viernes, 4 de febrero de 2011

Lo Bello y Lo Triste (Yasunari Kawabata)


“A fin de año, hasta el Monte Arashi, tan poblado de turistas desde la primavera hasta el otoño, se había convertido en un paisaje desierto. La vieja montaña se levantaba ante él en medio del completo silencio. La profunda hoya que formaba el río al pie de la ladera era de un verde límpido… La ladera que descendía hasta el río debía de ser la celebrada vista del monte, supuso Oki; pero ahora estaba en sombras, con excepción de una franja de luz solar sobre el flanco más distante”…
“Demasiado lejos de la ventana como para ver la calle, Oki permaneció sentado con los ojos clavados en las Colinas Occidentales, que se levantaban sobre los techos de la ciudad. Comparada con Tokyo, Kyoto era una ciudad tan pequeña e íntima que hasta las Colinas Occidentales parecían al alcance de la mano. Mientras las contemplaba, una nube traslúcida, de un tono dorado pálido, que flotaba sobre las cumbres, adquirió una fría tonalidad ceniza. Atardecía. ¿Qué eran los recuerdos?. ¿Qué era ese pasado que él recordaba con tanta nitidez?… ¿Acaso la nitidez de aquellos recuerdos no significaba que ella (Otoko) no se había seaparado de él?… Aunque nunca había vivido en Kyoto, las luces de la ciudad al atardecer despertaron en él una vaga nostalgia. Quizás todos los japoneses se sintieran así. Pero lo cierto era que Otoko estaba en aquella ciudad”… 
Primavera Temprana: “Las puestas del Sol púrpuras eran muy poco habituales. Las gradaciones de color del oscuro al claro eran tan delicadas como si se las hubiera logrado pasando un ancho pincel sobre un papel de arroz mojado. La suavidad de aquel púrpura anunciaba la llegada de la primavera”…
“En el extremo superior de la banda de seda había pintado una peonía roja. Era una vista de frente de la flor, en un tamaño superior al natural, con pocas hojas y un único pimpollo blanco en la parte inferior del tallo. En aquella flor creyó ver el orgullo y la nobleza de Otoko… La soledad parecía brotar de su interior”…
La festividad de la Luna Llena: “Otoko proyectaba llevar a Keiko al Templo del Monte Kurama con motivo de la Festividad de la Luna Llena… Se suponía que los asistentes a la fiesta debían beber de un cuenco de sake que reflejara la luna llena; por eso nada podía ser más decepcionante que un cielo nublado, sin luna”…
Un Jardín Rocoso: “Entre tantos célebres jardines rocosos de Kyoto están los del Templo del Musgo, los del Pabellón de Plata y el de Ryoanji… Otoko los conocía a todos y guardaba una imagen mental de todos ellos… Desde el final de la época de las lluvias había estado visitando el Templo del Musgo para hacer bocetos de su jardín rocoso. No es que pretendiera pintarlo. Sólo quería absorber un poco de su fuerza… En apariencia, el actual paisaje árido, que simbolizaba una cascada y un arroyo, estaba construido a lo largo de un sendero flanqueado de faroles de piedra, que conducía al pabellón mirador. Era muy probable que hubiera permanecido inalterable, puesto que eran piedras… Otoko siguió mirando el dibujo de Keiko: - Ojalá yo también fuera una piedra- dijo… Por la forma en que las miras (a las piedras), juraría que ves una especie de belleza potente y añeja que irradia de ellas… ¿El mar no es acaso un jardín de piedras?…
El Loto en Llamas: “Los delicados hilos de agua se perdían en el río sin alterar la superficie. Las flores de cerezo se entremezclaban con las hojas verdes y los colores de los árboles florecidos se esfumaban en la lluvia…Dudo que su amor perdure hasta el invierno… El silencio de Keiko era extraño, pues debía considerar aquello como una Victoria… Ahora, el antiguo amor volvía a arder con ominosa llama. Sin embargo, en esas llamas Otoko veía una gran flor de Loto blanco. Con la imagen aún en la mente, Otoko desvió la mirada para contemplar las luces de las casas de té de Kiyamachi que se reflejaban en el agua”…
Pérdidas Estivales: “Ella ignoraba cómo había flotado su propia imagen en la corriente de Oki. No podía haberla olvidado; pero el tiempo había corrido de manera diferente para él. Las corrientes del tiempo nunca son iguales para dos personas, ni siquiera cuando son amantes… La imagen que conservaba de Oki había flotado junto a ella en la corriente del tiempo y quizás los recuerdos de este amor estuvieran teñidos por los colores del amor por sí misma. Quizás hasta se hubieran transformado. Nunca se le había ocurrido pensar en que los recuerdos son sólo fantasmas y apariciones”…
El Lago: -“Cumple esta promesa… Quiero que nos abramos paso a través de nuestro Destino… El Mañana siempre se nos escapa. Vayamos hoy-.Keiko abrió los ojos. Las lágrimas seguían brillando en ellos cuando miró a Otoko”…

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