¡Qué dulce es una cama regalada! 
¡Qué necio, el que madruga con la aurora, 
aunque las musas digan que enamora 
oír cantar un ave la alborada!
¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada 
reposar una hora, y otra hora! 
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora, 
sin ser de nadie y sin pensar en nada!
¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo 
ya, tendido a la larga, me acomodo. 
De tus graves alumnos el ejemplo
me arrastra bostezando; y,  de tal modo 
tu estúpida modorra a entrarme empieza, 
que no acabo el soneto... de per...

Pasé a saludar! Fue un gusto visitar tu espacio.
ResponderEliminarYeli❤
Pasé a saludar! Fue un gusto visitar tu espacio.
ResponderEliminarYeli❤