sábado, 25 de diciembre de 2010

Al roque (Mario Benedetti)


Llegaste temprano al buen humor
al amor cantado
al amor decantado

llegaste temprano
al ron fraterno
a las revoluciones

cada vez que te arrancaban del mundo
no había calabozo que te viniera bien
asomabas el alma por entre los barrotes
y no bien los barrotes se afojaban turbados
aprovechabas para librar el cuerpo

usabas la metáfora ganzúa
para abrir los cerrojos y los odios
con la urgencia inconsolable de quien quiere
regresar al asombro de los libres

le tenías ojeriza a lo prohibido
a las desgarraduras para ínfula y orquesta
al dedo admonitorio de algún colega exento
algún apócrito buen samaritano
que desde europa te quería enseñar
a ser un buen latinoamericano

le tenías ojeriza a la pureza
porque sabías cómo somos de impuros
cómo mezclamos sueños y vigilia
cómo nos pesan la razón y el riesgo

por suerte eras impuro
evadido de cárceles y cepos
no de responsabilidades y otros goces
impuro como un poeta
que eso eras
además de tantas otras cosas

ahora recorro tramo a tramo
nuestros muchos acuerdos
y también nuestros pocos desacuerdos
y siento que nos quedan diálogos inconclusos
recícrocas preguntas nunca dichas
malentendidos y bienentendidos
que no podremos barajar de nuevo

pero todo vuelve a adquirir su sentido
si recuerdo tus ojos de muchacho
que eran casi un abrazo casi un dogma

el hecho es que llegaste
temprano al buen humor
al amor cantando
al amor decantado
al ron fraterno
a las revoluciones
pero sobre todo llegaste temprano
demasiado temprano
a una muerte que no era la tuya
y que a esta altura no sabrá qué hacer
con tanta vida.

A la izquierda del Roble (Mario Benedetti)

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fan ticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube a resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

A ellos (Mario Benedetti)


Se me han ido muriendo los amigos
se me han ido cayendo del abrazo
me he quedado sin ellos en el día
pero vuelven en uno que otro sueño
Es una nueva forma de estar solo
de preguntar sin nadie que responda
queda el recurso de tomar un trago
sin apelar al brindis de los pobres
Iré archivando cuerdos y recuerdos
si es posible en desorden alfabético
en aquel rostro evocaré tu temple
es ese otro el ancla de unos ojos
Sobrevive el amor y por fortuna
a esa tentación no se la llevan
yo por las dudas toco la mismísima
madera/esa que dicen que nos salva
Pero se van figurando los amigos
los buenos/los no tanto/los cabales
me he quedado con las manos vacías
esperando que alguien me convoque
Sin embargo todos y cada uno
me han dejado un legado un regalito
un consuelo/un sermón/una chacota
un reproche en capítulos/un premio
Si pudiera saber dónde se ríen
donde lloran o cantan o hacen niebla
les haría llegar mis añoranzas
y una fuente con uvas y estos versos

viernes, 24 de diciembre de 2010

Animales Mitológicos (Efraim Medina Reyes)


