jueves, 5 de enero de 2012

Yugo y Estrella (José Martí)



Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
-Flor de mi seno, Homomagno generoso,
De mí y de la creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es unyugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los eñores, duerme en paja
Calente, y tiene rica y ancha avena.
Ésta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,-
La estrella como un manto, en luz lo envuelve
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo, 
Se oye que un paso más sube en la sombra!
Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que el puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.

Homomagno (José Martí)



Homomagno sin ventura
La hirsuta y retostada cabellera
Con sus pálidas manos se mesaba.
"Máscara soy, mentira soy, decía;
Estas carnes y formas, estas barbas
Y rostro, estas memorias de la bestia,
Que como silla a lomo de caballo
Sobre el alma oprimida echan y ajustan,
Por el rayo de luz que el alma mía
En la sombra entrevé, - no son Homomagno!
 
Mis ojos sólo; los mis caros ojos,
Que me revelan mi disfraz, son míos:
Queman, me queman, nuca duermen, oran,
Y en mi rostro los siento y en el cielo,
Y le cuentan de mí, y a mí de él cuentan.
Por qué, por qué, para cargar en ellos
Un grano ruin de alpiste mal trojado
Talló el Creador mis colosales hombros?
Ando, pregunto, ruinas y cimientos
Vuelco y sacudo, a delirantes sorbos
En la Creación, la madre de mil pechos,
Las fuentes todas de la visa aspiro:
Muerdo, atormento, beso las calladas
Manos de piedra que glpeo.
Con demencia amorosa su invisible
Cabeza con las secas manos mías
Acaricio y destrenzo: por la tierra
Me tiendo compungido y los confusos
Pies, con mi llanto baño y con kis besos.
Y en medio de la noche, palpitante,
Con mis voraces ojos en el cráneo
Y en sus órbitas anchas encendidos,
Trémulo, en mí plegado, hambriento espero,
Por si al próximo sol respuestas vienen;
Y a cada nueva luz –de igual enjuto
Modo, y ruin, la vida me aparece,
Como gota de leche que en cansado
Pezón, al terco ordeño, titubea,-
Como carga de hormiga,- como taza
De agua añeja en la jaula de un jilguero.-"
 
Remordidas y rotas, ramos de uvas
Estrujadas y negras, las ardientes
Manos del triste Homomagno parecían!
 
Y la tierra en silencio, y una hermosa
Voz de mi corazón, me contestaron.

La Niña de Guatemala (José Martí)


 
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor: 
La niña de Guatemala, 
La que se murió de amor. 

Eran de lirios los ramos, 
Y las orlas de reseda 
Y de jazmín: la enterramos 
En una caja de seda. 

...Ella dio al desmemoriado 
Una almohadilla de olor: 
El volvió, volvió casado: 
Ella se murió de amor. 

Iban cargándola en andas 
Obispos y embajadores: 
Detrás iba el pueblo en tandas, 
Todo cargado de flores. 

...Ella, por volverlo a ver, 
Salió a verlo al mirador: 
El volvió con su mujer: 
Ella se murió de amor. 

Como de bronce candente 
Al beso de despedida 
Era su frente ¡la frente 
Que más he amado en mi vida! 

...Se entró de tarde en el río, 
La sacó muerta el doctor: 
Dicen que murió de frío: 
Yo sé que murió de amor. 

Allí, en la bóveda helada, 
La pusieron en dos bancos: 
Besé su mano afilada, 
Besé sus zapatos blancos. 

Callado, al oscurecer, 
Me llamó el enterrador: 
¡Nunca más he vuelto a ver 
A la que murió de amor!

Versos Sencillos (José Martí)



Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma.
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy: 
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo, 
Cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez –en la reja,
A la entrada de la viña.—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: --cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.
  
Oigo un suspiro, a través 
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, --es
Que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada 
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla, y muere.
Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón. 
Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,--
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

V

Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
 
X

El alma trémula y sola
Padece al anochecer:
Hay baile; vamos a ver 
La bailarina española.
Han hecho bien en quitar
El banderón de la acera;
Porque si está la bandera,
No sé, yo no puedo entrar.
Ya llega la bailarina:
Soberbia y pálida llega:
¿Cómo dicen que es gallega?
Pues dicen mal: es divina.
Lleva un sombrero torero
Y una capa carmesí:
¡Lo mismo que un alelí!
Que se pusiese un sombrero!
Se ve, de paso, la ceja,
Ceja de mora traidora:
Y la mirada, de mora:
Y como nieve la oreja.
Preludian, bajan la luz, 
Y sale en bata y mantón,
La virgen de la Asunción 
Bailando un baile andaluz.
Alza, retando, la frente;
Crúzase al hombre la manta:
En arco el brazo levanta:
Mueve despacio el pie ardiente.
Repica con los tacones
El tablado zalamera,
Como si la tabla fuera
Tablado de corazones.
Y va el convite creciendo
En las llamas de los ojos,
Y el manto de flecos rojos
Se va en el aire meciendo.
Súbito, de un salto arranca:
Húrtase, se quiebra, gira:
Abre en dos la cachemira,
Ofrece la bata blanca.
El cuerpo cede y ondea;
La boca abierta provoca;
Es un rosa la boca:
Lentamente taconea.
Recoge, de un débil giro,
El manto de flecos rojos:
Se va, cerrando los ojos,
Se va, como en un suspiro...
Baila muy bien la española;
Es blanco y rojo el mantón:
¡Vuelve, fosca a su rincón,
El alma trémula y sola!
  
