DISTANCIAS CORTAS
Quién lee cuentos, uno se pregunta, y me gusta pensar que los leen
hombres y mujeres en salas de espera; que los leen en viajes aéreos
transcontinentales en vez de ver películas banales y vulgares para matar
el tiempo; que los leen hombres y mujeres sagaces y bien informados
quienes parecen sentir que la ficción narrativa bien puede contribuir a
nuestra comprensión de unos y otros, y algunas veces, del confuso
mundo que nos rodea. La novela, en toda su grandeza, exige, al menos,
algún conocimiento de las unidades clásicas, que preservan ese lazo
misterioso entre la estética y la moral; pero que esta antigüedad
inexorable excluyera la novedad en nuestras formas de vida sería
lamentable. Algunos conocemos esta novedad a través de La guerra de
las galaxias, otros a través de la melancolía que sigue al error cometido
por un jugador que no batea en las últimas entradas de un partido de
béisbol. (…) En los cuentos de mis estimados colegas —y en algunos
míos— encuentro esas casas de verano alquiladas, esos amores de una
noche, y esos lazos extraviados que desconciertan la estética tradicional.
No somos nómadas, pero —sin embargo— subsiste más que una
insinuación en el espíritu de nuestro gran país, y el cuento es la literatura
del nómada.
JOHN CHEEVER
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