jueves, 20 de junio de 2013

Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio

miércoles, 30 de enero de 2013

"Lo siento,pero usted no es mi felicidad. No, no lo es y por eso me libero. Me niego a poner mi vida emocional en sus manos. Si usted fuera mi felicidad, su ausencia sería mi acabose y viviría en el filo de la navaja. No quiero intentar “adueñarme” de usted, no va conmigo, no me interesa. Mi bienestar y mi autorrealización dependen básicamente de mí, lo demás contribuye ayuda, pero el proceso interior que va configurando mi ser no vendrá de afuera, no será prestado. Es cuestión de estética. No solo quiero mejorar, quiero hacerlo con la inspiración del artista , como una obra de la cual me sienta satisfecho. ¡Qué pesado es hacerse cargo de la dicha de otro!¡Qué tarea tan difícil, por no decir imposible!

Prefiero respirar por mí mismo, andar sin muletas y ser como soy. No quiero pertenecer a usted, ni que usted me pertenezca. Andemos juntos, si nos apetece, pero no seamos “el uno para el otro”, por favor. El bienestar psicológico o el intento de ser feliz requiere de un compromiso personal e intransferible. No es algo que nos regalen, se compre o se posea por decreto: es intransferible. Y como yo no estoy en venta, y espero que usted tampoco lo esté, tenemos la oportunidad de ser libres. Usted no define mi existencia ni yo la suya, de ser así, no podríamos vivir el uno sin el otro. Usted no es mi felicidad, afortunadamente, ni yo soy su amo y señor. La mejor relación que podemos tener es no pertenecernos. El que no posee al otro lo respeta, y eso es belleza, ternura y desapego"

- Walter Riso

domingo, 11 de noviembre de 2012

EL SINSENTIDO DEL DEVENIR ( Emil Cioran)

En la tranquilidad de la contemplación, cuando soportamos el peso de la eternidad, cuando oímos el tic-tac de un reloj o el latido de los segundos, ¿cómo no sentir la inanidad del progreso en el tiempo y el sinsentido del devenir? ¿Para qué ir más lejos, para qué continuar? La revelación súbita del tiempo, que le confiere una preeminencia abrumadora que no posee generalmente, es el fruto de un asco hacia la vida y de la incapacidad de proseguir la misma farsa. Cuando esta revelación se produce por la noche, la absurdidad de las horas que pasan va acompañada de una sensación de soledad aniquiladora, pues alejados del mundo y de los seres humanos nos encontramos solos frente al tiempo, en una irreductible relación de dualidad. En pleno abandono nocturno, el tiempo no se halla ya, en efecto, poblado de actos y de objetos: evoca por el contrario una nada que crece, un vacío en plena dilatación, semejante a una amenaza del más allá. En el silencio de la contemplación, se oye entonces un sonido lúgubre e insistente, como un gong en un universo difunto. Ese drama sólo lo experimenta quien ha disociado existencia y tiempo: huyendo de la primera se halla abrumado por el segundo. Y siente el avance del tiempo dentro de sí mismo como el avance de la muerte. 

sábado, 13 de octubre de 2012

Melina Marote Tejedor 



Que el maquillaje no apague tu risa,
que el equipaje no lastre tus alas,
que el calendario no venga con prisas,
que el diccionario detenga las balas,
Que las persianas corrijan la aurora,
que gane el quiero la guerra del puedo,
que los que esperan no cuenten las horas,
que los que matan se mueran de miedo.
Que el fin del mundo te pille bailando,
que el escenario me tiña las canas,
que nunca sepas ni cómo, ni cuándo,
ni ciento volando, ni ayer ni mañana
Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.
Que las verdades no tengan complejos,
que las mentiras parezcan mentira,
que no te den la razón los espejos,
que te aproveche mirar lo que miras.
Que no se ocupe de ti el desamparo,
que cada cena sea tu última cena,
que ser valiente no salga tan caro,
que ser cobarde no valga la pena.
Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina.
Que el corazón no se pase de moda,
que los otoños te doren la piel,
que cada noche sea noche de bodas,
que no se ponga la luna de miel.
Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean lunas de miel.

jueves, 11 de octubre de 2012

Mi cuerpo es un Celda (Fragmento) Andrés Caicedo




De nuevo te llamo Patricita,

mi amor único, mi vida entera, mi redención y mi agonía:

Con el horror y la expectativa de que ésta sea la última carta correspondiente al último día de vivienda juntos, después de que a lo largo de dos años hemos intercambiado, modificado por el gozo o por el sufrimiento nuestras vidas, después de que he llegado a un grado de dependencia de tu cuerpo, de tu alma, que difícilmente podría haber llegado a imaginar en años más tempranos de mi existencia Patricia, te espero; ya hice todas las vueltas correspondientes al día de hoy; con el corazón en vilo me vine hasta acá, corriendo, pendiente de la alternativa de la dicha, el alivio, que hubiera significado verte, mas veo solo tu ausencia, o si no de que ya te hubieras marchado del todo, de que (una vez, una vez más) hubieras empacado libros (hay, tantos que aún no he leído) y equipaje, dejándome, para mi eterna tristeza y vergüenza, la camiseta en cuyo frente está inscrito mi nombre. Mas no lo has hecho; he llamado insistentemente a la casa de Ospina a ver si estás allá; unas veces me ha contestado Eduardo (¿te has negado?), otras veces no me contesta nadie (¿te has negado a contestar el teléfono?); y he llamado también a mi mamá, y ella, como siempre, ha quedado de nuevo preocupada, al sabernos en otro acceso de nuestra continua pugna. Finalmente he recorrido la Sexta de arriba abajo, el centro, y partes de la Quince. Oigo sonido de llaves y creo, faltándome la respiración, que eres tú, mas no, es la bruja de al lado. He pensado, se me ha ocurrido la loca idea de llevarme todo tu equipaje para mi casa (mi mamá dice que nos ha preparado un almuerzo rico), pero pensándolo mejor he creído que eso te ofendería y que entonces mayores serían tus motivos para abandonarme. No lo hagas. He recorrido las líneas de aviación, pero en ninguna están autorizadas para dar nombres de las personas que han reservado pasaje, así que, Patricita, vida mía, ¿dónde estás? Veo que te has llevado la plata que había en el escritorio ¿Qué estás haciendo con ella? ¿Has podido desayunar? ¿Estás comprando pasaje para Bogotá? ¿Estás en Telecom hablando con el hombre a quien aborrezco con toda mi alma? ¿Estás en la imprenta Gutiérrez pagando la deuda de los afiches? Vida mía ¿dónde, dónde estás?

