miércoles, 27 de abril de 2011

Breviario de estética (Gianfranco Ciabatti )

No respondas nada
a la demanda del llanto. A su invitación
de resolver fácilmente
las razones del dolor,
no adhieras.

A quien exige clamores
de tu rebelión
y grita en nombre de una libertad
que no le cuesta nada,
opone la ciencia de un origen ínfimo
y la regla de remontarlo.

Y cuando la imprecisión
tiente tu indolencia, no eludas
el esfuerzo de hacerte entender,
buscando escapatorias entre los hábiles para hablar
de cualquier cosa y de nada,
y busca la palabra que te es precisa.

Placeres nocturnos (Cesare Pavese)

También nosotros nos paramos a sentir la noche
en el instante en que viento está más desnudo:
las avenidas están frías de viento, todo olor ha cesado;
las narices se levantan hacia las luces oscilantes.

Tenemos todos una casa que espera en la oscuridad
a que regresemos: una mujer que espera en la oscuridad,
tendida en el sueño: el cuarto está caliente de olores.
No sabe nada del viento la mujer que duerme
y respira; la tibieza del cuerpo de ella
es la misma de la sangre que murmura en nosotros.

Este viento que nos lava llega desde el fondo
de las avenidas abiertas de par en par en la oscuridad;
las luces oscilantes y nuestras narices contraídas
se debaten desnudos. Cada olor es un recuerdo.
De lejos, de la oscuridad, salió este viento
que se abate sobre la ciudad: de abajo, de prados y colinas,
donde solo hay una hierba que el sol ha calentado
y una tierra ennegrecida de humores. Nuestro recuerdo
es un áspero olor, la poca dulzura
de la tierra desventrada que exhala en invierno
el aliento del fondo. Se ha apagado cada olor
en la oscuridad, y a la ciudad no nos llega más que el viento.

Volveremos esta noche a la mujer que duerme,
con los dedos helados a buscar su cuerpo,
y un calor nos sacudirá la sangre, un calor de tierra
ennegrecida de humores: un aliento de vida.
También ella se calentó en el sol y ahora descubre
en su desnudez la vida más dulce,
que de día desaparece, y tiene sabor de tierra.

martes, 26 de abril de 2011

Ausencia (Baldomero Fernández Moreno)

Es menester que vengas,
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho,
y torno a ser el hombre abandonado
que antaño fui, mujer, y tengo miedo.

¡Qué sabia dirección la de tus manos!
¡Qué alta luz la de tus ojos negros!
Trabajar a tu lado, ¡qué alegría!;
descansar a tu lado, ¡qué sosiego!

Desde que tú no estás no sé cómo andan
las horas de comer y las del sueño,
siempre de mal humor y fatigado,
ni abro los libros ya, ni escribo versos.

Algunas estrofillas se me ocurren
e indiferente, al aire las entrego.
Nadie cambia mi pluma si está vieja
ni pone tinta fresca en el tintero,
un polvillo sutil cubre los muebles
y el agua se ha podrido en los floreros.

No tienen para mí ningún encanto
a no ser los marchitos del recuerdo,
los amables rincones de la casa,
y ni salgo al jardín, ni voy al huerto.
Y eso que una violenta Primavera
ha encendido las rosas en los cercos
y ha puesto tantas hojas en los árboles
que encontrarías el jardín pequeño.

Hay lilas de suavísimos matices
y pensamientos de hondo terciopelo,
pero yo paso al lado de las flores
caída la cabeza sobre el pecho,
que hasta las flores me parecen ásperas
acostumbrado a acariciar tu cuerpo.

Me consumo de amor inútilmente
en el antiguo, torneado lecho,
en vano estiro mis delgados brazos,
tan sólo estrujo sombras en mis dedos...

Es menester que vengas;
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho.
Ya sabes que sin ti no valgo nada,
que soy como una viña por el suelo,
¡álzame dulcemente con tus manos
y brillarán al sol racimos nuevos.

lunes, 25 de abril de 2011

La palabra (Pablo Neruda)

.. Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y las que bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tantos ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada.. Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.

domingo, 24 de abril de 2011

Los amorosos (Jaime Sabines)


Los amorosos callan. 
El amor es el silencio más fino, 
el más tembloroso, el más insoportable. 
Los amorosos buscan, 
los amorosos son los que abandonan, 
son los que cambian, los que olvidan. 

Su corazón les dice que nunca han de encontrar, 
no encuentran, buscan. 
Los amorosos andan como locos 
porque están solos, solos, solos, 
entregándose, dándose a cada rato, 
llorando porque no salvan al amor. 

