viernes, 10 de diciembre de 2010

Loco declarado (Eduardo Heilbron)

A veces doy por sentado
que la locura esta de mi lado.
Mas no me siento liberado ni atrapado
cuando solo o acompañado
salgo corriendo por sus prados.

Sin tristeza al verme derrotado
si en el mercado sale caro
pagar el precio más codiciado.

Pierdo noción del pasado,
el sueño y el tiempo me vienen mezclado.

Me siento buscado por el vago
ahí tirado con el que nunca he hablado.

Voy extraviado en este país raro
donde mas trabaja el mas castigado
y el orden esta influenciado
por lo que dicen los dados.

Y soy acusado por despistado cuando pierdo algo que he comprado.
¿estaré condenado a vivir juzgado?
Pocas veces lo hablado es inventado
siempre es prestado de lo que has escuchado
de aquel que esta a tu costado.

Voy a decir algo por la gente con mi estado,
el que de loco fue catalogado
no tiene por que llevar en su rabo
el peso pesado de ser malvado;
no son sinónimos ni es su significado,
ni siquiera creo que estén relacionados.

No se que me ha pasado,
de escribir esto estoy cansado,
o el sueño me habrá atrapado,
igual solo quería dejar en claro,
que la locura esta de mi lado.

ALMA DESNUDA - ALFONSINA STORNI

Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
Con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia,
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega,

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.

CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA - RUBÉN DARÍO

Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;

y muy siglo dieciocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinitas.

Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan la fragancia...
una fragancia de melancolía...

Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.

En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó de mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.

Y tímida, ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...

Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de "te adoro", de "¡ay!" y de suspiro.

Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas.

Con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.

Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa varleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;

Todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...
Si hay un alma sincera, ésa es la mía.

La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.

Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.

Mas, por la gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.

Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.

¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuyo virtud vence al destino!

Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.

Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.

Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.

El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.

Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El Arte puro como Cristo exclama:
¡Ego sum lux et veritas et vita!

Y la vida es misterio, la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.

Por eso ser sincero es ser potente;
de desnuda que está, brilla la estrella;
el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.

Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horro de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.

Del crepúsculo azul que da la pauta\
que los celestes éxtasis inspira,
bruma y tono menor ¡toda la flauta!,
y Aurora, hija del Sol ¡toda la lira!

Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.

La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
si triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... ¡la caravana pasa!

Paisaje de Navidad (Laurie Lee)


Esta noche el viento roe
Con los dientes de vidrio,
Los escalofríos grajo
En las ramas jaula de hierro,
Las estrellas tienen garras.
Hay hambre en la boca
De ratón de campo y el tejón,
Plata agonías de la respiración
En la ventana de la nariz del zorro,
Hielo en la pata del conejo.
Esta noche no tiene luna
No hay comida para el peregrino;
Árbol de fruto que está desnudo,
El arbusto color de rosa una espina
Y el suelo es amargo con piedras.
Pero el topo duerme, y el erizo
Se encuentra curvado en el vientre de una de las hojas,
El grano y la semilla de trigo
Abrazar a sus gérmenes en la tierra
Y la cadena se mueve bajo el hielo.
Esta noche no hay luna,
Sin embargo, una estrella se abre una nueva
Al igual que una trompeta de plata sobre los muertos.
Esta noche en un nido de ruinas
El niño bendito es establecido.
Y se calienta el abeto a una floración de las velas,
Y las luces hijo de su linterna,
Mira a su juguete oropel;
Y nuestros corazones y hogares
Smoulder con las cenizas en vivo.
En la sangre de nuestro dolor
La tierra fría es amamantado,
En nuestra agonía del útero
Convulsiona su semilla;
En el primer grito de angustia
primera respiración del niño es nacido.

Tristeza ( Alphonse de Lamartine)

Devuélvame, decía, a la afortunada orilla 
donde Nápoles reflexiona en un mar de azul 
sus palacios, sus laderas, sus astros sin nube, 
donde el naranjo florece bajo un cielo siempre puro. 

