sábado, 26 de febrero de 2011

Avernus (Salvador Díaz Mirón)

El recio astur, que se reputa
Claro y puro y tenaz como un diamante;
Y ella una montañesa, -diminuta
Como todo primor-, suelta y picante.

Y en una quiebra, convertida en huerto,
Habitan, por azares, un casucho,
Con un mozo andaluz, guapo, despierto,
Y en corromper a las labriegas ducho.

El marido es feliz. Tiene por Norte
El propio ensueño en la fortuna extraña:
Conservar el amor de la consorte,
Y con él y un caudal volver a España.

¡Oh ilusión, rica y tenue como un halo!
Eres gracia y piedad y no ironía.
El dios propicio, que sucumbe al malo,
Te insufla, porque brega todavía!

¡Espantoso el temblor, que de improviso
cambia el curso a las linfas, y despeña
la roca y el alud, y agrieta el piso,
y torna el pobre hogar montón de leña!

El campesino acude; y en acento
Que al mismo pedernal abriera estría,
Arroja como un dardo el firmamento
Un nombre de mujer: el de María.

¡Luto y desolación! ¡Ruina y tortura!
-El mísero patán busca y remueve;
y, tras larga faena, se figura
que percibe un albor como de nieve.

Escombra con afán y se aproxima...
¡Y ve dos cuerpos cual de mate y yeso,
desnudos, enlazados, uno encima
del otro, muertos en la flor del beso!

El Poniente descoge su escarlata;
Y, como signos de crudeza y lloro,
Selene muestra su segur de plata
Y Véspero su lágrima de oro.

* * *
¡Desdichado Ginés! Odia la vida,
y arma la diestra con agudo acero...
¿En dónde los despojos del suicida
En sepulcro sin cruz y sin letrero.

En fosa que la grama disimula,
Al pie de un árbol que resulta emblema,
Pues parece un dolor que gesticula
En una contorsión brusca y suprema.

Del zafio, cuya forma ya no existe,
El espíritu aun es; - y con sus celos,
Igualmente inexhaustos, vaga triste
Y colérico y solo por los cielos.

Y con voz de retumbo de caverna
Lanza en la sombra, pavoroso grito:
"¡Maldición para el alma, por eterna,
¡ay! Porque su tormento es infinito!"

La canción del Paje (Salvador Díaz Mirón)

Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro,
Y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
En la intención del alma que bien exploro,
Y en el roce del cuerpo con el sonoro
Y opulento artefacto que mal gobiernas.

Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
Y refrenado y mudo finjo que ignoro,
Para que si hay ultraje no lo disciernas.

Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.

DEA (Salvador Díaz Mirón)

Recio y amplio edificio, que no brilla
Por la elegancia y el primor del arte.
Fue convento y capilla
Y es hospital. Elévase a la orilla
Del mar, hacia la parte
De Oriente, por la cual hay un baluarte,-
De dos que duran a evocar memoria
De antiguos tiempos de tumulto y gloria.

Junto a ríspida rampa de granito,
Roña de ruinas y despojos muerde
Restos de la muralla de circuito,
Que son postrer vestigio que se pierde;
Y entre la playa bruna y el amparo
De los pacientes míseros, un clavo
Borda en rústico alarde alfombra verde.*

Al Norte, recta y espaciosa vía,
Que a un lado y otro del arroyo cría
Y a despecho del régimen propaga
Mantos de zacatillo y verdolaga;
Y que a un extremo y a cerrar el fondo
Tiene un médano gris, enhiesto y mondo.

Al Sur, y herboso como inculto predio,
Un parquecillo ruin en cuyo medio
Un zócalo mezquino espera en vano,
Con una obstinación que infunde tedio,
La estatua de un grande hombre mexicano.

He ahí mi asilo y el contorno. -Cruda
Flegmasía me atrajo de mazmorra
A celda en que perezco de modorra
Y que, quizás por imitarme, suda.
Compasivo guardián que imparte ayuda;
Y cuando halla ocasión, me da permiso
De visitar un rato el paraíso.
Y a frescos y desnudos corredores,
Que rodean un cuadro un patiezuelo,
Salgo a ver sonreír frondas y flores,
Ya mostrar a la fe de mis dolores
Un pedacito del azul del cielo.
Y de gracia mi espíritu se viste;
Y entonces me pregunto si la suerte
Hará otra miel como la paz del fuerte
Y otro esplendor como el placer del triste.

Holgábame una vez en tal encanto;
Y una moza, con rostro del delirio,
Pasó, blanca y derecha como un cirio,
Lírica y turbadora como un canto,
Odorífera y prócer como un lirio.
Parecía ilusión de la mirada.
Iba con paso cadencioso y lento,
Y alba ropa de lino almidonada,
Y un susurro de risa en enramada,
Y cual fuego la crin volando al viento.
Era de tarde, por abril que adoro,
Y en un silencio perturbado apenas;
Y efluvios de azahares y azucenas
Desleían al sol ámbar en oro.

Quedáme absorto y lúgubre. Sufría
Présaga desazón. - ¡Oh imagen pía!
Ancha y tersa la frente sin pecado,
Helénica nariz, boca de fresa,
Zarco el ojo de antílope asustado,
Elación y decoro de princesa
Y un secreto de angustia en un nublado:
¡asi te llevo en el sensorio impresa!

Costumbre de inquirir, sabia y notoria,
A la que rindo y pagaré tributo,
Movióme a interrogar. Y oí una historia.
¿A quién? A un servidor del instituto,
a un cubano feraz en viles tretas,
a un practicante crapuloso y pigre,
a un mancebo de sórdidas chancletas,
facha de orangután, gesto de tigre.
Pero atended. -Su relación incluye
Un imán de rumor de agua que fluye.

"La doncella gentil se llama Dea.
Su padre, Juan Falot, vino de zuavo;
Y aqui, como en Italia y en Crimea,
Ganó prez en las lides como bravo.
Herido y preso en Camarón, no pudo
Seguir, camino a Francia, el regimiento;
Y ya en salud y en libertad, a rudo
Trabajo demandó noble sustento.
Cansado de labrar, y con su ahorro,
Adquirióse un tenducho y un ventorro.
Y casó con la reina del poblacho,
Una mujer de singular trapío,
Modesta y cauta sin ficción ni empacho,
Y enemiga mortal de todo lío.
Y los meses corrieron; y la esposa
Engordaba, soñando con querubes;
Y una chica nació sana y hermosa,
Con un cutis de pétalos de rosa
Y un olor como de astros y de nubes."

"Qué suplicio el del parto! ¡Cuál estreno!
Fruto de humano amor cumple lo escrito:
No se desgaja sin romper un seno
Y no respira sin lanzar un grito!
Fausto auroral surgió del horizonte;
Y a la sangrienta luz que despuntaba,
Y en el aroma del cercano monte,
Y en las perlas de un trino de sisonte,
¡ay! La madre infeliz agonizaba.
Por hemorragia sucumbió al puerperio.
El cadáver cayó bajo el imperio
De la Química, numen de las cosas,
Y es en el más humilde cementerio
Polvo siempre fecundo en tuberosas.
Pero alma de valer, limpia y cristiana,
Yergue aliento que nunca se consume;
Y aquélla se fue a Dios, como un perfume,
Disuelta en el carmín de la mañana."