XI

Yo tengo un paje muy fiel
Que me cuida y que me gruñe,
Y al salir, me limpia y bruñe
Mi corona de laurel.
Yo tengo un paje ejemplar
Que no come, que no duerme,
Y que se acurruca a verme
Trabajar, y sollozar.
Salgo, y el vil se desliza
Y en mi bolsillo aparece;
Vuelvo, y el terco me ofrece
Una taza de ceniza.
Si duermo, al rayar el día
Se sienta junto a mi cama:
Si escribo, sangre derrama
Mi paje en la escribanía.
Mi paje, hombre de respeto,
Al andar castañetea:
Hiela mi paje, y chispea:
Mi paje es un esqueleto.
  
XVIII

Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.
La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, "tumba":
"Eva" dice: todo es "Eva".
Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!
Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado;
¡Y en el alma azul celeste 
Brota un jacinto rosado!
Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.
La serpiente del jardín
Silva, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.
¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: soy el verso!
 
XII

Estoy en el baile extraño
De polaina y casaquín
Que dan, del año hacia el fin,
Los cazadores del año.
Una duquesa violeta
Va con un frac colorado:
Marca un vizconde pintado
El tiempo en la pandereta.
Y pasan las chupas rojas;
Pasan los tules de fuego,
Como delante de un ciego
Pasan volando las hojas.
  
XLV

Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino
Los héroes, de pie, reposan:
¡De noche, a la luz del alma,
Hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: las manos
De piedra les beso: abren
Los ojos de piedra: mueven
Los labios de piedra: tiemblan
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibra la espada en la vaina!:
Mudo, les beso la mano.
Hablo con ellos, de noche!
Están en fila: paseo
Entre las filas: lloroso
Me abrazo a un mármol: "Oh mármol,
Dicen que beben tus hijos 
Su propia sangre en las copas 
Venenosas de sus dueños!
Que hablan la lengua podrida
De sus rufianes! que comen
Juntos el pan del oprobio,
En la mesa ensangrentada!!
Que pierden en lengua inútil
El último fuego!: ¡dicen,
Oh mármol, mármol dormido,
Que ya se ha muerto tu raza!"
Échame en tierra de un bote
El héroe que abrazo: me ase
Del cuello: barre la tierra
Con mi cabeza: levanta
El brazo, ¡el brazo le luce
Lo mismo que un sol!: resuena
La piedra: buscan el cinto
Las manos blancas: del soclo
Saltan los hombres de mármol!
 
XLVI

Vierte, corazón, tu pena
Donde no se llegue a ver,
Por soberbia, y por no ser
Motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo,
Porque cuando siento el pecho
Ya muy cargado y deshecho,
Parto la carga contigo.
Tú me sufres, tú aposentas 
En tu regazo amoroso,
Todo mi ardor doloroso,
Todas mis ansias y afrentas.
  
Tú, porque yo pueda en calma
Amar y hacer bien, consientes
En enturbiar tus corrientes
En cuanto me agobia el alma.
Tú, porque yo cruce fiero
La tierra, y sin odio, y puro,
Te arrastras, pálido y duro,
Mi amoroso compañero.
Mi vida así se encamina
Al cielo limpia y serena,
Y tú me cargas mi pena
Con tu paciencia divina.
Y porque mi cruel costumbre
De echarme en ti te desvía
De tu dichosa armonía
Y natural mansedumbre;
Porque mis penas arrojo 
Sobre tu seno, y lo azotan,
Y tu corriente alborotan,
Y acá lívido, allá rojo,
Blanco allá como la muerte,
Ora arremetes y ruges,
Ora con el peso crujes
De un dolor más que tú fuerte.
¿Habré, como me aconseja
Un corazón mal nacido,
De dejar en el olvido 
A aquel que nunca deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
A donde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!

miércoles, 4 de enero de 2012

SOLEDADES INDELEBLES (Lizkno, J)




