jueves, 5 de enero de 2012

ASTRO PURO (José Martí)



De un muerto, que al calor de un astro puro,
De paso por la tierra, como un manto
De oro sintiò sobre sus huesos tibios
El polvo de la tumba, al sol radiante
Resucitò gozoso, viviò un día,
Y se volviò a morir,— son estos versos:

Alma piadosa que a mi tumba llamas 
Y cual la blanca luz de astros de Enero, 
Por el palacio de mi pecho en ruinas 
Entras, e irradias, y los restos fríos 
De los que en él voraces habitaron 
Truecas, oh maga! en candidas palomas:—
Espíritu, pureza, luz, ternura, 
Aves sin pies que el ruido humano espanta, 
Señora de la negra cabellera,

El verso muerto a tu presencia surge 
Como a las dulces horas el rocío 
En el oscuro mar el sol dorado 
Y álzase por el aire, cuanto existe 
Cual su manto en el vuelo recogiendo, 
Y a ti llega, y se postra, y por la tierra 
En colosales pliegues [...........]
Con majestad de púrpura romana. 
Besé tus pies,— te vi pasar: Señora, 
Perfume y luz tiene por fin la tierra! 
El verso aquel que a dentelladas duras 
La vida diaria y ruin me remordía 
Y en ásperos retazos, de mis secos 
Y codiciosos labios se exhalaba, 
Ora triunfante y melodioso bulle, 
Y como ola de mar al sol sereno 
Bajo el espacio azul rueda en espuma:
Oh mago, oh mago amor!
Ya compañía 
Tengo para afrontar la vida eterna:
Para la hora de la luz, la hora 
De reposo y de flor, ya tengo cita.

Esto diciendo, los abiertos brazos 
Tendiò el cantor, como a abrazar. El vivo 
Amor que su viril estrofa mueve 
Sòlo durò lo que la estrofa dura:
Alma infeliz el alma ardiente, aquélla
En que el ascua más leve alza un incendio
[...........""..........] y el sueño 

Que vio esplender, y quiso asir, hundiòse 
Como un águila muerta: el ígneo, el [...] 
Callò, brillò, volviò solo a su tumba.

MUJERES (José Martí)


1
Ésta, es rubia: ésa, oscura: aquélla, extraña 
Mujer de ojos de mar y cejas negras:
Y una cual palma egipcia alta y solemne 
Y otra como un canario gorjeadora. 
Pasan, y muerden: los cabellos luengos 
Echan, como una red: como un juguete
La lánguida beldad ponen al labio 
Casto y febril del amador que a un templo 
Con menos devociòn que al cuerpo llega 
De la mujer amada: ella, sin velos. 
Yace, y a su merced; —él, casto y mudo 
En la inflamada sombra alza dichoso 
Como un manto imperial de luz de aurora. 
Cual un pájaro loco en tanto ausente 
En frágil rama y en menudas flores 
De la mujer el alma travesea:
Noble furor enciende al sacerdote 
Y a la insensata, contra el ara augusta 
Como una copa de cristal rompiera:— 
Pájaros, sòlo pájaros: el alma 
Su ardiente amor reserve al universo.

2

Vino hirviente es amor: del vaso afuera, 
Echa, brillando al Sol, la alegre espuma:

Y en sus claras burbujas, desmayados 
Cuerpos, rizosos niños, cenadores 
Fragantes y amistosas alamedas 
Y juguetones ciervos se retratan:
De joyas, de esmeraldas, de rubíes, 
De ònices y turquesas y del duro 
Diamante al fuego eterno derretidos, 
Se hace el vino satánico: Mañana 
El vaso sin ventura que lo tuvo 
Cual comido de hienas, y espantosa 
Lava mordente se verá quemado.

3

Bien duerma, bien despierte, bien recline— 
Aunque no lo reclino— bien de hinojos, 
Ante un niño que llega el cuerpo doble 
Que no se dobla a viles y a tiranos, 
Siento que siempre estoy en pie: —si suelo 
Cual del niño en los rizos suele el aire 
Benigno, en los piadosos labios tristes 
Dejar que vuele una sonrisa, —es fijo
Así, sépalo el mozo, así sonríen 
Cuantos nobles y crédulos buscaron 
El sol eterno en la belleza humana. 
Sòlo hay un vaso que la sed apague 
De hermosura y amor: Naturaleza 
Abrazos deleitosos, híbleos besos 
A sus amantes pròdiga regala.