"El pobre viudo encaneció en un día.
¡Cuán tierno y delicado a la pequeña
el que antes, por su indúctil ardentía,
resultaba feroz bajo la enseña!
Arrapiezo el "bebe", y en la dulzura
Del mismo, y al alcance de la mano,
Campó sin probar gota de amargura.
¡Frágil y bullidor, lindo y ufano
colibrí del vergel de la ventura!
Su aspecto de pictórico angelito,
Su inventiva, su charla, su despejo,
Aliviaban con bálsamo exquisito
El ulcerado corazón del viejo."

"¡Precoz muchacha! Con presteza suma
se adiestraba en su hogar, según crecía;
y llegó con el medro de la espuma
a la núbil y sacra lozanía.
Y en gusto y dignidad honró penates,
Y en cuidar su conducta puso esmero;
Y escuchando episodios de combates,
Retempló su virtud como un acero.
Jamás anduvo en triscas de festines;
Y sola con sus caras aficiones,
Vivió en intimidad con sus jazmines
Y hablábase de tú con sus gorriones.
Su pensamiento, si salvaba el muro,
Era de fijo en el espacio, allende,
Como el soplo sutil, cimero y puro
Que por alto pinar vibra y trasciende".

Al estro el narrador detuvo el giro,
Y luego continuó, tras un suspiro.
"Al destino la dicha es una injuria
y el oasis un tósigo al desierto.
El anciano "enfermó" de albuminuria
Y con la virgen trasladóse al puerto.
Arriba está. Malísimo, por cierto,
Y de congoja convertido en furia.
La bella y santa joven, - que reside
No lejos, en unión de unas beatas-,
Acude con frecuencia y lo decide
A someterse a pócimas y natas.
Y bebe horrible hiel en vasta copa;
Y con firme palabra y sin misterio,,
Dice que pronto marchará a Europa
A gemir su orfandad a un monasterio.
Musca jerga y nevada muselina
Ofrecen a la mártir hechicera
Disfraz de prodigiosa golondrina,
Palma en inmarcesible primavera".

Veracruz. Hospital de San Sebastián. Mayo
De 1900.

A Margarita (Salvador Díaz Mirón)

Qué radiosa es tu faz blanca y tranquila
¡bajo el dosel de tu melena blonda!
Qué abismo tan profundo tu pupila,
¡pérfida y azulada como la onda!

El fulgor soñoliento que destella
en tus ojos donde hay siempre un reproche
viene cual la mirada de la estrella
de un cielo ennegrecido por la noche.

Tu rojo labio en que la abeja sacia
su sed de miel, de aroma y embeleso,
ha sido modelada por la gracia
más para la oración que para el beso.

Tu voz que ora es aguda y ora grave,
llena de gratitud suena en mi oído
como el saludo arrullador del ave
al sol naciente que despierta el nido.

Deseos (Salvador Díaz Mirón)

Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en los labios tienes.

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
¡a un mismo tiempo por doquier besarte!

Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en la sombra, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
¡y morir de placer al comprimirte!

Oh, yo quisiera mucho mas! Quisiera
llevarte en mi como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
¡para estallar y separarse luego!

Yo quisiera en mi mismo confundirte,
confundirte en mi mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
¡convertirte en perfume y aspirarte!

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
¡y unir a mis sentidos tus sentidos!

Dones fatídicos (Salvador Díaz Mirón)

Palma, no te enorgullezcas
de superar en altura
a los laureles y almendros
sobre cuyas copas triunfas.
La tempestad se avecina,
y cuando el rayo fulgura,
las frentes menos enhiestas
son las que están más seguras.

No te ensoberbezcas, rosa,
porque brillas y perfumas,
y en el jardín y en el prado
reinas, excedes y ofuscas.
Esmalte y aroma en flores
son signos de desventura...
Manos vendrán que te arranquen
o insectos que te destruyan.

Dulce planta de la selva,
cantor que esponjas la pluma
y abres el pico y exhalas
chorros de perlas de música.
No te envanezca el gorjeo,
calla: los hombres lo escuchan,
y trinos aprestan redes
al ave que los modula.

Tierra, no envidies al astro
que te calienta y fecunda,
y que surgente o occiduo
prodiga el oro y la púrpura.
Tamaña magnificencia
nace de inmensa tortura...
El resplandor de un incendio
¡te vivifica y alumbra!

Cuán caro pagas, espíritu,
¡el nimbo que te circunda!
Tener ingenio y renombre
es tu verdadera culpa.
De rencores a tu gloria
es cómplice la fortuna,
y pereces lapidado
con montañas de imposturas.

Mudanza (Salvador Díaz Mirón)

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... la sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

Asonancias (Salvador Díaz Mirón)

Sabedlo, soberanos y vasallos,
próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.

Rimas (Salvador Díaz Mirón)

El día con su manto
de vívidos colores,
inspira cosas dulces:
la risa y la ilusión.
Entonces la mirada
se inclina hacia las flores...
Las flores son los versos
¡que el prado canta al sol!

La noche con su sombra,
que deja ardientes rastros,
inspira cosas graves:
la angustia y la oración.
Entonces la mirada
se eleva hacia los astros...
Los astros son los versos
¡que el cielo canta a Dios!

Qué pliegue su ala de oro
la tarde en el vacío;
que pasen por mi mente
las ondas del Cedrón;
que caiga de la nube
la gota de rocío;
¡que radien las estrellas,
que trine el ruiseñor!

A un pescador (Salvador Díaz Mirón)

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

Pero prorrumpes en canturía
que inculta y tosca mueve a llorar;
oigo la ingenua melancolía
¡del que inseguro del pan del día
surca y arrostra pérfido mar!

Tímida y mustia por los recelos
tu mujercita dirá: -Señor,
une las aguas, limpia los cielos;
cuida y conduce, por los chicuelos,
¡la navecilla del pescador!

Ojos verdes (Salvador Díaz Mirón)

Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas. 

A Gloria (Salvador Díaz Mirón)

No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca:
mi razón es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca.

Semejante al nocturno peregrino,
mi esperanza inmortal no mira el suelo;
no viendo más que sombra en el camino,
sólo contempla el esplendor del cielo.

Vanas son las imágenes que entraña
tu espíritu infantil, santuario oscuro.
Tu numen, como el oro en la montaña,
es virginal y, por lo mismo, impuro.

A través de este vórtice que crispa,
y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o águila seducida por un astro.

Inútil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo.

Fiando en el instinto que me empuja,
desprecio los peligros que señalas.
"El ave canta aunque la rama cruja:
como que sabe lo que son sus alas."

Erguido bajo el golpe en la porfía,
me siento superior a la victoria.
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
quitarme el triunfo, pero no la gloria.

¡Deja que me persigan los abyectos!
¡Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume.

El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trágica, descuella;
es la sibila de palabra de oro,
la sombra que hace resaltar la estrella.

¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido
será el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma.

Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan... ¡Mi plumaje es de esos!

¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mérito es el náufrago del alma:
¡vivo, se hunde; pero muerto, flota!

¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!
¡Consuela el corazón del que te ama!
¡Dios dijo al agua del torrente: bulle!;
¡y al río de la margen: embalsama!

Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lágrimas que abate,
tú, como la paloma, para el nido,
y yo, como el león, para el combate.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Amor Tardío (José Angel Buesa)

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.



Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.



Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;

pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...

Te Contaré la Historia (José Angel Buesa)

Te contaré la historia del bergantín sombrío
que echó un día las anclas en la quietud de un puerto,
para ser en la turbia resaca del hastío,
el ataúd flotante de su pasado muerto.



