manzanas. Y
para qué, azules. No obstante, el salmón
de la alberca llegó del mar
y los niños
hablan de unas dalias mínimas que crecen en
sus agallas. Y qué piden: bocanadas
de aroma
y el viejo subterfugio inmóvil de las piedras.
Y el pájaro
inconcebible
que abrevó en el más tiempo légamo de los
pozos. En sus bosques
inversos
reposa aquel pájaro y su ave inunda el
paladar azul de los niños que
retozan
y braman
como una fuga de órganos altivos entre
la arborescencia
de los viveros.
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