1
En mi adolescencia tuve dos héroes: “Kid Pambelé” y Jim Morrison. El primero era un boxeador nacido en Palenque (un pueblo de negros cimarrones vecino a Cartagena) que fue el primer colombiano en ganar de verdad algo, el otro todos los roqueros de este mundo y aun los que odian el rock saben quién fue y qué hizo. Pambelé le arrebató el título mundial de las 140 libras el 28 de octubre de 1972 a un panameño llamado Alfonso “Peppermint” Frazzer, hasta ese momento era un perfecto desconocido para nosotros y un segundo después de haber noqueado a “Peppermint” se convirtió en el símbolo nacional por excelencia de la época. Las personas que lo llevaron a esa conquista histórica fueron dos venezolanos, él había emigrado a Venezuela años atrás porque en Colombia nadie creyó en sus condiciones ni le brindó el mínimo apoyo pero una vez tuvo el título, el país lo rodeó: las estrellas de la tele y los políticos, encabezados por Pastrana padre y luego hijo, se tomaban fotos con el nuevo ídolo y concedían entrevistas donde aseguraban haberlo seguido desde siempre y confiado en él. Pambelé se acostó con cada estrella de la tele que le dio chance y logró que los políticos llevaran la luz eléctrica a su pueblo y él, con su propio dinero, compró un enorme televisor y lo puso sobre un pedestal en la plaza de Palenque. Aparte de eso ayudó a un montón de gente de Chambacú, el ghetto negro donde había crecido como pescador y vendedor callejero antes de conocer la gloria. Pero la fama y el dinero fueron demasiado y, al igual que Morrison, buscó la puerta de salida a través de los excesos y los excesos acabaron con él. Morrison apareció muerto en una tina y Pambelé recorre hoy las calles de Cartagena como un zombie. Aparte de usarlo cada cierto tiempo para llamar la atención como tema de canciones, videos o artículos como éste, a nadie le importa si se pudre vivo. Los políticos y las estrellas de la tele hace tiempo lo dejaron y sólo uno que otro despistado turista le pide que pose a su lado para una foto. Pambelé acepta halagado y ensancha sus gruesos labios en una sonrisa ignorando que el turista no busca al campeón mundial sino al pintoresco negrito que representará en su álbum de recuerdos el mágico espíritu caribe. Y creo que si lo pienso bien Pambelé sintetiza en cierto modo el mágico espíritu caribe. Su hoy ajado rostro es como un mapa de todos nuestros sueños y decepciones. El fue y sigue siendo el símbolo de un país desconocido que Europa ha querido ver a través de los ojos de un montón de farsantes. Farsantes en edición de bolsillo que quizá Europa supone héroes. Farsantes como García Márquez, Mutis o Botero. La pregunta es: ¿Por qué los llamo farsantes?
Cuando tenía seis años perdí a mi padre; mi madre se vio obligada a trabajar más de la cuenta para sacarnos adelante a mí y tres hermanos más. Crecí en un barrio difícil donde el albedrío estaba limitado por el más fuerte y como muchos chicos del barrio imité a Pambelé. Creía que mis puños podrían sacarme a mí y a mi familia de aquel lugar. A los catorce años había logrado realizar una docena de peleas como boxeador aficionado y todavía no conocía la victoria, sin duda estaba lejos de llegar a ser un Pambelé. Decidí probar con la música y, junto a un par de compinches, conformé 7 Torpes Band. Grabamos un casete de garaje y luego de cuatro años conseguimos tener, en todo el vasto mundo, la fabulosa cifra de dieciséis fans. Entretanto el mundo aclamaba a García Márquez, Mutis y Botero, entretanto el dinero entraba en sus cuentas y el prestigio y las condecoraciones relucía en sus pechos. Cada vez que alguno de ellos se echaba un pedo, enseguida algún país de Europa le daba un premio o una medalla acompañada de un buen fajo de