4

Para que el hombre los tallara puso
El monte y el volcán Naturaleza,—
El mar, para que el hombre ver pudiese
Que era menor que su cerebro,— en horno
Igual, sol, aire y hombres elabora.
Porque los dome, el pecho al hombre inunda
Con pardos brutos y con torvas fieras.
¡Y el hombre, no alza el monte: no en el libre
Aire, ni en sol magnífico se trueca:
Y en sus manos sin honra, a las sensuales 
Bestias del pecho el corazòn ofrece:
A los pies de la esclava vencedora:
El hombre yace, deshonrado, muerto.

ESTROFA NUEVA (José Martí)


Cuando, oh Poesía, 
Cuando en tu seno reposar me es dado!— 
Ancha es y hermosa y fúlgida la vida:
Que éste o aquél o yo vivamos tristes, 
Culpa de éste o aquél será, o mi culpa! 
Nace el corcel, del ala más lejano 
Que el hombre, en quien el ala encumbradora 
Ya en los ingentes brazos se diseña:
Sin más brida el corcel nace que el viento 
Espoleador y flameador,— al hombre 
La vida echa sus riendas en la cuna! 
Si las tuerce o revuelve, y si tropieza 
Y da en atolladero, a sí se culpe 
Y del incendio o del zarzal redima 
La destrozada brida: sin que al noble 
Sol y [.................] vida desafíe.
De nuestro bien o mal autores somos,
Y cada cual autor de sí: la queja
A la torpeza y la deshonra añade
De nuestro error: cantemos, sí, cantemos
Aunque las hidras nuestro pecho roan
El Universo colosal y hermoso!

Un obrero tiznado, una enfermiza
Mujer, de faz enjuta y dedos gruesos:
Otra que al dar al sol los entumidos 
Miembros en el taller, como una egipcia 
Voluptuosa y feliz, la saya burda 
Con las manos recoge, y canta, y danza:
Un niño que, sin miedo a la ventisca,

Como el soldado con el arma al hombro, 
Va con sus libros a la escuela: el denso 
Rebaño de hombres que en silencio triste 
Sale a la aurora y con la noche vuelve 
Del pan del día en la difícil busca,— 
Cual la luz a Memnòn, mueven mi lira. 
Los niños, versos vivos, los heroicos 
Y pálidos ancianos, los oscuros 
Hornos donde en bridòn o tritòn truecan 
Los hombres victoriosos las montañas 
Astiánax son y Andròmaca mejores, 
Mejores, si, que los del viejo Homero.

Naturaleza siempre viva: el mundo 
De minotauro yendo a mariposa 
Que de rondar el sol enferma y muere:
Dejad, por Dios, que la mujer cansada 
De amar, con leche y menjurjes 
Su piel rugosa y su verdad restaure, 
Repíntense las viejas: la doncella 
Con rosas naturales se corone:— 
La sed de luz, que como el mar salado 
La de los labios, con el agua amarga 
De la vida se irrita: la columna 
Compacta de asaltantes, que sin miedo, 
Al Dios de ayer en los desnudos hombros 
La mano libre y desferrada ponen,—

Y los ligeros pies en el vacío,— 
Poesía son, y estrofa alada, y grito 
Que ni en tercetos ni en octava estrecha 
Ni en remilgados serventesios caben:

Vaciad un monte,— en tajo de Sol vivo 
Tallad un plectro: o de la mar brillante 
El seno rojo y nacarado, el molde 
De la triunfante estrofa nueva sea!