Les preocupa el amor. Los amorosos 
viven al día, no pueden hacer más, no saben. 
Siempre se están yendo, 
siempre, hacia alguna parte. 
Esperan, 
no esperan nada, pero esperan. 

Saben que nunca han de encontrar. 
El amor es la prórroga perpetua, 
siempre el paso siguiente, el otro, el otro. 
Los amorosos son los insaciables, 
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. 
Los amorosos son la hidra del cuento. 

Tienen serpientes en lugar de brazos. 
Las venas del cuello se les hinchan 
también como serpientes para asfixiarlos. 
Los amorosos no pueden dormir 
porque si se duermen se los comen los gusanos. 
En la oscuridad abren los ojos 
y les cae en ellos el espanto. 
Encuentran alacranes bajo la sábana 
y su cama flota como sobre un lago. 

Los amorosos son locos, sólo locos, 
sin Dios y sin diablo. 
Los amorosos salen de sus cuevas 
temblorosos, hambrientos, 
a cazar fantasmas. 
Se ríen de las gentes que lo saben todo, 
de las que aman a perpetuidad, verídicamente, 
de las que creen en el amor 
como una lámpara de inagotable aceite. 

Los amorosos juegan a coger el agua, 
a tatuar el humo, a no irse. 
Juegan el largo, el triste juego del amor. 
Nadie ha de resignarse. 
Dicen que nadie ha de resignarse. 
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. 
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, 
la muerte les fermenta detrás de los ojos, 
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada 
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. 

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, 
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, 
complacidas, 
a arroyos de agua tierna y a cocinas. 
Los amorosos se ponen a cantar entre labios 
una canción no aprendida, 
y se van llorando, llorando, 
la hermosa vida.

martes, 12 de abril de 2011

Con motivo de la llegada de un amigo

Oh, amigo mío, el de las largas piernas,
El de las largas piernas de progreso.
¿Por qué a París tan azorado vienes?
¿Qué hay tras el Rhin de nuevo?
¿Ha sonado por fin en nuestra patria
De libertad el salvador acento?
Todo va a maravilla: en nuestra patria
Hay paz fecunda, bendición del cielo;
Y Alemania, con pie firme y seguro,
Con pacíficos medios,
En lo exterior y en lo interior su vida,
Poco a poco, con calma, va extendiendo.
Prósperos somos, sí; no la de Francia
Prosperidad superficial tenemos,
Donde la libertad va destrozando
El exterior progreso:
Su libertad el alemán no lleva
Sino de su alma en los profundos senos.
Ya acabóse la iglesia de Colonia;
De Hohenzollern al linaje excelso
Debemos tal merced; Halzbourgo un poco
Contribuyó a tal hecho,
Y un rey de Wittelsbach fue el encargado
De hacer pintar los vidrios con esmero.
Leyes, constitución y libertades,
Con palabra del Rey nos prometieron,
Y del Rey la palabra soberana
Joya es de tanto precio,
Cual de los Niebelungos el tesoro
Que del Rhin enterrado está en el lecho.
El libre Rhin, el Bruto de los ríos,
Que nadie ha de robarnos en su anhelo,
Los holandeses graves lo sostienen
Por las plantas sujeto,
Y los suizos pacíficos lo guardan
Por la altiva cabeza prisionero.
Dios también una flota nos regala;
De una armada alemana, ya hablaremos;
Y la sobra de vida de la patria
Ya sobre barcos nuestros
Se extenderá gallarda y altanera,
De corrección las casas suprimiendo.
Llegó la primavera; la flor brota,
Los gérmenes estallan ante el viento;
Respiremos pacíficos y libres,
De la naturaleza libre en medio;
Y como nuestros libros se prohíben
Antes de estar impresos,
Seguramente dejará bien pronto
La censura cruel de ser un hecho

sábado, 9 de abril de 2011

Perdon por ser quien soy (Alondra Batista)



Disculpa por no ser lo que quieres que sea. Así tan alta como una estrella, bella como una rosa, transparente como el agua pura. Perdona pero no puedo ser más de lo que soy.

Disculpa por no decir cosas linda, por no cantar como un ave, o por no cantar hermosas melodías a tu oído. Perdona pero no puedo ser más d
e lo que soy.

Disculpa si no puedes ver en mí esa musa que busca, si no encuentras en mis ojos un luminoso tesoro, o si cuando vez a mis ojos no encuentras el tesoro que busca. Perdona pero no puedo ser más de lo que soy.

