En literatura es preciso evitar:
1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes
famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como
por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a sus personajes por sus manías, como hace,
por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el
tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse
el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionalmente ligadas a determinado lugar o a
determinada época: o sea, el ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más
concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente
desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde a la de otro
libro. Por ejemplo, el Ulises de Joyce y la Odisea de
Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea
de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar
siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores
estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas
dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de
pederastia, el suicidio.
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