Como nobles de Nápoles, fantasmas
Sin carne ya y sin sangre, que en palacios
Muertos y oscuros con añejas chupas
De comido blasòn, a paso sordo
Andan, y al mundo que camina enseñan
Como un grito sin voz la seca encía,
Así, sobre los árboles cansados,
Y los ciriales rotos, y los huecos
De oxidadas diademas, duendecillos
Con chupa vieja y metro viejo asoman!
No en tronco seco y muerto hacen sus nidos,
Alegres recaderos de mañana,
Las lindas aves, cuerdas y gentiles:
Ramaje quieren suelto y denso, y tronco 
Alto y robusto, en fibra rico y savia. 
Mas con el sol se alza el deber: se pone 
Mucho después que el sol: de la hornería 
Y su batalla y su fragor cansada 
La mente plena en el rendido cuerpo, 
Atormentada duerme, —como el verso 
Vivo en los aires, por la lira rota 
Sin dar sonidos desolado pasa!

Perdona, pues, oh estrofa nueva, el tosco 
Alarde de mi amor. Cuando, oh Poesía, 
Cuando en tu seno reposar me es dado.

HE VIVIDO: ME HE MUERTO... (José Martí)


He vivido: me he muerto: y en mi andante 
Fosa sigo viviendo: una armadura 
Del hierro montaraz del siglo octavo, 
Menos, sí, menos que mi rostro pesa. 
Al cráneo inquieto lo mantengo fijo

Porque al rodar por tierra el mar de llanto 
[............................], no asombre.
Quejarme, no me quejo: que es de lacayos 
Quejarse, y de mujeres, 
Y de aprendices de la trova, manos 
Nuevas en liras viejas: —Pero vivo 
Cual si mi ser entero en un agudo 
Desgarrador sollozo se exhalara.— 
De tierra, a cada sol mis restos propios 
Recojo, en junto los apilo, a rastras 
A la implacable luz y a los voraces 
Hombres cual si viviesen los paseo:
Mas si frente a la luz me fuese dado
Como en la sombra donde duermo, al polvo
Mis disfraces echar, viérase súbito
Un cuerpo sin calor venir a tierra
Tal como un monte muerto que en sus propias
Inanimadas faldas se derrumba.

He vivido: al deber juré mis armas
Y ni una vez el sol doblò las cuestas 
Sin que mi lidia y mi victoria viere:— 
Ni hablar, ni ver, ni pensar yo quisiera! 
Cruzados ambos brazos, como en nube 
Parda, en mortal sosiego me hundiría. 
De noche, cuando al sueño a sus soldados 
En el negro cuartel llama la vida, 
La espalda vuelvo a cuanto vive: al muro 
La frente doy, y como jugo y copia 
De mis batallas en la tierra miro— 
La rubia cabellera de una niña 
Y la cabeza blanca de un anciano!

ÁGUILA BLANCA (José Martí)


De pie, cada mañana, 
Junto a mi áspero lecho está el verdugo.—

Brilla el sol, nace el mundo, el aire ahuyenta
Del cráneo la malicia,— 
Y mi águila infeliz, mi águila blanca
Que cada noche en mi alma se renueva,
Al alba universal las alas tiende
Y camino del sol emprende el vuelo.
Y silencioso el bárbaro verdugo
De un nuevo golpe de puñal le quiebra
El fuerte corazòn cada mañana.
Y en vez del claro vuelo al sol altivo
Por entre pies, ensangrentada, rota,
De un grano en busca el águila rastrea.

Oh noche, sol del triste, amable seno
Donde su fuerza el corazòn revive,
Perdura, apaga el sol, toma la forma
De mujer, libre y pura, a que yo pueda
Ungir tus pies, y con mis besos locos
Ceñir tu frente y calentar tus manos.
Líbrame, eterna noche, del verdugo,
O dale, a que me dé, con la primera
Alba, una limpia y redentora espada.
Que con qué la has de hacer? Con luz de estrellas!

¡OH, MARGARITA! (José Martí)


Una cita a la sombra de tu oscuro 
Portal donde el friecillo nos convida 
A apretarnos los dos, de tan estrecho 
Modo, que un solo cuerpo los dos sean:
Deja que el aire zumbador resbale, 
Cargado de salud, como travieso 
Mozo que las corteja, entre las hojas,
Y en el pino 
Rumor y majestad mi verso aprenda. 
Sòlo la noche del amor es digna. 
La oscuridad, la soledad convienen. 
Ya no se puede amar, ¡oh Margarita!

