lunes, 10 de octubre de 2011

DESTRUCCIÓN DE LA POESÍA - MARCELO FAGGIANO

Oprime el lápiz contra el papel
y por más que se esfuerza
el poema feliz no surge de ese amor.
Obstinado insiste en transformar en oro
el resplandor de esa mujer que le incendia el ánimo,
quisiera traducir
el terciopelo de sus piernas, el reposo de esos muslos
fundados para el asombro, su filosofía vertebral,
eléctrica y danzante, al compás de su cabellera,
el arco de sus formas, tensando y tensando,
las salvajes palabras del amor en caída libre.

Y por más que insiste
no consigue la alquimia que transforma
a esos pájaros que en bandadas atraviesan sus gestos,
al espectáculo de tenerla entre los brazos,
en fin, de tanta y vulgar sensiblería erótica
con anhelo de artificio, de circo, de feria poética,
de reina que reina y enloquece y demuele la poesía.

SOBRE LA CONTRADICCIÓN - ALDO PELLEGRINI

Si extiendo una mano encuentro una puerta
si abro la puerta hay una mujer
entonces afirmo que existe la realidad
en el fondo de la mujer habitan fantasmas monótonos
que ocupan el lugar de las contradicciones
más allá de la puerta existe la calle
y en la calle polvo, excrementos y cielo
y también ésa es la realidad
y en ésa realidad también existe el amor
buscar el amor es buscarse a sí mismo
buscarse a sí mismo es la más triste profesión
monotonía de las contradicciones
allí donde no alcanzan las leyes
en el corazón mismo de la contradicción
imperceptiblemente
extiendo la mano
y vivo.

QUISIERA TENER VARIAS SONRISAS - CONCHA MÉNDEZ

Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme…
Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.
Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final… el lavarse tan tranquilos las manos.

NO VERTE - GERARDO DIEGO

Un día y otro día y otro día.
No verte.

Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?

LISTA DE COSAS QUE NO ENTIENDO - ALFONSO GUMUCIO DAGRON

Una golondrina rayando el cielo.
Tanta música en los bosques.
La humedad de un látigo de sauce.
Sus lágrimas, su aspecto acongojado.

Una hilera de palomas idénticas
sosteniendo el alero de un tejado.
Una estatua más hermosa mutilada.
Un balcón que se descuelga quejumbroso.
El rocío, los charcos, las ranas.
Las estampillas que van y vuelven
cargadas de promesas.
Un callejón vacío y en el fondo
no tanto, en último plano
la primera estrella de la noche.
El frío de un limón que me desgarra.
La arena que llena tu busto dormido.
La imperfecta pieza de cuarzo salvaje
en que te miro. Tus sonrisas varias.
No entiendo, no entiendo nada.
Vamos a ver. ¿Para qué
tantas cosas inútiles?
¿Cómo justifican su existencia?
No entiendo esta infinita
variedad de sutilezas.
La piel blanca de la nieve
que acabo de herir, la sangre que brota
de mi labio partido, partidos
tus muslos, tu humedad, partida

y lejos.

ANTES DEL OLVIDO - DELFINA ACOSTA

Acaso es tarde.
No importa ya
que con favor del diablo
coloque mis jazmines en la acera,
mi zapato de tierra
en la ventana,
y me quede
en cuclillas,
aguardando,
que alguien golpee de una vez mi puerta.
No importa ya
que con las gotas
de un día que en la fiesta fue lluvioso,
yo moje mis cabellos y mejillas,
y me quede sentada,
parpadeando,
sobre el sillón de mimbre, en la penumbra.
Acaso es tarde.
Acaso el tiempo
me llegó de golpe
por andarme de madre,
por andarme de hija,
y este fuego nocturno
que sube por mis huesos,
este aullido feroz
que levanta mi sangre,
ya no son señales
para llamar a nadie.

LA ADVERTENCIA - EULER GRANDA

Un día
le regalan a uno
una palabra
y uno la pone al sol,
la alimenta,
la cría,
la enseña a ser bastón,
peldaño,
droga anticonceptiva,
garra,
analgésico,
brecha para el escape
o parapeto.
Uno le saca música,
la pinta,
la vuelve más pariente
que un hermano,
más que la axila de uno.
Uno la vuelve gente
y en los instantes débiles
hasta le cuenta
las cosas subterráneas de uno;
pero cría palabras
y un día te sacarán los ojos.

SI EL CORAZÓN DE UN VERDADERO AMANTE - JUAN BOSCÁN

Si el corazón de un verdadero amante,
y un continuo morir por contentaros,
y un extender mi alma en desearos,
y un encogerme, si os estoy delante;

y si un penar con un sufrir constante,
satisfecho y contento con miraros,
y un derramar mis pasos por buscaros,
preguntando por vos a cada instante;

y si un tener mi razonar compuesto,
en hablándoos, sin más, luego turbarme,
con un grande embarazo y desvarío,

los accidentes son que han de llevarme
con público pregón a morir presto,
la culpa es vuestra y el dolor es mío.

LOS MONSTRUOS NUNCA MUEREN - CARLOS MARZAL


Los monstruos nunca mueren.
Si crees que retroceden, si parece
que han olvidado el rastro de tus días,
tus lugares sagrados, tus rutinas,
el bosque inabarcable de tus sueños;
si sonríes porque ya no recuerdas
la última noche en que te atormentaron,
ten por seguro que darán contigo.
Y entonces pisarán donde tú ya has pisado,
incendiarán tu bosque, tendrás cita
con ellos en su cama, jugarán con tus cartas,
beberás de su copa
y soñarán por ti castigos impensables.
Los monstruos nunca mueren.
Viajan dentro de ti, regresan siempre.
Son los pasos que escuchas
en el destartalado desván de la conciencia,
el ruido del somier de dos que follan
en el cuarto contiguo en que no hay nadie.
Los monstruos son las sombras chinescas que proyecta
un insomne demonio en la pared,
o el salvaje aleteo de un pájaro invisible
en un cofre cerrado; la llamada
en mitad de la noche, sin respuesta,
y es la respiración del monstruo
la que está al otro lado, jadeando.
Son el centro de un ojo
que no puede dormir,
porque no tiene párpado.
Pasa el tiempo, se pierde,
la memoria se pudre,
desolladero abajo de nosotros.
El amor se consume por obra de su fuego.
Los secretos terminan traicionándose,
cede la fiebre, el sol declina,
se nos muere la dicha del que fuimos,
el que somos se muere sin saberlo.
Pero los monstruos no.
Los monstruos nunca mueren.

POÉTICA - MANUEL BANDEIRA

Estoy harto del lirismo comedido
Del lirismo bien educado
Del lirismo funcionario público con libro de
registro expediente protocolo y
manifestaciones de aprecio al señor director

Estoy harto del lirismo que se detiene para
buscar en los diccionarios el cuño vernáculo
de un vocablo

Abajo los puristas
Vengan todas las palabras sobre todo los
barbarismos universales
Todas las construcciones sobre todo las
excepcionales
Todos los ritmos sobre todo los innumerables

Estoy harto del lirismo enamorado
Político
Raquítico
Sifilítico
Del lirismo que capitula ante lo que fuera
de sí mismo

Además no es lirismo
Será contabilidad tabla de cosenos secretario
de los amantes con cien modelos de cartas y
las diferentes maneras de agradar a las
mujeres, etc.

Prefiero más bien el lirismo de los locos
O el lirismo de los borrachos
El difícil y punzante lirismo de los borrachos
O el lirismo de los clowns de Shakespeare.

No quiero saber nada del lirismo que no es
liberación.

AMOR SÁDICO - JULIO HERRERA Y REISSIG

Ya no te amaba, sin dejar por eso 
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
de la repulsión nos unió un instante…

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,

huraño, atroz, inexorablehirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto! 

KODAK PAPER I - LUIS YUSEFF

Hay días en que me prohíbo tener amigos.
Sin embargo tengo amigos.
Los he amado con el ardor de la pólvora mojada en la garganta.
Con el delirio del que está viviendo sus últimos días
y posee sólo algunos pájaros que alimenta entre las manos.
Cosas sin sentido: Tal vez porque no tienen ya sentido
las cosas. Y duele como si pegara el rostro al fuego de la lámpara
donde ardía la mariposa de tus juegos nocturnos.
De tu llegada a deshora pidiendo un poco de conversación.
Palabras que sirvieron de consuelo
para que el deseo no terminara entristeciéndonos.
Soledad del tercero que podías ser tú. O yo.
Todo dependía de la habilidad conque desplazabas
las sombras sobre la cama.
Cosas que sólo entendemos los dos. Sabes cuánto oprimen.
Hubiera querido celebrar juntos el año del conejo.
Bebernos de un golpe las tristezas
como en los tangos de Contursi.
Tenerte por sabio y hermoso. Recibirte con la noche
rezumando en el cristal de la taza
donde bebías el primer café de la mañana.
Tenías peces. Cerámicas. Graffitis en las paredes.
Me imitabas. Uno termina pareciéndose a lo que ama (recuerdas?)
Cómo temblaba tu voz.
El plomo de la traición cuajando. Y unas pocas palabras
para justificar. Palabras que terminaron por confundirnos
tratando de escribir el nombre de las ciudades
a las que soñabas (sueñas) partir algún día.
Groningen. Hamburg. Poznan. Países de hielo.
Versos que serán de agua entre tus manos.
Altas cumbres y tú que pedías un poema para el amor
que hace figuras de barro.
País de hielo. Miro la fotografía donde posas.
Llevas mi camisa negra.
Tratas de hurgar en la lujuria balcánica.
La punta del deseo.
El labio que escupa sobre las sábanas tu esperma.
País de hielo ya nada puedes hacer
para acabar con los días en que me prohíbo tener amigos. 