billetes. Y se echaron muchos pedos, tantos que empezó a salir de sus brillantes culos una verde polvareda donde se veía el mágico y exuberante espíritu caribe con su impenetrable selva y sus montañas hasta el cielo, sus perfectas palmeras y su mar embravecido, sus hembras salvajes y sus arrogantes machos, la fertilidad implacable de su flora y fauna, sus piedras preciosas al borde de los caminos y sus entrañas repletas de petróleo y, atravesando aquel paraíso, la pomposa y afortunada miseria donde los abuelos contaban historias que servían de fuente inagotable para la desaforada imaginación de estos artistas. Como ninguno de nosotros había conocido aquel mágico caribe del que ellos hablaban y tampoco daban noticia de él nuestros abuelos ni los de Pambelé, decidimos fundar la empresa Fracaso Ltda. y como único activo creamos el eslogan: Donde se necesite un fracaso, allí estaremos: Aquellos sujetos podrían representar mucho para Europa y ser incluso nuestro rasgo de identidad en aquel lado del mundo pero para nosotros (yo y mis amigos de cuadra) significaban menos que la mierda del perro. Ellos no habían usado su talento para poner las cosas en su lugar sino para alargar y usar, en beneficio propio, la grande mentira que Europa quería creer. García Márquez y Mutis decoraban sus sueños y Botero sus salones y jardines. Aquí, en medio de una guerra sin cuartel y abandonados de toda gloria, nuestra miseria crecía y a expensas de ella, la fama de esos animales mitológicos.
2
Supongo que Europa nos debe algo después de haber colaborado, a través de los siglos, de manera tan eficaz para empobrecernos. Supongo que el habernos aplastado, robado, borrado y condenado, aparte de la miseria física, a un atraso cultural y espiritual tan severo, debe producirle algún tipo de culpa. Pero aun por cruel e indiferente que Europa haya sido en su conquista y colonización de esta parte del mundo, lo peor ha sido su manera de equilibrar cargas para calmar su conciencia. Su ayuda ha resultado más humillante y perversa, ha dejado una brecha más amplia que se llena cada vez de más odio y resentimiento. No voy a entrar en detalles sobre su papel en la economía y los conflictos de nuestro país, en sus alianzas estratégicas con nuestros mayores enemigos y su falta de criterio a la hora de tomar decisiones que definen nuestro destino, prefiero detenerme en su MIRADA, en la estúpida costumbre de interpretarnos bajo una lente turística donde siempre aparecemos como criaturas exóticas y pintorescas. No somos una pila de alucinados personajes de García Márquez o Mutis y menos las repetidas e infladas postales costumbristas de Botero. Tampoco aparecemos en las recientes, livianas y chatas historias escritas por algunos de los nuevos escritores colombianos. Parece que explotar la miseria sigue siendo el mejor argumento que los nuevos farsantes tienen para hacerse notar afuera. Historias de románticos sicarios, indigentes y asesinos con dilema existencial, elegantes y sesudos desplazados, detectives criollos o cosmopolitas, inteligentes y sutiles narcos, conmovedoras putas y blandas historias del estilo Marcela Serrano han reemplazado al fascinante y vendedor Macondo pero mantienen su formula: escribir a la medida y al gusto de Europa y para ello nada mejor que exhibir entusiasmados y sin criterio alguno nuestra ruina y posar, en algunos casos, de intelectuales latinoamericanos en su confortable exilio. Los personajes de García Márquez y Mutis eran alucinados y exóticos aborígenes, los de sus hijos y nietos son un poco más sofisticados pero, a pesar del trasfondo urbano, el exotismo persiste.