SED DE BELLEZA (José Martí)


Solo, estoy solo: viene el verso amigo, 
Como el esposo diligente acude 
De la erizada tòrtola al reclamo. 
Cual de los altos montes en deshielo 
Por breñas y por valles en copiosos 
Hilos las nieves desatadas bajan— 
Así por mis entrañas oprimidas 
Un balsámico amor y una avaricia 
Celeste de hermosura se derraman. 
Tal desde el vasto azul, sobre la tierra, 
Cual si de alma de virgen la sombría 
Humanidad sangrienta perfumasen, 
Su luz benigna las estrellas vierten 
Esposas del silencio! —y de las flores 
Tal el aroma vago se levanta.

Dadme lo sumo y lo perfecto: dadme 
Un dibujo de Angelo: una espada 
Con puño de Cellini, más hermosa 
Que las techumbres de marfil calado 
Que se place en labrar Naturaleza.


El cráneo augusto dadme donde ardieron 
El universo Hamlet y la furia 
Tempestuosa del moro: —la manceba
India que a orillas del ameno río 
Que del viejo Chichén los muros baña 
A la sombra de un plátano pomposo 
Y sus propios cabellos, el esbelto 
Cuerpo bruñido y nítido enjugaba. 
Dadme mi cielo azul... dadme la pura 
Alma de mármol que al soberbio Louvre 
Dio, cual su espuma y flor, Milo famosa.

ISLA FAMOSA (José Martí)


Aquí estoy, solo estoy, despedazado. 
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran, 
Y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
Los vapores del mar la roca ciñen:
Sacra angustia y horror mis ojos comen:
A qué, Naturaleza embravecida,
A qué la esteril soledad en torno
De quien de ansia de amor rebosa y muere?
Dònde, Cristo sin cruz, los ojos pones?
Dònde, oh sombra enemiga, dònde el ara
Digna por fin de recibir mi frente?
En pro de quién derramaré mi vida?

—Rasgòse el velo: por un tajo ameno 
De claro azul, como en sus lienzos abre 
Entre mazos de sombra Díaz famoso, 
El hombre triste de la roca mira 
En lindo campo tropical, galanes 
Blancos, y Venus negras, de unas flores 
Fétidas y fangosas coronados:


Danzando van: a cada giro nuevo 
Bajo los muelles pies la tierra cede! 
Y cuando en ancho beso los gastados 
Labios sin lustre ya, trémulos juntan, 
Sáltanle de los labios agoreras 
Aves tintas en hiel, aves de muerte.

YUGO Y ESTRELLA (José Martí)


Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso 
De mí y de la Creaciòn suma y reflejo, 
Pez que en ave y corcel y hombre se torna, 
Mira estas dos, que con dolor te brindo, 
Insignias de la vida: ve y escoge. 
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta 
Servicio a los señores, duerme en paja 
Caliente, y tiene rica y ancha avena. 
Ésta, oh misterio que de mí naciste 
Cual la lumbre naciò de la montaña, 
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:
Como que riega luz, los pecadores 
Huyen de quien la lleva, y en la vida, 
Cual un monstruo de crímenes cargado, 
Todo el que lleva luz, se queda solo. 
Pero el hombre que al buey sin pena imita, 
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto 
La escala universal de nuevo empieza. 
El que la estrella sin temor se ciñe, 
Como que crea, crece!
Cuando al mundo 
De su copa el licor vaciò ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta 
Fiesta humana, sacò contento y grave 
Su propio corazòn: cuando a los vientos 
De Norte y Sur virtiò su voz sagrada,— 
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,

Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!

—Dame el yugo, oh mi madre, de manera 
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente 
Mejor la estrella que ilumina y mata.

MEDIA NOCHE (José Martí)


Oh, qué vergüenza!: —El sol ha iluminado 
La tierra: el amplio mar en sus entrañas 
Nuevas columnas a sus naves rojas 
Ha levantado: el monte, granos nuevos 
Juntò en el curso del solemne día 
A sus jaspes y breñas: en el vientre 
De las aves y bestias nuevos hijos 
Vida, que es forma, cobran: en las ramas 
Las frutas de los árboles maduran:— 
Y yo, mozo de gleba, he puesto sòlo, 
Mientras que el mundo gigantesco crece, 
Mi jornal en las ollas de la casa!

