la ley, sino que impide precisamente el retorno reflexivo de este juicio sobre sí mismo.

Analisis del texto: Arendt, H. (1996). “La condición humana”. Paidós. Barcelona, España.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Los espacios del sueño. (Robert Desnos.)

En la noche están naturalmente las siete maravillas del mundo y la grandeza y lo trágico y el encanto.
Los bosques se tropiezan confusamente con las criaturas legendarias escondidas en los matorrales.
Estás tú.
En la noche están los pasos del paseante y los del asesino y los del guardia urbano y la luz del farol y la linterna del trapero.
Estás tú.
En la noche pasan los trenes y los barcos y el espejismo de los países donde es de día.
Los últimos alientos del crepúsculo y los primeros estremecimientos del alba.
Estás tú.
Un aire de piano, el estallido de una voz.
Un portazo. Un reloj.
Y no solamente los seres y las cosas y los ruidos materiales.
Sino también yo que me persigo o sin cesar me adelanto.
Estás tú la inmolada, tú la que espero.
A veces extrañas figuras nacen el momento del sueño y desaparecen.
Cuando cierro los ojos, las floraciones fosforescentes aparecen y se marchitan y renacen como fuego de artificios carnosos.
Países desconocidos que recorro en compañía de criaturas.
Estás tú sin duda, oh bella y discreta espía.
Y el alma palpable de la extensión.
Y los perfumes del cielo y de las estrellas y el canto del gallo de hace 2000 años y el grito del pavo real en los parques en llamas y besos.
Manos que se aprietan siniestramente en una luz descolorida y ejes que chirrían sobre los caminos de espanto.
Estás tú sin duda a quien no conozco, a quien conozco al contrario.
Pero que, presente en mis sueños, te obstinas en dejarte adivinar en ellos sin aparecer.
Tú que permaneces inasible en la realidad y en el sueño.
Tú que me perteneces por mi voluntad de poseerte en ilusión pero que no acercas tu rostro sino cuando mis ojos se cierran tanto al sueño como a la realidad.
Tú que en despecho de una retórica fácil donde la ola muere en la playa, donde la corneja vuela entre las fábricas en ruinas, donde la madera se pudre crujiendo bajo un sol de plomo.
Tú que estás en la base de mis sueños y que sacudes mi alma llena de metamorfosis
y que me dejas tu guante cuando beso tu mano.
En la noche están las estrellas y el movimiento tenebroso del mar, de los ríos, de los bosques, de las ciudades, de las hierbas, de los pulmones de millones y millones de seres.
En la noche están las maravillas del mundo.
En la noche no están los ángeles guardianes, pero está el sueño.
En la noche estás tú.
En el día también.

Manual de pintura y caligrafía. (José Saramago.)

Vengo a quedarme esta noche contigo».

No viniste ni pronto ni tarde, viniste a la hora cierta, en el minuto exacto, en el preciso y precioso descansillo del tiempo en el que yo podía esperarte. Entre mis pobres cuadros, rodeados de cosas pintadas y atentas nos desnudamos.

Tan fresco tu cuerpo. Ansiosos, y no obstante sin prisa. Y luego, desnudos, nos miramos sin vergüenza, porque el paraíso es estar desnudo y saber. Despacio (sólo despacio podría ser, sólo despacio) nos acercamos, y, ya cerca, de repente unidos, y trémulos. Apretados el uno contra el otro, mi sexo, tu vientre, tus brazos cruzados sobre mi cuello, y nuestras bocas, lenguas, y los dientes, respirándose, alimentándose, hablando sin palabras dichas, en un gemido interminable, como una vibración, letras inarticuladas, pausa. Nos arrodillamos, subimos el primer peldaño, y luego lentamente, como si el aire nos amparase, caíste de espaldas y yo sobre ti, tan desnudos, y luego rodamos desnudos, tú sobre mi cuerpo, tu pecho elástico, y los muslos cubriéndome, y los muslos como alas.