“¿Porqué e de estar aquí, oh, Dios, yo, una semilla verde de pasiones insatisfechas, una loca tempestad que no se dirige ni al Oriente, ni al Occidente, un fragmento errante en un planeta en llamas?”. Khalil Gibran

…Yo tuve una vez un amigo que logró cambiar mi visión del mundo, y agradezco a la vida por haberlo topado en el final del túnel, antes de abrir la puerta a ese occiso indeseado, vendiendo mi alma a los perros. Ya no se siente el dolor de aquel día que oprimía mi pecho, lo extraño es que a la luz del sol, aún hoy, no logro ver mi sombra reflejarse en el suelo; sombra que ha desaparecido, pues aún en vida me encuentro, aún oigo los pálpitos de mi corazón… ahora, quizás deseando que la muerte venga por mí.
Si, la muerte, y desde que esa idea me acomete, se me ha ocurrido, entonces, pensar ¿qué pasaría si muriera mañana? ; ¿Quiénes irían al velorio?, ¿quién mandaría flores?, ¿quién lloraría más ante la imposibilidad de verme?, ¿quién se encargaría de dar la noticia?, ¿quién ayudaría a mi familia con los trámites pertinentes?, ¿quién no se enteraría?, ¿quién pronunciaría algunas palabras?, ¿a quién le daría lo mismo lo sucedido?...Y así tan pronto como esa idea me acomete, así tan pronto se diluye. Porque lo bueno de la duda es alguna vez despejarla, y semejante alud de interrogantes sé que siempre me acompañaran a la tumba, lo cual sería la muerte de mis pensamientos, pero le daría vida a esta intriga que igualmente nacería ya sin vida, por lo que comenzaría y culminaría al mismo tiempo que mi final terrenal.
Por eso es que en oportunidades me acomete esa eterna diatriba pero al mismo tiempo no pierdo demasiado tiempo en ella, ya que sé que jamás lo sabré. Tampoco  me desvela interesarme tanto en ese tema, pues ya no constituye ni siquiera algo original sino que a todos, o a casi todas las personas de este mundo se les da por teorizar cosas semejantes en mayor o en menor medida. Algunos pierden el tiempo elaborando un ranking de llantos, otros calculan a qué edad serán enterrados, en que cementerio descansaran sus huesos sin alma, imaginan tener ganados el cielo o el infierno, pierden horas de su vida pensando en la muerte, elaborando testamentos, anulándolos, volviéndolos a hacer, contratando servicios de los más onerosos, para que en el deceso se muestre brillante si en todos estos años no lo fue, pagando cuotas de parcelas, de nichos, de bóvedas…
Entonces me pregunto… ¿se muere mejor por tener todas estas cosas?, ¿se lo recuerda mejor a uno?, ¿descansará el cuerpo del que está debajo del verde pasto más en paz que aquel que se encuentra en un edificio de cal y arena?, ¿por qué la gente pierde el tiempo pensando en lo que hará después de la visita a la morgue?, ¿será porque uno siente que de esa manera tiene cierto manejo sobre su muerte?; creemos que somos dueños de nuestras vidas, que supuestamente en mayor o menor medida hacemos o decidimos en ella lo que queremos y necesitamos tener también ese poder cuando nuestro nombre aparezca de la palabra occiso. Debe ser por que las circunstancias mencionadas son las únicas que podemos manejar a nuestra voluntad cuando de morir se trata, lo único que podemos elegir, lo elegimos. Ya que el lugar de nuestro fallecimiento, las circunstancias, la edad, el mes, el minuto, el instante, el último suspiro, la última diástole, la última imagen, todo eso escapa en nuestro antojo, a nuestra voluntad.
Yo, prefiero serenarme y preguntarme ¿por qué estoy escribiendo esto?, ¿por qué no lo escribí ayer o mañana?, esta catarata de palabras negras en este papel blanco sería capaz de poner serio al más revoltoso, de calmar al más excitado y ciertamente no quisiera que caiga en manos de personas depresivas o mayores de edad, que supongo son las más proclives a sentirse involucrados con toda esta perorata de cadáver que he expulsado en los últimos minutos.
Cierto es que pudiera llenar hojas y hojas de pensamientos nublados, oscuros, lúgubres o como quisiera cada uno darles nombre, pero la intención no sé si es esa o cual es. Lo real es que más y más cosas se me vienen a la mente referidas a este tema, pero prefiero acá detenerme, no dar un paso en falso, no herir a nadie, ni siquiera a mí mismo, que bastante herido estoy y ya no quisiera echar más sal a esta cicatriz todavía abierta. Es que este tema del deceso tiene tantos ribetes para tratarlo, tanta agua puede correr muerta bajo el puente de la vida, que como no detenerse y recitar unos vagos pensamientos a la intemperie de la vida, cómo no hacer stop cuando se trata del stop más definitivo y único de nuestra existencia, de nuestro tiempo transcurrido.
Pueden decir mucho cómo es mejor morir, cómo espero e incluso se pueden llevar a cabo debates a contiendas dialécticas sobre esta cuestión, pero nadie es capaz de convencer al otro en estos pensamientos tan arraigados, que más que pensamientos son creencias, creencias de nuestra propia “religión” o de lo más profundo del alma. Aquel podrá convencer a aquel otro, o para animarlo, o para acompañarlo en el mal momento, o más que nada para seguramente expresar algo menos vacío y más sentido que un enorme pésame, que su pariente o amigo tuvo una muerte en paz, porque no sufrió, porque no se dio cuenta que lo último que hacía en esta vida, porque no la pasó en cama desintegrándose de a poquito, dejándose comer la vida por la muerte de a pequeños mordiscones, en pequeñas rasgaduras, en un trabajo de hormiga efectuado por la parca.
Que mejor es dejar de existir así, en un accidente, de repente, sin sufrimiento previo, sin médicos ni tratamientos, sin falsas esperanzas, sin desgaste, sin dolor. Pero, ¿mejor para quién?, preguntaras, para los parientes del occiso seguro que no, que se vieran de repente en una enorme sorpresa, con una noticia  que golpea  desde lo más profundo, que detona llantos y dolores impensados solo un par de horas atrás. Que soportan con hondo sopor una especie de desgarro en el pecho; es la garganta que arde, son los ojos que se hinchan, son las moscas revoloteando en el estomago, es la saliva que no corre, es un nudo marinero en la garganta, las manos que sudan, las piernas que caminan sobre arenas movedizas, los brazos que pesan a los costados, es el corazón galopando, es el alma estrangulada…que ayer dormían al lado de un muerto. Que ayer soñaban sueños compartidos y hoy dejan un sueño partido, que la otra noche compartían proyectos y que hoy deberá proyectar su futuro para no partirse la otra noche. Que ayer eran y hoy es. Y este otro le podrá decir aquel, no.

