domingo, 23 de enero de 2011

A mi madre (Henrique Heine)


Siempre he llevado la cabeza erguida,
siempre fue mi carácter recio y bravo;
y aún frente a frente del monarca mismo,
nunca mis fieros ojos se bajaron.

Mas, confesarlo debo ¡oh madre mia!
Si en tu presencia angelical me hallo,
mi soberbia altivez desaparece,
y humilde tiemblo a tu amoroso lado.

¿Es tu alma, acaso, que en secreto impulso
me rinde... tu alma noble que a lo alto
el vuelo tiende, y lo penetra todo?

¿O es quizás, el recuerdo de que, ingrato,
heri una vez tu corazón sencible,
el tierno corazón que me ama tanto?

Loco una vez, abandone tu lado
y al mundo me lancé tras la divina
ilución del amor, que en mis ardientes
amantes sueños realizar queria.

Busqué el amor por todos los caminos
lo mendigué con alma adolorida
de puerta en puerta; y sólo obtuve, sólo,
frio en el corazón, odios y risas,

Y ¡oh, sorpresa feliz, madre querida
vi en tus ojos brillar eterno y puro
el santo amor conque soñado habia.

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