sábado, 18 de febrero de 2012

Civilización (Jaime Torres Bodet)



Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.

Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lágrimas,
y -como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.

Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamosa los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
el frío de la piña rebanada
sobre el plato de laca de un otoño,
el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.

Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
una bala de hombre mata a un hombre.

Y su muerte deshace
todo lo que pensé haber levantado
en mí sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír -en Platón- morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber que dos y dos son cuatro...

Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra -a mano armada-
en la vida indefensa de otros hombres.
Súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.

Y nada está seguro de sí mismo
ni en la semilla en germen,ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!

Las palabras perdidas (Gonzalo Márquez Cristo)






Alguien descifra la escritura de la lluvia y sin embargo no puede escapar.

Un alud de imágenes nos extravía la palabra; acudimos al grito y al llanto, a veces a la indiferencia, pero sabemos que necesitamos de la guerra para ser inocentes.

Todo lo ha ofrendado la ceniza.

Desde que desterramos a la noche desaparecieron las más profundas alianzas y nuestros perseguidores pueden encontrarnos.

Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede de su túnel. Un árbol arde en nuestros ojos de agua.

La verdad -es decir lo prohibido-, impone su reino de terror... y hemos decidido habitarlo con las manos entrelazadas.

Creímos que la poesía nos enseñaría a morir...

Persistimos... Con frecuencia hacemos la extraña sonrisa del miedo. Si huimos, la soledad convertirá a alguien en víctima. Por eso la palabra se pasa de mano en mano para construir una morada invisible.

A veces para sobrevivir renunciamos al conocimiento.

Y cuando todos duermen escribimos... Pero un poema es el fósil de un sueño, el cadáver de un dios...

¿Aún podremos salvarnos?

Sé involuntaria. Sé febril. (Félix Grande)

Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio nombre.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella, busca, abrasa, gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita ¡Venganza!

Sé una perdida, mi amor, una perdida.

En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

Traducirse (Ferreira Gullar)


Una parte de mí
es todo el mundo:
otra parte es nadie:
fondo sin fondo.


Una parte de mí es multitud:
otra parte extrañeza y soledad.
Una parte de mí pesa, pondera:
otra parte delira.


Una parte de mí almuerza y cena:
otra parte se espanta.
Una parte de mí es permanente:
otra parte se sabe de repente.


Una parte de mí es sólo vértigo:
otra parte, lenguaje.
Traducir una parte
en la otra parte
-que es una cuestión
de vida o muerte-¿será arte?

Tengo Miedo (Elias Nandino)







Tengo miedo de ti,
de mí,
del mundo, del aire,
del amor, de la sombra.
Tengo miedo de todo.
¡Tengo miedo del miedo!
Tengo miedo a caer
sin nombre,
sin memoria y sin cuerpo,
en la eternidad
del olvido y del silencio.
¿Para qué soy
si para siempre dejaré de serlo?

Aclaración Preliminar (Eduardo LLanos)


Si ser poeta significa poner cara de ensueño,
perpetrar recitales a vista y paciencia del público indefenso,
inflingirle poemas al crepúsculo y a los ojos de una amiga
de quien deseamos no precisamente sus ojos;
si ser poeta significa allegarse a mecenas de conducta sexual dudosa,
tomar té con galletas junto a señoras relativamente deseables todavía
y pontificar ante ellas sobre el amor y la paz
sin sentir ni el amor ni la paz en la caverna del pecho;
si ser poeta significa arrogarse una misión superior,
mendigar elogios a críticos que en el fondo se aborrece,
coludirse con los jurados en cada concurso,
suplicar la inclusión revistas y antologías del momento,
entonces, entonces, no quiero ser poeta.
Pero si ser poeta significa sudar y defecar como todos los mortales,
contradecirse y remorderse, debatirse entre el cielo y la tierra,
escuchar no tanto a los demás poetas como a los transeúntes anónimos,
no tanto a los lingüistas cuanto a los analfabetos de precioso corazón;
si ser poeta significa enterarse de que un Juan violó a su madre y a su propio hijo
y que luego lloró terriblemente sobre el Evangelio de San Juan, su remoto tocayo,
entonces, bueno, podría ser poeta
y agregar algún suspiro a esta neblina.