García Márquez nació en un oscuro, remoto y miserable pueblucho llamado Aracataca. El pueblo sigue allí, sólo que ahora, aparte de hundido y remoto, lo azota la guerra: la misma guerra que devasta el resto del país. Los habitantes de Aracataca creyeron encontrar en García Márquez una tabla de salvación, imaginaron que ser la cuna del colombiano más famoso les daría alguna posibilidad pero García Márquez no era Pambelé y jamás usó la enorme influencia política que le dio convertirse en una celebridad en favor de su pueblo. No, él no era un palenquero ingenuo y sentimental. El iba a usar todo ese poder e influencia para favorecer a quien más amaba: a Gabriel García Márquez. Cada línea escrita, cada postura política, cada declaración, cada entrevista sintetizaron desde entonces las cualidades básicas de nuestro genio: enorme talento literario, oportunismo, arribismo a ultranza, hipocresía y una precaria inteligencia frente a la vida y sus deberes más elementales como son la amistad, la gratitud y la dignidad. Para García Márquez apostar por Cuba y Fidel Castro, cenar en la Casa Blanca y declarar su admiración por Bill Clinton o hacer comerciales de TV para apoyar la candidatura de Andrés Pastrana (el peor presidente, el más pobre, estúpido e ineficaz, que haya tenido Colombia) no entraña dificultad alguna. Su debilidad extrema por cualquier cosa que huela a poder lo ha hecho ser el comodín de una interminable lista de políticos y estadistas de dudosa índole. No hay que olvidar que décadas atrás, mientras él departía felizmente con Fidel Castro, su libro El Otoño del patriarca (que es el descarnado retrato de un dictador latinoamericano cualquiera) estaba prohibido, por razones obvias, en Cuba. Algo así como si aceptaras entrar a una fiesta cuyo dueño te pone como condición dejar a tu hijo esperando afuera. Pero García Márquez no se inmuta por cosas de ese estilo, su insaciable apetito por la fama ha convertido sus relaciones con el poder en la mejor arma para impulsar su carrera y la verdad no la ha hecho nada mal. Quizá por eso prefirió fundar en Cuba y no en Aracataca, con todos los beneficios que ello habría implicado para ese desgraciado pueblo, la Escuela Internacional de Cine San Antonio de los Baños. Sus gestos para Colombia, aparte de un montón de salidas en falso en el terreno político (terreno donde sus limitaciones intelectuales salen más a flote), han sido nimios. Siempre ha optado por llamar la atención, sobre todo si es la temporada previa al lanzamiento de alguno de sus libros, antes que asumir un compromiso serio y mantener una actitud firme. En el terreno literario ha tenido sospechosas preferencias y desconocimientos infames, el más imperdonable se llama Héctor Rojas Herazo, tanto más imperdonable si consideramos la extraordinaria calidad humana y literaria de Rojas Herazo y que los unió una cierta amistad y bebieron de las mismas fuentes cuando eran un par de chicos desconocidos en Cartagena de Indias. Por supuesto que García Márquez no tenía como misión en la vida rescatar la obra de Rojas Herazo pero su empecinado silencio alrededor de algo tan evidente, mientras se apresuraba en promocionar autores menores, deja inevitables dudas. Él, al igual que el dictador que retrata en El Otoño del Patriarca, nunca aceptó sombras que pudieran compartir su pedestal literario. Su proverbial egoísmo lo convirtió en una momia sagrada que buena parte de las nuevas generaciones, de las que hago parte, despreciamos (otros, sus lacayos locales, muestran sin pudor uno que otro golpecito de espalda o “patadita de la fortuna en el trasero” recibido de un dios al que deben defender a ultranza). Nadie desconoce su capacidad como fabulador y el acierto inicial de una fórmula que ha repetido hasta el cansancio, de una fórmula que quizá entusiasme todavía a ciertos fieles lectores alrededor del mundo pero que para nosotros es historia literaria, trabajo escolar y punto. Más que momias sagradas nos hacen faltas hombres capaces de meter el culo por un país desangrado por la corrupción, la injusticia y la intolerancia.