HUELO MAL - GONZALO OSSES A VILCHES

Huelo a muerte en estos días, huelo a olvido,
a poema inacabado, a tristeza, a pecado.
Huelo a estorbo de recuerdos, a Navidad de niños huérfanos.
A polvo puesto, a caras parcas, a espermios muertos.

Huelo a negro de conciencias, huelo a entierro,
a ciudad contaminada, a estribillo sin solfeos.
Huelo a guerra en Medio Oriente, a delirio en Occidente,
a luna talada, a deseo insatisfecho, a ensoñación castrada.

Huelo a lejanía del mar, huelo a censura,
a amores descompuestos, a la lujuria del cura.
Huelo mal, como a fracaso, como a podrido,
como a derrumbe y nostalgia, como a hambre de esperanza.

Huelo y pervivo, huelo y presiento, huelo y escribo;
Huelo y sé que algo ha de morir por tal olor…
Algo con mis formas, mi teléfono, nombre y dirección
Algo que se parece a mí pero que no soy yo.

Hoy. Huelo a hoy…
Huelo a cuando ya es tarde para todo

LA ÚNICA MUJER - BERTALICIA PERALTA

La única mujer que puede ser
es la que sabe que el sol para su vida empieza ahora
la que no derrama lágrimas sino dardos para
sembrar la alambrada de su territorio
la que no comete ruegos
la que opina y levanta su cabeza y agita su cuerpo
y es tierna sin vergüenza y dura sin odios
la que desaprende el alfabeto de la sumisión
y camina erguida
la que no le teme a la soledad porque siempre ha estado sola
la que deja pasar los alaridos grotescos de la violencia
y la ejecuta con gracia
la que se libera en el amor pleno
la que ama
la única mujer que puede ser la única
es la que dolorida y limpia decide por sí misma
salir de su prehistoria.

POEMA AL AMOR PROHIBIDO - GEORGE RIVERÓN PUPO

Terminada la función
las bailarinas se besan apasionadamente

mientras retiran el maquillaje de sus rostros
El escenario es ahora un país inhabitado
donde danzaron bajo las luces
las extrañas muchachas que se aman

Hay fuego ardiendo en las pupilas del acomodador
que muere ensimismado
y se levanta muerto
y echa a andar despaciosamente
dejando atrás el acto feroz del amor prohibido

Las bailarinas comienzan su danza metafórica
su danza solitaria de los siete velos
y la música se eleva desde el alma
y el corazón les estalla con sus luces de neón
con sus alas abiertas
dispuestas para el vuelo

Detrás de los espejos
las bailarinas asisten a una función eterna
sin más vestuario que su propia desnudez
mientras afuera llueve
y el acomodador baña su única muerte
y se va feliz
feliz
cantando su honda soledad.

Uno (Santiago Pessoa)


Tengo ganas de escribir palabras que corran por la conciencia sin olvido, agarrándose de la memoria hasta sus últimas consecuencias, palabras que impidan el paso de la marginalidad del tiempo por aquellos sucesos que poco a poco se van transformando en tan sólo algo más de la inercia inevitable del pasado. Quisiera marcar un gran momento en la historia con algunas palabras sencillas, mover terremoto todas las almas; quizá así no les quede más remedio que escuchar.

Pero las palabras no bastan para cambiar el mundo, las palabras, a riesgo de parafrasear a Gelman, no comprarán entradas a cine, ni conquistarán corazones. Qué no le gustaría más a un usuario de la humilde herramienta de la palabra escrita.Sé que no cambiaré el mundo con estos trozos de idioma, no cambiaré ni siquiera mi país, mi ciudad, mi familia. Las palabras no lograrán nunca alcanzar el poder de la acción. Soy ambicioso, o no y me engaño, o simplemente es algo a mi manera personal y distraída, irresponsable, y en parte por esto siempre que escribo es una pequeña derrota. Y me digo que las derrotas son necesarias, pero también tengo fe de que las palabras son el alma de las acciones. De que sin las palabras no seríamos estos seres autonombrados humanos, sin las palabras no habría manera de hacer reaccionar a los demás, no tendríamos la más mínima posibilidad de ser parte de un todo. Sin el discurso no forjaríamos el personaje que pasará al escenario. Sin el discurso no lograríamos ganar el interés del personaje que es el público.Así que escribo. Algo de esperanza es la fuerza, algo de carácter la entereza. Quizá no cambie el mundo, pero espero sinceramente ayudar en lo más mínimo a forjar algunos personajes dispuestos al cambio, a la negación de las afirmaciones que por doquier nos bombardean.No siendo más, espero que la sencillez no se pierda.

El episodio de la mujer y los indígenas (Santiago Pessoa)


Mi más reciente preocupación, la humanidad. Se rompe con revólver y cuchillo, con palabra y desprecio, con una mirada vacía de amor y un punto de vista con raíces en tierras de odio infundado.
Una mujer, hace poco, se subió a un bus, con buen vestido y bolso de cuero. Un par de collares, un relicario y de tacones. En el bus iba un grupo de unos quince emberas, hablando en su idioma. Madres con sus hijos, poco espacio dejaban para sentarse a los demás pasajeros. Se entenderá que esto es muy poco común; la mayoría de los indígenas en Bogotá se ven en las calles, en el suelo, pidiendo limosna o, en el mejor de los casos, vendiendo sus collares, mochilas, etc.
La mujer pagó su pasaje, pero cuando se dio cuenta de con quiénes iba compartiendo el bus tuvo un primer impulso de bajarse. Los y las miró con desprecio. Se sentó lo más alejada que pudo de este grupo de indígenas y mirando de reojo con el mismo desprecio.
Tomó su billetera del bolso, la agarró con ambas manos y la protegió cruzándose de brazos y poniendo la billetera entre ellos y su pecho.
Los emberas no se dieron por aludidos, seguían conversando y la señora finalmente se quedó dormida.
Poco antes del aeropuerto la señora se bajó (tenía que atravesar a la parte trasera del bus para este fin). Mientras pasaba al lado de los indígenas fue tan fuerte su incomodidad, tan evidente.
Si no se tiene respeto por nuestras raíces, y no se trata a un humano con humanidad, sea hijo(a), padre(madre), amigo o enemigo, indígena, indigente, empresario o presidente, ¿qué se espera del futuro?

Escribir en un día cualquiera


Escribir así, como si fuera el día, como si fuera el sol que a diario alumbra lo que se desprende.
Escribir como si fuera el agua que brota de la tierra; no sus lágrimas, no su sangre: su simiente.
Escribir sin saber adónde, o a cuántos. El lugar es el mundo, la cantidad lo suficiente.
Escribir con las manos desatadas, con los labios de los ríos, con los besos de las fuentes.

Escribir amigo del silencio, padre del juzgado, hijo del justo, hermano del odiado.
Escribir de un árbol y su hoja, de un hijo y su cuidado, de un campesino y su arado.
Escribir el hambre y lo que dudo, lo débil y lo absurdo, lo gentil, lo esperanzado.
Escribir con un dios y una serpiente, un jardín y lo prohibido, un vacío y su cayado.

Conservarle su honor (Fernando Garavito)