Sobre mí nos unimos y rodamos otra vez, yo sobre ti, tu pelo ardiendo, ahora mis manos abiertas sobre el suelo como si sobre los hombros sostuviera el mundo, o el cielo, y en el espacio entre nosotros dos las miradas tensas, luego turbadas, y el rugir de la sangre fluyendo y refluyendo en las venas, en las arterias, latiendo en las sienes, barriendo bajo la piel el cuerpo y el cuerpo. Somos nosotros el sol, las paredes ruedan, los libros, los cuadros, Marte, Júpiter, Saturno, Venus, el minúsculo Plutón, la Tierra. He ahí ahora el mar, no mar largo y océano, sino la ola desde el fondo apretada entre dos paredes de coral y subiendo, subiendo hasta estallar en espuma, chorreante. Murmullo o secreto de aguas derramadas sobre los musgos. La oleada retrocede hacia el misterio de las fosas submarinas, y tú dijiste: «Mi amor». Alrededor del sol, los planetas vuelven a su grave, lenta caminata, y nosotros que estamos lejos los vemos ahora parados, otra vez cuadros y libros, y paredes en vez de cielo profundo. Es de noche otra vez. Te levanto del suelo, desnuda. Te apoyas en mi hombro y pisas el mismo suelo que yo. Mira, son nuestros pies, herencia enigmática, plantas que dibujan, ellas, el poco espacio que ocupamos en el mundo. Estamos en el marco de la puerta. ¿Sientes la película invisible que hay que romper, el himen de las casas, desgarrado y renovado? Dentro hay un cuarto. No te prometo el cielo claro y las nubes lentas de Magritte. Estamos los dos húmedos como si hubiéramos salido del mar y entramos como en una caverna donde la oscuridad se siente en el rostro. Una pequeña luz apenas. Cuanto baste para verte y para que me veas. Te acuesto en la cama, y tú abres los brazos y planeas sobre la página blanca. Me inclino sobre ti, es tu cuerpo que respira, falda de montaña y fuente. Tienes los ojos abiertos, tienes los ojos abiertos siempre, pozos de miel luminosa. Y tus cabellos arden, campo de trigo maduro. Digo «mi amor» y tus manos descienden sobre mí desde la nuca a la raíz de la columna. Hay en mi cuerpo una antorcha. Se abren otra vez, alas, tus muslos. Y suspiras. Te conozco, reconozco donde estoy: mi boca se abre sobre tu hombro, mis brazos en cruz acompañan a tus brazos hasta los dedos clavados con una fuerza que no es nuestra. Como dos corazones, nuestros vientres laten. Gritaste, amor mío. Es todo el cielo el que grita sobre nosotros, parece que todo va a morir. Ya soltamos las manos, ya ellas se perdieron y encontraron, en las nucas, el pelo, y ahora abrazados esperamos la muerte que se acerca. Te estremeces. Me estremezco. Nos vemos sacudidos de la cabeza a los pies, y nos agarramos al borde de la caída. No se puede evitar. El mar ha entrado ahora mismo, nos hace rodar sobre esta playa blanca, o esta página, revienta sobre nosotros. Gritamos, sofocados. Y yo dije «mi amor». Duermes, desnuda, bajo la primera luz de la mañana, veo tu seno recortado en el contraluz de la impalpable película de la puerta. Despacio, poso mi mano en tu vientre. Y respiro, sosegado.

Once Minutos Parte II. Paulo Coelho


Extiende el brazo y le pide que él haga lo mismo. Susurra unas pocas palabras, diciéndole que aquella noche, en aquel lugar de nadie, le gustaría que descubriese su piel, el límite entre ella y el mundo. Le pide que la toque, que la sienta con sus manos, porque los cuerpos se entienden, aunque las almas no siempre estén de acuerdo. Él empieza a tocarla, ella también lo toca, y ambos, como si ya lo hubiesen planeado todo antes, evitan las partes del cuerpo en que la energía sexual aflora más rápidamente.

Los dedos tocan su rostro, ella siente un ligero olor a pintura, un olor que siempre permanecerá allí, por más que él se lave las manos miles, millones de veces, que estaba allí cuando nació, cuando vio el primer árbol, la primera casa, y decidió dibujarla en sus sueños. También él debe de estar notando algún olor en su mano, pero ella no sabe qué es, y no quiere preguntar, porque en ese momento todo es cuerpo, el resto es silencio. Acaricia, y se siente acariciada. Puede quedarse así toda la noche, porque es agradable, no va a acabar necesariamente en sexo, y en ese momento, justamente porque no tiene la obligación, ella siente un calor entre las piernas y sabe que está húmeda. Llegará el momento en el que él toque su sexo, y descubrirá que ella lo desea, no sabe si es bueno o malo, pero es así como está reaccionando su cuerpo, y no intenta dirigirlo para ir por aquí, por allí, más despacio, más de prisa. Las manos de él ahora tocan sus axilas, los pelos de sus brazos se erizan, ella tiene ganas de apartarlas de allí, pero está bien, aunque tal vez sea dolor lo que esté sintiendo. Le hace lo mismo a él, nota que las axilas tienen una textura diferente, tal vez por el desodorante que ambos usan, ¿pero en qué estaba pensando? No debes pensar. Debes tocar, eso es todo.