 Hubiese preferido que hubiese sucedido como a mi abuela, que le agarro esa enfermedad mortal que te va avisando de a poco, que te va internando cada seis meses, luego cada mes, luego todas las semanas y entonces estás preparado, estás alerta, te vas fogueando, te haces a la idea, te das cuenta, te haces falsas esperanzas pero sabes que son falsas.  Y el muerto se va muriendo, aunque ya está muerto mucho antes de dejar de respirar. Es la única oportunidad y vale el juego de palabras, que el muerto tiene de vivir su muerte, de saber que esta viviendo mañana, para morir pasado mañana, que es una cuestión de lotería, de días, o si quieren contarlo de otra manera, faltaran dos semanas o tal vez veinte tubos de suero, o cinco sesiones de quimioterapia, o doce inyecciones de esas que duelen, o siete noches en vela, o tres experimentos de esos médicos o unas cuantas mentiras de la familia, u otros tantos alientos en vano de mis amigos. Podría seguir por infinitas líneas tal vez lo haga, pero no quiero llenarme de nubes de terror y prefiero salir a respirar a la superficie… tomar un poco de aire y volver para encontrar otro final para esta historia del más grande final de todos los finales.

UN PASADO IRREVERSIBLE (Lizkno, J)


Ilustración de Julio César Gómez Penagos


“Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido.” Robi  Williams (El club de los poetas muertos)

