Esa mañana la luz
en la ventana no mentía
será en otro tiempo decía,
o no será,
el aliento de la lluvia en el cristal
no escribía otra cosa sino
será en otro tiempo – vida -
o no será,
el resplandor sobre la pared
breve y tenue advertía
entre las grietas y la pintura deslucida
vendrá en otro tiempo – alma -
o no vendrá,
el destello que besaba y acribillaba los ojos extraviados
no mentía,
rasgaba los párpados dormidos
metiéndose entre las pestañas
para mostrar el día
que inscribía en el techo
vendrá en otro tiempo – vida -
para hacer frente
a la ausencia o no vendrá;
poco sabían las señales
cuándo y dónde,
nada decían acerca de cómo
sortear y sobrevivir los tramos
más duros e hipotérmicos de la distancia,
sin que se abandone
a oscuras, extraviado y famélico,
el sentimiento desnudo
en medio de dos mares.
Esa mañana obligaba
a despertarse
a seguir andando,
la claridad se proponía
a saltar subversiva e insurgentemente,
por el balcón
para robarse el cansancio
de las manos y los pies aletargados
colgados en el armario de la pieza
y calzarlos en sus extremidades
para abrazar el resplandor,
declarando al tiempo persona grata,
dejando que vengan los caminos,
los días con sus noches y
la ausencia;
la aurora obligaba
a despabilarse
mientras sea hoy o simplemente no sea,
la mañana en que despierte a plena luz
junto al costado de la cama
que mira tú ventana.
en la ventana no mentía
será en otro tiempo decía,
o no será,
el aliento de la lluvia en el cristal
no escribía otra cosa sino
será en otro tiempo – vida -
o no será,
el resplandor sobre la pared
breve y tenue advertía
entre las grietas y la pintura deslucida
vendrá en otro tiempo – alma -
o no vendrá,
el destello que besaba y acribillaba los ojos extraviados
no mentía,
rasgaba los párpados dormidos
metiéndose entre las pestañas
para mostrar el día
que inscribía en el techo
vendrá en otro tiempo – vida -
para hacer frente
a la ausencia o no vendrá;
poco sabían las señales
cuándo y dónde,
nada decían acerca de cómo
sortear y sobrevivir los tramos
más duros e hipotérmicos de la distancia,
sin que se abandone
a oscuras, extraviado y famélico,
el sentimiento desnudo
en medio de dos mares.
Esa mañana obligaba
a despertarse
a seguir andando,
la claridad se proponía
a saltar subversiva e insurgentemente,
por el balcón
para robarse el cansancio
de las manos y los pies aletargados
colgados en el armario de la pieza
y calzarlos en sus extremidades
para abrazar el resplandor,
declarando al tiempo persona grata,
dejando que vengan los caminos,
los días con sus noches y
la ausencia;
la aurora obligaba
a despabilarse
mientras sea hoy o simplemente no sea,
la mañana en que despierte a plena luz
junto al costado de la cama
que mira tú ventana.
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