¿ Que tarda? ¡ Vayámonos! Todavía quiero ver de nuevo 
Vesubio encendido saliente del pecho de las aguas; 
quiero de sus alturas ver levantarse la aurora; 
Quiero, guiando del que adoro, 
volver a bajar, soñando, de estas risueñas laderas; 
Soy en los rodeos de este golfo tranquilo; 
regresemos sobre estos bordes a nuestros pasos tan conocidos, 
a los jardines de Cintia, a la tumba de Virgilio, 
cerca de los pedazos dispersos del templo de Venus: 
Allí, bajo los naranjos, bajo la vid florida, 
cuyo pámpano flexible en el myrte se casa, 
y trenza en tu cabeza una bóveda de flores, 
al ruido dulce de la ola o del viento que murmura, 
sólo con nuestro amor, sólo con la naturaleza, 
la vida y la luz tendrán más dulzuras. 

De mis días pasados la antorcha se consume, 
se apaga por grados al soplo de la desgracia, 
O, si lanza a veces una luz débil, 
es cuando tu memoria en mi pecho lo vuelve a encender; 
no sé si los dioses me permitirán por fin 
terminar aquí abajo mi día penoso. 

Mi horizonte se limita, y mi ojo incierto 
atrévete a extenderlo apenas más allá de un año. 
Pero si hay que perecer por la mañana, 
si hace falta, sobre una tierra a la felicidad destinada, 
dejar escapar de mi mano 
esta copa que el destino 
parecía tener para mí de rosas coronada, 
les pido a los dioses sólo guiar mis pasos 
hasta los bordes que embellece tu memoria querida, 
de saludar de lejos estos afortunados climas, 
y de morir a los lugares donde probé la vida.

jueves, 9 de diciembre de 2010

El valle ( Alphonse de Lamartine)

Hasta de la esperanza ahora se siente hastiado
mi corazón, no quiere pedir nada al destino;
oh, tú, préstame sólo, valle de mi niñez,
el asilo de un día para esperar la muerte.

Ésta es la senda estrecha de mi valle sombrío:
llenan ambas laderas unos bosques espesos
que cruzando sus sombras curvas sobre mi frente
por entero me cubren de silencio y de paz.

Dos arroyos ocultos bajo puentes verdosos
serpenteando dibujan los contornos del valle;
un instante confunden su murmullo y sus aguas,
y no lejos de aquí ya se pierden sin nombre.

Se han perdido también de mi vida las aguas,
que se fueron sin ruido, sin retorno y sin nombre;
mas la fuente es muy límpida, y mi alma enturbiada
no ha podido espejear luz de días hermosos.

El frescor de sus cauces y su manto de sombra
me encadenan por siempre cerca de estos arroyos:
como un niño mecido por un canto monótono
se adormece mi espíritu al murmullo del agua.

Allí estoy entre muros de verdor, con un corto
horizonte ante mí que ya basta a mis ojos,
sin moverme y tan solo con la naturaleza,
sin oír más que el agua, sólo viendo los cielos.

Demasiado en mi vida he sentido y amado;
aunque vivo, ahora busco del Leteo la calma.
¡Oh lugares tan bellos, dad también el olvido!
Desde ahora el olvido ya es mi única dicha.

Corazón aquietado como el alma en silencio;
oigo apenas el ruido muy lejano del mundo
como un eco remoto que se ahogó en la distancia
y que traen los vientos al oído inseguro.

La existencia la veo como en medio de brumas
deshacerse en la sombra del pasado perdido.
Sólo queda el amor, como queda una imagen
que perdura en el alba cuando un sueño se borra.

Alma mía, reposa en este último asilo
como lo hace un viajero que camina con fe,
que se sienta a las puertas de la nueva ciudad
y respira un instante el perfume del véspero.

Sacudamos como él de los pies todo el polvo;
nunca más volveremos a andar este camino;
respiremos como él al final de la senda
esta calma que anuncia una paz que no acaba.

Tan oscuros y breves como días de otoño
son tus días que menguan como sombras del monte.
La amistad te traiciona, la piedad te abandona,
solitaria desciendes donde están los sepulcros.

Mas aquí está invitándote la natura que te ama;
piérdete en sus entrañas que ella siempre te ofrece:
aunque todo es mudanza, la natura es la misma,
como el sol es el mismo que da luz a tus días.

Ella sigue envolviéndote con sus luces y sombras,
sé insensible a los falsos bienes que ya has perdido,
ven y adora aquí el eco que adoraba Pitágoras,
presta oído con él al celeste concierto.

Con la luz sé tú el cielo, sé la sombra en la tierra;
en los llanos del aire sé aquilón volador;
con los pálidos rayos misteriosos de luna
sé cual alma del bosque en la sombra del valle.