Allí evocaba el luto de la insignia pirata
y las tripulaciones con su bárbaro coro,
en las fosforescencias de las noches de plata
y en el deslumbramiento de las tardes de oro.



Allí, en largos letargos bajo las nubes lentas,
entre un enloquecido revuelo de gaviotas,
adoraban el soplo brutal de las tormentas,
en sus podridos pliegues, las pobres velas rotas.



Abajo, en la sentina, mortecinos fanales,
moscas y telarañas y barriles flotando,
arriba en la cubierta, náufragos espectrales
agitando los puños hacia el puente de mando.



Ah, las islas del trópico, los dulces archipiélagos
para siempre en los mapas de la mala fortuna,
y un buque torvamente rondando los murciélagos
mientras las mariposas vuelan hacia la luna.



Viejo barco que supo que el confín no es redondo
en las noches siniestras y en las albas felices,
con las anclas hundidas más y más en el fondo
como si de las anclas le nacieran raíces.



Mástiles carcomidos donde las golondrinas
reposan el otoño, como un último ultraje;
timón con verdes costras de lepras submarinas
y brújula sin norte para morir un viaje.



Vientos del sur, o lluvias o locas primaveras,
que poco importa todo para los barcos viejos;
pero un escalofrío crujía en sus maderas
al zarpar otras naves y al perderse a lo lejos.



Allí, escuchando el himno de las resacas gordas,
vaivén de espumas negras que nunca finaliza,
se hubiera dicho un barco cargado hasta las bordas
con un gran contrabando funeral de ceniza.



Y allí estaba, en el puerto, con su largo letargo,
de proa hacia el olvido, muriendo hacia el poniente.
Y, sin embargo un día...Ah, un día, sin embargo,
Soplo un viento de rosas, maravillosamente.



Era el sagrado soplo del amor que transfigura
los seres y las cosas en el tiempo sin fín
y le dió un casco nuevo con nueva arboladura
y nueve velas blancas al viejo bergantín.



Y así fue que en la gloria de una alegre mañana,
con la proa hacia el sueño y el timón al azar,
esta vez bajo el mando de gentíl capitana,
el bergantín sombrío se echó de nuevo al mar.



Y así acaba este cuento que es mas tuyo que mío,
tu, que escuchas mi cuento convertido en canción;
tu, gentil capitana del bergantín sombrío,
del bergantín sombrío que era mi corazón.

Poema de las Cosas (José Angel Buesa)

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se vén...



Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se estan yendo siempre, pero que no se van...



O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...



Por más que tu prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...



Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.


Poema del Domingo Triste (José Angel Buesa)

Este domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira de olvido ya no miente.
La soledad a veces es peor castigo,
ah, ¡pero qué alegre todo si estuvieras conmigo!



Entonces no querría mirar las nubes grises
formando extraños mapas de imposibles países
y el monótono ruido del agua no sería
el motivo secreto de mi melancolía.



Este domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,
mientras corren las aguas por la calle en declive
y el corazón se muere de un ensueño que vive.



La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo,
y tendría la tarde, fragantemente muda,
el ingenuo impudor de una niña desnuda.

Si estuvieras conmigo, amor que no volviste.
Oh, ¡que alegre me sería este domingo triste!

Elegía para mi y para ti (José Angel Buesa)

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.



Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos,
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.


Tú, que nunca soñaste mas que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.


Yo pensaré quizá: " Qué linda es todavía."
Tú quizá pensarás: " Se está poniendo viejo "
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra.
o tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.



Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.
Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.
Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos....



Y pasará la vida. Yo seguiré soñando;
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.
Yo ya te habré olvidado definitivamente
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
(Y quizá, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.)

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos para siempre cruzadas sobre el pecho.


Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Y cada primavera renacerán las rosa,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

Con la Simple Palabra (José Angel Buesa)

Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser vulgar,
voy diciendo esta cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son mar.



Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.



Con simple palabra te ofrezco lo que ofreces,
amor que apenas llegas cuando te has ido ya:
Quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.



Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén:
Las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.



Y así, como un arroyo que se convierte en río,
y que en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás!

Elegía Lamentable (José Angel Buesa)


Desde este mismo instante seremos dos extraños
por estos pocos días, quien sabe cuantos años...
yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido
uno de esos que nadie confiesa haber leído.


Y asi mañana, al vernos en la calle, al ocaso,
tu bajaras los ojos y apretaras el paso,
y yo, discretamente, me cambiare de acera,
o encenderé un cigarro, como si no te viera...



Seremos dos extraños desde este mismo instante
y pasaran los meses, y tendrás otro amante:
y como eres bonita, sentimental y fiel,
quizás, andando el tiempo, te casaras con el.


Y ya, mas que un esposo será como un amigo,
aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo,
y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha,
se te empañen los ojos, al llegar una fecha.



Acaso, cuando llueva, recordaras un día
en que estuvimos juntos y en que también llovía.
Y quizás nunca mas te pongas aquel traje
de terciopelo verde, con adornos de encaje.


O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta,
cuando dobles tu almohada con mano soñolienta.
Y domingo a domingo, cuando vayas a Misa,
de tu casa a la Iglesia, perderás tu sonrisa.



¿Qué mas puedo decirte? Serás la esposa honesta
que abanica al marido cuando ronca la siesta:
tras fregar los platos y tender las camas,
te pasaras las noches sacando crucigramas...
y asi, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día, como toda la gente.
Y voces que aun no existen sollozaran tu nombre,
y cerraran tus ojos los hijos de otro hombre.

Poema para el Crepúsculo (José Angel Buesa)


Hora de soledad y de melancolía,
en que casi es de noche y casi no es de día.
Hora para que vuelva todo lo que se fue
hora para estar triste, sin preguntar por que.
Todo empieza a morir cuando nace el olvido.

Y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido...
°Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta
de un gran amor dormido que de pronto despierta!
Viendo pasar las nubes se comprende mejor
que asi como ellas cambian, va cambiando el amor,
y aunque decimos: ¡Todo se olvida, todo pasa...!
en las cenizas, a veces nos sorprende una brasa.

Porque es triste creer que se seco una fuente,
y que otro beba el agua que brota nuevamente:
o una estrella apagada que vuelve a ser estrella,
y ver que hay otros ojos que están fijos en ella.
Decimos: ¡Todo pasa, porque todo se olvida...!
y el recuerdo entristece lo mejor de la vida.

Apenas ha durado para amarte y perderte
este amor que debía durar hasta la muerte.
Fugaz como el contorno de una nube remota,
tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota.
Tu amor, cuando era mío, no me pertenecía.

Hoy, aunque vas con otro, quizás eres mas mía.
Tu amor es como el viento que cruza de repente:
Ni se ve, ni se toca, pero existe y se siente.
Tu amor es como un árbol que renuncio a su altura,
pero cuyas raíces abarcan la llanura.

Tu amor me negó siempre lo poco que pedí,
y hoy me da esta alegría de estar triste por ti.
Y, aunque creí olvidarte, pienso en ti todavía,
cuando, aun sin ser de noche, dejo de ser de día.

Poema del Secreto (José Angel Buesa)

Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día...
y no puedo olvidar.



Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar,
puedo decir tu nombre con voz indiferente...
y no puedo olvidar.



Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, asi como al azar...
puedo verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.



Ya vez: Tu no sospechas este secreto amargo,
mas amargo y profundo que el secreto del mar...
porque puedo dejarte de amar, y sin embargo...
°no te puedo olvidar!