"Al menos una vez en la vida -dice Saramago-, cualquier cronista o literato que no acaba de dar con un tema hace su glosa personal de la puesta del sol". Y es verdad. Anoche fue mi turno. Serían, tal vez, un poco menos de las siete de la noche, cuando Manuela y yo nos lanzamos a recorrer "las solitarias calles de la aldea".
El buen crepúsculo de Parra brillaba en todo su esplendor, y el viento levantaba su voz para contar de las cosas más cristalinas de la vida, del canto de los pájaros preparándose para dormir, del sonido del viento entre los árboles, de presagios del ángelus que ya pasó, y del ángelus que algún día volverá a ser el mismo. Había algo de poesía en el ambiente, y mientras Pip, nuestro viejo perro de toda la vida, corría de un lado a otro olisqueando conejos inexistentes, y sabíamos que en la cocina las ollas cantaban en ese mismo momento su canción de olores y de sabores, algo hondo pareció tocarnos con una tenue mano de soledad, de distancia, por qué no decirlo, de melancolía. Caminábamos en silencio, ella una niña que comienza apenas a convertirse en una hermosa muchacha, yo, hecho tal vez un nudo ciego de recuerdos, de voces idas, de preguntas que jamás llegué siquiera a plantearme. De pronto, la voz de mi hija rompió el hechizo.
- ¿Por qué estás triste? -me preguntó-. Mira el azul del cielo. Oye el viento. Mamá nos espera. Estamos juntos. Tal vez acá comencemos a ser felices. ¿Qué sucede?
No tuve respuesta. En efecto, acá podríamos comenzar a ser felices. Pero entonces, la vieja palabra de mi padre surgió dentro de mí, incontenible.
- Mira -le dije-, voy a cantarte una canción que me enseñó papá cuando fui su alumno en la escuela primaria. ¿Te parece?
Y, sin esperar respuesta, le canté con mi quebrada voz de muchos años, el himno que alguien escribió cuando nos enfrentamos a un Perú que no era nuestro Perú sino el Perú de Sánchez Cerro:
Si algún día a la frontera
me llamara el deber,
me llamara el deber,
abrazando mi bandera,
volaría sin temer,
sin temer.
Colombianos al mirar
la bandera ondular,
prometamos con valor
conservarle su honor.
Colombianos al mirar
la bandera ondular,
prometamos conservarle su honor,
con valor, conservarle su honor.
Levantamos la vista: una bandera que no era la nuestra ondulaba sin cesar en el arrebolado aire de la tarde.
- No estoy triste -le dije con las lágrimas pugnando por salir sin que ella se diera cuenta-.
Pero lo cierto es que ya no podemos hablar del honor de nuestra bandera.
Ella permaneció en silencio. Lo sé, las niñas de doce años no tienen por qué pensar en banderas ni en honores ni en países ni en circunstancias. Piensan, creo yo, en las muñecas que comienzan a dejar olvidadas dentro de los armarios, y, tal vez, en la inquietud que les despierta encontrarse con un determinado muchacho mientras caminan por los pasillos de la escuela.
Entonces, sabiendo que era apenas un monólogo inaudible para ella, para todos, seguí el decurso de mi pensamiento. Afuera caían las sombras vorazmente sobre la tierra, y Pip, indiferente a todo, caminaba junto a nosotros esperando ver pronto la puerta por donde podría entrar rumbo a su plato de agua.
- Ya no podemos hablar del honor de nuestra bandera -repetí en voz baja -. Es más, ya no tenemos bandera. Lo que va al frente de los batallones y de los desfiles de los sicarios de cualquier pelambre es un trapo de tres colores manchado de sangre. La banda que se tercia sobre el pecho este palafrenero de los Ochoa que ahora dice gobernarnos, no puede ser la misma que lucieron personas transparentes como Murillo Toro, como Santiago Pérez, como Darío Echandía. Me fastidia pensar que la bandera que cubrió el catafalco de Jorge Eliécer Gaitán es la misma que va a ondear dentro de poco en el campamento de los asesinos concentrados en Santa Fe de Ralito. No creo que la bandera de un Congreso donde se oyó la voz de Jorge Soto del Corral sea la misma que preside las sesiones donde participan cerca de cien parlamentarios impuestos por el narcotráfico.
- No conozco a ninguna de esas personas -me dijo Manuela, con lo cual descubrí que yo hablaba más duro de lo que hubiera querido-. Y tampoco sé qué cosa sea un palafrenero.
- No importa -le dije-. Palafrenero es el criado que le sostiene el estribo al patrón para que se trepe sobre el caballo. Y eso es lo que ha hecho este individuo: sostenerle el estribo a Mancuso y a sus narcotraficantes, para que se monten definitivamente sobre el pobre jumento en que se ha convertido Colombia.
- Hablas muy raro -me dijo Manuela-. ¿Jumento es un burro?
- Sí -le contesté-. Jumento es un burro, un asno, una bestia de carga. Pero, más allá, jumento es Colombia. Desde que ese universo oscuro de las multinacionales, convirtió al narcotráfico en la columna vertebral de la economía, Colombia pasó a ser el burro del que unos pocos se aprovechan. Yo sé que el burro está desesperado con la carga que le han puesto encima.
Encima lleva la tragedia de soportar masacre tras de masacre, la tragedia de los desplazamientos masivos, la tragedia del terrorismo de Estado, la tragedia de la corrupción (que no es sólo administrativa), la tragedia de la miseria generalizada, la tragedia de la denegación de justicia, la tragedia de la amenaza internacional, la tragedia del no futuro, la tragedia del dogma inalterable y del silencio, la tragedia del miedo. Sobre todo la tragedia del miedo. Pero eso nos ha llevado a aceptar, sin fórmula de juicio, la solución que nos propone el gobierno de Uribe, que es la de entregarnos con las manos atadas a la delincuencia común. Ante los ojos de un mundo al que le importa un pito qué ocurra en ese rincón plagado de conflictos, Uribe le da status político a sus amigos del narcotráfico y los convierte en sus interlocutores.
Ellos se han apoderado de todo. Hoy son los dueños de las tierras, de las carreteras, de la seguridad, de la justicia, de la administración, de lo que alguna vez se llamó vida, honra y hacienda de los asociados. Pero, lo peor de lo peor, es que esos delincuentes comunes, que forman un todo con quienes nos gobiernan, con quienes nos representan, con quienes manejan una economía miserable que ha llevado a uno de los países más ricos y diversos del mundo a una bancarrota generalizada, son los dueños de nuestras conciencias. No sé hasta qué punto sea lícito convivir en sana paz y compañía con los criminales, y asistir al derrumbe del país como quien no quiere la cosa. Porque en Colombia proliferan las voces que se levantan, erguidas, contra ese estado de cosas, pero que siguen ahí, construyendo dehesas donde se los permite el narcotráfico y el paramilitarismo, disfrutando de la vida y de la rumba barata de fin de semana, estrechando la mano manchada de sangre de los asesinos y gritando ¡qué horror!, ¡qué horror! frente al cadáver de los asesinados. Todo eso es una gran mentira. ¿Tú sabes quién es García Márquez?
No me contestó. Con seguridad, mi largo discurso la había llevado a lugares donde viven los verdaderos pensamientos de las niñitas. Pero yo seguí, como si su ausencia no tuviera que ver nada conmigo.
- Bueno, pues García Márquez se reunió en México con Álvaro Uribe, con el pretexto de apoyar un proceso de paz con el ELN en el que sería garante el gobierno de Fox. Hasta ahí, magnífico. Pero resulta que se prestó a asistir con el palafrenero a una conferencia de prensa, y que, cuando este terminó su discurso, lo aplaudió ante las cámaras de los reporteros. ¡García Márquez aplaude a Álvaro Uribe! Eso no me puede caber en la cabeza, y no lo entiendo sea cual sea el motivo último del aplauso. Como no entiendo muchas cosas, que no voy a decirte porque ese, que es nuestro asunto vital, no es asunto nuestro. Tú me entiendes.
- No te entiendo -me dijo Manuela-. ¿Cómo puede ser que algo que sea asunto nuestro no sea asunto nuestro?
- Mira -le contesté-, lo que es asunto nuestro es el país, no son las gentecitas que gobiernan al país. El país necesita una revolución, una auténtica revolución, que lo ponga patas arriba en todas sus estructuras, que le cambie su forma de pensar, de hablar, de sentir, de enterarse de los acontecimientos. Ya están hechas todas las denuncias, ya se han señalado todas las dolencias, ya se han diseñado todos los diagnósticos, ya se han propuesto todas las soluciones, y seguimos cada vez peor, cada día estamos más y más hundidos en la tragedia de nuestra vida, de nuestro comportamiento. Necesitamos una revolución contra el algodón azucarado en que los medios envuelven las noticias. Una revolución profunda, que estremezca los comportamientos del país, que sustituya, como un cataclismo, toda esa pequeñez que nos circunda. No necesitamos una revolución política o una revolución económica o una revolución educativa o una revolución cultural. Necesitamos una revolución de la conciencia. Si yo tuviera treinta años menos estaría en el país desarmando los ejércitos y armando las conciencias, todas las conciencias, con imágenes, con palabras, con conceptos, con respetos, con pensamientos, con recuerdos, con proyectos, con proyecciones. Pero estoy viejo y me siento inútil y desarmado. ¿Tú sabes quién es Roberto Posada?
- No tengo ni idea -me dijo Manuela.
- Pues no voy a hacerte perder tu tiempo diciéndote quién es Roberto Posada. Pero hace poco me describió como "el olvidado". Y sí, tiene razón, yo soy el olvidado. Un olvidado que piensa que sus pequeñas palabras, que sus denuncias y sus rabias, que sus reflexiones y querencias, que los artículos que envía, tienen algún interés, sirven para algo. No. Estoy convencido de que no sirven para nada. Eso de escribir es para Molano, ¿tú sabes quién es Molano?
- No tengo ni idea -repitió Manuela.
- Molano es un hombre muy valioso, que me escribe para decirme que está feliz en La Calera y que vive cerca de sus hijos y que cuida a sus animales y que cumplió 60 años.
- Como tú -anotó Manuela.
- Como yo. Yo también voy a cumplir 60 años. ¡Sesenta años! Y sigo haciendo lo mismo que hacía hace tiempo, cuando el país era un país que cuidaba el honor de su bandera. Ya no vale la pena. He resuelto callarme. Todos los esfuerzos que he hecho terminaron por ser inútiles y anodinos.
- ¿Qué cosa es anodinos? -preguntó Manuela.
- ¿Anodinos? Anodinos es que no se conocen, que no le importan a nadie. Te aseguro que de las 500 personas que reciben mi artículo semanal, por lo menos 450 lo mandan al reciclaje sin abrirlo. Entonces, ¿para qué sigo en esta bobada? Esta noche voy a escribir mi último artículo, mi artículo de despedida.
- ¿Estás triste? -me preguntó ella.
- Tal vez. Tal vez estoy triste. Pero no estoy triste por mí. Estoy triste por Colombia. Ya llegamos. ¿Quieres que te cante otra vez una estrofa de la canción que me enseñó papá?
- Vale -dijo Manuela.
- Ojalá te la aprendieras. Dice así:
Colombianos al mirar
la bandera ondular,
prometamos con valor
conservarle su honor.
Colombianos al mirar
la bandera ondular,
prometamos conservarle su honor,
con valor, conservarle su honor.
- Qué linda - dijo Manuela.
- Sí -anoté yo-, es muy linda, porque es una canción que creía en Colombia. Hoy los colombianos no creemos en nada, y los que creen no ven que detrás de sus creencias está el horror y la muerte y el crimen y la desgracia.
- Llegamos - dijo Manuela -. ¡Entra, Pip! ¿Cierro la puerta?
- Sí -dije yo-. Y no te olvides de la llave.