Ahora que pienso, es raro que escriba algo empezando por el título, pero hoy, este domingo lluvioso, me ha sucedido así, dando vueltas al tema que podría seguir tratando me ha saltado este título. Y con él puesto como guía comencé a escribir.
Podría decirse que el pasado no es tan maldito ni tan pasado, pero que incierto es el futuro y que a pesar de ser tan incierto como desea, esta vida es caprichosa, me da mucho y me quita más, da alegrías que luego vuelve amargas y nos pone trampas en que los débiles como yo caemos tan fácilmente…y ahora me acuesto, sola, cansada, y tremendamente adolorida con todo lo que implica el dolor, el del alma y el del cuerpo. Un cuerpo cansado que lidia a diario con este duro presente y un alma que intenta a diario olvidar ese oscuro pasado que a toda costa oculto de los demás, porque me avergüenza y podría quitármelo todo en un segundo, todo incluido el presente…todo incluido el futuro.
Pero, supongo que hoy es uno de esos días en que debería estar tranquila, o desanimada, como cualquier domingo. Había pasado un buen rato observando la lluvia por la única ventana que había en mi habitación. Había pasado un buen rato observando cómo cada gota no era suficiente para calmar la ansiedad,  que no dejaba respirar con tranquilidad a mis pulmones. Aquella ventana estaba rociada por gotas de agua condensadas en los cristales de doble filo, que me daban visión a las rejas de un verde pantano donde muchos niños, solían ir a jugar, suponiendo yo que se divertían, así mismo, a una triste terraza, mojada, encharcada donde de vez en cuando se asomaba una anciana, ya poco agotada por los años. Los arboles raquíticos y esqueléticos que observaba en aquella penumbra parecían llorar, pues a cada trueno, caía una hoja marrón, seca, como las lágrimas de mi rostro. Olor ha mojado.
Una visión perversa, perfecta, de un día gris. ¿Nunca has observado cómo se carboniza la madera cuando se quema?, ¿nunca has mirado fijamente el humo de un cigarrillo o la belleza de unos labios carbonizando su interior? Tal vez no, porque la mayoría de las personas no lo hace, tal vez porque algunos no aprecian cada segundo, porque aunque sientan alegría, siguen pensando en ellos mismos. Y cuando sienten soledad creen que el mundo se vuelve contra ellos, cuando en realidad nunca hemos estado solos, pero los que tal vez nos sentimos solos simplemente sonreímos, pues hemos aprendido a llorar por dentro y sonreír por fuera; la soledad tiene belleza…Pero, ¿qué es mínimamente bello? El brillo de la alegría en unos ojos que han llorado por la tristeza, un corazón palpitante de emoción, unos labios diciendo cualquier cosa, un sitio caótico, el canto de una niña desamparada…y si esto es bello, entonces, ¿qué es lo triste? El mundo y sus enfermedades creadas a fuego y leña, es triste sucumbir ante la realidad, es triste ver un color apagado sin vida. Triste, como los domingos, como el llanto de un niño, como el resurgir de una primavera triste después de un invierno alegre.
Aún así no hacemos nada, nada para aliviar la acidez que crece en la garganta cuando no se puede llorar, y se desea…no puedo hacer nada por mis manos cuando ya están temblando, actuando por sí solas. Es inútil observar amuletos, los amuletos no sirven de nada; siempre he pensado, que los mejores amuletos, son las personas que amas. Aunque los defraudemos sabemos que en realidad los amamos, y duele cuando esas personas nos niegan, porque hieren los sentimientos más profundos…
Y así, seguí toda la noche pensando en las tristezas, en las alegrías, en lo absurdo, en lo infame…de repente algo empezaba a calentar mis piernas, entre las rejas empezaba a entrar la luz del sol, observaba como poco a poco las baldosas de la terraza se secaban; y pensar que yo creía que los ángeles llorando provocaban la lluvia.  Eso era lo que yo pensaba, pero a través de los años, la ciencia a pasos agigantados, nos quita esa ilusión que la dulce infancia había creado…esa dulce tristeza.
En el cuarto nefasto en el que me encontraba, donde tan sólo un poco de luz asomaba, donde las voces de los niños que se encontraban atravesando el gran muro de mi habitación pensé: No sé como terminé aquí. No sé cómo me atraparon, no comprendo cómo fue que me encerraron si hasta ayer jugaban alegremente conmigo.  No sé que hice mal, si supiera contar el tiempo podría saber cuánto llevo aquí, pues solo la luz del sol y la luna pasaban por estas cuatro paredes plagadas de cosas extrañas. Recuerdo que todos los días un caballo de madera sin ojos, me contaba que él estaba hecho para llevar personas, pero nunca entendió porque cada vez que quería avanzar se quedaba en el mismo lugar. Sólo sentía como su cuerpo se movía de atrás para adelante sin parar. Nunca vio un rostro, pero sí podía escuchar las risas de los que se montaban en él. De un día para otro este caballo inmóvil fue encerrado en esta pieza oscura al igual que a mí, nadie le dio ninguna explicación.  Siempre le quedó la duda del porqué fue encerrado.  Me quedé muy apenada por la triste historia del caballo, pero me tenía más preocupada la razón de mi encierro.
Recuerdo que de niña además del caballo de madera sin ojos que me acompañaba, tenía una muñeca amiga que adoraba dormir en mi cama, vistiendo sus viejas pijamas y sonriendo al quedarse dormida. Tenía un cuaderno de poemas en donde rimaba mis penas escribiendo infantiles estrofas de sueños, amores y rosas que inventaba gracias a la gran fantasía e imaginación que de niña tenía. Así mismo, gracias a las paredes olor a sílex dibujaba siluetas de seres extraños, que divertían con grandes carcajadas de sonrisas mi soledad. Finalmente, recuerdo la siluetas que todas las noches dibujaba en el techo que intensamente lograba recrear antes de conciliar el sueño… oh! que silueta tan hermosa era la que recreaba, la de una mujer hermosa, que había creado para suplir  la partida de mi madre que me había dejado años atrás, y que ni un adiós fue capaz de decir.
Sin embargo, luego de haber transcurrido muchos años,  en mi doliente adolescencia, se me ocurrió una tarde crearle un nombre a mi madre y escribirle algunos poemas que guardo en un baúl a la espera de que ella algún día regrese.
Desde pequeña siempre he creído que nací por nacer, sin saber a qué venía, vivo huyendo, asustada, buscando refugio, leo... vago en sombras, mi mente me abandona ahogada por la nostalgia, me esmero en vivir aunque agonizo, desato mi tristeza vomitando letras inspiradas en una musa de cristal, torturado por la cruel certeza de que mi madre nunca las leerá.
En este punto soy claro y no tengo dudas, mi soledad me acompaña y mi tristeza me alegra, y por fuerte que parezca, mi soledad necesita sentir algo más, lastimosamente no he sido capaz de lograr tal sensación en ella. Mi tristeza por su parte se encarga de buscar aquello que no está en mí. De repente y sin saberlo, mi soledad necesitaba de una compañía, que curioso pero muchas veces uno hace y siente cosas que están totalmente en contra de nuestra propia naturaleza, pero la compañía que necesitaba mi soledad nunca fue satisfecha por mí, algo que sí logró hacer mi tristeza, mi tristeza era el complemento perfecto para mi soledad, fueron amigas, confidentes, no discutían, lograban una convivencia envidiable, y por demás, en aquella relación tan fuerte, el único que sobraba era yo.
…Fue así que llego el momento que siempre temí, mi tristeza y mi soledad me abandonaban, no necesitaban más de mí, mi tristeza y mi soledad me dejaban, no hay forma de detenerlas, salían sin despedirse, no dejaban esperanza alguna para un reencuentro, para una reconciliación, era el fin de todo, mi tristeza y mi soledad partían sin dejar mayores explicaciones, ya no podría ser tan presumida y decir que estoy sola o que estoy triste, mi soledad se acompañaba de mi tristeza y mi tristeza era feliz. Y si algún día las pueden ver por ahí en la calle, les rogaría a ustedes que les dieran un saludo de mi parte: para mi soledad y mi tristeza de parte mía. ¿Qué será de mí en este mundo?, algunos dirán sin mayor desenfado: allá va la persona sin soledad y sin tristeza, para algunos será un hecho envidiable, para otros será no creíble, pero para mí, para mí es totalmente desconcertante y miserable. Espero encontrarme a mi soledad y a mi tristeza tal y como lo fueron siempre para mí, mi única compañía y mi única alegría. 