Por Dios, que soy un vil!:— No en vano el sueño 
A mis pálidos ojos es negado! 
No en vano por las calles titubeo 
Ebrio de un vino amargo, cual quien busca 
Fosa ignorada donde hundirse, y nadie 
Su crimen grande y su ignominia sepa!
No en vano el corazòn me tiembla ansioso 
Como el pecho sin calma de un malvado!

El cielo, el cielo, con sus ojos de oro
Me mira, y ve mi cobardía, y lanza
Mi cuerpo fugitivo por la sombra
Como quien loco y desolado huye 
De un vigilante que en sí mismo lleva! 
La tierra es soledad! la luz se enfría! 
Adonde iré que este volcan se apague? 
Adonde iré que el vigilante duerma?

Oh, sed de amor! —oh, corazòn, prendado 
De cuanto vivo el Universo habita;

Del gusanillo verde en que se trueca 
La hoja del árbol: —del rizado jaspe 
En que las ondas de la mar se cuajan:— 
De los árboles presos, que a los ojos 
Me sacan siempre lágrimas: —del lindo 
Bribòn gentil que con los pies desnudos 
En fango o nieve, diario o flor pregona. 
Oh, corazòn, —que en el carnal vestido 
No hierros de hacer oro, ni belfudos 
Labios glotones y sensuosos mira,— 
Sino corazas de batalla, y hornos 
Donde la vida universal fermenta!—

Y yo, pobre de mí!, preso en mi jaula, 
La gran batalla de los hombres miro!— 
[1878]

POMONA (José Martí)


Oh, ritmo de la carne, oh melodía, 
Oh licor vigorante, oh filtro dulce 
De la hechicera forma! —no hay milagro 
En el cuento de Lázaro, si Cristo 
Llevò a su tumba una mujer hermosa!

Qué soy— quién es, sino Memnòn en donde 
Toda la luz del Universo canta,— 
Y cauce humilde en que van revueltas, 
Las eternas corrientes de la vida? —
Iba,— como arroyuelo que cansado 
De regar plantas ásperas fenece, 
Y, de amor por el Sol noble transido, 
A su fuego con gozo se evapora:
Iba, —cual jarra que el licor ligero 
Hinche, sacude, en el fermento rompe, 
Y en silenciosos hilos abandona:
Iba,— cual gladiador que sin combate 
Del incòlume escudo ampara el rostro 
Y el cuerpo rinde en la ignorada arena 
...Y súbito,— las fuerzas juveniles 
De un nuevo mar, el pecho rebosante 
Hinchen y embargan,— el cansado brío 
Arde otra vez,— y puebla el aire sano 
Música suave y blando olor de mieles! 
Porque a mis ojos los fragantes brazos 
En armònico gesto alzò Pomona.

COPA CICLÓPEA (José Martí)


El sol alumbra: ya en los aires miro 
La copa amarga: ya mis labios tiemblan, 
—No de temor, que prostituye,— de ira!... 
El Universo, en las mañanas alza 
Medio dormido aún de un dulce sueño 
En las manos la tierra perezosa, 
Copa inmortal, donde 
Hierven al sol las fuerzas de la vida!— 
Al niño triscador, al venturoso 
De alma tibia y mediocre, a la fragante 
Mujer que con los ojos desmayados 
Abrirse ve en el aire extrañas rosas, 
Iris la tierra es, roto en colores,— 
Raudal que juvenece, y rueda limpio 
Por perfumado llano, y al retozo 
Y al desmayo después plácido brinda!— 
Y para mí, porque a los hombres amo 
Y mi gusto y mi bien terco descuido, 
La tierra melancòlica aparece 
Sobre mi frente que la vida bate, 
De lúgubre color inmenso yugo! 
La frente encorvo, el cuello manso inclino, 
Y, con los labios apretados, muero.

