Permanecí varios minutos en la plaza, mirando estúpidamente alrededor. Una sensación de déjà-vu me confundía. Sentía la sangre helada recorrer mi cuerpo y paralizar mis extremidades. Un pitido zumbaba dentro de mi cabeza o tal vez era música, aquella que había estado escuchando durante varias horas, una y otra vez. Sentí una necesidad imperiosa de regresar a casa, pero no sabía cómo. Varias personas me saludaron al pasar a mi lado. Sabía quiénes eran pero no me atreví a hablarles. Sabía dónde estaba pero no podía volver. Empecé a caminar nerviosamente en círculos pero no me decidí por ninguna dirección. ¿Perdería el conocimiento? Miré fijamente hacia donde se encontraba mi casa y obligué a mis piernas a caminar en línea recta hacia allí. Tres angustiosas manzanas hasta abrir la puerta y encontrarme a salvo. Llamé al trabajo para anunciarles que seguramente pasarían algunos días hasta que pudiera encontrar la manera de ir.
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