Diez

Sobre los ángulos indiscretos poso la mirada de la luna, aquella donde nunca llegará la incertidumbre que nos ataca. Sobre los ángulos indiscretos me surgen claros de luna, buscando las palabras que han de salvarme de la noche. Recoger los pedacitos de luz que van quedando se ha vuelto una tarea ardua, agarrándolos entre las manos como si fueran agua que se escurre, a la que no queremos dejar caer sobre el hirviente suelo de nuestros pesares. Que se evapore no es el mayor problema, al fin y al cabo esa es la tarea de la luz (sí, de la luz). Evaporarse para luego regresar de otras formas que no experimentamos. Hoy ha sido en forma de una mujer que me encanta, que con sus labios suaves y su piel morena acaricia mi existencia. Aunque no lo sepa, o no lo quiera saber, la ternura la embarca, con una mirada cómplice que bajo la oscuridad me dice "ven", y entonces ahí está, en esa mirada, en esos labios, en esa piel quemante, la luz de un día como hoy.

Gústele o no


He bajado abismos hacia el cielo,
He subido escaleras hacia el cadalso,
Y he permanecido siempre,
Con mis alas tan largas como el abrazo del mar.
No conozco, no quiero conocer
El significado de una flor marchita
O del llanto de la historia
Ni siquiera de su adiós (el de usted)
Y aunque poco a poco,
Verso a verso,
Nota a nota,
Se escapa un suspiro
Yo no le olvido (a usted)
Mi amor es intocable.
Soy mujer de vida,
Gústele o no.
Conmigo no se atreva
A declarar una lágrima
Conmigo no se atreva
Señor, a decir
que la paz no es posible,
señor, a decir
que no me han enseñado a amar.
Usted, dentro de sus grutas de hierro
Yo con mi sol penetrante
Usted, sin saber lo que me ha costado
Yo sin saber el costo del dolor
Quién se atreve a decirme que no
Que no es tiempo de la vida
Que no es tiempo del amor
Que no es tiempo de fugarse con el sol
Compréndame solo si lo desea
Yo no le exijo nada, ni a usted ni a nadie
Está en usted el amor, de mí depende poco
Ya yo lo he dado todo.
Hoy es 19 de noviembre
28 años más tarde
y unas pocas horas.
¿Quién lo diría? ¿Quién sería capaz?
Hoy no estoy sola, nunca lo he estado
Gústele o no.
Conmigo no se atreva
A decir que no merezco la felicidad
Porque merezco eso y más
No me la niegue
O no me dejará más opción que ir a por usted
Y toda su prole, y todo su odio
Y declararlo sin honor.
Alas de amor, tan amplias como el abrazo del mundo
Y un árbol, y una flor, y una montaña.
No necesito más que del vientre
Para ser lo que soy
Gústele o no,
Si quiere hacerse partícipe, sólo ámeme.
Yo no le exijo nada, ni a usted ni a nadie.

De la carne y sus filosofías


El mundo pasa por duros momentos
(La señora prueba la carne) estamos mal
Ya estamos segundos adelantados
Del ciclo solar maya, dice, le falta sal

Alza su tenedor como se alza un pueblo
Entretenida curiosidad de las palabras
Con su cuchillo ataca el nervio sin recelo
Dice “¡Patria!” y reniega de las marchas

Abre la boca para decir unas palabras
Pero cuidado, se ha atorado la mujer
En vez de salirle el décimo mandamiento
Le ha salido un trozo de gordo sin masticar

Y el mesero, con apremio de su cliente
Toma un vaso con agua del mostrador
Se lo lleva para que se desatragante
Y ruega que le haya servido la lección

Si alguien...(Santiago Pessoa)


Si un hombre de sombrero alto,
pipa, botas negras y bastón
me dice que no pise, piso
porque ese paso es un paso imprescindible que dar

Si un hombre de cuello blanco,
envuelto en una sotana negra
me dice que no diga, digo
porque esa palabra es un discurso imprescindible a dar

Si un hombre de tez maquillada,
discurso moderado y atril,
me dice que no haga, hago
porque ese acto es un acto imprescindible que realizar

Si una mujer de hermosa presencia,
(a no ser que insista mucho)
hermoso perfume y hermoso pensar,
me dice que he de irme, sigo
(a no ser que la última línea me niegue)
porque esa mujer es una mujer imprescindible para amar.

A los poetas que no han pasado a la historia

Poeta, tu maldición es la página en blanco.
Y enseguida no sabes qué sentimiento plasmar.
Y piensas y piensas y piensas y se te olvidó sentir,
Se te olvidó vivir, se te olvidó que para escribir
Es necesario vivir de vez en cuando.

Poeta, tu maldición es la situación caótica del mundo.
Y pretendes traducir y plasmar la historia
En versitos, versículos, y ya no haces el amor
De tanto buscar con qué palabras novedosas
Decirle a la chica que la amas.

Lo sé, lo sé. A mí también se me ha quedado pequeña la palabra.
Pero no es para tanto hombre. A veces la palabra no sale.
Y si no sale, pues ya, déjalo así y sigue el día
Que si no, terminarás en un Shakespeare moderno
Con unas obras completas de medio millón cien años después de tu muerte.

Poeta, tu maldición es pretender pasar a la historia.
Ya nadie pasa a la historia. Ya la época no da para eso.
Lo único que pasará a la historia son los pueblos
Y ahí sí que puedes hacer algo. Ayúdalos a pasar a la historia
Trabaja junto a ellos, encamínalos sin tanto sentimentalismo
Y quizá algún día podrás marchar entre sus líneas
Y morir junto a ellos, y seguramente ya dejará de importarte
En el último minuto de tu vida
Pasar a la historia, pues ya sabes
Cómo murieron cientos de los tuyos
Estuviste a su lado y moriste con ellos
Supiste de las balas o el hambre
Y más que poeta, fuiste gente

Quizá después, a la hora de dormir
Puedas retrasar un poco el sueño
Y escribir tus versículos, cuando ya la matanza haya pasado a la historia
Y cuando el pueblo también haya pasado a la historia.

Primero lo primero. Anda y marcha y habla con ellos
A la vuelta puedes escribir todo lo que quieras
Que seguramente lo apreciaremos algún día
Y le pondremos precio a tus trasnochadas.

El loco del barrio (Santiago Pessoa)


El mundo se organiza a través de nuestros ojos
Las puertas son verticales
Los amantes están acostados
El techo está arriba y el suelo abajo

Pero basta con meterse los dedos en las cavidades
Sacando un poco los ojos de su órbita
Desviando el ángulo de entendimiento ocular
Para ver las cosas con una novedad absoluta.

