Hoy me ha sorprendido la mañana
despierto, con el alma vacía
y los ojos llenos de lágrimas.
Sólo.
Una soledad a un tiempo compartida
con el amor, el dolor,
el desconcierto y la rabia.
Prometiste quedarte conmigo.
Ser mi espada en la guerra
y mi hogar en la calma.
El manto en invierno
y en verano, el agua.
El pañuelo limpio y claro donde enjugar mis lágrimas.
Una promesa incumplida.
Un soplido en el viento.
Una carta de amor que nunca se envía.
Vacía.
Como vacía está mi vida sin tu risa.
Sin el dulce calor de tu aliento.
Sin el color verde de tu mirada.
Ahora me doy cuenta de cuanto me faltas.
Ahora que ya estás tan lejos.
Ahora, que antes de luchar tengo perdida la batalla.
Porque tu ya no me escuchas.
Porque el tren ya se ha marchado
y sólo queda una estación cerrada.
Ni siquiera me dejaste decirte adiós.
Ni una mala despedida.
Ni una sola palabra.
Nada.
Una nada de tardes oscuras,
de silencios eternos.
De flores marchitas frente a una lápida.