FLORES DEL CIELO (José Martí)


Leí estos versos de Ronsard:
«Je vous envoie un bouquet que ma main 
Vient de trier de ces fleurs épanouies», 
y escribí esto: 

Flores? No quiero flores! Las del cielo 
Quisiera yo segar!
Cruja, cual falda 
De monte roto, esta cansada veste 
Que me encinta y engrilla con sus miembros 
Como con sierpes,— y en mi alma sacian 
Su hambre, y asoman a la cueva lòbrega 
Donde mora mi espíritu, su negra 
Cabeza, y boca roja y sonriente!— 
Caiga, como un encanto, este tejido 
Enmarañado, de raíces! —Surjan 
Donde mis brazos alas,— y parezca 
Que, al ascender por la solemne atmòsfera, 
De mis ojos, del mundo a que van llenos, 
Ríos de luz sobre los hombres rueden!

Y huelguen por los húmedos jardines 
Bardos tibios segando florecillas:— 
Yo, pálido de amor, de pie en las sombras, 
Envuelto en gigantesca vestidura 
De lumbre astral, en mi jardín, el cielo, 
Un ramo haré magnífico de estrellas:
¡No temblará de asir la luz mi mano!;

Y buscaré, donde las nubes duermen, 
Amada, y en su seno la más viva 
Le prenderé, y esparciré las otras 
Por su áurea y vaporosa cabellera.

BOSQUE DE ROSAS (José Martí)


Allí despacio te diré mis cuitas;
Allí en tu boca escribiré mis versos!— 
Ven, que la soledad será tu escudo! 
Pero, si acaso lloras, en tus manos 
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas 
Borraré los extraños versos míos.

Sufrir ¡tú a quien yo amo, y ser yo el casco 
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
Oh, la sangre del alma, tú la has visto? 
Tiene manos y voz, y al que la vierte 
Eternamente entre la sombra acusa. 
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres 
De almas, y hay villanos matadores! 
Al bosque ven: del roble más erguido 
Un pilòn labremos, y en el pilòn 
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Esta es la lidia humana: la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
Pues los hombres soberbios ¿no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta, y mi furor domado.—
Ven, a callar; a murmurar; al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre—
Y la virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, las que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar ¡qué orgullo al pecho queda
Y còmo en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! Pues hay tormento
Como aquél, sin amar, de hablar de amores!
Ven, que allí triste iré, pues yo me veo! 
Ven, que la soledad será tu escudo!

Canto de Otoño (José Martí)