Oasis (José Angel Buesa)

Así como un verdor en el desierto,
con sombra de palmeras y agua caritativa,
quizás ser tu amor lo que me sobreviva,
viviendo en un poema después que yo haya muerto.



En ese canto, cada vez más mío,
voces indiferentes repetirán mi pena,
y tú has de ser entonces como un rastro en la arena,
casi como una nube que pasas sobre un río...



Tú serás para todos una desconocida,
tú que nunca sabrás cómo he sabido amarte;
y alguien, tal vez, te buscará en mi arte,
y al no hallarte en mi arte, te buscará en mi vida.



Pero tú no estarás en las mujeres
que alegraron un día mi tristeza de hombre:
Como oculté mi amor sabré ocultar tu nombre,
y al decir que te amo, nunca diré quién eres.



Y dirán que era falsa mi pasión verdadera,
que fue sólo un ensueño la mujer que amé tanto;
o dirán que era otra la que canté en mi canto,
otra, que nunca amé ni conocí siquiera

Y así será mi gloria lo que fue mi castigo,
porque, como un verdor en el desierto,
tu amor me hará vivir después que yo haya muerto,
pero cuando yo muera, ¡tú morirás conmigo!

La Sed Insaciable (José Angel Buesa)


Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...
Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso

Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.


Y no saber por qué se ama...
Y no saber por qué se olvida...

Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.



Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.



Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.



Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombre de otra boca
en cada boca que se besa.

Carta sin Fecha (José Angel Buesa)

Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.



Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo se que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos olvide a los dos.



Ya ves: ahora es de noche. yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.



¡Qué importa lo que sueña!. Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el atardecer.



Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.



Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para ti....

Poema De La Culpa (José Angel Buesa)


Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.



Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fué como un agua callada que corría ...
Su es culpa tener sed, toda la culpa es mía.



Perdónala Señor, tu que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.



Pero, ¿cómo no amarla, si tu hicistes que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?

Trataré de rechazarla, Señor, inutilmente,
como un surco que intenta rechazar el simiente.


Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.


Y ella me dió su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
Ella no fue culpable, Señor ... ni yo tampoco!

La culpa es toda tuya, porque la hicistes bella
y me distes los ojos para mirarla a ella.


Si. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el mar.

Es tan bella, Senor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.



Y por eso, perdoname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hicistes el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tu también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!

Sembrar (José Angel Buesa)


Alza la mano y siembra, con un gesto impaciente,
en el surco, en el viento, en la arena, en el mar...
Sembrar, sembrar, sembrar, infatigablemente:
En mujer, surco o sueño, sembrar, sembrar, sembrar...



Yérguete ante la vida con la fe de tu siembra;
siembra el amor y el odio, y sonríe al pasar...
La arena del desierto y el vientre de la hembra
bajo tu gesto próvido quieren fructificar...



Desdichados de aquellos que la vida maldijo,
que no soñaron nunca ni supieron amar...
Hay que sembrar un arbol, una ansia, un sueño, un hijo.
Porque la vida es eso: Sembrar, sembrar, sembrar!

Canción del Amor Lejano (José Angel Buesa)


Ella no fué, entre todas, la más bella,
pero me dió el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Acaso fué porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene mas reflejos.



Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que unicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.



Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fué en el viento
y que vuelve en el viento todavía.



Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.



Ella fué lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.



Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dió el amor más hondo y largo...
Nunca fué mía. No era la más bella.
Otras me amaron más ... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.

Poema Del Fracaso (José Angel Buesa)


Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre... Pero no pudo ser.



Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando... Pero no pudo ser.



Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz anhelo de gloria y de poder;
Subió la escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser.



Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para el solo... Pero no pudo ser.



Y hoy llegas tu a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa clara, que es un amanecer;
y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir mi sueño... Pero no puede ser.



Y he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo que te alejas para nunca volver,
Quisiera retenerte para toda la vida...
Pero no puede ser! Pero no puede ser!

Poema Del Regreso (José Angel Buesa)


Vengo del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo los astros con un gesto de asombro.
Al llegar a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma blanca se me posa en el hombro.



Mi corazón humilde se detiene en tu puerta
con la mano extendida como un viejo mendigo;
y tu perro me ladra de alegría en la huerta,
porque, a pesar de todo, sigue siendo mi amigo.



Al fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece sus rosas tras la verja de hierro:
Yo tambien he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen estrellas las noches del destierro.



Quizás tu alma esta abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente, sin preguntarme nada,
y sabrás que no he vuelto ... ¡porque estaba contigo!

Poema Del Renunciamiento (José Angel Buesa)


Pasaras por mi vida sin saber que pasaste.
Pasaras en silencio por mi amor, y al pasar,
fingire una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamas lo sabrás.



Soñare con el nacar virginal de tu frente;
soñare con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñare con tus labios desesperadamente;
soñare con tus besos ... y jamás lo sabrás.



Quizas pases con otro que te diga al oido
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amare más que nunca ... y jamás lo sabrás.



Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.



Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-- el tormento infinito que te debo ocultar --
te diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!

Balada Del Loco Amor (José Angel Buesa)


No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.



Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.



No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.

Canción Del Amor Prohibido (José Angel Buesa)

Solo tu y yo sabemos lo que ignora la gente
al cambiar un saludo ceremonioso y frio,
porque nadie sospecha que es falso tu desvio,
ni cuanto amor esconde mi gesto indiferente.

Solo tu y yo sabemos porque mi boca miente,
relatando la historia de un fugaz amorio;
y tu apenas me escuchas y yo no te sonrio...
y aun nos arde en los labios algun beso reciente.

Solo tu y yo sabemos que existe una simiente
germinando en la sombra de este surco vacio,
porque su flor profunda no se ve, ni se siente.

Y asi dos orillas tu corazon y el mio,
pues, aunque las separa la corriente de un rio,
por debajo del río se unen secretamente.

Renunciamiento (José Angel Buesa)


Pasaras por mi vida sin saber que pasaste.
Pasaras en silencio por mi amor, y al pasar,
fingire una sonrisa, como un dulce contraste
del dolor de quererte ... y jamas lo sabrás.



Soñare con el nacar virginal de tu frente;
soñare con tus ojos de esmeraldas de mar;
soñare con tus labios desesperadamente;
soñare con tus besos ... y jamás lo sabrás.



Quizas pases con otro que te diga al oido
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amare más que nunca ... y jamás lo sabrás.



Yo te amare en silencio, como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos ... y jamás lo sabrás.



Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
el tormento infinito que te debo ocultar
te diré sonriente: "No es nada ... ha sido el viento".
Me enjugaré la lágrima ... ¡y jamás lo sabrás!

lunes, 21 de febrero de 2011

Uli (André Breton)



Por cierto que eres un gran dios
Te he visto con mis propios ojos como nadie
Aún estás cubierto de lodo y sangre acabas de engendrar
Eres un viejo aldeano que nada sabe
Para reponerte comiste hasta más no poder
Estás plagado de manchas humanas
Se ve que te has forrado hasta las orejas
Ya no escuchas
Nos guiñas el ojo desde un fondo de caracola
Tu creación te dice arriba las manos y aún así amenazas
Tú das miedo tú maravillas


La casa de Yves (André Breton)

La casa de Yves Tanguy
Donde no se entra sino de noche
Con la lámpara tempestad
Afuera el país transparente
Un adivino en su elemtno

Con la lámpara tempestad
Con el aserradero tan laborioso que no se le ve más

Y el lienzo de Jouy del cielo
Cazad vosotros lo sobrenatural

Con la lámpara tempestad
Con el aserradero tan laborioso que no se le ve más
Con todas las estrellas de santo cielo

Ella es de lazos, de jambas
Color cangrejo en guiso

Con la lámpara tempestad
Con el aserradero tan laborioso que no se le ve más
Con todas las estrellas de santo cielo
Con los tranvías reducidos en todo sentido por sus únicas antenas

El espacio atado, el tiempo reducido
Ariadna en su recámara-estuche

Con la lámpara tempestad
Con el aserradero tan laborioso que no se le ve más
Con todas las estrellas de santo cielo
Con los tranvías reducidos en todo sentido por sus únicas antenas
Con la melena sin fin del argonauta

El servicio es cumplido por esfinges
Que se vendan los ojos con corpiños

Con la lámpara tempestad
Con el aserradero tan laborioso que no se le ve más
Con todas las estrellas de santo cielo
Con los tranvías reducidos en todo sentido por sus únicas antenas
Con la melena sin fin del argonauta
Con el fulgurante mobiliario del desierto

Allí se hiere allí uno se cura
Allí se conspira al descubierto

Con la lámpara tempestad
Con el aserradero tan laborioso que no se le ve más
Con todas las estrellas de santo cielo
Con los tranvías reducidos en todo sentido por sus únicas antenas
Con la melena sin fin del argonauta
Con el fulgurante mobiliario del desierto
Con las señales que intercambian de lejos los amantes

Es la casa de Yves Tanguy

Me dicen que allá las playas son negras (André Breton)

Me dicen que allá las playas son negras
De lava encaminada a la mar
Y se extienden al pie de un inmenso pico humeante de nieve
Bajo un segundo sol de canarios salvajes
Cuál es pues ese lejano país
Que parece extraer todo su esplendor de tu vida
Tiembla muy vivo en la punta de tus pestañas
Suave a tu tez como un paño inmaterial
Recién salido del arca entreabierta de las eras
Detrás de ti
Lanzando sus últimos fuegos sombríos entre tus piernas
El suelo del paraíso perdido
Vidrio de tinieblas espejo de amor
Y más abajo hacia tus brazos que se abren
Es prueba por la primavera
DESPUES
La inexistencia del mal
Todo el manzano en flor de la mar

YO SUEÑO TE VEO INDEFINIDAMENTE SUPERPUESTA A TI MISMA (André Breton)

Yo sueño te veo indefinidamente superpuesta a ti misma
Estás sentada en el alto taburete de coral
Ante tu espejo siempre en su cuarto creciente
Dos dedos sobre el ala de agua del peine
Y a la vez
Vuelves de viaje te retrasas la última en la gruta
Brillante de relámpagos
No me reconoces
Estás tendida sobre el lecho te despiertas o duermes
Te despiertas donde estuviste dormida o en algún otro lugar
Estás desnuda la bola de saúco rebota aún
Mil bolas de saúco bordonean encima de ti
Tan livianas que a cada instante son ignoradas por ti
Tu aliento tu sangre salvados de la loca truhanería del aire
Cruzas la calle los coches precipitados hacia ti no son más que su sombra
Y la misma
Niña
Cogida en el fuelle de lentejuelas
Saltas a la cuerda
Tiempo suficiente para que asome en lo alto de la escalera invisible
La única mariposa verde que frecuente las cimas de Asia
Acaricio todo lo que fue tú
En todo lo que sigue aún
Escucho silbar melodiosamente
Tus brazos innumerables
Única serpiente en todos los árboles
Tus brazos al centro de los cuales gira el cristal de la rosa de los vientos
Mi fontana viva de Sivas

VIOLETTE NOZIÈRES (André Breton)


Todas las cortinas del mundo cerradas sobre tus ojos
Por más que intenten hasta el cansancio
Ante su espejo que detiene el aliento
Tender el arco maldito de la ascendencia y de la descendencia
Ya no te pareces a nadie vivo o muerto
Mitológica hasta la punta de las uñas
Tu prisión es la boya que ellos procuran alcanzar en su sueño
Todos vuelven allí ella los consume
Como se alcanza la fuente de un perfume en la calle
Devanan a escondidas tu itinerario
La bella colegiala del liceo Fénelon que criaba murciélagos en su pupitre
El narciso de las nieves del pizarrón negro
Regresa a la casa familiar donde se abre
Una ventana moral en la noche
Los padres una vez más se sacrifican por su hija
Se han puesto los cubiertos en la mesa de operaciones
El buen hombre para ser más real se ha puesto de negro
Mecánico según dicen de trenes presidenciales
En un país de averías donde el jefe Supremo del Estado
Cuando no viaje a pie por temor a las bicicletas
No tiene nada más urgente que tirar la señal de alarma para ir a divertirse en
.mangas de camisa ante el talud
La excelente mujer ha leído a Corneille en un libro de clase de su hija
Es francesa y lo ha comprendido
Como su apartamento comprende una singular trastienda
Donde misteriosamente brilla una ropa interior
Ella no es de las que esconden riéndose veinte francos en sus medias
El billete de mil cosido en el dobladillo de su falda
Le asegura una rigidez pre-cadavérica
Los vecinos están contentos
Por toda la tierra
Contentos de ser los vecinos
La historia dirá
Que el señor Noziéres era un hombre previsor
No sólo porque había ahorrado ciento sesenta y cinco mil francos
Sino sobre todo porque había escogido para su hija un nombre en cuya
primera parte se podía inferir psicoanalíticamente su programa
La biblioteca de cabecera quiero decir la mesa de noche
Fuera de eso ya no tiene entonces sino un valor ilustrativo
Mi padre olvida a veces que soy su hija
El turbado
Lo que de una vez teme y sueña en traicionarse
Palabras cubiertas como una agonía sobre el musgo
El que dijo haberlas oído de tus labios desafía todo lo que vale la pena de ser
desafiado
Esa especie de coraje es ahora el único
Solo él nos resarce de esta embestida hacia una glorieta de capuchinas
Que ya no existe
Hermosa glorieta semejante a un cráter
Pero qué socorro
Otro hombre a quien hiciste partícipe de tu desamparo
En un lecho un hombre que te había exigido el placer
El don siempre incomparable de la juventud
Recibió tu confidencia entre tus caricias
Cuán oscuro debió ser ese transeúnte
Que solo supo lanzarte una bofetada en la noche blanca
Lo que huías
No podías perderlo sino en los brazos del azar
Que torna tan flotantes los fines de los atardeceres en París que rodean a las
mujeres de miradas de cristal enloquecido
Entregadas al gran deseo anónimo
Al cual hace maravillosa única
Silenciosamente eco
Para nosotros el nombre que tu padre te ha dado y arrebatado
Nos deslizamos donde se posó tu alto tacón de azúcar
Es igual que crean o aparenten no admitirlo
Ante tu sexo alado como una flor de las Catacumbas
Estudiantes viejos periodistas podridos falsos revolucionarios sacerdotes
jueces Abogados vacilantes
Bien saben que allí concluye toda jerarquía
Sin embargo un joven te esperaba enigmático en la terraza de un café
Ese joven que en el Quartier Latin vendía al parecer en sus ratos libres
L'Action FrancaiseDeja de ser mi enemigo porque tú lo amabas
Podríais haber vivido juntos aunque sea tan difícil vivir con su amor
El te escribía al partir Infame querida
Es hermoso aún
Hasta que exista información más amplia el dinero infantil no es sino la espuma
de la ola
Mucho tiempo después las instituciones de caballería y la caballería de los
perros
Violette
La casualidad solo será poéticamente una mujer sola en los bosquecillos
inencontrables del Campo de Marte
Sentada con las piernas en X sobre una silla amarilla