Expectro en el desierto (Natalia Bori)

Y qué será de aquellos desconocidos que esperan al borde del camino, en rutas desérticas, áridas, de los que viajan en sus dudas y se detienen en un infinito instante. Dicen los lugareños que son difíciles de divisar… A la distancia, solo se ven sus contornos y a medida que te acercas a esa especie de espectros, se esfuman como tormentas en el desierto… Algunas personas del pueblo más cercano al camino, tuvieron la desgracia o la virtud de percibirlos… porque no es cuestión de mirar con los ojos, me dijo la vieja más vieja del distrito… Digo desgracias de verlos porque todo aquel que vio a uno de ellos, está inmerso en una angustia trascendental que se le instala en sus rostros para nunca más desaparecer… y la virtud es que han develado un misterio criollo…. Hay pocos testimonios, pocas certezas, mucha desconfianza. En fin relatos que van, vienen y se degeneran en la labia del vaya y venga… En este pueblo se comenta que cuando atraviesas el desierto, en cualquier momento del día puede aparecer al borde de la ruta, una especie de figura humana, inmóvil aparenta esperar algo, siempre cabizbajo, mirando tal vez sus tormentos, no hacen dedos ni piden ayuda, no esperan nada de nadie… apenas se ven sus espaldas en sacos de cueros marrones, ni mujer ni hombre, nadie los miró de frente, porque cuando por el retrovisor del auto miras… solo ves el desierto en su inmensidad y nada más… 
Los noctámbulos poetas o borrachines de alcantarillas, dicen que son viajantes que perdieron el destino por algún amor no correspondido, el último que vio a uno, atestigua que colgaba un cartel en su espalda que decía: Viajo hacia una inclemencia eterna por el ninguneo de tu mirada… “Parece que se le escapó la tortuga”, me dijo el contemplador de sucesos.
Al llegar a la ciudad después de un largo viaje y sin poder develar el misterio de por qué existen estos seres, quiénes son, cuál es su propósito, qué buscan, etc… y otras tantas inquietudes que quedaron intrigantes, saqué mis propias conclusiones de lo que había experimentado por esos días: 
Cuando se está en medio de un desierto, a la espera de una ráfaga de viento húmedo que desencadene alguna tormenta, la cosa se complica. Pero todo viajante que se detiene a la vera del camino, se detiene en su incertidumbre; 
Y en el desconcertado horizonte de sus reservadas miradas, se oyen las silenciosas palabras de aduladores de lluvias y vientos foráneos, con palabras envueltas en crapulosos florilegios de opiniones y consejos mermados de vigor (si no son más que transeúntes adeptos al recelo). 
Los viajantes de cabellos sueltos y crispados, que se encuentran a la vera del espanto repiensan la búsqueda por la búsqueda, siempre animados a encontrar en algún rincón inhóspito de la nada dudosa, un cascote insignificante (tal vez cimiento de monumentos condecorados o amontonamiento de cachiquengue). Harapientos y desmedidos defienden sus mañas y no comparten sus soledades, cargan con metáforas portátiles en sus bolsillos para contratar un desvelo en plena noche, y así, seducir a la muerte y brindar con el absurdo. 
Y aunque se encuentren en medio de un desierto, entre tanto cascotes y granitos, ansían por el advenimiento de una copiosa lluvia sabiendo que nunca llegarán, entonces decidirán seguir un rumbo igual al que venían trayendo y se esfuman, desaparecen. Porque sienten que al costado de cualquier camino solo se puede aguardar por un viento occidental que sopla basura y pudra talentos, o se aguarde por una precipitación menuda, que ni alcancen a acariciar la sed de la tierra.