No creas que la satisfacción de haber recibido hoy el primer ejemplar de mi novela pueda compararse a la absoluta infelicidad que siento por el desprecio que has alcanzado a tenerme. “¡Te aborrezco- me has dicho- , no sabes el asco que te tengo!” Mi amor, ¿es eso verdad? Ay, apenas son las once y media y quién sabe que clase de actividad será buena para ti a estas horas. Por favor, ven, ven a verme, aunque sea para decirme que has aceptado la propuesta del hombre que odio, que te vas esta misma tarde a dormir con él y que le vas a decir a tu mamá lo degenerado que soy. Yo estaba dispuesto a dejar de hacer todo lo que te producía sufrimiento, mi amor. Pero tu conducta intransigente, antipática, odiosa, me llevo de nuevo al camino de los tranquilizantes. Si no, ¿cómo hubiera hecho para poder dormir, para poder pensar, para poder alcanzar hasta hoy, el día en que iba a recibir el libro?

Patricita, te lo suplico, por favor, créeme, el acto, los movimientos, los gestos que yo hice con H.A. Tenorio no fueron de homosexualismo, yo no soy homosexual. Fue que se me fue contagiando la locura de él, y lo que hice fue para probarle que yo podía hacer cosas mucho más chifladas, mucho más incoherentes, quería pasmarlo y confundirlo, y de hecho lo logré, y así me sentí bien. De resto no es nada más vida mía, por favor, sácate esa obsesión, esa terquedad de la cabeza, ese empecinamiento que te caracteriza. Patricita, ¿y que si llegaras ahora mismo? Voy a pararme, voy a salir, voy a llamar a la casa de Ospina a ver si estás allá, y después voy a llamar de nuevo a mi mamá. Ojalá que este movimiento que me apresto a hacer produzca otro en dirección contraria protagonizado por tu bella, única personita.

Hice todo, y fue infructuoso. Acaba de llegar una carta de Miguel Marías. Dice que sí (ya) a las críticas de Taxi Driver, Family Plot, y ampliar Alfredo García; la crítica de Spoto se le hizo muy mala. Me he encontrado con Bernardo. Ahora me ha entrado, no sé, cierta apatía, cierta no tanto inexplicable como inmovilizadora tristeza, cauda también de que a lo mejor todas estas líneas sean en vano y que ya mi amor no tenga nadie que lo reciba, y que hojees semejantes palabras y pienses, simplemente, con el desprecio que te caracteriza. “Ja”. De todos modos no lo sé.

He hablado con mi mamá otra vez, y me propuso que me fuera para allá inmediatamente, que allá me consentía. Pero no, voy a quedarme aquí todo el día, esperándote. Me encontré con Hernán N., él iba en jeep y paró y yo le mostré Qué viva la música y se puso, la verdad, bastante contento, y me invitó a que fuera esta tarde a su oficina, para que planeáramos la celebración. Pero yo no quiero hacerlo. Yo solamente querría celebrarlo contigo. Y no haciendo una rumba ni llevándote a comer, sino congraciándonos. Patricita, contentándonos de nuevo. Sería tanta la dicha, sería tanta mi felicidad. No sé, francamente, lo que empezaría a hacer de no estar más a mi lado. Pero no lo vas a estar, lo sé. Qué ironía. Dime, ¿te vas a quedar al menos para la función de esta medianoche? Si llegamos al teatro puedes irte así con algo de plata, y ya tienes la mensualidad de tu mamá asegurada, al menos por un tiempo. Quédate esta noche, por favor. ¿Cómo te vas a ir sin el equipaje?

Dame algo de alegría, porque tú eres mi alegría y yo tengo en estos momentos el corazón en pedazos y ya no sé dónde recogerlos, o no sé qué hacer con ellos. Me deprime también la posición tan inestable mía en este apartamento. Si tú te vas yo me iré, claro, al lado de mi mamá, a intentar crear de nuevo un mecanismo de soledad que sea casi perfecto. Tengo necesidad de ti, amor mío. Puedo acostumbrarme a estar sin ti, pero nunca a olvidarte. Cuánto trasteos, cuántos cambios, cuántos altibajos de estados de ánimo. Ya van a ser la una (o ¿ya son? ¿ Será posible que se haya parado mi reloj? ) Ahora me acabo de cruzar con el León (Cerdo) Corkidi, y no me dijo nada, a pesar de que esta mañana bien temprano le entregué la carta. Mi mamá me dijo (¡ ay, qué lío!) que hoy por la tarde me traían la nevera. Ya no me negué, a mí de todos modos me sirve, en caso (Dios no lo quiera) conozca alguien con la cual merece la pena formar rancho aparte. Creo que no voy a escribir nada más. No tengo otra cosa que decir además de que no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no me dejes, no te vayas, no te vayas, no te vayas, no te vayas, no te vayas ¿ Será posible que a esta hora estés almorzando en Los Turcos? ¿ En Los Mellizos? Dentro de un momentico voy a ver, mejor dicho ya no sé qué hacer, no tengo ni idea de a dónde puedas estar y eso me mata, me mata la indecisión, la inseguridad, quiero verte, Patricia, entregaría mi vida a cambio del privilegio enloquecedor de abrazarte, de recostar mi cabeza en tu pecho, y abrazarte, encontrar la seguridad en ti. Alto ¿ Será que te has ido para ,el campo? ¿ Para Pance?