Disculpa si no sientes en mi piel la suavidad de la seda, si no sientes en mis labios el calor que extingue tu frio, o si nunca has sentido que te toco con ternura. Perdona pero no puedo ser más de lo que soy.

Disculpa si no escucho tus lamentos, si ya a tus reglas no obedezco, o si para mí tus palabras son mudas. Perdona pero no puedo seguir siendo lo que tú quiere que sea.


lunes, 4 de abril de 2011

No te pares (Cherokee)

“No te pares al lado de mi tumba y solloces. No estoy ahí, no duermo. Soy un millar de vientos que soplan y sostienen las alas de los pájaros. Soy el destello del diamante sobre la nieve. Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro, soy la semilla y la lluvia benévola de otoño. Cuando despiertas en la quietud de la mañana, soy la mariposa que viene a tu ventana. Soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo. Soy las estrellas que brillan en la noche. No te pares al lado de mi tumba y solloces. No estoy ahí, no he muerto." Para ti Querida Cecilia, estarás en nuestros corazones por siempre.

domingo, 3 de abril de 2011

La hoguera (Meira Delmar)



Esta es, amor, la rosa que me diste
el día en que los dioses nos hablaron.
Las palabras ardieron y callaron.
La rosa  a la ceniza se resiste.


Todavía las horas me reviste
de su fiel esplendor. Que no tocaron
su cuerpo las tormentas que asolaron
mi mundo y todo cuanto en él existe.


Si cruzas otra vez junto a mi vida
hallará tu mirada sorprendida
una hoguera de extraño poderío.


Será la rosa que morir no sabe,
y que al paso del tiempo ya no cabe
con su fulgor dentro del pecho mío.

La ausencia (Meira Delmar)




Se me perdió tu huella.
                            Un viento
huracanado y frío la borró del sendero,
dejándonos los pasos
sin rumbo alguno ahora,
sin saber hacia dónde
orientar el destino.

En torno de esta inmensa
soledad gira y gira
el desmedido anillo
del horizonte en vano.

Me llaman los caminos
pero no los encuentro:
tu voz, mi rosa náutica,
mi rosa de los vientos,
se me apagó en la noche.


Instante (Meira Delmar)


Ven mirar conmigo

el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.


Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.


Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.

Huésped sin sombra (Meira Delmar)

Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.

Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.

No volverán mis ojos renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.

Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.

Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.

Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.

A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo. 

Este amor (Meira Delmar)

Como ir casi juntos
pero no juntos,
como
caminar paso a paso
y entre los dos un muro
de cristal,
como el viento
del Sur que si se nombra
¡Viento del Sur! parece
que se va con su nombre,
este amor.

Como el río que une
con sus manos de agua
las orillas que aparta,
como el tiempo también,
como la vida,
que nos huyen viviéndonos,
dejándonos
cada vez menos nuestros
y más suyos,
este amor.

Como decir mañana
y estar pensando nunca,
como saber que vamos
hacia ninguna parte
y sin embargo nada
podría detenernos,
como la mansedumbre
del mar, que es el anverso
de ocultas tempestades,
este amor.

Este
desesperado amor.

El recuerdo (Meira Delmar)



Este día con aire de paloma
será después recuerdo.


Me llenaré de él
como de vino un ánfora,
para beberlo a sorbos cuando quiera
recuperar su aroma.


Antes que vuele hacia el ocaso, antes
de ver cómo se pierde entre la noche.

sábado, 2 de abril de 2011

El milagro (Meira Delmar)



Pienso en ti.

La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.


Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,


Ahora, 
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.

El llamado (Meira Delmar)



Tú estarás lejos.

Yo dejaré la vida
como un ramo de rosas
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.


Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas
amadas, el silencio
que nos uniera, el arduo
amor que nunca pudo
vencer el tiempo, el roce
de tus manos, las tardes
junto al mar, tus palabras.


Si donde estés tú oyes
que alguna voz te nombra,
seré yo que en el viaje
te recuerdo.

El escudo (Meira Delmar)




Cuánto te quise, amor, cuánto te quiero,
más allá de la vida y de la muerte.
Y aunque ya nunca más he de tenerte,
eres de cuanto es mío lo primero.


Más que el sol del estío, verdadero,
tu recuerdo mitiga, por mi suerte,
la sombra que me ciñe, y se convierte
en la luz que ilumina mi sendero.


Nada ni nadie desterrar haría
de mi frente aquel tiempo jubiloso
en que eterna la dicha parecía.