3
Para retratar la facilidad con que estas momias sagradas cambian de postura ante los halagos, basta recordar la reciente actitud de Álvaro Mutis cuando España le otorgó el Premio Cervantes (considerado el Nóbel en castellano). Él había firmado, junto a otros intelectuales, una carta donde prometía no volver a España como reacción al pedido de VISA por parte de ese país para los colombianos. La flamante carta que supuestamente consignaba la dignidad y entereza de un grupo de intelectuales colombianos frente a la mal llamada madre patria se convirtió en una payasada cuando Mutis se arrepintió públicamente de haberla firmado y culpó a sus amigos (que también firmaban la carta) por haberlo convencido de formar parte de algo, que por virtud del premio ganado, ahora le parecía un disparate. Declaraba además su fidelidad a la monarquía y lo feliz que estaba de poder ir a besar la mano del rey español. Así podríamos construir una interminable lista de personajes y situaciones donde siempre el oportunismo vence a la dignidad. El oportunismo es un rasgo muy colombiano como la mentira y el nacionalismo tonto que produce ídolos de mierda impuestos por los medios de comunicación y que nos solemos tragar sin pensarlo un segundo. La mayoría de esos ídolos apenas han logrado escalar unos peldaños se han largado, familia y dinero a bordo, lejos de este país. A nosotros nos queda el eco de su celebridad y una que otra limosna que, al igual que Europa, nos lanzan de vez en cuando. Tanto los artistas de verdad como los muñecos de plástico producidos por y para la farándula tienen el mismo sello: un medido y discreto desprecio por su origen. Ninguno de ellos desconoce ser colombiano: eso, cuando eres una celebridad y estás en el primer mundo, no deja de ser un exotismo que ayuda a vender. La excusa para salir pitando de aquí es simple y antigua: se trata de un país inseguro. Ese aire de víctima también ayuda a vender. No me opongo a que Botero done a un museo bogotano su colección privada, ni que llene los parques del país con sus monumentales esculturas pero tampoco van a meterme el cuento de su infinita generosidad. Fundir esculturas y meter bellas e importantes obras de la pintura universal en un museo a cambio de borrar manchas todavía recientes de su apellido y ampliar cada vez más el culto a su imagen no tiene costo alguno para un magnate como Botero.
Es curioso que a todos esos sujetos tan importantes que inflan nuestros pechos de orgullo les importe muy poco la suerte que corramos. Ninguno de estos intelectuales y celebridades han aportado, aparte de algunos grititos aislados de quinceañera, sus ideas y el innegable eco que podrían tener ante el mundo en la búsqueda de salidas para nuestro conflicto; más bien se han hecho los de la vista gorda y sólo aparecen, como ya dije, para recibir honores y tomarse fotos con los mismos políticos corruptos e incapaces que arruinaron a Pambelé y han construido la miseria en que vivimos. Nos desgañitamos a gritos porque Montoya gana una carrera, pero Montoya sólo viene aquí a filmar comerciales que le llenan la bolsa de más billetes. García Márquez y su familia viven en México y USA (y allí invierten gran parte de su dinero), Botero en Europa y etc, etc. De vez en cuando traen alguna migaja por acá y entonces los medios recogen el gesto y los elevan a héroes. Se puede decir, y lo acepto, que cada quien hace con su vida y dinero lo que quiera pero lo inaceptable es la farsa. Todos esos ídolos van diciendo en cada