Ahora vino H.A Tenorio con la idea de sacar una revista trimestral sobre arte en general y quiere que yo colabore y yo claro que con mucho gusto. Pero antes necesito verte, vida mía, amor mío, mi dulce, mi bella, mi placenteramente insoportable perdición. Aparece, Patricia, ven a mí, vente conmigo nuevamente, aunque sea la última. Yo te necesito, ya te lo he repetido mil veces, no soy nada sin tus besos, no me dejes solo, no me dejes solo, vienen a mi mente miles de canciones cursis, pero ninguna alcanza a expresar mis ansias, mis sentimientos. O déjame, está bien, pero concédeme la tranquilidad de no volver a pensar en ti jamás.

Te adoro, te idolatro, si no puedo vivir sin ti llevaré, supongo, una especie de anti-vida, de vida en reverso, de negativo de la felicidad, una vida con luz negra. Pero brilla el sol, tú puedes estar cerca.
Ahora salgo a buscarte, amor mío.

domingo, 30 de septiembre de 2012


Carlos Alberto Boaglio




A pesar de que se duermen mis sentidos por rutina.

A pesar de esta apatía que bosteza enmohecida.
A pesar de muchas broncas que quedaron escondidas.
A pesar de mis fracasos, mis pecados, mis caídas.
A pesar ya de ilusiones que están por siempre dormidas,
y de fantasmas internos prendidos de mis pupilas.



A pesar de que me invento muchas veces la sonrisa.
A pesar de que me trague mis verdades, mis mentiras.
A pesar de mis defectos, de mi cólera, de mi ira,
de mis eternos miedos que desde mi alma silban,
y que viva disfrazando mis pequeñas cobardías.



A pesar de mi pasado que me espía a escondidas.
A pesar de mis angustias que rasguñan mis costillas.
A pesar de mi energía que se agota, se termina,
y del paso de los años, de mis luchas, mis heridas.



A pesar de todo eso... sigo apostando a la vida.




domingo, 23 de septiembre de 2012

El silencio (Andrés Caicedo )




Lo que estabamos viendo ya lo sabíamos perfectamente, Era tu fin. No nos importaba nada más... Sólo eso: tu fin.  Veíamos todo pero callábamos. Eso era lo peor: callábamos. Pero en nuestro silencio comprendíamos que se nos iba algo de la vida. Yo y él El y yo Nosotros y ellos Todos. Es que sabes una cosa? Te llegamos a odiar terriblemente, ya no queríamos creer en ti. Ni en tus palabras. Recuerdas cuando nos encontraste? Éramos unas personas que trataban de encontrar la felicidad que prometía la vida en cualquier luciérnaga de apestosa esperanza y fe... Todas falsas. No teníamos nada en que depositar nuestras creencias, no podíamos confiar en nadie, por que a nada encaminábamos nuestros actos. Y nos encontraste. Quisiste librarnos de ese peso, de ese estúpido significado de la vida. Creímos en ti y te seguimos. Ideal, Aceptamos de buena gana tus mensajes. En ti veíamos la verdadera esperanza de nuestras existencias. Eras Nuestra estatua Preferida. Llegó el momento en que casi conocimos la felicidad, y te llegamos a idolatrar, Ideal. Ya el culto que te rendíamos no era como el de una simple y falsa misa; por ti hubiéramos llegado a la idolatría para después vencerla con el idealismo; alcanzábamos lo que nos proponíamos, y por eso amábamos. Por que el hombre nunca odia ni consigue todo lo que ha soñado hacer... Pero si sólo recibe desengaños odia con todas sus fuerzas. Claro, tenía que llegar. Después de todo, esta vida es bonita o no es bonita, eso depende. Y nosotros optamos por lo segundo, sabes por qué? Porque nos dimos cuenta que nos habías engañado... que ya tu presencia nos recordaba el día que el desengaño de nuestros propósitos nos golpeó en la jeta. Sí, Ideal... La vida nos había golpeado. Nos dimos cuenta que ya no podríamos alcanzar nuestros propósitos...Es muy sencillo, ni te das cuenta? Por eso, sencillamente por eso, Te odiamos. Si, tal vez te traicionamos, porque olvidamos tu enseñanza, ignoramos nuestro oficio en el mundo, nuestra búsqueda por la inexistente esperanza... dejamos todo eso para acabarnos en el maldito tedio, eso era lo único que encontrábamos, Por eso En parte tenías razón Pero no debiste dejarnos solos. Y si te dijera que después te buscábamos? Y si te dijera que te llamábamos a gritos y que te suplicábamos que aparecieras y que vinieras de nuevo a darnos un consuelo en nuestra maldita vida? !Ideal! !Ideal! !Ideal! !Ideal! !Ideal! Maldita sea. Por qué no aparecías? Llegó el día en que nos cansamos de buscarte, Ideal. No, no te hagas ilusiones... Te odiábamos pero te considerábamos necesario, solo eso. Entonces nos dimos cuenta que lo mejor era perseguirte y acabar contigo. Para que tu presencia se perdiera, y así poder vivir nosotros en paz sin recordarte

! uno 
dos y tres 
otra vez !

Necesitábamos matarte, Ideal...Era necesario Ahora escribo esto para recordarte, para poder escribir nuevamente tu palabra cinco veces: 

1. Ideal 
2. Ideal 
3. Ideal 
4. Ideal 
5. Ideal

Ya no existes, Ideal. Tal vez vivamos felices, no podría decirlo. Sería igual asegurar que uno -a uno y que dos es igual dos mas d o dds dos. Por eso, porque no existes, no nos preocupamos de nada. No tenemos propósitos, dejamos que todo nos suceda porque sí... No por que nosotros estemos interesados en que pase Por eso, porque no

Existes 
Existirás
Exististe.

Pero, amls 
Pero, mansdd 
Pero, malsd 
Pero, maldiss 
Pero, Mald 
Pero, Maldito Ideal 
Por qué no acudiste a nuestro llanto? 

QUE VIVA LA MÚSICA (FRAGMENTO)




Tú, no te detengas ante ningún reto. Y no pases a formar parte de ningún gremio. Que nunca te puedan definir ni encasillar. Que nadie sepa tu nombre y que nadie amparo te dé. Que no accedas a los tejemanejes de la celebridad.

Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos. Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes.

Tus padres te tuvieron. Que tus padres te alimenten siempre, y págales con mala moneda. A mí qué. Jamás ahorres. Nunca te vuelvas una persona seria. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta. Elimina las treguas, recoge tu amor en el daño, el exceso y la tembladera. Todo es tuyo. A todo tienes derecho y cóbralo caro.

No te sientas llenecita nunca. Aprende a no perder la vista, a no sucumbir ante la miopía del que vive en la ciudad. Ármate de los sueños para no perder la vista. 

Olvídate de que podrás alcanzar alguna vez lo que llaman "normalidad sexual", ni esperes que el amor te traiga paz. El sexo es el acto de las tinieblas y el enamoramiento la reunión de los tormentos. Nunca esperes que lograrás comprensión con el sexo opuesto. No hay nada más disímil ni menos dado a la reconciliación.

Tú, practica el miedo, el rapto, la pugna, la violencia, la perversión y la vía anal, si crees que la satisfacción depende de la estrechez y la posición predominante. Si deseas sustraerte a todo comercio sexual, aún mejor. Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato. 

Para la timidez, la autodestrucción. 

Adonde mejor se practica el ritmo de la soledad es en los cines. Aprende a sabotear los cines

No accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar al término de una carrera que no conoció el esplendor, la anónima decadencia. 

Para endurecer la unidad sellada, ensaya dándote contra las tapias. 

No hay momento más intenso ni angustioso que el despertar del hombre que madruga. Complica y prolonga este momento, consúmete en él. Agonizarás lentamente y de berrido en berrido enfrentarás los nuevos días.

Es prudente oír música antes del desayuno.

Tú, disimula el olvido. Aprende a contemplar inconmovible toda génesis. Si te tienta la maldad, sucumbe: teminaréis por rodar juntas del mismo brazo. 

Come de todo lo que sea malo para el hígado: mango biche y hongos y pura sal, y acostúmbrate a amanecer con los gusanos. Créete ceiba, que también cría parásitos. 

Tú, no te preocupes. Muérete antes que tus padres para librarlos de la espantosa visión de tu vejez. Y encuéntrame allí donde todo es gris y no se sufre. Somos muchas.

Andrés Caicedo 

El despescuezamiento de Andrés Caicedo "El Cuento de mi vida. Memorias Inéditas".




Antes de viajar de Medellín tuve mi primera novia, que se llamó, de forma coincidente, Patricia. Es curioso, pero recuerdo esa época como la más feliz de mi vida. Teníamos en el barrio La Flora, una especie de pandilla de delincuentes juveniles, jugábamos escondite americano con las muchachas. El juego consiste en que ellas o uno se esconde y si lo descubren tiene que dejarse dar un beso. Hacíamos cagadas como quebrar ventanas en las casas de los vecinos, y en diciembre tirarle bombas de agua a los buses o estallar papeletas y tronantes. La pasé feliz. Pero cuando regresé de Medellín los muchachos se habían cambiado de barrio, las muchachas andaban con hombres mayores. Mi impresión fue tal que les pedi a mis padres que me enviaran de nuevo a Medellín, pero no se pudo, por razones economicas y de falta de cupo. Me tuve que acostumbrar, pues, de nuevo a Cali. Aquí ya leía mucho a Edgar Allan Poe, aunque aun no soñaba con llegar a ser un escritor. Iba mucho al cine, y cuando, años despues, leí en la revista HABLEMOS DE CINE del Perú que todas mis preferencias eran de importancia, me fui volviendo cinéfilo a conciencia y empecé a llevar un diario de films vistos, cosa que hago hasta ahora.

...fui haciéndome, luego, a un reconocimiento nacional como entendido en cine, pero aún tenía problemas con la droga, sobre todo con las pepas, pues yo comencé a tomar Valuim 10 cuando hacía viajes por tierra de Cali a Bogotá. No tenía mujer, ni me interesaba. Tomaba mucha cerveza y me la pasaba contento en Cali, mucho más despues que me hice muy amigo de Clarisol y Guillermo Lemos, dos niños super precoces y super perversos y fui dando la imagen del niño que no ha crecido o se niega a crecer: ellos me hicieron probar los hongos y el Daprisal, y yo estaba contento con mi pose silvestre porque así desconcertaba a los intelectuales de profesión, a los que he detestado siempre y bastante es el mal, con puyas indirectas, que me han hecho. Pero como todo el mundo deseaba y admiraba a Clarisol, no se podían meter conmigo, pensaban "ese va a acabar mal", pero no decían nada. Con Clarisol hicimos un pacto: "Tú aparentas mi edad y yo la tuya", y así pasábamos el tiempo, cada uno desconcertando a su manera. Pero llegó Patricia y todo se acabó.

Con Clarisol había conocido una especie de vida salvaje. El amor salvaje de Patricia me trajo a una cercana realidad, aunque también peligrosa. Yo la conocía a ella desde hace dos años, pero no le había parado bolas, desinteresado como estaba por toda mujer hecha y derecha. Pero mentiras; Patricia resultó ser una niña malcriada, exigente y desconfiada. Ella me sedujo y me atrapó. Su amor fue como un viaje sin regreso por la selva más tenaz de todas, la del Chocó; fue como pasar hambre y darse después un festín y emborracharse con cerveza helada. Yo creo que eramos unos niños al conocernos y juntamos nuestras malas crianzas y hacíamos el amor de una forma perfecta. Por varios meses yo fui se segundo hombre hasta que las circunstancias me llevaron a ser el único, el primero. Su matrimonio iba ya muy mal cuando nos conocimos, y por pura coincidencia feminista yo me dejé seducir, porque era testigo de lo mal que la trataba su marido. Además él, Carlos Mayolo, había arruinado por su mal genio un film que realizamos en 1971; "Angelita y Miguel Angel", en 16 mms. y con guión mio. Pero no creo que haya sido venganza; hice a medias el amor con ella y me gustó muchísimo y estuvo: quedé enamorado como nunca en mi vida. De alli, nuestra relación fue siempre incompleta, y su marido, como dice el proverbio, fue el ultimo en saberlo; nos pillo in fraganti en el último Festival de Cine de Cartagena. Pero con él ya todo estaba dañado, y la cosa no fue muy grave. En el intervalo yo trabajé durísimo con el grupo de teatro de la U. del Valle en mi obra "El mar", sobre el desorden, el trabajo acumulado y sobre la relacion dificil con los objetos (incapacidad manual), ademas de ser, a la vez, un comentario critico (no sé cómo me las arreglé para lograrlo) a dos novelas magnificas: MOBY DICK de Melville y ARTHUR GORDON PYM de Poe. Con perdón de todo el mundo, esa fue mi (fatua) obra maestra. No duró más que tres dias en cartelera, ya que el protagonista celebró tan duro el éxito del estreno que hasta hoy sigue borracho.