Los dedos de él trazan círculos en torno a su seno, como un animal que acecha. Ella quiere que se muevan más de prisa, que toque ya los pezones, porque su pensamiento estaba yendo más rápidamente que las manos de él, pero, tal vez sabiendo eso, él provoca, se deleita, y tarda una eternidad en llegar hasta allí. Están duros, él juega un poco, eso estremece su cuerpo aún más, dejando su sexo más caliente y más húmedo. Ahora él pasea por su vientre, se desvía y va hasta las piernas, los pies, sube y baja las manos por el lado interno de sus muslos, siente el calor, pero no se acerca, es una caricia dulce, delicada, y cuanto más delicada, más alucinante.

Ella hace lo mismo, con las manos casi en el aire, tocando sólo el pelo de las piernas, y también siente el calor, cuando se acerca al sexo. De repente es como si hubiese recuperado misteriosamente la virginidad, como si descubriese por primera vez el cuerpo de un hombre. Lo toca. No está duro como imaginaba, pero ella está toda mojada, eso es injusto, aunque tal vez él necesite más tiempo, quién sabe.

Y empieza a acariciarlo como sólo las vírgenes saben hacer, porque las prostitutas ya lo han olvidado.

Once minutos Parte I. (Paulo Coelho.)

Permaneció allí, con la parte superior del cuerpo completamente desnuda, imaginando que él saltaría sobre ella, la tocaría, le haría promesas de amor, o si era lo suficientemente sensible para sentir, en el propio deseo, el mismo placer del sexo.
El entorno de ambos empezó a cambiar, ya no había ruidos, la chimenea, los cuadros, los libros fueron desapareciendo, y fueron sustituidos por una especie de trance, donde únicamente existe el oscuro objeto del deseo, y nada más tiene importancia.
Él no se movió. Al principio sintió una cierta timidez en sus ojos, pero no duró mucho. Él la miraba, y en el mundo de su imaginación la acariciaba con su lengua, hacían el amor, sudaban, se abrazaban, mezclaban ternura y violencia, gritaban y gemían juntos.
En el mundo real, sin embargo, no decían nada, ninguno de los dos se movía, y eso la excitaba más todavía, porque también ella era libre para pensar lo que quisiera. Le pedía que la tocase con suavidad, abría las piernas, se masturbaba delante de él, decía frases románticas y vulgares como si fuesen lo mismo, tenía varios orgasmos, despertaba a los vecinos, despertaba al mundo entero con sus gritos. Allí estaba su hombre, que le daba placer y alegría, con quien podía ser quien era, hablar de sus problemas sexuales, contarle cuánto le gustaría pasar junto a él el resto de la noche, de la semana, de la vida.
El sudor comenzó a gotear de la frente de ambos. Era la chimenea, le decía uno mentalmente al otro. Pero tanto el hombre como la mujer en aquella sala habían llegado a su límite, habían usado toda la imaginación, habían vivido juntos una eternidad de buenos momentos. Tenían que parar, porque un paso más y aquella magia sería destruida por la realidad.
Con mucha lentitud, porque el final es siempre más difícil que el principio, ella volvió a ponerse el sujetador y escondió los senos. El universo volvió a su lugar, las cosas del entorno volvieron a surgir, ella levantó el vestido que había caído hasta su cintura, sonrió, y con suavidad le tocó el rostro. Él tomó su mano y la apretó contra su cara, también sin saber hasta cuándo debía mantenerla allí, ni con qué intensidad debía agarrarla.
Ella sintió ganas de decir que lo amaba. Pero eso lo estropearía todo, podía asustarlo o, lo que era peor, podía hacer que respondiese que él también la amaba. María no quería eso: la libertad de su amor era no pedir ni esperar nada.
- El que es capaz de sentir sabe que es posible tener placer incluso antes de tocar a la otra persona. Las palabras, las miradas, todo eso contiene el secreto de la danza. Pero el tren llegó, cada uno va por su lado. Espero poder acompañarte en este viaje hasta… ¿hasta dónde?
- De vuelta a Géneve – respondió Ralf.
- El que observa, y descubre a la persona con la que siempre ha soñado, sabe que la energía sexual sucede antes que el propio sexo. El mayor placer no es el sexo, es la pasión con la que se practica. Cuando esta pasión es intensa, el sexo viene a consumar la danza, pero nunca es el punto principal.
- Hablas del amor como una profesora.
María decidió hablar, porque ésa era su defensa, su manera de decirlo todo sin comprometerse con nada:
- El que está enamorado hace el amor todo el tiempo, incluso cuando no lo está haciendo. Cuando los cuerpos se encuentran, es simplemente la gota que colma el vaso. Pueden permanecer juntos durante horas, incluso días. Pueden empezar la danza un día y acabar al día siguiente, o incluso no acabar, de tanto placer. Nada que ver con once minutos.
- ¿Qué? –Te amo. – Yo también te amo. – Perdón. No sé lo que digo. – Ni yo.