Contra el olvido y su tenaz acoso
defenderá por siempre y a porfía
su condición de escudo milagroso.


Desvelo(Meira Delmar)


A la hora del alba cuando el sueño

me abandona,
recorro los momentos
de nuestro amor, en busca
de los rostros de entonces,
los sueños, las palabras.

Todo en vano.

Nos fue borrando el tiempo,
sus implacables manos,
deshaciendo los cuerpos para sólo
dejarnos, viva llama, que no cesa
de arder en el vacío.

Deshora (Meira Delmar)




Cuando llegué te habías
ido del brazo de otro amor.


Y no quise decirte: «Vuelve,
perdóname esta vez,
se me hizo tarde,
fue un pequeño descuido
de la vida, una leve
distracción del destino».


Aquel silencio que selló mis labios
me hiere todavía el corazón.

Dejo este amor aquí...(Meira Delmar)


Dejo este amor aquí
para que el viento
lo deshaga y lo lleve
a caminar la tierra.

No quiero
su daga sobre mi pecho,
ni su lenta
ceñidura de espinas en la frente
de mis sueños.

Que lo mire mis ojos
vuelto nube,
aire de abril,
sombra de golondrina
en los espejos frágiles
del mar...
Trémula lluvia
repetida sin fin sobre los árboles.

Tal vez un día, tú
que no supiste
retener en las manos
su júbilo perfecto,
conocerás su rostro en un perfume,
o en la súbita muerte de una rosa.

De paso (Meira Delmar)



No es el tiempo
el que pasa.
                     Eres tú
que te alejas
                     apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como u hilo de agua 

entre los dedos. 

Carta de Roma (Meira Delmar)



Te escribo, amor, desde la primavera.

Crucé la mar para poder decirte
que, bajo el cielo de la tarde, Roma
tiene otro cielo de golondrinas,
y entre los dos un ángel de oro pasa
danzando.


La cascada de piedra que desciende
por Trinitá dei Monti hasta la plaza,
se detuvo de pronto y ahora suben
azaleas rosadas por su cuerpo.


Los árboles repiten siete veces
la música del viento en las colinas,
y el húmedo llamado de las fuentes
guía mis pasos.


Más bella que en el aire
una rota columna hallé en el césped,
caída en el abrazo de una rosa.


Cuando fluye la luz,
cuando se para
el tiempo,
asomada a los puentes Roma busca
su imagen sobre el Tevere,
y en vez del nombre suyo ve que tiembla
tu nombre, amor, en el rodante espejo.

Canción lejana (Meira Delmar)




Y yo también como la tarde 
toda me tornaré dichosa 
para quererte y esperarte. 
Iluminada de tus ojos 
vendrá la luna, 
vendrá la luna por el aire.


Tú me querrás inmensamente. 
Mi corazón será infinito 
para la angustia de tu frente. 
Yo te daré los sueños míos: 
amor, dolor, sencillamente. 
Después será la enamorada sonrisa, 
el beso, la memoria llena de ti, maravillada. 
Y el gozo azul de estar contigo 
fuera del tiempo, sin palabras. 
De golondrina en golondrina 
nos llegará la primavera 
de la mirada pensativa. 
Y un mismo cauce de dulzura 
tendrán las rosas y los días. 
Yo te daré los sueños míos: 
amor, dolor, sencillamente.

Breve (Meira Delmar)



Llegas cuando menos
te recuerdo, cuando
más lejano pareces
de mi vida.
Inesperado como
esas tormentas que se inventa
el viento
un día inmensamente azul.


Luego la lluvia
         arrastra sus despojos
y me borra tus huellas.



Ausencia de la rosa (Meira Delmar)




Detenida
en el río translúcido
del viento,
por otro nombre, amor,
la llamaría
el corazón.


Nada queda en el sitio
de su perfume. Nadie
puede creer, creería,
que aquí estuvo la rosa
en otro tiempo.


Sólo yo sé que si la mano
deslizo por el aire, todavía
me hieren sus espinas.

Allá (Meira Delmar)



Si acaso al otro lado de la vida
otra vez, por azar, nos encontramos,
¿se reconocerán nuestras miradas
o seremos tan sólo un par de extraños?



De todos modos te amaré lo mismo.
Juntos. O separados.

Alguien pasa (Meira Delmar)


Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, 

por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.

No sé si tú recuerdas
los días aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogías en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.

Yo sí recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.

Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmín que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.

Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.

Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.