Mi relación con Patricia ha estado sujeta (ya no) a un grado tal de inestabilidad que yo tuve que recurrrir al triple Valium 10. Primero que todo ella se demoró en dejar de amar a Carlos, a mi me tocó presenciar una escena de súplica y de amor en vano tal, que me pegó uno de los mayores sustos de mi vida. Y lo que lo acaba a uno no es la droga sino los sustos. Después de eso yo me porté muy duro con ella, repitiéndole que ya no habia caso, que ya no la quería, y eso y la separación con su esposo la condujeron a una especie de locura por los hombres; hizo el amor con el más grande y el más chiquito de los cineclubistas de Bogotá, pero siempre venía hacia mi. Y yo estaba bastante golpeado, a medias destruido, ya que "el más grande" era uno de mis mejores amigos, y yo nunca le perdoné lo que hizo con Patricia. La verdad fue que ella me utilizó como muleta, me expuse como escudo de su inestabilidad, y yo tenía que estarla cuidando, impidiendo toda clase de rumba, convencido, como dice la canción, "que las rondas no son buenas, que hacen daño y que dan penas". Además ese ambiente para mi ya estaba completamente pasado de moda. Hará unos tres años yo fui un muchacho super rumbero, tanto que escribí una novela sobre todo eso. Pero me aburrió el esnobismo y la vulgaridad de la rumba, y fue precisamente en mitad de una rumba que yo intenté suicidarme por primera vez, cortándome las venas despues de tomar veinticinco blues, como le decimos nosotros al Valium de 10 mgs. Me despertó el mismo ruido de mi sangre goteando sobre el piso de madera, y minutos después cicatrizaría. Pero como no me hicieron lavado de estómago estuve todo pepo como quince días. Después, quedé muy propenso al llanto, por todo lloraba como un niño, y hablaba imitando a Patricia. La segunda vez que me intenté suicidar esta rodeada de ciurcunstancias más allá de mi memoria. Según parece me tomé 125 pepas y discutí mucho con ella. A los varios cinco o seis días me vine a despertar en Cuidados Intensivos creyendo, por la calefacción, que estaba en Cali.

Me llegaba el recuerdo de Patricia como el de un ángel guardián y experimentaba ráfagas de felicidad indefinida e inconclusa. Ahora, pasado ya un mes de estar en esta clinica tengo planes urgentes para un futuro inmediato; sacar un número cinco de OJO AL CINE que sea mejor que los anteriores, gestionar la publicación de mi novela QUE VIVA LA MUSICA! con las dos editoriales que me la han comprado y arreglar la publicación de un libro de Eduardo Agudelo, el dueño de la editorial que me saca la revista; asimismo, comenzar dándole forma al libro que tengo planeado sobre los Rolling Stones, entroncandolo con el relativo fracaso de mi generación. Yo siempre estuve muy influenciado por la música de los Stones, por su postura lumpenesca en la vida, aunque estuvieran disfrutando el puesto número uno en la industria (que hoy esta en plena decadencia artística) del Rock'n Roll. Ya creo haber salido de ese estado de confusión en el que no recordaba los sueños, en el que perdia un bolígrafo todos los dias, y no terminaba ningún trabajo ni terminaba la lectura de ningún libro y para todos era una intolerancia que me estaba haciendo enemigos de todos los que eran amigos mios. Quiero escribir un libro ante la decadencia del cine mundial ligado a la super perfección técnica, se llame "Por un cine imperfecto", parafraseando un artículo del cubano Julio García Espinosa, y análisis de los films que más admiro: PERSONA, de Ingmar Bergman, PSICOSIS de Alfred Hitchcock y LILITH de Robert Rossen. Así es. He podido ser mejor, pero qué le vamos a hacer.

(Andrés Caicedo, "El Cuento de mi vida. Memorias Inéditas")

sábado, 1 de septiembre de 2012

Erica Jong, Culinaria poética (fragmento)


Una vez que el pene ha sido introducido en el poema, la poeta se baja hasta quedar sentada sobre el muso, con sus piernas hacia afuera. Él no necesita moverse. la poeta estará en posición erguida y subirá y bajará su cuerpo rítmicamente hasta alcanzar la última línea. Ella podrá hacer una pausa en sus movimientos y también podrá mover su pelvis y abdomen hacia adelante y atrás, o hacia los costado
s, o con un movimiento circular de tirabuzón. Este método resulta en imágenes excepcionalmente agudas y es frecuentemente recomendado para llegar a la cumbre del goce estético. La penetración es más profunda que en otras posturas. Sin embargo, la concepción es menos posible.

Esta postura es también conveniente cuando el muso está cansado o falto de vigor, ya que la poeta toma el papel más activo. La penetración es más profunda cuando el cuerpo de la poeta hace un ángulo de 45 grados con el del muso. Un muso en erección a medias permanecerá en posición cuando se esté en esta postura, ya que no puede deslizarse fuera del poema.