Las puertas se multiplican, acostándose levemente
Juntándose arriba si los dedos se meten por abajo
Juntándose abajo si los dedos se meten por arriba

Los amantes se multiplican, inclinándose un poco
Tirando de cabeza si los dedos se meten por abajo
Tirando de pie si los dedos se meten por arriba

Del techo ya ni sé dónde está
No sé si camino por el suelo
Ahora ya no me saco los dedos de los ojos
Y todos parecen mirar a otra parte cuando paso junto a ellos

Esto me ha traído serios problemas de practicidad
Serios problemas, serios problemas
Y si la situación parece de absoluta comicidad
Para mí es una tragedia, dos quizás

Ya me atravesé los ojos y llegué al cerebro
Los ojos saltaron y no logro hacer que se queden quietos
Y el cerebro ni se hable de su estado

Al parecer oprimí justo la parte de la risa con el dedo derecho
Y oprimí la parte del habla con el dedo izquierdo
Y río donde debo llorar, y hablo donde debo callar

Ahora no soy más que un loco de barrio
Que camina con los dedos en los ojos
Que grita cuando quiere callar, que calla cuando quiere gritar

Las verdades atadas (Santiago Pessoa)


Del futuro nos llegan
las verdades atadas
gritando voces de auxilio
gritando agónicamente un dolor

Del futuro nos llegan
Con un traje negro
Vestidas de luto
Y con un leve aliento a alcohol

Vienen buscando a los hombres
Que nunca supieron hablar
Y que cuando pequeños
No aprendieron más que a sumar

Vienen con un cesto en la mano,
Gigante, más grande que el sol
Un cesto vacío y sin aire.
Tan solo esperan un corazón

¿Y cuál será el hombre que le llene?
Si no el de garrote,
el de libro y canción
Si no el de milagros,
el de la siembra sin Dios

Del futuro nos llegan
Las verdades atadas
Urgidas de un hombre
Que sepa del amor

Quizá el que las defienda
Sea un hombre sin casa
Sin dios ni perdón.

viernes, 7 de octubre de 2011

Nietzsche


Mirémonos de frente. Somos hiperbóreos, y sabemos bastante bien cuán aparte vivimos. "Ni por tierra ni por mar encontrarás el camino que conduce a los hiperbóreos," Píndaro ya sabía esto de nosotros. Más allá del septentrión, de los hielos, de la muerte, se encuentra nuestra vida, nuestra felicidad... Nosotros hemos descubierto la felicidad, conocemos el camino, hallamos la salida de muchos milenios de laberinto. ¿Quien más la encontró? ¿Acaso el hombre moderno? "Yo no se ni salir ni entrar; yo soy todo lo que no sabe ni salir ni entrar", así suspira el hombre moderno... Estábamos aquejados de esta modernidad, de una paz pútrida, de un compromiso perezoso, de toda la virtuosidad impura del sí y del no modernos. Semejante tolerancia y amplitud de corazón, que lo perdona todo porque lo comprende todo, es para nosotros viento de siroco. Vale más vivir entre los hielos que entre las virtudes modernas y otros vientos meridionales... Fuimos bastante valerosos; no tuvimos clemencia ni para nosotros ni para los demás; pero por largo tiempo no sabíamos dónde nos conduciría nuestro valor. Nos volvimos sombríos, nos llamaron fatalistas. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la hipertrofia de las fuerzas. Teníamos sed de rayos y de hechos; estábamos muy lejos de la felicidad de los débiles, de la abnegación, En nuestra atmósfera soplaba un huracán; nuestra naturaleza se oscurecía porque no hallábamos ninguna vía. Esta es la fórmula de nuestra felicidad: un si, un no, una línea recta, una meta.

domingo, 2 de octubre de 2011

Poemas: José María Fonollosa: Ciudad del Hombre, NY



"Y aquí, entre tanta gente, en la ciudad 
siente uno que no importa nada a nadie."
HELLO, NEW YORK
No hay nada bueno en ti. Por eso te amo.
 

WATER STREET
El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debiera ser destruido por completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.

Y estrenar una vida diferente.
Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo
tampoco hallarán propio nuevos hombres..
También ellos querrán un mundo nuevo.

Mejor fuera destruirlo y no hacer otro.
 

WHITEHALL STREET
Yo le tenía miedo. No sabía
que un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Como una piedra agujerea el agua.

Pensaba que su grito subiría,
como una lagartija, por mi brazo,
haciendo que soltara mi cuchillo.
¿Qué debe uno decir en estos casos?

Pensaba que en sus ojos hallaría
la sonrisa cansada de la noche.
Aquella que yo solo causaba. Antes.
Pero no hubo mirada ni hubo grito.

Un delgado cuchillo entra en la carne
sin despertar la piel. Como entra el frío.
Y sabe hallar la vida allí escondida
con rápido sigilo. Sin esfuerzo.

No hubo mirada, no. Tampoco grito.
Fue muy fácil. Tan fácil que aún me asombro.
No llego a comprender por qué hay quien teme
matar, cuando resulta algo tan fácil.
 

BEAVER STREET
Para lucirla por la calle, hermosa.
Y para convivir, la razonable
belleza que Lucrecio aconsejaba.
Pero para la cama más bien fea.

La hermosa y casi hermosa se te tienden
en el lecho y esperan muy seguras
el rápido homenaje que merecen.
Mas son algo pasivas. Y con límites.

La chica más bien fea, sin embargo,
agradece el haber sido elegida
entre otras de más bellas. Participa
con mayor entusiasmo en el amor.

La oscuridad ambiente la sitúa
en plano de igualdad ante la estética.
Y un ciego guía a un ciego, mas los dos
-los cuerpos- hallan juntos sus caminos.

Y deja hacer y accede de buen grado
a cuanto la requiera aquel momento.
Para pasarlo bien en una cama
escoged una chica más bien fea.
 

WILLIAM STREET
Las mujeres que quiero van con otros.
Cuando pasan prendidas de otros brazos
miro a la que se apoya en mí y compruebo
que yo me he equivocado de mujer.
La gracia enrojecida de una risa,

el rumor tembloroso de un silencio,
la mirada furtiva que nos dice
que está la dicha allí, en aquellos ojos...
Esas cosas descubro sólo en otras.

Yo sé que lo que anhelo no anda lejos:
veo como ellas pasan de otros brazos.
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas.
Mas siempre me equivoco de mujer.

Las mujeres que quiero van con otros.
 

WORTH STREET
Un hombre muerto es nada. Sólo un bulto
pequeño, ahí tirado sobre el suelo.

Su incómoda postura en la calzada,
molesta de aquel peso tan inmóvil,
más bien causa aversión que no respeto.

No hay grandeza en la muerte de esos hombres
que mueren, o los matan, en la calle.
 

PARK STREET
Ama a quien quieras con el corazón,
pero ámame, a mí solo, con tu cuerpo.

Nadie ama solamente un corazón:
un corazón no sirve sin un cuerpo.
 

DOYERS STREET
No vendrá. De verdad. No vendrá nunca.
Mi cuarto es muy modesto para el éxito.
Ni hallaría la casa tan siquiera.

Mi cuarto es muy austero para amigos.
Nadie viene a reunirse entre estos muros.

Mi cuarto es también frío y muy pequeño.
¿Cómo cobijar, pues, un gran amor?

No es lógico esperar. No vendrá nunca
un éxito, un amigo, un gran amor.

Debiera de una vez cerrar la puerta.
 

CHATHAM SQUARE
He estado en muchos sitios. Todos ellos
guardaban algo malo para mí,
como guarda la nube su relámpago.

Pasé por las ciudades. Por los pueblos.
Por casas que crecían junto al trigo.
Ninguna voz sin daño me detuvo.

Así me acostumbré a caminar solo
y odiar a los que encuentro en torno mío.
El whisky únicamente ahora es mi amigo.
 

ELDRIDGE STREET
Todos tienen derecho a usarla. Todos.
La lluvia no mojó sólo una calle
ni el sol nunca salió para uno solo.

La mujer es para eso, paraíso,
para uso de los hombres. Campo abierto.
Es fácil de entender. Es bien común.

Es la hembra de la especie. La de todos.
Y ha de entregarse a aquel que la apetezca.
Por eso va cambiando de un hombre a otro.

Esa es su utilidad como mujer.
Por tanto, aunque te tome por la fuerza,
es mi derecho usar lo que es de todos.
 

BOWERY STREET
Mi placer te creó. Cuando naciste
te destiné ya un hombre. El apropiado
para que él y tú fuerais muy felices.

Modelé tu figura como un barro
precioso, tiernamente, con esmero.
Y forjé tus costumbres con cuidado
artesanal, aislándote del medio.

Vigilé cada día tu sonrisa.
Te enseñé a sonreírme dulcemente.
Y aprendiste muy bien. Te felicito.
Nos hemos merecido ambos el premio.

El premio es este goce tuyo y mío.
El placer que me das, yo lo sentía
cuando estaba, en tu madre, elaborándote.
 

ELISABETH STREET
Hoy me ha dicho mi madre: «Ya he tenido
en mis brazos los hijos de mis hijas.
Quizás un día alcance a ver los tuyos».

Yo no la he contestado. No acostumbro
a hacerlo. Rara vez. Sigo comiendo
mientras leo un periódico cualquiera.

Pero ella no se queja. No se queja
de mi duro silencio. Envejecida
queda ante mí, distante, humildemente.

Y ella debe haber sido, de mi vida,
el centro importantísimo en mi infancia.
Ahora es un casi olvido de la muerte.
Cual si estuviera muerta su presencia.

Yo no le digo nada. Me molesta
que esté pendiente siempre de mis actos,
con afán de ayudarme, de serme útil.

Me siente desdichado. Y piensa, acaso,
darme una solución. Dice, por eso:
«Quizás un día alcance a ver tus hijos».

Sin haber terminado de cenar
he salido de casa. Tengo que huir
de mi entorno, de mí. Ser yo, distinto.

No es fácil escapar de lo que es uno.
A veces se consigue, por un tiempo,
con un libro. O el cine. O la bebida.
Miro la cartelera de espectáculos.
 

KENNAMORE STREET
Yo quiero que tú sufras lo que sufro:
aprenderé a rezar para lograrlo.