Misantropia I: La Crítica (Lizkno, J)



Hombre de guerras fatales, dejando siempre huellas de dolor y angustia, tú sangre se derrama en todo lo que tocas, tus golpes no dejan vida alguna. Apártate de los de buena alma, aunque ellos también fallan a la humanidad, siempre con desagradable conducta; el rencor y el odio caminan por las calles y se esparce como virus por el aire. Todos se apartan de la vida y la desgracia los acoge. 

Humanos-inhumanos invaden el mundo, Hitler repeló sus fuerzas y el rencor carcomió su alma. Victimas quemadas, golpeadas y privadas de la libertad añoran una segunda oportunidad. Otros por otro lado, filántropos y amantes de la vida surgen de las cenizas y dejan su vida para entregarla a los demás, demostrando su poco interés de "Reciprocidad".

Tú, hombre de pocas agallas pides e imploras a los dioses que den, lo que nunca serás capaz de recibir, pues nunca te das cuenta de lo que te entregan, pues eres tan desagradecido que tus ojos se ciegan ante los regalos. Y qué del hombre que cree tener el mundo comprado, mirando siempre por encima de sus hombros, creyendo que todos a su alrededor se arrodillarán ante su presencia, y qué ironía, guardando sus riquezas, para luego morir desnudo, solo y sin un legado humano de que lo recuerden por ser un "buen hombre", como irónicamente siempre lo deseo. Y qué decir de los religiosos, interpretando mal los escritos de dios, creyendo que refugiarse en su Vaticano y en sus llamadas casas de oración, la humanidad estará bien, los Africanos e Indios muriéndose de hambre y tú comiendo en platos de Oro.

Tú misántropo, critico y criticón del mundo, te sientas esperando a que el mundo cambie, cuando por obligación se debe creer que en el mundo debe existir el bien y el mal, quizás así la vida no sería empalagosa, y como siempre no te cansarías de tener una vida fructífera de paz y armonía. Es que el hombre es el único animal que se cansa de la buena vida, pues nada lo complace y siempre pidiendo más de lo que tiene, poniendo siempre por encima lo material, y luego deprimiéndose porque llega al punto en que este puerco mundo no le interesa y se declaran solos en un mundo donde la sobrepoblación pasa sus límites; Pero que mejor respuesta volverse loco, traspasando el mundo irreal, el mundo donde las voces circundantes traspasan tu mente, castigándote con sus palabras y tú tan impotente, te pierdes en un mundo donde la imaginación por pocos instantes es tu fuente de felicidad; Que la realidad se vaya a la mierda, pues mis amigos de ese mundo paralelo son más perfectos, entonces, te conviertes en ese búho humano, despersonalizado.

Y qué importa, si es que el mundo poco a poco se derrumba y yo...yo en verdad no quiero verlo destruirse...pues no soy arquitecta de tú vida, ni ingeniera del Universo.

Misantropia II: La Respuesta (Lizkno, J)


Kika Cisternas – Misantropía.



Inspirado en tus palabras...

El misántropo a la Humanidad:

- Siento que hay en el hombre un ser que decidió emprender una batalla, y se ha lanzado. Guerreros que aún no se han puesto todos sus colores, pero que saben cuales tienen.