INFECCIÓN / Andrés Caicedo 



Bienaventurados los imbéciles,porque de ellos es el reino de la tierra
El sol. Cómo estar sentado en un parque y no decir nada. La una y media de la tarde. Camino caminas. Caminar con un amigo y mirar a todo el mundo. Cali a estas horas es una ciudad extraña. Por eso es que digo esto. Por ser Cali y por ser extraña, y por ser a pesar de todo una ciudad ramera.
-Mirá, allá viene la negra esa.
-Francisco es así, como esas palabras, mientras se organiza el pelo con la mano y espera a que pasa ella. Ja! Ser igual a todo el mundo.
Pasa la negra-modelo. Mira y no mira. Ridiculez. Sus 1,80 pasan y repasan. Sonríe con satisfacción. Camina más allá y ondula todo, toditico su cuerpo. Se pierde por fin entre la gente, ¿y queda pasando algo? No nada. Como siempre.
(Odiar es querer sin amar. Querer es luchar por aquello que se desea y odiar es no poder alcanzar por lo que se lucha. Amar es desear todo, luchar por todo, y aún así, seguir con el heroísmo de continuar amando. Odio mi calle, porque nunca se rebela a la vacuidad de los seres que pasan por ella. Odio los buses que cargan esperanzas con la muchacha de al lado, esperanzas como aquellas que se frustran en toda hora y en todas partes, buses que hacen pecar con los absurdos pensamientos, por eso, también detesto esos pensamientos: los míos, los de ella, pensamientos que recorren todo lo que saben vulnerable y no se cansan. Odio mis pasos, con su acostumbrada misión de ir siempre con rumbo fijo, pero maldiciendo tal obligación. Odio a Cali, una ciudad que espera, pero que no le abre las puertas a los desesperados)
Todo era igual a las otras veces. Una fiesta. Algo en lo cual uno trata desesperadamente de cambiar la tediosa rutina, pero nunca puede. Una fiesta igual a todas, con algunos seductores que hacen estragos en las virginidades femeninas… después, por allá… por Yumbo o Jamundí, donde usted quiera. Una fiesta con tres o cuatro muchachas que nos miran con lujuria mal disimulada. Una fiesta con numeritos que están mirando al que acaba de entrar, el tipo que se bajó de un carro último modelo. Una fiesta con uno que otro marica bien camuflado, y lo más chistoso de todo es que la que tiene al lado trata inútilmente de excitarlo con el codo o con la punta de los dedos. Una fiesta con muchachas que nunca se han dejado besar del novio, y que por equivocación son lindas. Y también con F. Upegui que entra pomposamente, viste una chaqueta roja, hace sus poses de ocasión y mira a todos lados para mirar-miradas. Una fiesta con la mamá de la dueña de casa, que admira el baile de su hijita pero la muy estúpida no se imagina si quiera lo que hace su distinguida hija cuando está sola con un muchacho, y le gusta de veras. Una fiesta donde los más hipócritas creen estar con Dios, maldita sea, y lo que están es defecándose por poder amachinar a la novia de su amigo… piensan en Dios y se defecan con toda calma mientras piensas en poder quitársela.
Sí, odio a Cali, una ciudad con unos habitantes que caminan y caminan… y piensan en todo, y no saben si son felices, no pueden asegurarlo. Odio a mi cuerpo y mi alma, dos cosas importantes, rebeldes a los cuidados y normas de la maldita sociedad. Odio mi pelo, un pelo cansado de atenciones estúpidas, un pelo que puede originar las mil y una importancias en las fuentes de soda. Odio la fachada de mi casa, por estar mirando siempre con envidia a la de la casa del frente. Odio a los muchachitos que juegan fútbol en las calles, y que con crueldades y su balón mal inflado tratan de olvidar que tienen que luchar con todas sus fuerzas para defender su inocencia. Sí, odio a los culicagados que cierran los ojos a la angustia de más tarde, la que nunca se cansan de atormentar todo lo que encuentra… para seguir otra vez así: con todo nuevamente, agarrando todo, todo !. Odio a mis vecinos quienes creen encontrar en un cansado saludo mío el futuro de la patria. Odio todo lo que tengo de cielo para mirar, sí, todo lo que alcanzo, porque nunca he podido encontrar en él la parte exacta donde habita Dios.
Conozco un amigo que le da miedo pensar en él, porque sabe que todo lo de él es mentira, que él mismo es una mentira, pero que nunca ha podido –puede- podrá aceptarlo. Sí, es un amigo que trata de ser fiel, pero no puede, no, lo imposibilita su cobardía.
Odio a mis amigos… uno por uno. Unas personas que nunca han tratado de imitar mi angustia. Personas que creen vivir felices, y lo peor de todo es que yo nunca puedo pensar así. Odio a mis amigas, por tener entre ellas tanta mayoría de indiferencia. Las odio cuando acaban de bailar y se burlan de su pareja, las odio cuando tratan de aparentar el sentimiento inverso al que realmente sienten. Las odio cuando no tratan de pensar en estar mañana conmigo, en la misma hora y en la misma cama. Odio a mis amigas, porque su pelo es casi tan artificial como sus pensamientos, las odio porque ninguna sabe bailar go go mejor que yo, o porque todavía no he conocida ninguna de 15 años que valga la pena para algo inmaterial. Las odio porque creen encontrar en mí el tónico ideal para quitar complejos, pero no saben que yo los tengo en cantidades mayores que los de ellas… por montones. Las odio, y por eso no se lo dejo de hacer porque las quiero y aún no he aprendido a amarles.
No sé, pero para mí lo peor de este mundo es el sentimiento de impotencia. Darse cuenta uno de que todo lo que hace no sirve para nada. Estar uno convencido que hace algo importante, mientras hay cosas mucho más importantes por hacer, para darse cuenta que se sigue en el mismo estado, que no se gana nada, que o se avanza terreno, que se estanca, que se patina. Rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr——————rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr———————rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr no poder uno multiplicar talentos, estar uno convencido que está en este mundo haciendo un papel de estúpido, para mirar a Dios todos los días sin hacerle caso.
¿Y qué? ¿Busca algo positivo uno? ¿Lo encuentras? Ah, no. Lo único que hace usted es comer mierda. Vamos hombre, no importa en que forma se encuentra su estómago, piense en su salvación, en su destino, por Dios, en su destino, pero esta bien, eso no importa. ¿Qué no? Vea, convénzase: por más que uno haga maromas en esta vida, por más que se contorsione entre las apariencias y haga volteretas en medio de los ideales, desemboca uno a la misma parte, siempre lo mismo… lo mismo de siempre. Pero eso no importa, no lo tome tan en serio, porque lo más chistoso, lo más triste de todo es que UD. Se puede quedar tranquilamente, s u a v e m e n t e,  d e f e c á n d o s e, p u d r i é n d o s e,  p o c o  a   p o c o,   t ó m e l o   c o n   c a l m a… ¡Calma! ¡Por Dios, tómelo con calma!
Odio la avenida sexta por creer encontrar en ella la bienhechora importancia de la verdadera personalidad. Odio el Club Campestre por ser a la vez un lugar estúpido, artificial e hipócrita. Odio el teatro Calima por estar siempre los sábados lleno de gente conocida. Odio al muchacho contento que pasa al lado que perdió al fin del año cinco materias, pero eso no le importa, porque su amiga se dejó besar en su propia cama. Odio a los maricas por estúpidos en toda la extensión de la palabra. Odio a mis maestros y sus intachables hipocresías. Odio las malditas horas de estudio por conseguir una maldita nota. Odio a todos ellos que se cagan en la juventud todos los días.
¿Es que sabes una cosa? Yo me siento que no pertenezco a este ambiente, a esta falsedad, a esta hipocresía. Y ¿Qué hago? No he nacido en esta clase social, por eso es que te digo que no es fácil salirme de ella. Mi familia está integrada en esta clase social que yo combato, ¿Qué hago? Sí, yo he tragado, he cagado este ambiente durante quince años, y, por Dios, ahora casi no puedo salirme de él. Dices que por qué vivo yo todo angustiado y pesimista? ¿Te parece poco estar toda la vida rodeado de amistades, pero no encontrar siquiera una que se parezca a mí? No sé que voy a poder hacer. Pero a pesar de todo, la gloria está al final del camino, si no importa.
La odio a ella por no haber podido vencer a su propia conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar, pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iban con mis palabras, con mis gestos y mis caricias, con todo… otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final del camino, si es que todavía nos queda un camino… quién sabe…
Odio a todas las putas por andar vendiendo añoraciones falsas en todas sus casas y calles. Odio las misas mal oídas… Odio todas las misas. Me odio, por no saber encontrar mi misión verdadera. Por eso me odio… y a ustedes ¿les importa?
Sí, odio todo esto, todo eso, todo. Y la odio porque lucho por conseguirla, unas veces puedo vencer, otras no. Por eso la odio, porque lucho por su compañía. La odio porque odiar es querer y aprender a amar. ¿Me entienden?. La odio, porque no he aprendido a amar y necesito de eso. Por eso odio a todo el mundo, no dejo de odiar a nadie, a nada…
A nada
A nadie
Sin excepción!
Tomado de “Destinitos Fatales”
Andrés Caicedo Estela