Yo quiero que te sientas tan inútil
como un vaso sin whisky entre las manos;
que sientas en el pecho el corazón
como si fuera el de otro y te doliese.

Yo quiero que te asomes a cada hora
como un preso aferrado a su ventana
y que sean las piedras de la calle
el único paisaje de tus ojos.

Yo deseo tu muerte donde estés.
Aprenderé a rezar para lograrlo.
 

MULBERRY STREET
Dicen que arrodillarse es humillante.
Que es esta posición la del vencido,
del sumiso, del vil, del que renuncia
a la última esperanza de salvarse.

Que estar arrodillado en una calle,
en un templo o salón, afrenta incluso
a aquel que lo contempla y no lo impide.

Como afrenta una bomba que no estalla
a quien confiaba actuara su explosivo.

Sí. Es innoble actitud arrodillarse
delante de otro ser, cuando el sujeto
es pasivo. Mas no si éste es activo.

Porque hay una excepción en que es victoria,
gozo y satisfacción esta postura:
cuando el sexo la exige ansiosamente.

Entonces es divino arrodillarse.
 

SPRING STREET
No me vengan con cuentos. Que la vida
es algo espiritual y, por lo tanto,
superiores los bienes del espíritu.

Que el ser útil, cuidar a los enfermos,
el teatro, la pintura, libros, música,
los deportes, el cine, el gran dinero...
al ánimo lo colman las delicias.

No me expliquen historias infantiles.
El deleite supremo es el orgasmo.
Lo demás son tan sólo leves signos,
pobres insinuaciones del placer
que uno obtiene acostándose con chicas

y eyaculando en ellas como un dios.
Para otros esos gustos secundarios.
Para mí el goce intenso: la mujer.
 

CLEVELAND PLACE
Sé que por fin has vuelto a la ciudad
en un suntuoso coche de gran lujo..
La gente pensó en mí. Yo la maldigo.

El coche se detuvo ante tu casa,
pero tú no bajaste, no. Vino alguien
a buscarme, mas yo no quise verte.

El coche iba despacio por la calle
dejando tu recuerdo en cada puerta.
Tu cuerpo lo dejó en el cementerio.

Tu madre me miró. Yo la maldije.
Has vuelto a la ciudad porque estás muerta.
Pero yo iré a escupir sobre tu nombre.
 

LAFAYETTE STREET
Esta es la mujer mía. Pueden verla,
no tengan pena, de perfil, de frente.
Pueden acariciarla con los ojos.
Está desnuda bajo su vestido.

Es hermosa, ¿verdad? Todos lo dicen.
Ella también lo sabe. Es muy hermosa.
Mírenla de perfil, de frente. Desde
la uña del pie al cabello es muy hermosa.

Hasta los automóviles más caros
frenan para admirarla cuando pasa.

Vean a las demás. Se han vuelto feas
cuando ha entrado en el bar ella conmigo.
Y nada le pregunta a la cerveza
para hacer maravillas en la cama.

Esta es la mujer mía. No, no hay otra
tan completa cual ella. Es una lástima
que no encuentren ustedes otra igual.
Pueden acariciarla con los ojos.
 

MERCER STREET
Yo sé que a ti te gusta aunque lo niegues.
Lo sabemos los dos. Tú te complaces
sumisa obedeciendo mi deseo.
Aparentas desgana, mas te agrada.

Quiere ser dominada la mujer.
Le gusta ser forzada. Opone siempre,
aun débil, resistencia a ser amada.
Le place ser tomada por la fuerza.

Como agrada al asfalto en la autopista
que lo recorran coches de potencia.

Uno puede escoger cualquier muchacha.
Disputarla, quitársela incluso a otro.
Ella sigue contenta al que la gane,
aunque lo disimule adusta y seria.

No le importa quien venza. Pertenece,
lo sabe, al que es más fuerte. Es al que admira.
Siempre niega al principio. Luego accede.
Y dócil se acostumbra a cualquier hombre.
 

WOOSTER STREET
No reparaste en mí, sino en los otros
cuando nos conocimos. Me miraste
fríamente, indiferente y enseguida
conversaste animada con los otros.

Las casas no conocen la piqueta
que roerá sus cimientos algún día.
Ni conoce la lluvia el sitio exacto
en que caerá, agarrada a su alta nube.

Te adulé largamente y fui paciente.
Fui ingenioso contigo. Fui agradable.
Soporté tus caprichos y desprecios
sin dejar de halagarte tenazmente.

Y un día descubriste que tu nombre
sabía dulcemente si mi boca
lo ponía en tus labios. Aquel día
dejaste de ocuparte de los otros.

Yo no reparo en ti, sino en las otras
desde que tú me quieres. Y te miro
fríamente, indiferente y enseguida
animado converso con las otras.
 

PRINCE STREET
Debiera liberarse la mujer
de la opresión en que la tiene el hombre.

Bien es verdad que algunas son verdugos
que sin piedad castigan a sus machos.
Mas, por lo general, es la oprimida.
No cuenta como igual individualmente.
Se la ha apartado a un lado y asignado
las funciones higiénicas más bajas:
es cubo de basura de los hombres.

Resulta incomprensible su obediencia
a unas normas injustas desde siglos.
Parece resignada o adaptada,
incluso unas contentas, a estar presa
de algún dictadorzuelo cruel e imbécil
que la veja y le exige una sonrisa.

Sus razones, supongo, habrá tenido.
O, acaso, ha sido un simple experimento
ese dejar hacer. Mas comprobado
de manera exhaustiva que los hombres
no logran resolver la convivencia,
debiera liberarse la mujer.
Y asumir, ella, el mando de la especie.
Nosotros ya tuvimos nuestro tiempo
y hay que reconocer que fracasamos.
 

WEST BROADWAY
Puede hacerlo cualquiera. Comprobado.
Si en ti hay la aberración, rara e inútil,
de querer ser un nombre que trascienda,
no estudies ni te esfuerces. Simplemente
aprende a manejar una pistola.

Y piensa en esas rémoras que viajan,
sin billete, montadas en ballenas.
Tómate un whisky doble en un pub caro
y examina la lista de importantes.

Elige el personaje destacado
con el que desearías asociarte
y compartir su gloria en el recuerdo.
Y usa acertadamente esa pistola.

El sistema funciona desde Eróstrato.
 

WEST HOUSTON STREET
No sé qué es lo que ocurre. Los mayores
como a un igual me tratan y los jóvenes
me miran desconfiados, como si algo
les hiciera de golpe distanciarse.

Me siento como el viento al penetrar
en alguna mansión desconocida.
Me observo en el espejo y veo un rostro
idéntico al que he hallado tantos años.

No creo haber variado de maneras
que, mejores o peores, son las mismas.
No me explico este cambio repentino.
No entiendo a los demás. Pero algo pasa.
 

AVENUE OF THE AMERICAS
Podemos elegir entre estar juntos
y hacernos mutuamente desgraciados.

O separarnos ahora y ser también
cada uno por su lado desgraciados.
 

BEDFORD STREET
Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».

«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».

Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente. Más intenso.

Se veían más cosas. Ascendíamos
a inéditos sonidos y colores.

No había confusión. Hasta el detalle
más ínfimo nos era comprensible.

Sugerí: «¿Por qué no con barbitúricos?»
«Es lento», me objetó. «Ya lo he probado.

Y el lavado de estómago es horrible.
Como un trauma mental, pero en lo físico»

Sustituí su dedo por el mío
y apoyé allí el cuchillo suavemente.

Y lo empujé de súbito. No fuera
que cambiara de idea si iba lento.
 

SULLIVAN STREET
Tener hijos es cosa de mediocres,
ineptos sensualmente, analfabetos
sexuales o de gente irresponsable.

O es un pobre y mezquino agarradero
para dejar constancia de su paso
por el tiempo de la vida. A través de otros.
La adopción de este medio deshonesto
delata su estulticia y su ignorancia.

Pues un vidrio no puede ser el sol
por sólo reflejarlo algún momento.

El hijo de verdad que dignifica
nuestro paso en la vida por el tiempo,
es la obra personal, la de cada uno,
sin vientre, ni pulmones, ni miradas
de odio a quien le ha traído a la existencia.

Es la obra de la mente que se yergue
desafiando políticas y edades.
Y uno perdura en ella por los siglos.
 

WAVERLY PLACE
Hacemos el amor de una manera
imperfecta, mezquina y temerosa.

Nunca profundizamos. Nos quedamos
en la simple epidermis del instinto.
Y el placer obtenido se nos mezcla
con una sensación de desagrado.

Porque ponemos bridas al amor.
Levantamos barreras y frenamos
al llegar al umbral del punto límite.
Nunca lo trasponemos por cobardes.

Nos asusta ese paso hacia adelante.
Y miramos, cansados, al amor
entero, irrealizado, sobre el lecho.

Descontentos por no alcanzar la meta.
Como incendiar un bosque y que una lluvia
imprevista lo apague al poco rato.

Hacemos el amor como si fuera
un rito y por lo tanto usamos símbolos.
Sabemos el sentido de los gestos
y acciones que efectuamos al amarnos.

Morder y devorar, hender, herir...
Y gritos o gemidos alumbrándose.
Su significación es evidente.
Pero nos causa miedo. Y nos frustramos.