Quisiera tener varias sonrisas (Concha Méndez)





Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme…
Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.
Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final… el lavarse tan tranquilos las manos.

La puta que se llevó mis poemas (Charles Bukowski)





Algunos dicen que debemos eliminar del poema
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡POR DIOS!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!
¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero?
Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones borrachos y enfermos en el rincón.
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50,
pero no mis poemas.
No soy Shakespeare
pero puede ser que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros.
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios, cruzándose de piernas:
veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía.

Animal Pensativo (Alvaro Yunque)






Pobre amigo filósofo, tu marchas por la calle pensando,
qué tontera, pensando en cosas graves,
en cosas que te impiden reír de lo que ocurre
a las bestias y hombres que atiborran la urbe.

Oye aquí un caballero y una dama disputan,
-rufián el caballero, la dama prostituta-
aquí ante una pizarra de carreras, cien jóvenes
hablan, con qué energía, de caballos y jockeys.
Allí rueda un ruido y una bocina atruena
y allí ruge un confuso murmullo de marea.
Ésto, amigo filósofo, esto sí es divertido;
Pero tú nada escuchas, nada ves, ¡pobre amigo!

A ti quizás, oh amigo, te entristecen las cosas
que a los demás divierten y, satisfechos, gozan;
porque tú, pobre amigo, ya has perdido la gracia
de Dios, porque has perdido la divina ignorancia;
Tú hacia los libros fuiste lleno de ardor; oh amigo,
y has vuelto pesaroso, callado de los libros;
Tú, curioso, quisiste saberlo todo,
y hoy sabes tanto que te hallas solo, solo.
La vida de la urbe tan grotesca y risible
tu espíritu acongoja, por eso marchas triste,
por eso en estas calles, dominio de la injuria
y el ruido, paseas tu orgullo y tu amargura
y en medio de animales que no piensan, oh, amigo,
eres un melancólico animal pensativo.

jueves, 16 de febrero de 2012

Al final del puente. (María del Pino Antúnez)





Quiero vivir el día de hoy como si fuese el primero, como si fuese el último, como si fuese el único. Quiero vivir el momento de ahora como si aún fuese temprano, como si nunca fuese tarde. Quiero mantener el optimismo, conservar el equilibrio, fortalecer mi esperanza, recomponer mis energías, para prosperar en mi misión y vivir alegre todos los días. 

Quiero caminar con la certeza de llegar, quiero luchar con la certeza de vencer, quiero buscar con la certeza de encontrar, quiero saber esperar para poder realizar los ideales de mi ser. ¡En fin, quiero dar lo máximo de mí, para vivir intensamente y maravillosamente,.... todos los días de mi vida!

Elegía a la Muerte (Lizkno, J)













¿Dónde estás querida muerte?,
mira que me ha ganado la melancolía,
mira que mi sombra ya no se refleja en el suelo,
mira que la noche no le interesa, 
encontrarse con mis pasos.

¿Dónde estás querida muerte?,
mira que mi alma ya no celebra mi existencia,
mira que las voces en mi cabeza se han hecho
más fuertes, mira que el mundo se cae
ante mis pies.

¿Dónde estás querida muerte?,
mira que mis versos ya no tienen rima,
mira que la musica ya no suena,
mira que mis sentimientos ya no cambian
de estación.