entrevista que aman el país, que es el país más bello del mundo, que todo lo hacen: las canciones, los libros, las gestas deportivas, por la paz del país. Ninguna canción, ningún libro, ningún triunfo deportivo ha aportado un ápice por este país. Son sólo cortinas de humos, breves entusiasmos, perorata de los medios para esconder las terribles realidades que nos acosan. Ellos no nos representan, nuestra fiel imagen está más cerca del Pambelé que recorre las calles de Cartagena de Indias, que del arrogante Montoya convertido en títere para la diversión de los reyes del mundo. Europa debe saber que el realismo mágico es la ceniza de un sueño y que en Colombia viven personas que salen volando por los aires víctimas de las bombas y no de un conjuro, que tenemos los mismos sueños, la mente, la cultura y los líos de cualquier ser humano en el primer mundo. Los elementos ancestrales perviven en todas las culturas pero en el mundo contemporáneo hay elementos afines y un lenguaje que va más allá del idioma o la geografía. Valoro cada cosa que soy y de la que estoy hecho y deshecho, el mundo es mi hogar aun el mundo que se niega a aceptarme y el que yo no acepto.
4
Cada vez que alguien en mi país pide ayuda a la comunidad internacional siento vergüenza, cada vez que se le pide dinero a USA o su participación para resolver nuestros conflictos quisiera haber nacido muerto. No creo en esa ayuda y menos en quienes la mendigan, debemos hacernos responsables de nuestra suerte y aceptar, que por más dinero que nos envíen y discursos que hagan, estamos solos. No creo sea una exigencia del arte el compromiso con la realidad pero sí del artista. Al menos respeto y prefiero a quienes se comprometen en cuerpo y alma con la vida antes que con el arte; la vida importa más. Cada quien tiene sus razones y éstas son las mías: siento que debo estar en mi país y hacer allí lo que escogí en la vida, no podría vivir tranquilo en un lugar confortable sabiendo que mi familia, mis amigos y todo lo que amo en este mundo está expuesto a la violencia y la incertidumbre más atroz. Sé que hay gente por ahí que puede dejarlo todo y olvidarse y se sienten fuertes por ello y quizá lo sean pero yo no nací con ese coraje. Soy un sentimental empedernido como Antonio Cervantes, un tipo que jamás leyó El Quijote pero que a su modo lo fue y cayó derrotado por los molinos de vientos de la ilusoria fama y los falsos amigos que ésta arrastra consigo. Por eso prefiero a mis amigos hechos en el fracaso, mis amigos que odian cada momia sagrada, cada muñeco de plástico, cada monumento erigido en nombre de la mentira y la muerte y aman a Jim Morrison porque se atrevió a rebelarse frente a una sociedad hipócrita que le pedía ser el chico bueno de la clase. Jim se atrevió a expresar su delirio en iracundas canciones y salvajes poemas. Y aman a un tal Antonio Cervantes que de la absurda miseria fue lanzado como un cohete hacia los titulares de prensa, convertido en héroe nacional y adulado hasta el cansancio por presidentes y reinas de belleza y luego, cuando la decadencia tocó su puerta y las drogas fueron su refugio, esos mismos aduladores lo atacaron con saña y lo dejaron tirado en la cuneta. En una entrevista, en la plenitud de su gloria, Antonio Cervantes dijo lo que sería después un perfecto epitafio de sus quince minutos de fama: Es mejor ser rico que pobre. Esa frase es suma del pensamiento nacional y retumba en la memoria colectiva con mayor fuerza que cualquier literatura. Hoy Antonio Cervantes recorre las calles de Cartagena de Indias como un zombie y le recuerda a quien quiera escucharlo que alguna vez fue famoso, tuvo mucho dinero y viajo por el mundo destrozando rivales bajo el temible apodo de “Kid Pambelé”.