Última recogida (André Breton)


La carta que espero viaja de incógnito en un sobre
La estampilla la cubre y allende
Esa estampilla está sellada por el zodiaco
Se hace mucho esfuerzo para descifrar mi nombre en su festonado
Cuando me alcance el sol se habrá vuelto frío
Habrá escombros en la Place BlancheEntre los cuales se distinguirá mi decisión
Semejante a una rueda de ardillas
La abriré con un golpe seco de remo
Y me dispondré a leer
Lo que no dejará de provocar una aglomeración de gente
Pero no me detendré
Las palabras jamás oídas desaparecerán
Serán una llamarada y lucirán en una jaula de amianto
Suspendida en el árbol de las adivinanzas
La carta que espero tendrá el color de veleros extintos
Pero las noticias que me traerá sus formas de rocío
Reencontraré en esas formas todo lo que he perdido
Esas luces que mecen las cosas irreales
Esos animales de metamorfosis que me han vuelto razonable
Esas piedras que pensé lanzadas para perderme a mí mismo
Cuán mínimas son las dimensiones de la carta que espero
Con tal que no se pierda en las partículas de veneno

Un hombre y una mujer absolutamente blancos (André Breton)


Al fondo mismo de la sombrilla veo a las prostitutas maravillosas
Su vestimenta algo descolorida del lado del reverbero color del bosque
Ellas pasean consigo un gran sobrante de papel mural
Como no se le puede contemplar sin una congoja en los antiguos pisos de una casa en demolición
O bien una caracola de mármol blanco caída de una chimenea
O bien una red con esas cadenas que se nublan en los espejos
El gran instinto de la combustión se apodera de las callejas donde ellas se mantienen
Como abrasadas flores
Lejana la mirada provocando un viento de piedra
Mientras se abisman inmóviles en el centro del torbellino
Nada iguala para mí el sentido de su pensamiento en vilo
La frescura del arroyo donde sus botines empapan la sombra con sus picos
La realidad de esos haces de heno segado en los cuales desaparecen
Veo sus senos que dejan una punta de sol en la noche profunda
Cuyo descender y elevarse es la única medida exacta de la vida
Veo sus senos que son estrellas sobre las olas
Sus senos donde llora para siempre la invisible leche azul

El verbo ser (André Breton)

Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene alas, no se halla necesariamente en una mesa servida en una terraza, en el atardecer, al borde del mar. Es la desesperación y no el regreso de una cantidad de hechos sin importancia como las semillas al caer la noche dejan un surco por otro. No es el musgo sobre una roca o el vaso para beber. Es un barco acribillado por la nieve si queréis, como los pájaros que caen y su sangre no tiene el más mínimo espesor. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Una forma muy pequeña delimitada por joyas capilares. Es la desesperación. Un collar de perlas para el cual uno no sabría encontrar un broche y cuya existencia ni se sostiene en un hilo, tal la desesperación. Del resto no hablemos. No hemos terminado de desesperarnos si comenzáramos. Yo, me desespero por la pantalla a las cuatro, me desespero por el abanico a medianoche, me desespero por el cigarrillo de los condenados. Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene corazón, la mano queda siempre en la desesperación sin fuerza, en la desesperación cuyos hielos no nos dicen jamás si murió. Vivo de esta desesperación que me encanta. Amo esta mosca azul que vuela en el cielo a la hora que musitan las estrellas. A grandes rasgos conozco la desesperación, de vastos asombros menudos, la desesperación de la altivez, la desesperación de la cólera. Me levanto cada día como todo el mundo y descanso los brazos sobre un papel floreado, no me acuerdo de nada y siempre es con desesperación como descubro los hermosos árboles desarraigados de la noche. El aire de la habitación es bello como palillos de tambor. Hace un tiempo increíble. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Es como el viento de la cortina que me asiste. ¡Se conoce semejante desesperación! ¡Fuego! Oh van a venir de nuevo... ¡Socorro! Helos aquí cayendo por la escalera... Y los anuncios del periódico y los avisos luminosos a lo largo del canal. ¡Montón de arena, vete, especie de montón de arena! En sus grandes rasgos la desesperación no tiene importancia. Es un hacinamiento de árboles que una vez más van a hacer una foresta, es un hacinamiento de estrellas que una vez más van a hacer un día de menos, es un hacinamiento de días que una vez más va a hacer mi vida.

Las actitudes espectrales (André Breton)


No otorgo ninguna importancia a la vida
No sujeto con un alfiler el más mínimo anuncio vital que se da importancia
No ofrezco ninguna importancia a la vida
Pero los ramajes de sal los blancos ramajes
Todas las burbujas de sombra
Y las anémonas de mar
Descienden y respiran en el interior de mi pensamiento
Nacen de los llantos que no derramo
Pasos que no doy pasos que son dos veces pasos
Y cuya arena recuerda la marea ascendente
Los barrotes están en el interior de la jaula
Y las aves proceden de muy alto a cantar ante estos barrotes
Un pasaje subterráneo une todos los perfumes
Un día se internó una mujer
esta mujer se hizo tan radiante que me fue imposible verla
Con estos ojos que me vieron arder a mí mismo
Tenía ya la edad que tengo ahora
Y vigilaba sobre mi pensamiento como un guardián nocturno en una fábrica
inmensa
Único guardián
La glorieta encantaba siempre los mismos tranvías
Las imágenes de yeso no habían perdido nada de su expresión
Mordían el higo de la sonrisa
Conozco un tapiz en una ciudad desaparecida
Si se me ocurriera mostrarme ante vosotros envuelto en ese tapiz
Creeríais en la proximidad de vuestro fin
Como en el mío
Al fin las fontanas comprenderían que no es preciso decir Fontana
Se atrae a los lobos con los espejos de nieve
Poseo una barca desatada de todo clima
Soy arrastrado por un banco de hielo con dientes de llama
Corto y atravieso la madera de este árbol que siempre será verde
Un músico se pierde en las cuerdas de su instrumento
El Pabellón Negro del tiempo de ninguna fábula infantil
Aborda un bajel que ahora es solo el fanatsma del suyo
Hay tal vez una guardia en esta espada
Pero en esa guardia ya existe un duelo
En el curso del cual dos adversarios se desarman
El muerto es el menos ofendido
El porvenir es jamás

Las cortinas que nunca fueron alzadas
Flotan en las ventanas de futuras mansiones
Los lechos formados de todos los lirios
Se deslizan bajo las lámparas de rocío
Alguna tarde llegará
Las pepitas de luz permanecen inmóviles bajo el musgo azul
Las manos que hacen y deshacen los nudos del amor y del aire
Guardan toda su transparencia para los que ven
Ven las palmas en las manos
Las coronas en los ojos
Pero el brasero de coronas y de palmas
Se ilumina no hace más que iluminarse en lo más profundo de la floresta
Allí donde los ciervos inclinando la cabeza contemplan los años
Aún no se escucha sino un débil latido
De donde proceden mil ruidos más leves o más sordos
Y ese latido se perpetúa
Existen vestidos que palpitan
Y su palpitar existe al unísono de ese latido
Pero cuando quiero ver el rostro de aquéllas que los llevan
Una densa niebla se alza de la tierra
Al pie de los campanarios detrás de los más elegantes depósitos de vida y de
riqueza
En las gargantas que oscurecen entre dos montañas
Sobre el mar a la hora en que el sol comienza a extinguirse
Los seres que me hacen señales están separados por las estrellas
Y sin embargo el coche que pasa a toda velocidad
Lleva incluso mi última indecisión
Quién me espera allá en la ciudad donde las estatuas de bronce y de piedras
han cambiado de lugar con las estatuas de cera
Banianos banianos