¿Dónde estás querida muerte?,
mira que hoy aclamo tu nombre,

                                         mira...ven...mira

que el mundo ya no palpita,
que la gente ya no sonríe,
que la soledad es mí unica compañia,
que el dolor es más fuerte,
que mis pensamientos no tienen orden,
que el pasado me persigue,
que el futuro es un desconcierto,
que estoy callendo al abismo,
que me carcome la culpa, y la locura,
que tengo miedo de la vida, 
que se me ha arrebatado la alegría,
que dios ya no escucha mis plegarias,
que yo ya no soy yo,

                                           mira...ven...mira

acércate, por favor!
adentrate en este mundo,
de dolor y cólera... ven acércate!
que ya tengo libertad...sigue el
camino, ¿huele a pútrido ? ....

                                          mira...ven...mira

que ya derramo sangre entre mis manos,
¿dónde estás...querida muerte?...

si ya he aclamado a tu nombre.

domingo, 12 de febrero de 2012

El amor desolado (José Dicenta Sánchez)

Yo puse el esfuerzo y ella la desgana 
yo el hondo silencio y ella la palabra 
yo senda y camino y ella la distancia 
yo puse los ojos y ella la mirada. 

Quise entre mis manos retener el agua 
y sobre la arena levanté mi casa 
me quedé sin manos, me quedé sin casa 
fuí raíz oscura y ella tronco y rama. 

Para que la cuenta del amor sumara 
ella puso el cuerpo, yo el cuerpo y el alma 
era toda viento yo toda montaña 
yo pura resina y ella pura llama. 

Una noche oscura se fué de mi casa 
cegaron mis ojos para no mirarla 
para no seguirla cerré las ventanas 
clausuré las puertas para no llamarla. 

Puse rosas negras sobre nuestra cama 
sobre su memoria puse rosas blancas 
y a la luz difusa de la madrugada 
me quité la vida para no matarla. 

Yo lo puse todo, vida cuerpo y alma 
ella Dios lo sabe, nunca puso nada 
nada, nada, nada.

ELEGÍA PARA MÍ Y PARA TI (José Ángel Buesa)

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

II

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.
Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

III

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.
Yo pensaré quizás: " Qué linda es todavía."
Tú quizás pensarás: " Se está poniendo viejo "
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

IV

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....

V

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.)

VI

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.
Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

"ELEGÍA LAMENTABLE" del cubano José Ángel Buesa

Desde este mismo instante seremos dos extraños
por estos pocos días, quién sabe cuántos años...
yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido
uno de esos que nadie confiesa haber leído.
Y así mañana, al vernos en la calle, al ocaso,
tu bajarás los ojos y apretarás el paso,
y yo, discretamente, me cambiaré de acera,
o encenderé un cigarro, como si no te viera...

II

Seremos dos extraños desde este mismo instante
y pasarán los meses, y tendrás otro amante:
y como eres bonita, sentimental y fiel,
quizás, andando el tiempo, te casarás con él.
Y ya, más que un esposo será como un amigo,
aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo,
y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha,
se te empañen los ojos, al llegar una fecha.

III

Acaso, cuando llueva, recordarás un día
en que estuvimos juntos y en que también llovía.
Y quizás nunca más te pongas aquel traje
de terciopelo verde, con adornos de encaje.
O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta,
cuando dobles tu almohada con mano soñolienta.
Y domingo a domingo, cuando vayas a misa,
de tu casa a la iglesia, perderás tu sonrisa.

IV

¿Qué más puedo decirte? Serás la esposa honesta
que abanica al marido cuando ronca la siesta:
tras fregar los platos y tender las camas,
te pasarás las noches sacando crucigramas...
Y así, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día, como toda la gente.
Y voces que aún no existen sollozarán tu nombre,
y cerrarán tus ojos los hijos de otro hombre.

V

No me importa quién pase después por un sendero,
si me queda el orgullo de haber sido el primero.
Y el vaso que embriagara mi ilusión o mi hastío,
aunque esté en otra mano, seguirá siendo mío.
Por eso puedes irte, mi pobre soñadora,
pues si el reloj se para, no detiene la hora,
y tú serás la misma de las noches aquellas,
aunque cierres los ojos para no ver las estrellas...