Bien; ya lo sé!: -la muerte está sentada
A mis umbrales: cautelosa viene,
Porque sus llantos y su amor no apronten
En mi defensa, cuando lejos viven
Padres e hijo.-al retornar ceñudo
De mi estéril labor, triste y oscura,
Con que a mi casa del invierno abrigo,
De pie sobre las hojas amarillas,
En la mano fatal la flor del sueño,
La negra toca en alas rematada,
Ávido el rostro, - trémulo la miro
Cada tarde aguardándome a mi puerta
En mi hijo pienso, y de la dama oscura
Huyo sin fuerzas devorado el pecho
De un frenético amor! Mujer más bella
No hay que la muerte!: por un beso suyo
Bosques espesos de laureles varios, 
Y las adelfas del amor, y el gozo
De remembrarme mis niñeces diera!
...Pienso en aquél a quien el amor culpable
trajo a vivir, - y, sollozando, esquivo 
de mi amada los brazos: - mas ya gozo
de la aurora perenne el bien seguro.
Oh, vida, adios: - quien va a morir, va muerto.
Oh, duelos con la sombra: oh, pobladores
Ocultos del espacio: oh formidables
Gigantes que a los vivos azorados
Mueren, dirigen, postran, precipitan!
Oh, cónclave de jueces, blandos sólo
A la virtud, que nube tenebrosa, 
En grueso manto de oro recogidos,
Y duros como peña, aguardan torvos
A que al volver de la batalla rindan
-como el frutal sus frutos-
de sus obras de paz los hombres cuenta,
de sus divinas alas!... de los nuevos
árboles que sembraron, de las tristes
lágrimas que enjugaron, de las fosas
que a los tigres y vívoras abrieron,
y de las fortalezas eminentes
que al amor de los hombres levantaron!
¡esta es la dama, el Rey, la patria, el premio
apetecido, la arrogante mora
que a su brusco señor cautiva espera
llorando en la desierta espera barbacana!:
este el santo Salem, este el Sepulcro 
de los hombres modernos:-no se vierta
más sangre que la propia! No se bata
sino al que odia el amor! Únjase presto
soldados del amor los hombres todos!:
la tierra entera marcha a la conquista
De este Rey y señor, que guarda el cielo!
...Viles: el que es traidor a sus deberes.
Muere como traidor, del golpe propio
De su arma ociosa el pecho atravesado!
¡Ved que no acaba el drama de la vida
En esta parte oscura! ¡Ved que luego
Tras la losa de mármol o la blanda
Cortina de humo y césped se reanuda
El drama portentoso! ¡y ved, oh viles,
Que los buenos, los tristes, los burlados,
Serán een la otra parte burladores!
Otros de lirio y sangre se alimenten:
¡Yo no! ¡yo no! Los lóbregos espacios
rasgué desde mi infancia con los tristes 
Penetradores ojos: el misterio
En una hora feliz de sueño acaso
De los jueces así, y amé la vida
Porque del doloroso mal me salva
De volverla a vivi. Alegremente
El peso eché del infortunio al hombro:
Porque el que en huelga y regocijo vive
Y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
Penas de la virtud, irá confuso
Del frío y torvo juez a la sentencia,
Cual soldado cobarde que en herrumbre
Dejó las nobles armas; ¡y los jueces
No en su dosel lo ampararán, no en brazos
Lo encumbrarán, mas lo echarán altivos
A odiar, a amar y a batallar de nuevo
En la fogosa y sofocante arena!
¡Oh! ¿qué mortal que se asomó a la vida
vivir de nuevo quiere? ...
Puede ansiosa
La Muerte, pues, de pie en las hojas secas,
Esperarme a mi umbral con cada turbia
Tarde de Otoño, y silenciosa puede
Irme tejiendo con helados copos
Mi manto funeral.
No di al olvido
Las armas del amor: no de otra púrpura
Vestí que de mi sangre.
Abre los brazos, listo estoy, madre Muerte:
Al juez me lleva!
Hijo!...Qué imagen miro? qué llorosa 
Visión rompe la sombra, y blandamente
Como con luz de estrella la ilumina?
Hijo!... qué me demandan tus abiertos
Brazos? A qué descubres tu afligido 
Pecho? Por qué me muestran tus desnudos
Pies, aún no heridos, y las blancas manos
Vuelves a mí?
Cesa! calla! reposa! Vive: el padre
No ha de morir hasta que la ardua lucha
Rico de todas armas lance al hijo!-
Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas
De los abrazos de la muerte oscura
Y de su manto funeral me libren!

Versos Libres (José Martí)