No ha lugar (André Breton)


Arte matinal arte nocturno
La balanza de las heridas llamada Perdona
Balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro
Cuando las amazonas cuello de nieve las manos vacías
Impulsan sus carros de vapor por los prados
Veo esta balanza siempre enloquecida
Veo el ibis de finos modales
Que regresa del estanque atado en mi corazón
Las ruedas del sueño encantan los espléndidos carriles
Que se elevan muy alto sobre las caracolas de sus vestidos
Y el asombro se precipita aquí y allá sobre el mar
Ve mi querida aurora no olvides nada de mi vida
Toma esas rosas que trepan al pozo de los espejos
Toma el aleteo de todas las pestañas
Toma hasta los hilos que mantienen el paso de los danzarines de cuerda y de las gotas de agua
Arte matinal arte nocturno
Aparezco a la ventana muy lejos en una ciudad presa de espanto
Afuera hombres en bicornio se persiguen a intervalos regulares
Parecidos a las lluvias que yo amaba
Cuando hacía un tiempo tan hermoso
"A la rage de Dieu" es el nombre de un cabaret donde entré ayer
Está escrito en el vidrio blanco con letras más palidecidas
Pero las mujeres-marinos que tras el cristal se deslizan
Demasiado felices son para sentir miedo
Aquí el cuerpo siempre el asesinato sin pruebas
Nunca el cielo siempre el silencio
Nunca la libertad sino para la libertad

La unión libre (André Breton)

Mi mujer cabellera de lumbre de leño
Pensamientos de relámpagos de calor
Talle de reloj de arena
Mi mujer talle de nutria bajo los dientes del tigre
Mi mujer boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud
Dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
Lengua de ámbar y de vidrio frotados
Mi mujer lengua de hostia apuñalada
Lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
Lengua de piedra increíble
Mi mujer pestañas de palotes de escritura de niño
Cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer sienes de pizarra de invernadero
Y de vapor en los cristales
Mi mujer hombros de champaña
Y de fontana con testas de delfines bajo el hielo
Mi mujer muñecas de fósforos
Mi mujer deds de azar y de as de corazón
Dedos de heno segado
Mi mujer axilas de marta y de fasces
De noche de San Juan
De alheña y de nido de escalares
Brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de alianza de trigo y de molino
Mi mujer piernas de fuegos artificiales
De movimientos de relojería y de desesperación
Mi mujer pantorrilas de médula de saúco
Mi mujer pies de iniciales
Pies de manojos de llaves pies de calafates en trance de beber
Mi mujer cuello perlado de cereales
Mi mujer pechos de Val d'or
De citas en el lecho mismo del torrente
Senos nocturnos
Mi mujer senos de collado
Mi mujer senos de crisol de rubíes
Senos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer vientre de despliegue de abanico de los días
Vientre de garra gigantesca
Mi mujer dorso de pájaro que huye vertical
Dorso de azogue
Dorso de luz
Nuca de canto rodado y de tiza mojada
Y de precipitación de un vaso donde se acaba de beber
Mi mujer caderas de navecilla
Caderas de lámpara y de plumas de flecha
Y de tallos de plumas de blanco pavorreal
De balanza insensible
Mi mujer nalgas de greda y de amianto
Mi mujer nalgas de dorso de cisne
Mi mujer nalgas de primavera
Sexo de gladiolo
Mi mujer sexo de yacimiento y de ornitorrinco
Mi mujer sexo de alga y de bombones antiguos
Mi mujer sexo de espejo
Mi mujer ojos llenos de lágrimas
Ojos de panoplia violeta y de agua imantada
Mi mujer ojos de sabana
Mi mujer ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer ojos de leño siempre bajo el hacha
Ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego

Línea Quebrada(André Breton)



Nosotros el pan seco y el agua en las prisiones del cielo
Nosotros los adoquines del amor todas las señales interrumpidas
Que simbolizamos la gracia del poema
Nada nos expresa más allá de la muerte
Cuando la noche para salir se calza sus botines de charol
Tomamos el tiempo como se presenta
Como un muro divisorio a aquél de nuestras prisiones
Las arañas hacen encallar el barco en la rada
No hay más que tocar no hay nada que ver
Más tarde enseñaréis lo que somos
Nuestras obras se hallan aún bien protegidas
Pero es el alba de la última costa el tiempo se echa a perder
Luego portaremos allende el lujo de la peste
Nosotros un mínimo de escarcha sobre los hacinamientos humanos
Y nada más
El aguardiente cura las heridas en una bodega cuyo tragaluz deja ver un camino ribeteado por grandes paciencias vacías
No preguntéis dónde estáis
Nosotros el pan seco y el agua en las prisiones del cielo
El juego de cartas al cielo raso
Levantamos apenas una punta del velo
El restaurador de vajilla trabaja sobre una escala
Parece joven a pesar de la losa
Llevamos su luto en amarillo
El pacto no ha sido todavía firmado
Las hermanas de la caridad provocan
Evasiones al horizonte
Atenuamos tal vez al mismo tiempo el bien y el mal
Es así como se cumple la voluntad de los sueños
Gente que podríais
Nuestro rigor desaparece en el pesar de los deshechos
Somos las estrellas de la seducción más terrible
El colmillo del ropavejero Mastín sobre los trapos floridos
Nos lanza al furor de ávidos tesoros
No agreguéis nada a la deshonra de vuestro propio perdón
Basta para una causa sin fin
Armar vuestros ojos con esas lágrimas ridículas que nos alivian
El cuerpo de las palabras es dorado esta noche y ya nada existe en vano


Airón (André Breton)

Si al menos alumbrara el sol esta noche
Si en el fondo de la Opera dos senos relucientes y claros
Compusieran para la voz amor la más maravillosa letra viviente
Si el pavimento de madera se entreabriese en la cima de las montañas
Si el armiño mirara con aspecto suplicante
Al sacerdote de turbantes rojos
De vuelta del baño contando los coches cerrados
Si el eco lujoso de los arroyos que yo importuno
No lanzara sino mi cuerpo en los prados de París
Por qué no graniza en el interior de las joyerías
La primavera al menos no me causaría más temor
Si al menos yo fuera una raíz del árbol del cielo
Por último el bien en la caña de azúcar del aire
Si se hiciera un estribo con las manos a las mujeres
Que contemplas bella silenciosa
Bajo el arco de triunfo del Carrousel
Si el placer ordenara bajo la apariencia de un transeúnte eterno
Los Aposentos no siendo más surcados que por el guiño violeta de los
senderos
Qué no daría yo para que un brazo del Sena se deslizara bajo la Mañana
De todas maneras perdida
No estoy resignado tampoco a las salas acariciantes
Donde suena el teléfono de las multas del atardecer
Al partir he prendido fuego a un mechón de cabello que es el de una bomba
Y el mechón ahonda un túnel bajo París
Si al menos mi tren penetrara ese tú
nel

Una y mil veces (André Breton)