Dios nos dio inteligencia para así concebirlo:
la natura descubre en sí misma a su autor.
Una voz en silencio al espíritu ha hablado:
¿Quién no ha oído esta voz resonar en su pecho?

Aislamiento ( Alphonse de Lamartine)

A menudo en el monte, bajo algún viejo roble,
viendo el sol que se pone tristemente me siento;
dejo que todo el llano mis miradas abarquen,
el cambiante paisaje que se extiende a mis pies.

Aquí el río con olas espumosas murmura,
serpentea y se pierde en oscuros confines;
allí inmóvil el lago es un agua dormida,
con la estrella de Venus adornando su azul.

En la cima, que bosques muy sombríos coronan,
el crepúsculo pone su fulgor postrimero;
y el brumoso carruaje que conduce las sombras
emblanquece, elevándose todo el amplio horizonte.

De la gótica flecha surge entonces un son
religioso que invade todo el aire; el viajero
se detiene y escucha la campana que mezcla
a los últimos ruidos de aquel día su canto.

Pero halagos así no conmueven mi alma,
que parece insensible, incapaz de emoción;
y contemplo la tierra como un vago fantasma:
no calienta a los muertos este sol de los vivos.

De colina en colina pongo en vano mis ojos,
desde el norte hasta el sur, de la aurora al poniente,
y me digo: «No existe ni un lugar en el mundo
donde pueda pensar que me espera la dicha».

¿Qué me importan los valles, los palacios, las chozas?
Sus encantos son vanos, para mí nada cuentan.
Ríos, montes y bosques, soledades amadas,
sólo un ser está ausente y todo es un desierto.

Miraré indiferente los caminos del sol,
qué más da si en su inicio o en su parte final;
si se pone o si nace entre nubes o azul,
¿a mí el sol qué me importa? Nada espero del día.

Si pudiera seguirle en su larga carrera
por doquier yo vería el vacío y el páramo.
Nada quiero de todo lo que el sol ilumina,
nada quiero tener del inmenso universo.

Mas tal vez más allá de su curva celeste,
donde el sol verdadero otros cielos alumbra,
si pudiera dejar mis despojos aquí
lo que tanto he soñado se mostrara a mis ojos.

Allí me embriagaría en la fuente deseada
y volviera a encontrar esperanza y amor,
ese bien ideal al que aspiran las almas
y que no tienen nombre aquí abajo en la tierra.

¡Si pudiera en el carro de la Aurora elevarme
vago fin de mis ansias, en el cielo hasta ti!
¿Por qué aún sigo atado a esta tierra de exilio?
Entre la tierra y yo nada existe en común.

Cuando la hoja del bosque cae sobre los prados,
cuando el viento nocturno la arrebata a los valles,
yo quisiera también ser esa hoja caída:
¡Arrastradme como ella, aquilones, borrascas!

martes, 7 de diciembre de 2010

LA EXORCISTA ( Mario vargas Llosa)

Mi vida parece sin misterio y
monótona
a quienes me ven
de paso a la oficina
en las mañanas apuradas.
La verdad es muy distinta.
Cada noche debo salir a pelear
contra un espíritu malvado
que, valiéndose de
disfraces -perro, grillo,
nube, lluvia, vago,
ladrón- trata de
infiltrarse en la ciudad
para estropear la vida humana
sembrando
la discordia.
A pesar de sus disfraces yo
siempre lo descubro
y lo espanto.
Nunca ha conseguido engañarme
ni vencerme.
Gracias
a mí, en esta ciudad
todavía es posible
la felicidad.
Pero los combates nocturnos me
dejan exhausta y magullada.
En pago de mis
refriegas contra el enemigo,
les pido unas sobras
de afecto y amistad.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Final vanidad (Omar Khayyam)

En este instante de mi triste vida,
cuando mi corazón aun late y siente,
que todos mis problemas y mis dudas
resueltos han quedado, me parece.

Mas cuando llamo mi razón a cuentas
y en análisis hondo se sumerge,
no tardo en ver que todo ha sido humo,
y que la noche a circundarme vuelve.

Y aquellos de la ciencia y las virtudes
conductores magnánimos y jueces,
que por la gracia del saber profundo
antorchas vivas en el mundo encienden;
ellos, no más que yo, dieron un paso
fuera del aro en que todo se mueve;
dijeron, sí, su fábula, y al punto
volvieron a su sueño de la muerte.