Hierro
Ganado tengo el pan: hágase el verso,-
Y en su comercio dulce se ejercite
La mano, que cual prófugo perdido
Entre oscuras malezas, o quien lleva
A rastra enorme peso, andaba ha poco
Sumas hilando y revolviendo cifras.
Bardo ¿consejo quieres? Pues descuelga
de la pálida espalda ensangrentada
El arpa dívea, acalla los sollozos
Que a tu garganta como mar en furia
Se agolparán, y en la madera rica
Taja plumillas de escritorio y echa 
Las cuerdas rotas al movible viento.
¡ Oh alma!, ¡oh, alma buena! ¡mal oficio
Tienes!: ¡póstrate, calla, cede, lame
Manos de potentado, ensalza, excusa
Defectos, tenlos –que es mejor manera
De excusarlos, y mansa y temerosa
Vicios celebra, encumbra vanidades:
Verás entonces, alma, cuál se trueca
En plato de oro rico tu desnudo
Plato de pobre!
Pero guarda ¡oh alma!
¡Que usan los hombres hoy oro empañado!
Ni de esos cures, que fabrican de oro
Sus joyas el bribón y el barbilindo:
Las armas no, -las armas son de hierro!
Mi mal es rudo: la ciudad lo encona:
Lo alivia el campo inmenso: ¡otro más vasto
Lo aliviará mejor! –Y las oscuras
Tardes me atraen, cual si mi patria fuera
La dilatada sombra.
Era yo niño-
Y con filial amor miraba al cielo,
¡Cuán pobre a mi avaricia el descuidado
Cariño del hogar! ¡Cuán tristemente
Bañado el rostro ansioso en llanto largo
Con mis ávidos ojos perseguía
La madre austera, el padre pensativo
Sin que jamás los labios ardorosos
Del corazón voraz la sed saciasen.
¡ Oh verso amigo, 
Muero de soledad, de amor me muero!
No de vulgar amor; estos amores
Envenenan y ofuscan: no es hermosa
La fruta en la mujer, sino la estrella
La tierra ha de ser luz, y todo vivo 
Debe en torno de sí dar lumbre de astro.
¡ oh, estas damas de muestra ¡ ¡oh, estas copas
de carne! ¡oh, estas siervas, ante el dueño
que las ennjoya y que las nutre echadas!
¡ te digo, oh verso, que los dientes duelen
de comer de esta carne!
Es de inefable
Amor del que yo muero, -del muy dulce
Menester de llevar, como se lleva
Un niño tierno en las cuidadosas manos,
Cuanto de bello y triste ven mis ojos.
Del sueño, que las fuerzas no repara
Sino de los dichosos, y a los tristes
El duro humor y la fatiga aumenta,
Salto, al Sol, como un ebrio. Con las manos
Mi frente oprimo, y de los turbios ojos
Brota raudal de lágrimas. ¡ Y miro
El Sol tan bello y mi desierta alcoba,
Y mi virtud inútil, y las fuerzas
Que cual tropel famélico de hirsutas
Fieras saltan de mí buscando empleo;
Y el aire hueco palpo, y en el muro
Frío y desnudo el cuerpo vacilante
Apoyo, y en el cráneo estremecido
En agonía flota el pensamiento,
Cual leño de bajel despedazado
Que el mar en furia a playa ardiente arroja!
¡ Y echo a andar, como un muerto que camina,
Loco de amor, de soledad, de espanto!
¡Amar, agobia! ¡es tósigo el exceso
de amor! Y la prestada casa oscila
Cual barco en tempestad: en el destierro
Naúfrago es todo hombre, y toda casa
Inseguro bajel, al mar vendido!
 
¡Sólo las flores del paterno prado
Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias
Del sol amparan! Como en vaga nube
Por suelo extraño se anda; las miradas
Injurias nos parecen, y el sol mismo,
¡Más que en grato calor, enciende en ira!
¡No de voces queridas puebla el eco
los aires de otras tierras: y no vuelan
del arbolar espeso entre las ramas
los pálidos espíritus amados!
De carne viva y profanadas frutas
Viven los hombres, -¡ay! mas el proscripto
¡ De sus entrañas propias se alimenta!
¡ Tiranos: desterrad a los que ancalzan
el honor de vuestro odio: ya son muertos!
Valiera más ¡ oh barbaros! que al punto
De arrebatarlos al hogar, hundiera
En lo más hondo de su pecho honrado
Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!
Grato es morir, horrible, vivir muerto.
Mas no! mas no! La dicha es una prenda
De compasión de la fortuna al triste
Que no sabe domarla: a sus mejores
Hijos desgracias da naturaleza:
Fecunda el hierro al llano, el golpe al hierro!

Valle Lozano (José Martí)


Dígame mi labriego Otros, con dagas grandes
¿Cómo es que ha andado Mi pecho araron:
En esta noche lóbrega Pues, ¿qué hierro es el tuyo
Este hondo campo? Que no hace daño?
Dígame de qué flores Y esto dije -y el niño
Untó el arado Riendo me trajo
Que la tierra olorosa En sus dos manos blancas
Trasciende a nardos? Un beso casto.
Dígame de qué ríos
Regó ese prado,
Que era un valle muy negro
Y ora es lozano?

Penachos Vívidos (José Martí)


Como taza en que hierve Ora en carreras locas,
De transparente vino O en sonoros relinchos,
En doradas burbujas O sacudiendo el aire
El generoso espíritu; El crinaje magnífico;-
Como inquieto mar joven Asi mis pensamientos
Del cauce nuevo henchido Rebosan en mí vividos,
Rebosa, y por las playas Y en crespa espuma de oro
Bulle y muere tranquilo; Besan tus pies sumisos,
O en fúlgidos penachos
Como manada alegre De varios tintes ricos,
De bellos potros vivos Se mecen y se inclinan
Que en la mañana clara Cuando tú pasas -hijo!
Muestran su regocijo