Se levantó, le dio un beso y salió. Ella misma podía abrir la puerta, ya que la superstición brasileña decía que el dueño de la casa sólo tenía que hacerlo la primera vez que se marchase.




Fragmento "Once minutos". Paulo Coelho

El tren de los heridos. (Miguel Hernández)














Silencio que naufraga en el silencio
de las bocas cerradas de la noche.
No cesa de callar ni atravesado.
Habla el lenguaje ahogado de los muertos.

Silencio.

Abre caminos de algodón profundo,
amordaza las ruedas, los relojes,
detén la voz del mar, de la paloma:
emociona la noche de los sueños.

Silencio.

El tren lluvioso de la sangre suelta,
el frágil tren de los que se desangran,
el silencioso, el doloroso, el pálido,
el tren callado de los sufrimientos.

Silencio.

Tren de la palidez mortal que asciende:
la palidez reviste las cabezas,
el ¡ay! la voz, el corazón la tierra,
el corazón de los que malhirieron.

Silencio.

Van derramando piernas, brazos, ojos,
van arrojando por el tren pedazos.
Pasan dejando rastros de amargura,
otra vía láctea de estelares miembros.

Silencio.

Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo
y, maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.

Silencio.

Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.

Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo.

Silencio.

Detened ese tren agonizante
que nunca acaba de cruzar la noche.

Y se queda descalzo hasta el caballo,
y enarena los cascos y el aliento.

Luna Mia (Anónimo)


El sentir  fulgurante 
en el cristal de tu mirar
abrigó mi secreto de gelidez astral
y al nido de mis solitarias primaveras
versaba amorfos silencios  
por el sortilegio de mi triste desencanto
que azorado en soledad 
negaba a su misma Lira.  

Eras rocío escarchado en mi faz 
manso viento
terrones de miel - abetos perpetuos-
donde  el rubor de mi pasión
se inventó huracanado con locura
al rito de nuestras almas desnudas
beso puro a la entrega  desmedida
como el alfa y el omega sin final. 


Entrelazaba  cada hebra en la seda de tu tez
con la yema de mis pulgares y labios de flama
dormitando en los recodos de tu espalda
en la alborada desde el centro de tu pecho  
hasta los surcos de tu alma
donde el trinar de tu centro  
me  solfeaba melodioso tu existir
uncido a esa voz perfumada 
pues viajabas desde tus entrañas
hacia la inmensidad soberana de mi afecto.

Hoy me abraza el destierro
desde la mazmorra insondable y solitaria
avieso desierto 
donde la frase sin tí
enhebra mis sentidos    
donde busco aquel milagro 
como horas de esa tarde   
en donde germinaron simientes y sus frutos 
descarnádose impacientes por vivir.

Dulce amor  
luna mía 
soy el campo donde florece
el eco blando de tus caricias. 

Vuelve 
transmutada  en borrasca suave y vespertina 
entre umbra matinal
envuelta en hálito de brisa 
y la melodía hermosa de tu risa. 

Se amaban. (Joaquín Miró.)

Se amaban.
En la oscuridad sus cuerpos parecían fantasmas.
Se amaban y en el cuarto sus vestidos vacíos eran como
los árboles desnudos del jardín en un día de niebla.
Pero ellos se amaban.

Habían encendido un cigarrillo y fumaban los dos,
cuidando siempre de colocar los labios en el hueco que dejaban los labios,
así como besándose.