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domingo, 26 de agosto de 2012

Cristina Peri Rossi. Uruguay



"La vida de cada ser humano es muy limitada: nace con un solo sexo, una sola familia, un solo país. No puede elegir la época en que vive, ni el espacio: los emigrantes suelen ser mal recibidos en todas partes. Tampoco elige la clase social, ni la salud, ni su rostro, ni su estatura. Frente a todas estas limitaciones, escribir me pareció, desde pequeña, una superación. Por ejemplo: puedo escribir desde el punto de vista del perro que nunca fui ni seré, o del hombre o de la mujer que no soy. Leer y escribir son, pues, superaciones de las fronteras históricas, de edad, de sexo y de biografía.
Pero la literatura no sirve sólo para conocer lo diferente, para retroceder o avanzar en el tiempo, para escaparse del propio sexo o del espacio. A veces, la literatura es un testimonio de los problemas, los conflictos y los dramas de la realidad"




sábado, 25 de agosto de 2012

Las cuatrocientas espadas del brandy - Rafael Chaparro Madiedo




Me mataste. Eso es lo único que sé. También sé que estoy en el cielo. Por fortuna. Llevaba diez minutos de muerta y me pediste un cigarrillo. Yo busqué en mi cartera y te ofrecí uno de mis mentolados. Lo encendiste y te fuiste al balcón y lo fumaste en silencio mientras los fogonazos silenciosos del cigarro te iluminaban los ángulos del rostro. Afuera llovía. Era una lluvia mezclada con los pasos de los gatos que se deslizaban por los techos buscando un poco de calor. Me mataste en una noche de lluvia. Eso había sido demasiado para ti. Nunca has soportado la lluvia, ni los Stones más allá de las once de la noche. Después de las seis no puedes soportar las películas inglesas, ni los cafés cargados. Eres extraño Spada. Muy extraño. Ese día que me mataste me llamaste desde algún teléfono del parque Giordano Bruno y me dijiste hey baby vamos a ver Naked de Mike Leigh y yo te dije, pobre idiota ilusa, claro baby nos vemos a las seis en la estación de metro Radio City.

Esa tarde vagué sin sentido por la ciudad. Me metí al metro, cubrí varias rutas, fui al barrio árabe a la calle Dranaz por un hash. Luego me fumé el hash en el parquecito mientras miraba el tren elevado. Alguien desde el tren me hizo una seña con la mano y yo le mandé un beso que se diluyó en el aire caliente de la tarde. Fue un maldito beso que explotó en el núcleo del aire, puff!, y desapareció para siempre. Finalmente cogí la ruta del Radio City para cumplirte la cita y cuando entré al metro parecía que la gente se moría poco a poco en las nubes alucinógenas de las cinco de la tarde, esas nubes negras que olían a heroína con orines.

Más tarde nos encontramos en Lourdres. Estabas en el parque. Las palomas grises hacían maniobras confusas en el aire precario de la tarde y el olor de la lluvia me entró a los pulmones y me intoxicó. Caminamos por la trece y el conjunto de las luces, el conjunto de los rostros y de los olores nos marearon lentamente. Las campanas de Lourdes empezaron a sonar en el tejido del aire. En el aire había latidos. Grandes latidos. Latidos. Latidos de un corazón invisible, herido y borracho que bombea tinieblas sobre la lluvia, sobre la noche.