Habría que pasar de la parodia
al hecho y realizarnos plenamente.
 

WEST 10TH STREET
La esperé mucho tiempo. No sé cuánto.
No conté el sol, ni el viento, ni la nieve.
No contaba los días. Eran largos.

Supe que volvería. Y la esperé
para echarla de casa como a un perro.

Ahora la olvida todo. Yo, no puedo.
 

GREENWICH AVENUE
Estoy muy satisfecho de mí mismo.
Yo era un ser seco, huraño y solitario
que envidiaba a los otros su alegría.

Pero rectifiqué. Me costó mucho
adquirir compañía y cara alegre.
Y así he gustado aquellos dulces bienes
que envidiaba a los otros: amistad,
mujer, hijos y el éxito en los negocios.

Uno llega a obtener lo que desea
si de veras se esfuerza en conseguirlo.
La insistencia es la clave del acierto.

La piedra que se encima persistente
sobre sus compañeras de sendero,
logrará que tropiece alguien en ella.

Estoy muy satisfecho de mí mismo
pues sé rectificar. Y comprobado
que amigos, mujer, hijos y negocios
siempre me molestaban y agobiaban,
los dejé sin aviso y sin reparos.

Y he vuelto con alivio a mi yo joven,
a mi ser seco, huraño y solitario.
Y estoy muy satisfecho de mí mismo.
 

AVENUE OF THE AMERICAS
Que con ella no iría más le dije.
(Ella anduvo a mi lado hasta mi cuarto.)

Que no la abrazaría más le dije.
(Ella puso mis brazos a su espalda.)

Que no la escucharía más le dije.
(Sus palabras vertía ella en mi boca.)

Que no haría el amor a ella le dije.
Y ahora está descansando sobre mi hombro.
 

WEST 32ND STREET
No quiso comprender que había acabado.
Se cansa hasta la rosa de ser rosa.
Se cansa la botella de su vino.

Esperaba en la calle cada noche
que saliese al balcón y la llamase.
Entonces traje a casa otra mujer.

La sacaron del río un mediodía
cuando el sol sudoroso caminaba
pegándose a la sombra de las casas.

Tumbado en la colina vi su entierro.
Y me sentí tan leve y descansado
como esa nube ociosa de la tarde.
 

GRACELY SQUARE
Es un hermoso cuerpo ese que viene
hacia mí. Se detiene. Y me sonríe.

Qué bella esa sonrisa roja y húmeda
que se abre, como un sexo a mí ofrecido,
para preguntar algo que no entiendo.

Miro sus ojos claros. Pienso, mientras,
que su maravilloso cuerpo late
junto a mí. Están sus senos cercanísimos
a mi pecho y el vello en su entrepierna.

Se apretará, oprimido por las bragas,
que adivino adorables y minúsculas.
Y como un ruiseñor sonidos dulces
gorjea su garganta a mis oídos.

Ese increíble cuerpo habla conmigo.
Le respondo: «No sé». Se aparta el cuerpo
y veo que se alejan las caderas.

más perfectas de todo el universo.
He aprender inglés. Ahorita mismo.
 

WEST 33RD STREET
La pareja perfecta es uno solo
haciéndose el amor. Ninguna chica
conoce el cuerpo mío cual yo mismo
y, por tanto, es más sabia mi destreza.

Qué suave recorrido placentero
por las zonas sensibles de mi físico.
Qué mano que no es mía ni es ajena
sino que es tacto, roce, soplo angélico.

Qué en su justo momento el adentrarme
en la medida exacta de mis límites.
Anchura o estrechez, cuanto me plazca,
consigo en el instante apetecido.

Qué variación inmensa obtengo estando
conmigo mismo, amando incluso a aquellas
que niéganme el contacto. A todas cuantas
me venga en gana entonces disfrutarlas.

La pareja perfecta es uno a solas
haciéndose el amor. En ambos sexos.
Resulta incomprensible esa obsesión
que nos lleva al amor en compañía.
 

FIFTH AVENUE
Ese sentirse solo a la salida
del trabajo, del cine, al ir a casa...

Saber que nadie espera que uno llegue
para alegrarse al verle o rechazarle,
hace enemiga calle la desierta
e inhóspita la calle más poblada.

Los amigos... Me cuentan sus problemas
y se marchan aprisa. Y uno queda,
de nuevo, otra vez, solo y debe, siempre,
replegarse en su yo y su aburrimiento.

Qué vacío descubre uno en sí mismo
cuando uno mismo busca su yo interno.
Qué ser desagradable se contempla
cuando su propio ser uno examina.

Y aquí, entre tanta gente, en la ciudad,
siente uno que no importa nada a nadie.
 

HERALD SQUARE
El mundo lo gobierna la mujer
con un radar inútil y vibraciones
y mandos a distancia algunas veces.

Como controla el sol a los planetas
para que no se escapen de sus órbitas.
Con un mínimo esfuerzo por su parte.

Le basta permitir que un corto rato
ocupe su incisión un pedacito
de carne apasionada de los hombres.
 

WEST 35TH STREET
¿Por qué sigo empeñado en encontrar
la mujer que imagina uno en su mente?
Y, además, ¿es que existe esa mujer?

Muchos ya descubrieron al principio
que esa mujer no existe. Al darse cuenta
buscaron al azar una cercana.

Renunciaron al sueño y se adaptaron
a una pequeña dicha y su tristeza.
La vida no da más, seguramente.
 

FIFTH AVENUE
Me niego a hacer sonetos. Su estructura
-dos anchos ataúdes de cuartetos
y otros dos más delgados de tercetos-
los muestra adustos, serios de figura.

O semejan barrotes de una dura
prisión de endecasílabos sujetos
por rimas consonantes; obsoletos
modelos del rigor. ¿Poesía pura?

Mayormente son versos preparados
a medida del molde y presentados
con un burdo remedo de la música.

Abjuro de sonetos donde sobra
o falta espacio para expresar la obra
en su justa extensión, la exacta, la única.
 

WEST 42ND STREET
Las mujeres, comida, porros, coches
y honores se consiguen con dinero.
El dinero es, por tanto, lo importante.
Lo que hay que conseguir de inmediato. Ahora.

No voy a ser como esos que recogen
pedacitos de dicha poco a poco
y al cabo de los años han reunido
un mísero caudal. Yo lo quiero ahora.

De una vez. Mi ración entera, aprisa,
para ya consumirla y disfrutarla.
Mariscos, coches rápidos, botellas
de whisky y bellas chicas para mí. Ahora.

El porvenir -mañana- es la esperanza
del fracasado de hoy. Yo triunfaré ahora.
No me preguntéis cómo. No me importa
el cómo sino el cuándo. Y cuándo es ahora.
 

TIMES SQUARE I
Me encanta transcurrir por las calles
pobladas de muchachas que, a mi paso,
«Rubio», «Cielo», «Tesoro», «Ven aquí»,
susurran. Es magnífico el paisaje.

Ni me hablen de los valles ecológicos.
Es como disponer de un gran serrallo
y elegir la que uno halla apetecible
para un rato. Y después escoger otras
si uno quiere y si tiene nuevas ganas.

Y todo por un precio razonable.
Qué acierto es ese oficio inestimable
de la prostitución. Todas las partes
involucradas sienten, satisfechas,
que han dado menos de lo recibido.

Debiera promoverse más su práctica.
 

TIMES SQUARE II
Contemplo como salen del local
parejas enlazadas de las manos.
Cuánta mujer hermosa en todas partes.
El vestíbulo exhibe con orgullo
su muestrario de chicas estupendas.

Un amigo a mi lado me saluda.
Me comenta: «Qué film más aburrido.
Las historias de amor son soporíferas».
Yo asiento. Y admirados vigilamos
a una mujer preciosa. Acompañada.

Observo cómo mira ávidamente
las muchachas que surgen de la sala
como los coches surgen de un garaje
ostentando sus líneas sugestivas.
Como las miro yo seguramente.

También él siente el tedio. Ambos quisiéramos
un amor, un hogar de esos que vemos
en el cine y decimos nos aburren.
No igual a aquel que tienen los amigos
que en su gran mayoría se han casado.

Ante una moto grande y esplendente,
como un bello caballo de fuel puro,
nos paramos: «¿Te dejo en algún sitio?»,
precavido pregunta.  Yo no acepto.
Buscaré a alguna chica por el Village.
 

TIMES SQUARE III
Pobre muchacha hermosa que deprisa
hacia mí vienes al cruzar la calle
y pasas por mi lado, sin saber
que yo soy la razón de tu existencia.

Ni siquiera me ves. Y te sonrío.
Admiro tu cabello, culo y piernas.
Estás buena. Te haría muy dichosa.
Pero tú te lo pierdes con tu prisa.
Pobre muchacha hermosa apresurada.
 

TIMES SQUARE IV
No me reconocéis. Y sin embargo
soy uno de vosotros. Ese mismo.
 

BROADWAY
El amor es un juego apasionante
y el mejor sustituto del amor.
De aquel amor inmenso, el amor único,
que uno halla varias veces por el tiempo.