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Sexualidad de la Pantera Rosa (fragmento) por Efraim Medina Reyes

Mi sobrina solía preguntarse si la Pantera Rosa era hombre o mujer. Parecía una pregunta sencilla pero observando programa tras programa se veía al bicho rosado flirteando con toda clase de criaturas: desde hombrecillos calvos y narizones hasta conejitas rubias y sensuales. Su objetivo era imponer un color y estaba dispuesta a todo por lograrlo. El inspector era torpe y desaseado como cualquier francés. Quizá hasta pudiera acusársele de misógino y xenófobo (como a cualquier francés) pero su sexualidad (a diferencia de la de cualquier francés) no estaba en entredicho. La Pantera en cambio dejaba a su paso un mar de dudas y, como solía decir mi sobrina: tiene agujeros aquí. ¿Para qué preguntas tonterías?

Reviraba el amante padre de mugrientos calzoncillos (todos rotos en la misma parte) y la niña decía: Para saber. En realidad mi sobrina tenía cuatro años y era una máquina de preguntas y chillidos. Sus inquietudes me divertían y trataba de dar respuesta a todas pero el amante padre siempre estaba acusándome de corruptor. Tenía la mente más sucia que los calzoncillos y sólo se acercaba a la niña para prevenirla en mi contra. A la pobre, asustada por los comentarios del padre, no le quedaba otra opción que preguntarse a sí misma. La escuchaba jugando a eso e improvisando respuestas: La Pantera es un diablo bueno. Mi papá tiene un cuchillo en el jopo (por los rotos de los calzoncillos, supongo). Cada vez me intrigaba más la Pantera. ¿Qué cosa era? No hablaba, no tenía sexo definido, no era particularmente sabia o generosa, sus ojos no eran soñadores. Su plan era pintarlo todo de aquel color... su color. Aceptar las diferencias no hacía parte de su carácter. Flecha Verde también me hacía pensar. Era sin duda el más opaco de los paladines, una especie de chivo expiatorio entre los superhéroes. Casi nunca se le tomaba en cuenta, Superman no le dirigía la palabra, ningún niño quería disfrazarse de él. Sus poderes eran escasos y limitados, su otra personalidad daba grima. Las aventuras que tenía eran aburridas y siempre al final algún miembro de la Liga debía sacarlo del atolladero. A veces compartía pista con Linterna Verde y entonces Flecha era nulo. No me gustaba ese cómplice; destilaba arrogancia y saltaba a la vista el desprecio que sentía por Flecha. Viñeta tras viñeta quedaba claro que Flecha no era más que relleno y escenografía para verdaderos superhéroes. Pero tenía agallas: nunca se quejaba, no hacía reclamos a su creador. Cero envidias, cero chismes. Hacía lo suyo y punto. Una vez, creo que acababa de cumplir 15, fui a una fiesta disfrazado de Flecha. Estaba en un rincón mirando a una linda Cenicienta de ojazos negros cuando un pirata flaco se acercó a preguntarme de qué estaba disfrazado. —Flecha Verde —respondí. —¿Y quién carajos es ése? —El amigo de Linterna. —¿Linterna Verde tiene un amigo así? Antes que pudiera responderle ya había girado sobre sus talones y se dirigía hacia mi Cenicienta. Un Peter Pan gordo se paró a mi lado. —¿Qué hay, Robin? —Soy Flecha —dije. —No, eres el señor Hood. —¿Quieres problemas? —Con un ladrón justiciero jamás. Lo acuellé. Se puso rojo y empezó a patalear. El pirata flaco y la bella Cenicienta vinieron en su ayuda. —Por favor, suéltalo —dijo ella con angustia. —¿Es tu novio? —pregunté sin quitar las manos del gordo. —Es su hermano menor —dijo el pirata aplicándome una llave de yudo por la espalda—. Y está enfermo de cáncer. De inmediato solté al gordo que se abrazó a ella. El pirata me liberó. Le ofrecí disculpas al gordo y a su hermana. Sus ojos negros me observaban con rabia y curiosidad. —¿Qué disfraz es ese? —Robin Hood —dijo el gordo. —No —dijo ella—. Es el Capitán Garfio y olvidó el garfio. Rieron. El gordo le propuso al pirata ir por algo de comer. Sin despedirse se alejaron; el pirata y su Cenicienta iban agarrados de la mano. Después de tomar dos rones con cocacola me puse a dar vueltas hasta que Cleopatra me sonrió desde un sofá. Hablamos, tenía edad para ser mi madre y estaba borracha. Bebimos hasta acabar su trago y me propuso ir por más. La seguí dando tumbos. Nos metimos en un cuarto repleto de chécheres y ella dijo que me dejara de pendejadas y besos e hiciera lo que estaba pensando. Le dije que tenía 15 y sacó una de sus tetas. Se tumbó sobre unas cajas y abrió las piernas, no llevaba nada debajo de la falda. Cuando me estaba quitando el traje la corredera se atascó. Cleopatra, sin cambiar de posición, esperó unos minutos a que resolviera mi problema y luego perdió la paciencia. —Para ser Flash eres muy lento. —Flecha Verde —dije. El sudor me entraba en los ojos que empezaron a arderme—. El traje de Flash es rojo y tiene alas en las orejas. —Da igual quien seas —dijo camino a la puerta. La borrachera se le había pasado—. Eres patético. Apenas salió la corredera volvió a funcionar. Busqué a Cleopatra y no tardé en hallarla; estaba besándose con un apuesto Sandokan. Para nadie es un secreto que el sexo no es muy popular entre superhéroes o criaturas como la Pantera. Los primeros prefieren defender causas perdidas y el resto tiene obsesiones o se dedican a la crueldad con sus semejantes. Tampoco el dinero despierta su interés y cuando lo tienen no lo usan con un objetivo sexual. Jamás Tío Rico gastaría una de sus adoradas monedas por tirarse a una pata. Lo cierto es que las noches de los superhéroes, panteras y demás monicongos suelen ser solitarias. He conocido gente como ellos en las avenidas de una gran ciudad, iglesias abandonadas y hoteluchos de frontera: gente que no tiene el sexo por religión y es capaz de sobrevivir a solas con su conciencia. Vendedores de milagros perdidos en el desierto o chicas que no pudieron creer en el amor a pesar de tenerlo enfrente y saben que ya es demasiado tarde.