Antes de entrar a cine tomamos un café donde los árabes. Sensación conocida: café cargado, negro, espeso, un cigarrillo. Una conversación banal. Un golpe en el estómago. Mierda. Adrenalina pura. Subordinación. Escalofrío. Un tabaco. Un Marlboro. Otro café. Un beso. Un silencio. Un golpe en la cabeza. Salimos del café, mareados, aturdidos, y el ruido de la ciudad nos abaleó el pecho y las miradas. Me dieron ganas de que te largaras para la mierda, pero dada la casualidad de que íbamos a ver Naked de Mike Leigh y entonces sentí en el corazón cuatrocientos golpes, cuatrocientos golpes de brandy, cuatrocientos golpes de lluvia, cuatrocientos golpes de heroína, cuatrocientos golpes de sangre, de carne, de pólvora, de humo azul, cuatrocientos golpes de tristeza, cuatrocientos golpes de cuatrocientas aves muertas revoloteando en mi pecho.
En el cine, la fauna de siempre. Un par de mamertos. Una pareja de viejos embutidos en sus viejos gabanes, el borracho que siempre encontrábamos en los cines alternativos con su botella de coñac y las chicas universitarias con cara de que no se las habían comido en meses por estar viendo películas para solitarios todas las noches. Salí enamorada de Johnny, el clochard de la película. Yo te dije después que nunca había visto un man que se fumara tanto como ese. Era un man vestido de negro siempre envuelto en una nube de humo, un man como tú y yo, un triste man siempre flotando en las nubes confusas de los días como aviones absurdos, perdidos, a la deriva, un man como tú y yo navegaba en el cielo maligno de los días, esos días llenos de pequeñas lluvias donde se te llenaba la boquita de heroína y saliva negra. Un man bacano, ese Johnny.

Entonces llegamos a tu apartamento. Me metiste tres balazos en el corazón. Once de la noche. Me mataste. Después fumamos, tomamos un café, dos cuerpos extraños sumidos en la conocida confusión del amor después del cine, dos cuerpos desnudos atravesados por cuatrocientas espadas brillantes antes del café, dos cuerpos extraños sumidos en la conocida confusión del amor después del cine, dos cuerpos desnudos llenos de humo, dos cuerpos desnudos atropellados por la alucinación, dos cuerpos desnudos con la sangre llena de perros atroces, dos cuerpos desnudos naufragando en alguna ola de la marea de la noche, dos cuerpos oscuros fulgurando antes de apagarse para siempre el reflejo caliente de la lluvia.
A la media noche salimos y nos dirigimos a la estación del metro y allí me dejaste. Baby. Creíste que nunca más me ibas a volver a ver. Pura mierda. Me subiste al vagón y diste media vuelta. Yo me fui bien muerta. Lo último que me acuerdo eres tú fumando y yo sentada en el vagón mientras éste se deslizaba hacia la oscuridad del túnel.
Es verdad. Me mataste. Y estoy en el cielo, tal como tú querías. En el cielo. Tal como querían mis padres y tú. Muerta, en el cielo.

Ahora he vuelto. Estoy en el balcón. Tú acabas de regresar del cine. Me ves. Te detienes. Te acercas. Me observas en silencio. Fumas un cigarrillo. No has cambiado mucho baby. Abres la ventana. Afuera llueve. Me acaricias la cabeza con suavidad. Me dejo tomar en tus manos y me pones frente a ti. Entonces te clavo el pico en un ojo y la sangre brota lentamente. Mierda. Te saco el otro ojo.

Afuera llueve y las luces de la ciudad son peces suicidas que se destrozan en las aguas sucias y turbulentas de la tiniebla. Estás tirado en la mitad del salón y el viento frío de la noche te cubre. Llevas diez minutos muerto. Yo llevo diez minutos convertida en paloma.

lunes, 2 de julio de 2012

Emile Cioran




"Nos echan a este mundo, y nadie nos ha preguntado si queríamos nacer, nadie nos previene 

de lo que nos espera, ingenuo  pensamiento el que dice que la vida es un don, algo que  

deberíamos agradecer cada día que nos despertamos y cada día que pasamos y seguimos 

aquí... 

Yo pienso (y empiezo a pensar que pienso demasiado) que también puede ser una carga, una 

pesada carga, que día a día algunos de nosotros llevamos encima sin poder quitárnosla, pero 

deseando hacerlo.

Una de las cosas que tengo más claras, es que la sociedad tal como es ahora, no me gusta, 

vivo en ella porque no me queda otro  remedio, y porque al mismo tiempo que la aborrezco, la 

necesito para subsistir. Pero no me gusta, quizás en lugar de ¿avanzar? tanto en el campo de 

la tecnología, de la ciencia, del consumismo,... Deberíamos pararnos en seco y mirar atrás, 

mirar lo que vamos dejando a nuestra espalda, recapacitar y meditar en si realmente estamos 

siguiendo el camino correcto, o por el contrario, estamos destruyéndolo todo a nuestro paso 

como Atilas de pacotilla. 

Mi pesimismo, como le llaman los demás, o lucidez, como le llamo yo, es una pesada carga 

que tampoco pedí llevar. Es difícil vivir así, y casi merezco una medalla por, a pesar de todo 

esto, seguir levantándome cada día, ir al trabajo y colaborar en algo que no deseo que 

siga así, sino aniquilarlo. 

La aniquilación es renovación, porque al final de ella, la vida (esa eterna inmortal) vuelve a 

resurgir... Si tuviese el poder, destruiría al hombre, limpiaría de la tierra su huella y la dejaría 

libre para que la naturaleza recupere lo que siempre ha sido suyo. Y quizá, en un  futuro lejano, 

la evolución haría que un nuevo ser inteligente poblara este planeta. Porque no considero que 

el hombre sea un ser  ni inteligente, creo que es un ser peligroso por su gran (casi ilimitada) 

capacidad de contaminación. Y su carente capacidad de  creación, allí donde toca, la caga. 

Dejando un montón de mierda a su paso."