Procuraban que nada separase sus cuerpos.
No hacía falta hablar. Lo habían dicho todo.
Sólo los ojos parpadeaban a veces sin luz,
buscando los contornos del otro cuerpo amado.
y luego se estrechaban de nuevo los dos cuerpos y se enlazaban
y los dientes ansiosos encontraban la carne
y estallaban las luces en la pared del fondo.
Y el cuerpo no quería perder el otro cuerpo.
Y el tiempo aceleraba el corazón y se oía una música lejana
y el silbido de un tren en la estación del Norte.

Se amaban.
Inventaban de nuevo la razón de existir.
Sus bocas respiraban con el nuevo compás y sus manos yacían,
ya agotadas, sobre el cuerpo infinito del amante, en la sombra.
Fuera quedaba todo. La vida era el amor.
Lo real era el cuarto, con sus sillas al fondo, un espejo,
un viejo candelabro y un reloj que marcaba siempre la hora de llegar.

Se amaban.
Todo estaba muy claro. Sobre el mundo,
por todo, se seguían amando.

Ausencia (Vinicius de Moraes)

Dejaré que muera en mí el deseo
de amar tus ojos dulces,
porque nada te podré dar sino la pena
de verme eternamente exhausto.

No obstante, tu presencia es algo
como la luz y la vida.

Siento que en mi gesto está tu gesto
y en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser
todo estará terminado.

Sólo quiero que surjas en mí
como la fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne
como un estigma del pasado.

Me quedaré... tu te irás,
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos
y  te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te logró,
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos
en la niebla suspendidos en el espacio
y acerqué a mí la misteriosa esencia
de tu abandono desordenado.

Me quedaré solo como los veleros
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie
porque podré irme
y todos los lamentos del mar,
del viento, del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente,
tu voz ausente, tu voz sosegada.


Se busca... (Vinicius de Moraes)

No es necesario que sea hombre, basta que sea humano, basta que tenga sentimientos, basta que tenga corazón.

Se necesita que sepa hablar y callar, sobre todo que sepa escuchar.

Tiene que gustar de la poesía, de la madrugada, de los pájaros, del Sol, de la Luna, del canto, de los vientos y de las canciones de la brisa.Debe tener amor, un gran amor por alguien, o sentir entonces, la falta de no tener ese amor.

Debe amar al prójimo y respetar el dolor que los peregrinos llevan consigo.Debe guardar el secreto sin sacrificio.Se busca un amigo para gustar de los mismos gustos, que se conmueva cuando es tratado de amigo.Que sepa conversar de cosas simples, de lloviznas, y de grandes lluvias y de los recuerdos de la infancia.


No es necesario que sea de primera mano, ni es imprescindible que sea de segunda mano.Puede haber sido engañado,pues todos los amigos son engañados.No es necesario que sea puro, ni que sea totalmente impuro, pero no debe ser vulgar.Debe tener un ideal, y miedo de perderlo y, en caso de no ser así, debe sentir el gran vacío que esto deja.

Tiene que tener resonancias humanas, su principal objetivo debe ser el del amigo.Debe sentir pena por las personas tristes y comprender el inmenso vacío de los solitarios.Debe gustar de los niños y sentir lástima por los que no pudieron nacer.

Se precisa un amigo para no enloquecer, para contar lo que se vio de bello y de triste durante el día, de los anhelos y de las realizaciones, de los sueños y de la realidad.


Debe gustar de las calles desiertas, de los charcos de agua y los caminos mojados, del borde de la calle, del bosque después de la lluvia, de acostarse en el pasto.


Se precisa un amigo que diga que vale la pena vivir, no sólo porque la vida es bella.Se necesita un amigo para dejar de llorar.


Para no vivir de cara al pasado, en busca de memorias perdidas.Que nos palmee los hombros, sonriendo o llorando, pero que nos llame amigo, para tener la conciencia de que aún se vive.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Solo de Amor, (Alejandro Jodorowsky)

Aunque digas
que eres mía
sigo tratando
de llegar a ti
*
Tiene raíz la flor que yo te muestro
Plántala en tu corazón
*
No eres todo lo que quiero
pero el que en mí quiere
no es todo lo que soy
*
Desde mi locura
lancé mis poemas
para anclarme
en tu carne
*
También soy
lo que no soy
es decir tú
*
Aunque te vayas
no te pierdo
Vives en mis sueños