El recíproco amor es lo más bello.
Lo sabemos los dos. Pero es muy grande
el vacío que se abre entre el amor
que se ha ido y el amor que aún no ha llegado.

¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza
si es posible colmarlo de sonrisas?

Si se ha ocultado el sol pueden los faros
del coche iluminar la carretera.
Mientras llega otro amor buscando el nuestro
juguemos, sólo juego, a enamorarnos.

Juguemos a querernos, sin querernos,
hasta el día en que alguno de los dos
vuelva a sentir amor por cualquier otro.
El amor es hermoso aun como juego.
 

ROCKEFELLER PLAZA
Me gusta contemplar las jovencitas.
De las generaciones del amor
son la última remesa que nos llega.

Me complace observar su audacia tímida.
Son nuevas promociones impacientes
para llegar a tiempo hasta mi tiempo.

Tal vez alguna alegre muchachita
de esas cuatro que buscan la parada
del autobús y ríen naderías

suspire entrecortada entre mis brazos
dentro de pocos años, ya hecha, entonces,
hermosa juventud su adolescencia.

Casi siento en mis brazos su latido.
Lo bueno de ser hombre es que el amor
-la mujer-, si uno quiere, siempre es joven.
 

FIFTH AVENUE
Me he puesto una sonrisa. Todo es bello.
 

AVENUE OF THE AMERICAS
No estoy bien preparado todavía.
Eduación, familia y religión
son unos callejones sin salida.
Cuesta un enorme esfuerzo escapar de ellos
para llegar al campo libre y fértil.

Más que el entrenamiento ha resultado
duro cambiar la piel a esa palabra
que justifica el acto, lo hace heroico
y hasta lo dignifica: Ejecución.
Tenía mal aspecto su semántica.

Pero también se vencen los vocablos.
Y hace unos cuantos días, en mi tierra,
sin mostrar emoción exteriormente,
he sido ejecutor de una sentencia.
La piedra en la cual he intervenido.

La insoportable espera, el riesgo, el álgido
momento en que aparece aquel que debe
de inmediato morir y no lo sabe,
no me causó ningún remordimiento.
Antes bien, al contrario, me ha gustado.

Que no estoy preparado eso demuestra.
Aún hay en mí reflejos de un pasado
en el que transgredir leyes y normas
resultaba excitante sexualmente.
He de reconocer que he eyaculado.
 

CENTRAL PARK SOUTH
Todo es acostumbrarse. El primer perro
que uno acalla colgándolo de un árbol
o enterrándolo vivo en algún hoyo,
tal vez a alguien le cause una aprensión
o le produzco un cierto escalofrío.

Mas si sigue le llega a tomar gusto
y amplía la experiencia a otras especies.
Igual que el cazador que se ha habituado
a vigilar las presas. Y a parar
el veloz movimiento de la vida.
Todo es acostumbrarse simplemente.

Matar los animales no es un trauma
para quien lo practica con frecuencia.
Es el puro reflejo placentero
de liquidar urgencias sin reparos.
Y con seres humanos le es lo mismo.
 

EAST 59TH STREET
Un día la mujer se dará cuenta
de que el hombre es adorno o mano de obra
o un primario depósito de esperma.
Que es ella la esencial para la especie.

No sonriamos con sorna y picardía
por sobrevalorarnos. Es clitórica.

La deificación fálica es en ella
hipocresía. Es mito varonil.
Y el varón que lo impone es quien lo adora.

Un día la mujer leerá la historia
y sabrá quién es ella y quién el hombre.

Relegará al varón a mano de obra
y a su afición al sexo de los príapos.
Y encuerará su real supremacía.
La que hasta ahora ha ejercido ocultamente.
 

MADISON AVENUE
Hay que huir de la gente. Los amigos
tienen palabras, gestos y miradas
con una piedra dentro que hace daño.

Hay que huir de la gente. La familia
es la mano que aguanta la cabeza
para que permanezca bajo el agua.

Y el amor es tan sólo una palabra
que una mujer nos pone entre los brazos.
Al irse la mujer duele su nombre.

Estar aislado es grato para el alma.
Estar aislado es grato para el cuerpo.
Morir es sólo aislarse un poco más.
 

EAST 54TH STREET
No me salvéis. Intento así perderme.
 

EAST 52ND STREET
Para hablar no te quiero. Tengo amigos
para tratar de cosas que me inquietan
y ahondar en las ideas que me importan.

Y no nos condiciona nunca el sexo.
Nos lo pasamos bien. Y «Adiós». Y «Hasta otra».
Contigo es diferente. Lo que cuentas
no me interesa nada en absoluto.

Y he de escuchar, no obstante, atentamente
y ocultar mi fastidio a tus palabras.
Porque sino te niegas a mi amor.

Y cuando a mí se ciñe tu figura
grácil y delicada voy perdido.

Pues al sentir tu cuerpo a mí abrazado
nada tiene interés que tú no seas.
Y yo ya no soy mío, sino tuyo.

Y así debo evitar en nuestra charla
lo trascendente; reír tus tontas gracias,
acusarme de estar equivocado...
Entonces sí que accedes a mi amor.

De no mediar el sexo y ser tan bella
te hallara aborrecible y despreciable.
O serías perfecta si no hablaras.
 

PARK AVENUE
Me siento a gusto aquí, en esta ciudad.
Estoy en plena selva. Un duro bosque
de cemento con cuevas de ladrillos
donde seres mezquinos y cobardes
se esconden con sus bienes más apreciados.

Mas yo con poco tengo suficiente.
Y lo consigo pronto. Sobre todo
en los días de frío en que con prisas
los viandantes se centran en su abrigo.
Van más desprevenidos por la noche.

Y son presa más fácil para mi hambre
de diversión, mujeres... De dinero.
Basta solicitarlo y te lo entregan.
Como su fruto suelta generoso
el árbol a la mano que a él se tiende.

No es difícil ganarse el jornal diario
por la calle si es uno consecuente.
Si un transeúnte se niega o lleva encima
menos de lo que estimo indispensable
le clavo la navaja en el estómago.
 

EAST 51ST STREET
Me miró cuando dije: «Sí, yo quiero»,
y al volver de la iglesia entró en mi cama.

Toda la ropa que ella poseía
la puso con la mía en el armario.
Todo lo nuestro estaba siempre junto.

Dos meses nos sentamos a la mesa.
Dos meses compartimos la almohada.
Fue como vacaciones en el cielo.

Mas sólo usa mi nombre lo que es mío:
mi mujer, mi camisa, mi chaqueta...
Aquello que he adquirido con mi esfuerzo.

Lo supe a los dos meses. La maté.
y nunca ha habido flores en su tumba.
 

FIFTH AVENUE
Cuando de algo me alejo más me acerco
a ti, a quien aún no he hallado en mi camino.
 

EAST 47TH STREET
Nunca acaba esta noche. Nunca acaba.
Ya pasa poca gente por la calle.

Todos duermen, malditos, y descansan.
Las ventanas, los párpados cerrados,
reposan a su vez en las paredes.

Sólo yo voy sin rumbo por la calle
seguido por el ruido de mis pasos.

Todo parece estar en paz, tranquilo,
con la preocupación diaria arrojada
a un rincón, como ropa que se ha usado.

Y no acaba esta noche. Debería
llegar en este instante el fin del mundo.
 

EAST 42ND STREET
Pienso dejarte un día. Quiero ver
los campos de maíz cuando anochece,
sentado allí en el porche de mi casa.

Quiero ver nuevamente el rostro duro
de mi madre, mirando secas nubes.
Olvídate aquel día de que existo.

Pienso dejar un día a las mujeres.
Cuando la lluvia lave mi tristeza
y no lleven mi nombre mis facciones.

Una mujer comienza en las rodillas
y termina en la boca. Me bastaba.
Bastó para arrancarme del maizal.

Pienso dejar un día a las mujeres
y ser un forastero allí en mi hogar,
viendo el maizal dormido junto al rancho.
 

LEXINGTON AVENUE
Si no puedes destruir a los demás
destrúyete a ti mismo. No, no dejes
que otros lo hagan por ti. Tiene la vida
una meta tan sólo que es la muerte.

Alcánzala primero que los otros.
Morir es fácil. La naturaleza
ha puesto mil razones en tu mente
que invitan a la muerte a cada instante.

Busca dentro de ti y las hallarás.
Es la naturaleza sabia y buena.
Quiere que te realices totalmente.
Que obtengas tu valor óptimo al máximo.
La plenitud del ser está en la muerte.
 

UNITED NATIONS PLAZA
Muchas veces sonrío complacido
a mi cuerpo pletórico de aciertos.
Tiene aspecto atrayente. Es un modelo
de sobria perfección físicamente.
Es un fuera de serie indiscutible.

Un prototipo para un experimento
cuyo exacto sentido se me escapa.
Irradia seducción, fuerza... Es espléndido.
A veces me deseo y me masturbo.

He de reconocer que me entusiasma.
Cuando pasen los años por mi lado
él continuará siendo un arquetipo.

Y hasta un día la muerte, enamorada
de él, lo guardará incorrupto por el tiempo.

Lo merece este cuerpo. Bello. Mío.