Siento en ustedes humanos, seres que se desenvuelven en su mundo singular exigiéndose. Hay formas de ubicarse en la esquina del Mundo, en la que sentimos nuestro poder, en donde nos desplegamos y no renunciamos a ser críticos del mundo que no nos gusta, pero podemos tejer el destino del que nos gusta.

Eres un humano tan exigente que no ve todas las personas que a su alrededor están dispuestas a trabajar para su mundo y se señalan como solos, cuando en realidad no lo están; pero, que sabe distinguir singularidades aunque no las aprovecha para la construcción que quiere.

Veo un hombre que ha explorado con su pensamiento y con su cuerpo de manera sincera y franca, pensando en encontrar caminos, sin darse cuenta que los caminos propios antes de encontrarse se hacen, desconociendo que la historia del Universo se ha hecho sobre intentos, uno tras otro, no fue de otra forma que la vida surgió y que se perpetúa.

Siento un ser humano joven o anciano, que no quiere darle significado heurístico a sus experiencias y fatalmente las llama errores, un humano joven o anciano, hermoso por dentro y por fuera, que insiste en negarle su reflejo a los espejos, a los ojos que lo ven con amor, un humano que insiste en una espera, en la espera del comienzo de su destino, y el comienzo del destino no vuelve, porque es como un barco que anhela olas, brisas, espumas y nuevas tierras, y tú humano, por estar en la espera, te estás perdiendo de las singladuras que ofrece la vida para crecer, surgir y ser diferente y desafiar la construcción de un mundo diferente, porque tú humano, no eres ordinario, ni plebe, el producto es de tus manos y de tú mente. El Mundo que pisas te necesita, más aún lo demanda...para ser mejor. No quieres entender, que una parte del mundo te extraña, te pide a gritos, te requiere en la batalla, pero tú hombre, necesitas resolver un par de asuntos para responder al llamado.

Finalmente, yo veo un humano, que se ha lanzado al mundo a resolver sus asuntos, que tiene derecho a trastabillar y a devolverse, pero de cualquier manera no le luce el abandono.

UN HOMBRE AUSENTE (Lizkno, J)


No importa cuán estrecho sea el portal, cuán
cargada de castigos la sentencia, soy el amo de
mi destino: soy el capitán de mi alma. (Mandela, N).

Manejando sin rumbo a un horizonte borroso, sentía la pesadez en mis hombros, el cansancio acumulado, la energía pausada, el sueño escondido, viré mi rumbo, sólo niebla, sólo frío, ebria de ausencia. Festejando y llorando como nunca, regodeándome del sufrimiento y presumiéndolo ante mis fantasmas. Le grito a la cara y mi ausencia me devuelve un silencio que se me clava en el estómago, había pasado días buscándome, intentando hallar ese yo perpetuo que había vislumbrado años atrás, pero aún el cuerpo me dolía y me faltaba vomitar el veneno que fui guardando a la espera de que todo esto acabase.
Soy una maldita esclava y adicta al dolor, que desgraciadamente se han adueñado de mi alma blindada por la paciencia indómita y rezagada. Dolor y soledad se han adueñado de mí, siempre están conmigo y de repente, se han convertido en las causantes de mis insomnios, son las musas de mis poemas y cuentos, pero que poco a poco han ido acabando con mi vida, llenando cada espacio, con su desagradable compañía, dejándome sin aire, sin aliento, fastidiando mis sueños cuando logro dormir y apartándome de aquellas esencias humanas, que añoran con ansias mi llegada.
Quisiera introducirme en el túnel de su amparo, donde encuentre el “Rey Soledad” y apoderarme de él, desmantelarlo, desmentirlo y desmaterializarlo, despojarlo de su entierro infinito, y aunque el dolor se ría y se burle de mi argamasa, soy la mano que moldea la búsqueda de esa conexión perdida entre lo profundo que convergen, en la inversa de todas las cosas y en la inversa de toda emocionalidad profunda.
Aunque sé que ahora nada me puede ser dado, conmigo creo que ha de morir la esperanza, incluso las imágenes de mis últimos días, de mis momentos prosteros, que desaparecerán como jirones de bruma en la mañana, ya que sólo quedan sombras. Cenizas de lo que fue una vida extraordinaria.
En hombre ausente me he convertido, y de vuelta tras la inmortalidad, frente a la muerte, al dolor y la soledad; al lado de los lustros y el tiempo infinito que cae encima de mi carne vulnerable. Te seguí. Fue difícil. Y fue magnífico. Fue tragicómico. Pero te rescate. Te libere, mi alma ausente, mi sombra perpetua; te quedaste mirándome, casi como si fuese una gran mentira...Y te seguí en la huida inmóvil hacía el silencio.