Al amparo de las pisadas que en la tarde alcanzan una torre frecuentada por
signos misteriosos en número de once
La nieve que tomo con la mano y que se funde
Esta nieve que adoro sueña y soy uno de esos sueños
Yo que sólo concedo al día y a la noche la estricta juventud necesaria
Son dos jardines en los cuales se asean mis manos que no tienen nada que
hacer
Y mientras los once signos descansan
Tomo parte en el amor que es un mecanismo de cobre y de plata en los setos
Soy uno de los más delicados engranajes del amor terrestre
Y el amor terrestre oculta los otros amores
A la manera de los signos que ocultan mi espíritu
Una cuchillada perdida silba al oído del paseante
Deshago el cielo como un lecho maravilloso
Pende mi brazo del cielo con un rosario de estrellas
Que día a día desciende
Y cuya primera cuenta va a desaparecer en el mar
En lugar de mis colores vivientes
Pronto no habrá más que la nieve sobre el mar
Los signos aparecen en la puerta
Son de once colores diferentes y sus dimensiones respectivas os harían morir
de piedad
Uno de ellos tiene por obligación bajar y cruzarse de brazos para entrar en la
torre
Oigo al otro arder en una región floreciente
Y aquel a caballo en la industria en la escasa industria montañosa
Parecida al onagro que se alimenta de truchas
Los cabellos los largos cabellos manchados
Definen el signo que porta el escudo dos veces ojival
Desconfiad de la idea que hacen rodar los torrentes
Mi construcción mi bella construcción página a página
Casa hecha necesariamente de vidrios a cielo abierto a suelo totalmente
abierto
Es una falla en la roca suspendida por unos anillos en la varilla del mundo
Es una cortina metálica que se tira sobre inscripciones divinas
Que vosotros no sabéis descifrar
Los signos no han tocado a nadie más que a mí
Irrumpo en el desorden infinito de las súplicas
Vivo muero de un extremo a otro de esta línea
Línea extrañamente medida que une mi corazón al antepecho de vuestra
ventana
Me comunico a través de ella con todos los prisioneros del mundo

Silueta de paja (André Breton)

Dadme unas joyas de ahogadas
Dos nidos
Una cola de caballo y una testa de maniquí
Perdonadme luego
No tengo tiempo para respirar
Soy un sortilegio
La construcción solar me ha retenido hasta aquí
Ahora ya no tengo más que dejarme matar
Pedid la tabla
De prisa el puño cerrado encima de mi cabeza que comienza a sonar
Un vaso donde se entreabre un ojo amarillo
El sentimiento también se abre
Mas las princesas se aferran al aire puro
Tengo necesidad de orgullo
Y de algunas gotas insípidas
Para recalentar la marmita de enmohecidas flores
Al pie de la escalera
Pensamiento divino en el cuadrado constelado de cielo azul
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo
Tomadme por amiga
La amiga de los fuegos y de los hurones
Os mira profundamente
Alisad vuestras penas
Mi remo de palisandro hace cantar vuestros cabellos
Un sonido palpable sirve la playa
Negra por el furor de las sepias
Y roja por el letrero

Primero la vida (André Breton)



Primero la vida a esos prismas sin espesor así los colores sean más puros
Primero a esta hora siempre gris a esos terribles automóviles de frías llamas
A estas piedras reblandecidas
Primero este corazón trabado
A esta ciénaga de murmullos
Y a este blanco tejido cantando a la vez en el aire y en la tierra
A esta bendición nupcial que une mi frente a la de la vanidad total 
Primero la vida

Primero la vida con sus sábanas conjuratorias
Sus cicatrices de evasión
Primero la vida primero esta roseta sobre mi tumba
La vida de la presencia nada más que la presencia
Donde una voz dice ¿Estás ahí? y otra responde ¿Estás ahí?
Ay casi no estoy
Y aun cuando favoreciéramos a aquéllos que damos muerte 
Primero la vida

Primero la vida primero la vida Infancia venerable
La cinta que sale de un faquir
Se parece a la barrera del mundo
Pese a que el sol sea un deshecho
Por muy poco que el cuerpo de una mujer se le parezca
Sueñas contemplando detenidamente la trayectoria
O sólo cerrando los ojos sobre la tormenta adorable llamada tu mano 
Primero la vida

Primero la vida con sus salas de espera
Cuando uno sabe que nunca será admitido
Primero la vida a estas fuentes termales
Donde el servicio está hecho por collares
Primero la vida desfavorable y larga
Cuando aquí los libros se volvieran a cerrar sobre anaqueles menos suaves
Y cuando allí se estuviera más a gusto que nunca se estuviera libre 
Primero la vida

Primero la vida como fondo de desdén
A este rostro suficientemente bello
Como el antídoto de esta perfección que ella pide y teme
La vida ese embuste de Dios
La vida tal un pasaporte virgen
Una pequeña ciudad tal Pont-á-Mousson
Y como todo ya se dijo 
Primero la vida

domingo, 20 de febrero de 2011

Poema 8 (Espantapájaros) (Oliverio Girondo)


Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W. C.
¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo —me pregunto— todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia… de un egoísmo… de una falta de tacto…
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.

sábado, 19 de febrero de 2011

Vecindad (Eugenio Montejo)


Mi cuerpo errante se fatiga
de llevarme despacio por la tierra,
de andar conmigo horas y horas
caviloso, al lado de su huésped.

A veces dócil se detiene
para suplirme un ademán, un gesto;
después se suelta de mis manos,
se distrae contemplando las piedras…

Así paseamos juntos la ciudad,
absortos, hostiles en secreto;
él con la forma de mis padres,
su sangre, su materia,
yo con lo que queda de su sueño,
los dos tan cerca que los pasos
se nos confunden en la niebla.

Escribo para ser perdonado (Alexis Romero)


Digo estas cosas para ser perdonado
elegí las ceremonias de los falsos equilibrios
acepté la vida como un perpetuo abandono

por ello me he vuelto monotemático
un oficio que despreciaba cuando hablaba con mi padre
con los seres de pocas pero inmensas necesidades
con los cantos de lo necesario y suficiente

escribo para ser perdonado

no puedo crear la belleza
sólo puedo herirme para repetirla
para acercarme a ella estando distante

el oficio es repetir los secretos de Dios
las decisiones de la sombra
los bocetos de la luz insistente

repito para ser perdonado

recibo la magia del desencanto
una oración cargada de imperativos

he querido marcharme
he tocado la flauta del suicida
pero no sé desprenderme del tallo

escribo para ser perdonado
porque soy una mano
cargada de insuficiencias

Manoa (Eugenio Montejo)


No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire,
ningún indicio de sus piedras.
Seguí el cortejo de sombras ilusorias
que dibujan sus mapas.
Crucé el río de los tigres
y el hervor del silencio en los pantanos.
Nada vi parecido a Manoa
ni a su leyenda.

Anduve absorto detrás del arco iris
que se cruza hacia el sur y no se alcanza.
Manoa no estaba allí, quedaba a leguas de esos mundos
–siempre más lejos.

Ya fatigado de buscarla me detengo,
¿qué me importa el hallazgo de sus torres?
Manoa no fue cantada como Troya
ni cayó en sitio
ni grabó sus paredes con hexámetros.
Manoa no es un lugar
sino un sentimiento.
A veces en un rostro, un paisaje, una calle
su sol de pronto resplandece.
Toda mujer que amamos se vuelve Manoa
sin darnos cuenta.
Manoa es la otra luz del horizonte,
quien sueña puede divisarla, va en camino,
pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.