jueves, 23 de diciembre de 2010

HAMBRE (Arthur Rimbaund)

Si tengo apetito es sólo
De la tierra y de las piedras.
Yo almuerzo siempre con aire,
Hierro, carbones y peñas.

Hambres mías, girad. Hambres, cruzad
El prado de sonidos.
Atraed el veneno alegre
De los lirios.
Comed los cascotes rotos,
Piedras de viejas iglesias,
Guijas de antiguos diluvios,
Panes sueltos en grises glebas.

El lobo aullaba entre el follaje,
Las bellas plumas escupiendo
De su comida de volátiles:
Como él me estoy consumiendo.

Las ensaladas, las frutas,
Sólo esperan la cosecha;
Pero la araña del seto
No come más que violetas.

¡Que yo duerma! Que borbotee
En los altares de Salomón.
El hervor corre por la herrumbre,
Y se mezcla con el Cedrón.

AUSENCIA (Efraim Medina Reyes)

Cuando pienso en ti el dolor regresa y me aplasta como hacen los niños con las hormigas. Tu ausencia es mi castigo. Aunque sé que no puedo encontrarte, recorro día y noche el laberinto. Y dentro de mi estúpido corazón el deseo de verte crece y crece como un tumor de terciopelo. Tu ausencia marca el ritmo de mis horas e insomnios. He olvidado mi nombre, he olvidado cada cosa que no se relaciona contigo. La muerte me desgasta incesante y no quisiera morir sin ver en tus ojos el nivel del invierno. La vida es corta pero las horas son infinitas. Tu ausencia me rodea, me ahoga, me desgarra. Tu ausencia es mi único pecado y mi mayor condena. Tu ausencia es el beso invisible del ansia, el verano oscuro, las caricias invisibles. Las nubes pasan, las palabras se apagan y el dolor permanece. El dolor es mi perro fiel, el guardián implacable de esta cárcel atroz, de esta celda sin paredes a la que estoy confinado. Siento tu boca que roza la mía y huye hasta el fin del mundo. Tu imagen se forma y deforma en mi mente, las fuerzas me abandonan y sólo el dolor me sostiene. El dolor es mi único alivio. Busco el dolor como los insectos buscan la luz que les quema el alma. La vida te destruye en algún remoto lugar y mi memoria perfecciona cada uno de tus rasgos. Eres como siempre el resplandor y la lágrima, la dueña imposible de mis emociones. Antes de soñar el amor ya te soñaba a ti. Estás hecha de mi sangre y de mi nombre. Sé que aunque grite no vendrás, que tu ausencia invadirá mis huesos y borrará mi imagen de la mente de quienes me conocieron y juraron recordarme. Hoy es un día soleado, estoy a la deriva en un bosque de pinos. No sé cómo llegué aquí. Estoy esperando una señal, un evento secreto. Inmóvil sobre la hierba.